~11- Prueba de Valor~
La noche del día siguiente cayó. Era una noche sofocante de verano. Me había ido a la cama, pero no a dormir. No podía, estaba tan nervioso por la prueba de valor esa misma noche que no lograba conciliar el sueño y el calor era insufrible. Me levanté de la cama de paja y abrí la ventana para que entrase algo de aire fresco. Mientras me volvía a acomodar, escuché a Lurantis yéndose a dormir. La hora de salir y dirigirse a la Torre Ánima estaba cerca.
Escuché pasos fuera de casa. Se dirigían a mi ventana.
— ¡Finn! -Escuché la voz de Litten- Venga, sal por la ventana, nos vamos
— ¡Ya voy! -Contesté medio susurrando
Me dirigí a la ventana y con cuidado salí. Agradecí el fresco que hacía fuera. Era muy agradable. Miré a Litten. Estaba junto a Rowlet, Popplio, Poochyena y algunos chicos más de clase. Asentimos al unísono y nos dirigimos a la Torre Ánima
— La Torre Ánima -Dijo Popplio- Un lugar sagrado donde reposan las almas de aquellos que perecieron en la batalla contra la oscuridad...
— Si -Sonrió Poochyena- Dicen que las noches de verano, se escuchan los sollozos de los caídos
— ¡N-no digáis eso, jo! -Chilló asustado un chico de piel azulada y cresta amarilla, al borde del llanto. Se llamaba Sobble
— Bah, eso son solo cuentos de viejas -Dijo Litten con superioridad- Todo el mundo sabe que los fantasmas no existen. Son solo Gastly intentando asustar a todo quisqui
— ¿Pero los Gastly no son Pokémon de tipo fantasma? -Preguntó Rowlet
— Los Pokémon de tipo fantasma y los fantasmas son cosas distintas -Aclaró Popplio- Los Pokémon de tipo fantasma son Pokémon con cualidades muy similares a los fantasmas, pero ellos son así de nacimiento
— E-entonces me quedo más tranquilo -Dijo Sobble abrazando su cola enroscada- ¿Quién va primero?
— Yo mismo -Dijo Litten- Nos vemos arriba, pardillos
Dicho eso, Litten entró a la Torre Ánima y al cabo de un rato, entró Poochyena. Después Rowlet, Popplio, aquel niño llorón, otro de piel verdosa llamado Grookey que se aferraba a un palo como si su vida dependiese de ello, y finalmente entré yo.
La Torre Ánima olía a cerrado y a humedad. Había miles de tumbas. Algunas enteras, otras resquebrajadas, y otras cubiertas de musgo, pero todas estaban ilegibles.
Había varias raíces secas y blanquecinas por todas partes debido a que el suelo era de tierra, salvo un pasillo de piedra, deteriorado por el tiempo, que daba paso a unas escaleras. Decidí subir un piso, y me encontré con un escenario similar. Y lo mismo al subir el tercero, el cuarto, el quinto... Cuando llegué al décimo piso, no había más escaleras. Solo una enorme placa de madera con un grabado destrozado por los años, irreconocible, aunque juraría que eran siluetas de criaturas muy diversas, con grandes brazos o antenas, apéndices metálicos o tentáculos. Daban esa impresión, pero solo eso. Una ligera impresión.
Me acerqué al grabado. ¿Había adelantado a los demás? Me parecía extraño no haberlos visto entonces. Decidí llamarlos.
— ¿Os habéis quedado atrás? -Pregunté incómodo y temblando ligeramente- ¿O es una novatada? ¡No tiene gracia!
No recibí respuesta. Todo estaba en silencio total, salvo por mi propia respiración. ¿Se habrían ido? Seguramente sí, tratando de hacerme una novatada al dejarme solo pensando que entraría en pánico. No les daría el placer de verme aterrorizado.
— Venga, chicos. Si es una broma no tiene ningún sentido, no me da miedo estar solo aquí -Dije- Dejad de intentarlo y vámonos, anda
...Fuera...
— ¿Eh? ¿Alguno de vosotros ha dicho algo?
...Fuera...
...Fuera de aquí...
— Esa voz... No me suena de ninguno... ¿Quien anda ahí?
Desde detrás de una columna rota, salió reptando una pequeña sombra. Su cabeza se tambaleaba de lado a lado e iba cabizbaja. Parecía llevar una especie de saco cubriendo su cuerpo.
— Me llamo Mimikyu... Tú, y los demás intrusos... ¿Como osais invadir mi hogar? -Dijo la sombra
— ¿Hogar? No creo que esto sea un buen hogar
— Es lo mejor para mí. Para todos. Márchate ahira que estás a tiempo, no como ellos
— ¿Ellos? ¿Tú tienes a mis amigos?
— Si
— ¿Me los puedes devolver?
— No...
— ¿Ni por favor..?
Mimikyu pareció cansarse de mi insistencia y me atacó con unas garras envueltas en un aura oscura.
Me limité a evitarlas. Si quería recuperar a mi amigos, debía luchar.
Tan pronto como evité las garras de Mimikyu, usé mi ataque Lanzarrocas, pero fue ineficaz contra el. Anuló mi ataque con un simple golpe seco.
Mimikyu generó una esfera de la misma aura negra que antes cubría sus garras y la lanzó hacia mi. La esquivé por poco y volví a intentar el Lanzarrocas, pero el resultado fue el mismo. Si, atacar a distancia no era una buena idea.
Mimikyu repitió su ataque con las garras, y esta vez no pude evitar que me diese. En ese momento, comencé a sentir un gran calor. ¿Tendría una hemorragia interna? El calor subió por mi estómago, pasó por mi garganta y calentó toda mi boca. Ese gran calor se fue acumulando, cada vez más, en mis colmillos, hasta que estos comenzaron a arder. Debía ser un movimiento nuevo
— ¿C-como? ¿¡Sabes usar Colmillo Ígneo?! M-me retiro
— ¿Qué? -Pregunté mientras anulaba el ataque
— Ese ataque dejaría mi disfraz destrozado, y no podría repararlo. Paso de que la gente se vuelva a burlar de mi por mi aspecto, así que por eso lo mantengo escondido
— Bueno, no creo que eso solucione nada...
— A mí me da la sensación de que así estoy mejor y que podría llegar a tener algún amigo alguna vez. En fin, son cosas mías. Toma a tus amigos...
Mimikyu se ocultó en las sombras y se quitó el saco. De este, comenzaron a salir todos. Rowlet, Litten, Popplio, el chico del palo y el llorón.
Me ayudó a sacarlos de la Torre Ánima, y una vez estaban fuera, volteó y se dirigió a la torre.
— Mimikyu -Le dije
— ¿Si?
— Decías que querías algún amigo, ¿No? -El asintió- Entonces siéntete realizado. Ya tienes uno
Mimikyu comenzó a llorar, supongo que de felicidad. Extendió sus garras y me abrazó con fuerza.
— Gracias... -Me dijo antes de soltarme y volver a la torre
La verdad, se sintió bien hacer feliz a alguien. No me extrañaba que Rowlet quisiese unirse a un equipo explorador para dedicarse a esto...
Me quedé con el grupo, velando por su descanso hasta que despertaron. Una vez ahí, les conté lo ocurrido y nos fuimos cada uno a su casa. Definitivamente ya habíamos tenido suficientes emociones esa noche.
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