Capítulo 41

Después de tomar dicha decisión, lo siguiente es muy fácil. Con Alba a su lado, empiezan a pasear de vuelta a la barra libre, mientras le acaricia el pelo y le obliga a reírse un poco. A mitad de camino, se topan con Inés y María Luisa, que cuchichean algo de forma misteriosa. En cuanto los ven, se giran hacia ellos, sonrientes.

Adrián analiza la escena y se da cuenta de otro detalle.

—En un mes has conseguido ser ministra y que Lydia se duerma encima de ti. ¿Has vendido tu alma al diablo?

—Le dice a Inés, mientras Alba y él se sientan a su lado.

—Me has pillado. —Admite Inés, entre risas con la profesora de instituto. Alarga el brazo para apagar la colilla de su cigarro, puesto que, tal como ha dicho Adrián, tiene a Lydia tumbada en sus piernas. Allí donde la apaga, tiene un montón más de colillas que ha fumado antes que esa.

—¿Alguno quiere? —Dice entonces María Luisa, con un vaso de tubo en la mano. —es de Lydia, pero no se lo ha bebido. Adrián está a punto de rechazar la oferta cuando ve el brazo de Alba pasar por encima de él y alcanzar la copa. Mira con atención como la vacía de un sorbo— y ahora que te tengo a mi vera, Alba, ¿Qué tal te va con Laura?

—Hemos discutido.

—Vaya, lo siento mucho. A ti con la novela seguro que muy bien, ¿verdad, Adri? —Dice María Luisa, siempre intentando animar el ambiente.

—Llevo un mes sin escribir ni una página. Se lo estoy ocultando a Vega para que no se preocupe, pero hace que yo esté doblemente preocupado. Porque no escribo y porque no se entere. No le veo mucho futuro a mi plan.

—Es perfecto hasta para admitir que no lo es. —Le susurra Inés a Alba, fascinada. La primera. La segunda responde con un eructo, provocado por el vaso de jugger que se acaba de meter entre pecho y espalda.

—Pues vaya mierda de fiesta. —Suelta María Luisa, tras un rato en el que los tres, los cuatro si contamos a Lydia, se han mantenido en silencio.

—Vaya mierda de mes. — Le sigue Adrián.

—Vaya mierda de vida. — Y culmina Alba, apoyando los codos en sus rodillas.

Se vuelve a hacer el silencio. Los unos disfrutan de la compañía de los otros, pero lo hacen mientras miran al vacío y reflexionan por separado. Inés parece la más inquieta. Saca otro cigarro de su bolso de mano y le enciende. Después, se queda mirando la barra libre a lo lejos. Mejor dicho, mira al famoso camarero del jugger con zumo de limón. Además de crear la bebida estrella de la noche, les guarda un secretito tras la barra con forma de tarta.

—Si cuenta mi opinión, yo creo que solo necesitamos desconectar un poco... —Da una calada a lo femme fatale. — ¿Habéis probado la escritura automática?

María Luisa se echa hacia atrás en las escaleras, como intentando camuflarse. Ay madre. Sí que la ha probado.

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