Capítulo 5: La propuesta
—Buenas noches— me dice tímido. Respiro aliviada, podría ser cualquier otro loco o peor, podría ser Romulus.
—Hola Mellark— Saludo quitándome la peluca y soltando mi cabello. ¿Ahora cómo me cambio de ropa? – ¿Qué haces por aquí? –pregunto.
—La verdad te estaba siguiendo— aún no está completamente oscuro pero hasta acá puedo divisar el rubor en su rostro. ¿El panadero está avergonzado?
—¿Siguiéndome?— dijo observando su vestimenta. Trae ropa limpia y va bien peinado. ¿Vendrá de la casa de la zorra zapatera? – ¿Por qué tendrías que seguirme tú a mí?— digo mirándolo de arriba abajo. No está tan mal. Tiene los hombros anchos y los músculos firmes.
—No quiero ser grosero Katniss pero sé lo que haces— dice sosteniendo mi mirada. Conque lo sabe ¿Qué va a querer por su silencio?
—¿Y?— respondo quitándole importancia. —¿A quién se lo vas a decir?— aún tengo la ropa puesta y cuando soy la gata araño y muerdo.
—No pienso decirle a nadie. Yo... quiero contratar tus servicios— agacha la cabeza avergonzado. El pequeño panadero quiere follarme. Me dan ganas de soltar una carcajada. ¿Qué podría ofrecerme? ¿Bollitos de queso por una mamada?
—¿Estás seguro?— le sonrío. –Puedo salirte muy costosa— acaricio su pecho y sus brazos. No me sorprende encontrar una generosa musculatura debajo de esas camisas blancas bien planchadas. Nuestro buen panadero es fuerte.
—Tengo con qué pagar— se le quiebra la voz y se atraganta con su propia saliva. Le sonrío.
—¿Y tienes a donde llevarme?— pregunto burlona.
—Detrás de la panadería hay un almacén...— suelto una carcajada.
—¿En serio? ¿Y si tu madre se aparece por allí?
—Conozco un lugar. Puedo conseguirlo— dice pensando. Hasta aquí puedo escuchar como cruje su cerebro.
—¿Y cómo vas a pagarme Peeta?— me acerco a él y paso un dedo por su mejilla. –¿Con panecillos y pasteles?— pregunto acercando mis labios a su oreja.
—Te... tengo dinero ahorrado— dice empezando a hiperventilar. –Y traigo comida también— levanta un poco la bolsa de tela blanca que huele de maravilla.
—¿Me invitas?— digo olvidándome que está aquí porque quiere intercambiar panes con sexo, lo cual se me hace tierno. Pero maldición él sabe lo que hago, si trae panes y bollos debe saber que mis clientes me pagan con comestibles. ¿Quién le habrá dicho?
—Claro. Esto es para ti— me entrega la bolsa, nervioso. Parece que le cuesta incluso mirarme.
—No lo haré en tu depósito de harinas— le digo sonriendo. –Consigue un buen lugar y me avisas. Fija la hora, el día y podemos conversarlo. Esto es por los panes— le digo luego de ver el contenido. ¡Bollitos de queso, magdalenas y una empanada! Eso merece al menos un agradecimiento a cuenta de la siguiente cita.
Me acerco a él, lo rodeo con mis brazos, pego mi pecho al suyo y mi boca demandante se apodera de sus labios. Huele a canela, a pan recién horneado, a glaseado de pastel. Se me hace agua la boca y no sólo por sus panes. Introduzco mi lengua acariciando la suya, me abraza debajo de aquel farol que aún no se enciende. Me separo de él cuando me falta el aire.
—Ve haciendo la masa panadero, tendré el horno listo— murmuro en su oído dándole un mordisco al lóbulo de su oreja, antes de seguir mi camino. Al girar la calle siento que la fuerza me abandona y mi corazón late a prisa. Eso fue extraño, jugué a ser la gatita que mis clientes admiran pero esos hombres no me conocen como Katniss, la chica de La Veta. ¿Cómo voy a ver a Peeta mañana sin sentir que se me cae la cara de vergüenza? Y lo que más me preocupa es ¿Cómo sabe lo que hago? ¿Me ha seguido? ¿Habrá preguntado por mí? ¿Qué es lo que quiere? ¿Sexo? No parece alguien que tenga dificultades en conseguir buen sexo, la zorra zapatera de Delly es más recorrida que yo. ¿Acaso ella no lo complace? Tal vez quiere aprender a satisfacerla, me vio por casualidad y me siguió. Debo ser más precavida.
Regreso minutos después al mismo lugar. Peeta ya no está, me cambio y voy a casa rápido. Mi madre me mira extrañada como siempre, le entrego los guantes a Prim junto con una manzana.
—Hazelle vino de visita— cometa mamá.
—¿Está bien?— pregunto acomodando mis cuadernos.
—La pequeña Posy está enferma.
—¿Qué tiene?— pregunto recordando que Gale me encargó cuidar de sus hermanos.
—Pulmonía. Acompaña a su madre a lavar la ropa y allí cogió frío. Por cierto Katniss, tengo ungüento para las manos. ¿No te duelen?— pregunta.
—Mis manos están bien— digo escondiéndolas. Se supone que si hago todo tipo de trabajos cómo lavar, limpiar y cocinar mis manos deberían estar maltratadas y no es el caso. —¿Qué necesitas para curar a Posy?— pregunto.
—Algunos antibióticos, Hazelle la llevó al tópico del pueblo pero no tienen medicamentos. También necesito aceite de trementina, jengibre, eucalipto, menta. Hacerle algunos baños de vapor. Quizás pueda traerla acá para que no empeore— me dice mirando a Prim.
—¿Es contagioso?— pregunto, le conseguiré lo que pide. Todo. Pero no permitiré que la traiga aquí sí sé que mi patito correrá peligro.
—A veces no pero hay otros niños enfermos también, tal vez es viral.
—Entonces ve a cuidarla a su casa. Mamá, no podemos exponer a Prim— advierto.
—Prim está grande y muy bien alimentada, todos los niños que la han contraído pasan hambre— me dice triste.
—¿Ellos pasan hambre? ¿No les envío la mitad de todo lo que traigo?— pregunto.
—A veces Hazelle no quiere aceptarlo— me dice avergonzada.
—¿Qué? ¡El hambre no conoce vergüenza!— digo tomando mi cesta de la mesa, coloco parte de los comestibles que he traído, me calzo mis botas gruesas y un abrigo. Abro la bolsa que me dio Peeta, saco un bollo para cada una de nosotras y dejo lo demás dentro. Lo meto a mi canasta y salgo a la calle. No puedo entender por qué la madre de Gale se niega aceptar comida si sus hijos están tan desnutridos. Y yo que creí que tanto "esfuerzo" que hago no es en vano. He dejado a un lado mi dignidad para no ver morir de hambre a ninguna de las personas que quiero. No le fallaré a Gale.
Llego a la casa de los Hawthorne y llamo a la puerta. Rory me abre.
—Hola Catnip— dice haciéndose a un lado para dejarme pasar.
—Hola, supe que Posy está enferma— digo dejando la cesta en su mesa.
—¡Katniss!— Hazelle sale de la cocina, se ve cansada, sucia y ojerosa. Pobre mujer y la valla sigue electrizada. Sus hijos poco pueden hacer mucho para atrapar algún animal de este lado, yo lo intenté durante meses. Y nadie te da trabajo en el pueblo. Y el invierno está por llegar. También siento miedo, cuando la nieve esté alta no podré salir a buscar clientes.
—Traigo algunas cosas— le digo cuando me alcanza un humeante plato de sopa de repollo.
—Gracias Katniss ¿Te dijo tu mamá lo de Posy?—pregunta.
—Sí, ella pueda venir a cuidarla en las mañanas mientras vas a trabajar, buscaré los antibióticos, la trementina y todo lo que haga falta. Creo que necesita hacerle baños de vapor y tal vez podríamos hacer con los chicos una especie de sauna casero para ella— intento sonreír.
—Gracias— me dice mirando a sus hijos. —Estos días han sido difíciles. El capitolio no está enviando nada y los medicamentos escasean. Hemos estado comiendo sopa de repollo y pan de cebada que hago con los granos que me traen—dice apenada.
Me quedo un rato más conversando con Rory y Vick hasta que ellos van a acostarse, tienen una sola vela y estaba pequeña. Decido irme a casa pero antes quiero hablar a solas con Hazelle.
—¿Por qué no aceptas lo que te mando?— pregunto con poco tacto.
—Katniss no es nada personal es sólo que... trabajas duro para conseguirlo no es justo.
—Le prometí a Gale cuidarlos y lo sabes. Haré cualquier cosa para que mi familia y ustedes no mueran de hambre.
—Sé que lo haces— me mira de forma penetrante y en uno de sus imperceptibles gesto entiendo que lo sabe. Sabe a qué me dedico. –Pero creo que podemos apañarnos sin que tengas que sacrificarte tanto— sus ojos se llenan de lágrimas.
—No me importa. Prim está fuerte, ya no se enferma. Y aunque consideres indigno mi aporte, es lo que puedo hacer Hazelle, vivimos tiempos difíciles. Alguien tiene que ensuciarse— me encojo de hombros intentando que mis ojos no se humedezcan. No me arrepiento. ¡No! Cada paso que he dado es porque no hay alternativas, las he buscado todas. Sí, soy una puta pero no veré morir de hambre a mi familia y a la gente que amo.
—¡No es por eso Katniss! Pero... Gale no lo aceptaría. Te cargamos de responsabilidades, eres una niña aún...
—No, ya no lo soy. No se puede conservar la inocencia en un mundo tan infame. No me avergüenzo Hazelle. Por favor, acepta lo que envío y alimenta bien a Posy sino lo que hago no valdrá la pena.
Llego a casa furiosa, no me ha ofendido pero me ha hecho pensar en lo que Gale diría. Creo poder escucharlo: "No te atrevas Catnip", "Tenemos el bosque que nos provee no tienes porqué trabajar en otra cosa". ¡Pero ya no hay bosque Gale! ¡No nos dejan cruzar la valla! ¡Y fue culpa tuya!
Duermo pensando en mi mejor amigo muerto en los juegos y sueño que él me da la espalda, que me mira con asco.
Me despierto temprano, derrito un poco de grasa animal que he comprado en el carnicero, la tamizo y empiezo a pasarla por los hilos atados a un bastidor que mi papá hizo hace años. Ya no usamos velas en casa, he comprado dos lámparas de aceite y una que funciona con alcohol. En el quemador se puede conseguir ese asqueroso licor barato, funciona muy bien. Pero en casa de los Hawthorne no hay lámparas ni aceite, menos alcohol. Estas velas, aunque humean mucho les ayudarán cuando la electricidad se va. Hay noches en que no se va pero otras en que sólo se puede escuchar el chisporroteo de la corriente en la cerca que rodea al distrito y nosotros estamos a oscuras. Si hubiera una forma de echar a perder el generador que le da energía a la valla. No tendría que...
Es hora de ir a la escuela, Prim está muy contenta, hoy es el cumpleaños de una de sus amigas, le ha cosido una muñeca con retazos de tela y le ha puesto cabello de hilos de colores.
—Le guardé mi bollo de queso— me sonríe. —¿Me perdonas por comerme el tuyo?— pregunta sonriendo. ¿Habrá algo que no le perdone alguna vez?
—¡Entonces ese regalo es mío!— reclamo sonriendo. En el momento que miro nuevamente el camino la imagen del panadero aparece. Va delante de nosotras cabizbajo, no puedo ver su rostro sólo su espalda.
—Mira es Peeta— sonríe Prim. –Pobrecito— dice mirándolo.
—Dudo mucho que el panadero será pobrecito Prim— le digo escéptica.
—Su mamá es muy mala. Y ahora Delly empieza a serlo con él. Ayer vi cómo lo dejaba en ridículo frente a los de mi grupo.
—¿Qué pasó?— pregunté intrigada.
—Delly le dice "Princeso" lo empuja, lo jala como a su cachorro. Ayer le ató una cuerda a su mano para que no se le escape— dice mi hermanita triste. Suspira y continúa. –Además, creo que lo está engañando con Thom, yo los vi hace unos días.
Me quedo mirando a Peeta con otros ojos. La zorra zapatera se está pasando pero esta vez no voy a dejarla actuar libremente.
Luego de la clase de botánica Madge y yo caminamos rumbo a la cafetería, nos cruzamos con Delly que nos sonríe.
—¿Avanzaron el trabajo? Creo que necesitamos una reunión en mi casa para avanzar. ¿Podrán?— pregunta antes de entablar conversación con Madge, veo que Peeta está a unos pasos y me acerco seria como siempre. No suelo sonreír mucho, menos en la escuela.
—Hola— saludo llegando a su lado pero mirando en otra dirección. Veo cómo se sonroja.
—Hola Katniss— dice con la voz firme.
—Me preguntaba si ya tienes un lugar— miré al piso.
—Sí, Haymicht me dio las llaves de una casa en la aldea de los vencedores— dice algo nervioso.
—Tengo tiempo mañana— murmuro.
—Lo sé. Los miércoles no tienes clientes— dice mientras se acomoda el puño de su camisa. Me quedo helada escuchando. ¿Qué tanto sabe de mí? ¿Cuánto tiempo lleva siguiéndome? Respiro hondo pero no digo nada, ya lo averiguaré.
—Te espero en el cruce de caminos que va a la aldea. A las cinco en punto— digo antes de arrepentirme.
—¡Peeta! Aquí bebé ¡Date prisa, deja de tontear!— le llama Delly. Se me retuercen las tripa, golfa regalona. ¡Sucia!
Los miro marcharse, contengo una sonrisa, Madge lleva a mi lado.
—¿Se hablan Mellark y tú?— me mira sonriendo.
—Algo así. Es un buen tipo— dijo muy seria.
—Es un tipo lindo que siempre te ha mirado Katniss. Pero obviamente tú nunca te has dado cuenta.
—¿Qué?— pregunto intrigada.
—Nadie más lo sabe, yo me di cuenta hace tiempo porque... bueno, él es muy guapo y se me dio por mirarlo. Cuando se sienta detrás de ti no te quita los ojos de encima y si te ve en el patio tampoco. Debe haberte hecho muchos dibujos, siempre trae ese lápiz de carboncillo.
—Estás alucinando— digo tomando una de las charolas para pedir mi comida. Creo que esto va a ser mucho más fácil de los que creo. Ya no es por lo que pueda obtener de él. Si me paga con panes duros, los recibiré con agrado. Pero estoy decidida a apartarlo de esa zorra zapatera a cómo de lugar. Él se merece algo mucho mejor. No yo, claro está pero sí alguien que lo sepa valorar. Tal vez ¿Madge?
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