Capítulo 28

El ascensor del portal de Nati atraca en el cuarto piso. Rocío intercepta a Rubén antes de que este abra la puerta.

-Ya sabes que no hago esto por Samuel.- Dice, tan segura que Rubén se lo cree.- Pero no se te olvide decir a Sara que le haga un pequeño homenaje a Melissa. Es lo que le dijiste a él.

Cuando al fin salen del ascensor, una suspira y otro tiembla de nervios. No tardan en llamar al timbre, pero las chicas si tardan más de lo debido en abrir, y la espera se les hace eterna.

Rubén agudiza el oído. Entre las paredes de papel muy habituales en los edificios modernos sobresalen los golpes de ritmo de una canción a todo volumen. Sara juraría que proviene de...

La puerta se abre y termina de confirmarlo. La canción es reggaetón y está sonando en casa de Natalia.

Sin embargo, es Sara la que les recibe en el descansillo. Va vestida con una camiseta blanca de tirantes por dentro de unos vaqueros cortos, y se ha recogido el pelo en un moño despeinado. Lleva la cara recubierta por un potingue verde, que Rubén y Rocío suponen será alguna mascarilla facial. No les da si quiera tiempo a reaccionar. Esgrime una de sus mejores sonrisas y les estrecha en un fuerte abrazo. Los recién llegados se miran entre sí. En el mensaje que Sara ha enviado hace un rato parecía bastante estresada.

-¡Chicos, que me caso!- Dice, para más inri. Rubén le da unas palmaditas en la espalda, convencido de que los nervios le han afectado demasiado. Levanta la cabeza e intenta ojear el interior del salón, pero Sara le abraza más fuerte.

Les arrastra hasta el salón, y de lo primero que se dan cuenta al llegar es que está muy desordenado. Sin embargo, al reparar en Natalia se olvidan por completo del desorden.

Está subida en el sillón, quizá por eso todos los cojines que normalmente lo ocupan están por el suelo. Tiene las dos manos apoyadas en el respaldo e intenta bailar twerking al ritmo de la música. Pero solo lo intenta, pues a menear el culo como ella lo está haciendo no puede llamársele twerking. Ni bailar.

Sara la grita que baje y esta pega un salto desde el sofá que por casi no se abre la cabeza. Corre arrastrando los pies hasta el ordenador y cierra el spotify, por lo que la música deja de sonar al instante.

-Nati, ¿tú también? - Dice Rocío, extrañada.- ¿Qué os pasa?

-Es que Sara estaba un poco nerviosa.- Jadea como si hubiera corrido una maratón y en un volumen más alto del habitual.- Y como tenía que hacer efecto la mascarilla, he dicho "¡Voy a animarla un poco!"

Las dos empiezan a gritar descontroladas, e incitan a los otros dos a un abrazo colectivo. Rubén, aunque el primer abrazo le toleró, a este acepta de mala gana.

-Que bien, más calor humano...- Susurra entre dientes. Incitado por Rocío y con su ayuda, consigue separarlas y sujeta a Sara por los hombros.- Escucha, Sara, tengo que decirte algo importante.

-¿Te has liado otra vez con Cristian?

-¿Otra vez?- Repiten Nati y Rocío al unísono. La última en seguida se da cuenta de que les ha interrumpido, y no solo se vuelve a callar sino que tapa la boca a Nati, que sigue espídica y preguntando.

-¡Y dale, que eso se lo ha inventado!- Rubén zanja el tema de mala gana y traga saliva.- Esto tiene que ver con...tu vestido.

-¡Ay, el vestido! ¡Sácale, quiero ponérmelo ya!

Tras negarle en rotundo esa petición, porque aún quedaban tres horas para el comienzo de la misa, Rocío logra poner en orden a todos y da un codazo al chico para que confiese de una vez. Durante los siguientes minutos, y con muchos rodeos, Rubén cuenta a Sara todo lo ocurrido, desde que se dio cuenta de que había olvidado recoger el vestido hasta el momento presente, pasando por la pelea con la hermana de la dueña de la tienda hasta el discurso de Sara sobre la profunda amistad que los une. Ah, y añadiendo la mentirijilla que le soltó a Samuel para conseguir el vestido de Melissa.

Cuando termina, se aparta unos pasos de Sara y aprieta la mandíbula. Su amiga dio clases de defensa personal hace unos años, nunca se sabe cuándo puede utilizar sus habilidades. Lo que Rubén no puede ver es que Rocío tiene ese mismo miedo, aunque haya intentado disimularlo todo el tiempo. Sara, en cambio, se mantiene pensativa.

-Entonces, que yo me entere. -Contesta al fin, con los brazos en jarra- Rubén Carrascal. ¿Me estás diciendo que por culpa de tus despistes voy a tener que casarme con el vestido de Melissa?- Rubén retrocede un poco más y asiente en silencio- eres...el... ¡mejor! ¡Te quiero, te quiero, te quiero!

-¿Cómo?- Alcanza a preguntar él. A duras penas, porque Sara se le tira encima y le cubre las dos mejillas de besos. Con dificultades para respirar, mira a Rocío la mar de extrañado. Esta encoge los hombros.

-Vale que tu pesadilla de que te quemara vivo era muy exagerada. Pero he de decir que estos fuegos artificiales tampoco me los esperaba.

-¿Habéis oído, chicas?- Sara vuelve a poner los pies en el suelo. Rubén aprovecha para limpiarse la cara de mascarilla verdosa- mi mejor amigo ha conseguido el vestido de Melissa para mi boda. ¿Celosas?

-Menos humos, que parte del éxito es mío. Y con lo que me ha costado os aseguro que en mi boda me haré uno igual a medida.

-¿Qué boda?- Pregunta Rubén con ironía. Rocío decide ignorarle para no hacer realidad su pesadilla y quemarle vivo.

-Yo tampoco estoy celosa, listilla.-Responde Nati con un ligero pique. De repente, pega un salto y sale corriendo hacia la cocina- es más, ¡voy a comerme otro trozo de tarta para celebrarlo!

Antes de que alcance a llegar, Rubén ya ha empezado a atar cabos. Preocupado, recuerda la comida la comida en casa de Lydia, la conversación con Sergio sobre escritura automática y sobre Inés, y a Lydia y Vlad volviendo de la cocina. Por último, recuerda las palabras de Vlad: "Tranquilos yo la guardo. Natalia no la verá, no llega a los estantes de arriba de la nevera."

¿Qué tenía que guardar? La misma tarta de chocolate con ingrediente secreto que Natalia acaba de traer de la cocina y a la que le faltan dos enormes trozos. Por si fuera poco,les ofrece otro trozo a ellos dos. Maldito Vlad. ¿Con que Natalia no llegaba a los estantes de arriba, eh?

-A mí un poco de chocolate no me viene mal, con tanto estrés me estoy mareando.- Rocío alarga la mano hacia el pastel. Cuando está a punto de agarrar el tercer trozo se lleva un tortazo de Rubén en el brazo que le hace recular. Se queja por el golpe y Natalia vuelve a insistir en el ofrecimiento.

-Nati, guapa, que no queremos. Guarda eso, haz el favor.- Y le hace una seña para que se marche a la cocina. Está de camino a ella cuando el chico cae en la cuenta.- ¡Ni se te ocurra comerte otro trozo!

Se gira, dejando caer los hombros en un símbolo de derrota absoluta. Adiós a la súper promesa que tenía con el resto. Ahora no solo tienen la tarta empezada, sino que quienes la han empezado por ellos son Sara y Nati. ¡Nati! La madre sobreprotectora. ¡Sara! La responsable e inocente del grupo. Y el día de su boda.

Deja de pensar en su propia serie de catastróficas desdichas, porque al girarse descubre a una Rocío cruzada de brazos y con una ceja levantada. Antes de centrarse en ella echa una ojeada a Sara, pero esta parece muy ocupada eligiendo una lista de reproducción en el portátil como si le fuese la vida en ello.

-Rubén...me estoy empezando a mosquear. Así que si sabes algo de lo que está pasando más vale que lo sueltes ya.

-Te vas a reír...-Rubén desvía la mirada y suelta una de sus risitas nerviosas.

-Pues sí que empezamos bien.

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