Capítulo 4: Descubierta
Es estúpido fingir ser una chica normal, muchas veces como hoy me he planteado si debo seguir asistiendo a la escuela. Tal vez podría hacer algo para ganar dinero en las mañanas y no tener que vender mi cuerpo en las tardes. Pero la escuela es obligatoria, ojala lo fuera comer y nos dieran lo suficiente. Me alisto como todas las mañanas de los lunes, apuro a Prim que es bastante dormilona y además de alistarse debe ordeñar su cabra coja.
—Katniss ¿No viste a Buttercup?— me pregunta.
—No. ¿No ha venido a dormir?
—No lo veo desde ayer por la tarde— suspira.
—Debe estar por allí, molestando a otra gente— digo recordando que en el pueblo hay muchas familias que se permite tener gatos. Nosotros, los de la Veta, tenemos suficiente con las bocas de los niños que alimentar como para criar bichos a menos que sirvan para comer.
— ¿De regreso puedo salir a buscarlo si es que no ha llegado?
— ¿Y a dónde irás?
—Carola, la hija del señor de los embutidos, dice que detrás de su casa se juntan algunos gatos a veces. Una señora que es su vecina tiene dos gatitas muy guapas...
—Lo que me faltaba, que la bola peluda esté de conquistador.
—Pero Butt es muy guapo— lo defiende mi hermanita.
—No creo que los animales se detengan a fijarse en eso Prim— y la gente tampoco, pienso. Yo tengo sexo con Cray y es de las cosas más asquerosas que tengo que hacer. Aunque claro, los animales lo hacen por instinto yo por dinero.
— ¡Mira hay pasteles nuevo!— me jala hacia el aparador de la panadería. Y allá vamos a admirar las cosas que no podemos comprar. Me quedo absorta mirando un pastel de tonalidades verde y amarillo. Un prado de dientes de león. Es hermoso.
—Mira Katniss ¿Es un gatito no?— me señala un pastel pequeño con un minino en azúcar dura.
—Sí, aunque podría ser también un conejo.
—Las orejitas son cortas, los conejos las tienen largas. Es un gato y se parece a Butt.
—Para ti todo se parece a tu roñoso gato. Vamos que llegaremos tarde.
—Tengo unas monedas ahorradas ¿Puedo preguntar cuánto cuesta ese?— su carita no me deja valor para negárselo.
—Está bien pero si llegamos tarde será tu culpa— digo tomando su mano y tirando de ella hacia adentro.
Cuando estamos abriendo la puerta me fijo que el hijo del panadero está acomodando cosas, vestido ya para salir.
—Hola— saludo abochornada. La última vez que lo vi, además de tirarlo al piso, le revisé su cuaderno de dibujos. –Ese pastelito que está al final, junto a la ventana. ¿Cuánto es lo que cuesta?— le pregunto sin mirarlo a los ojos.
—Es una tarta de taza, la verdad aún no tiene precio, sale con el grande, el de animales. Pero creo que... no sé... dos monedas será suficiente— se encoje de hombros.
—Dame tu dinero Prim— le pido. Ella me saca los centavos que juntos apenas alcanzan a una moneda y media. Saco del mío. Sólo tengo centavos, lo demás lo tengo escondido en casa por si hay alguna emergencia. Completo las dos monedas y se los pago. Peeta mira la hora, saca una cajita y lo acomoda cuidadosamente. En cuanto termina se lo da a mi hermana que no cabe en sí de alegría.
—Mi gato cumple años mañana— le explica. Y quiero golpearme la cabeza. Su estúpido gato. Sería un buen asado.
—Felicidades. Yo tenía uno hace años. Se llamaba Blanco. Pero lo llamaron así para molestarlo— le sonríe Peeta.
— ¿Por qué?— pregunta Prim ya que al parecer todo lo que tenga que ver con gatos le fascina.
—Porque en realidad era negro— Prim suelta una carcajada y yo sonrío. Es en ese momento que me doy cuenta que Peeta me está mirando.
—Gracias. Perdona que te quitemos tiempo— le digo antes de tomar la mano de mi hermana e intentar apurarla para llegar a la escuela.
Entonces oigo la voz de la señora Mellark, no me detengo ni a saludarla y salimos de allí lo más rápido posible. Escucho murmullos de sus gritos y camino con mi hermana sin volvernos a mirar.
—No me lo comeré, lo guardaré hasta mañana. Pero se lo mostraré a mis amigos— va murmurando Prim. Yo estoy en parte contenta porque ella esté tan feliz y en parte fastidiada. Debería juntar su dinero para algo importante y no tirarlo así.
Llegamos con tiempo, ella se va con sus amigas y yo busco a Madge entre la gente que va llegando. Llego a mi aula de clases, hoy toca historia de Panem otra vez. No sé porque pero no me creo las cosas que vienen en el libro. Me cuesta imaginar una sociedad donde todos puedan estar comunicados, dónde se pueda comprar de todo y la gente sea libre de ir y venir. Pero sobretodo no me puedo imaginar que esa misma sociedad se haya exterminado a sí misma en crueles guerras.
"Sólo un gobierno paternalista puede sacar al mundo adelante" es lo que siempre dicen al final de cada clase. Si el Capitolio es paternalista nosotros debemos ser sus hijastros, por cómo nos trata.
—Hay un trabajo en grupo que deben hacer— señala el maestro. Oh no, contacto con otros estudiantes. Miré a los lados. A dos carpetas Delly sacó un papel para empezar a escribir. Rogaba porque no haya reuniones después de la escuela. Uno, porque no soporto a muchos de mis compañeros y dos, porque tengo "trabajo". –Les dictaré por lista, sólo quiero 4 grupos, así que los pondré al azar— nos anunció. Cerré mis ojos y agaché la cabeza en la carpeta. ¿Con cuales idiotas me pondrá?
Y así empezó a tomar gente al azar en su lista y a dar los resultados.
—A ver. Cartwright, Everdeen, Mellark y Undersee, tienen el tema "Qué hago yo por mi distrito" Cada uno me presentará un ensayo corto de una o dos páginas a nivel personal. Y uno general sobre las actividades de sus familias por el distrito 12, tienen dos semanas, pueden hacer ilustraciones— nos dice cómo si leyera la lista de sus compras.
Miro a Madge y me hace un gesto elevando su dedo pulgar. ¿Bien? ¿Hacer grupo con la zorra zapatera? Esto no iba a ser bueno. Nada bueno.
Al salir, no me detengo a jugar al grupito feliz. Tomo mi bolso y salgo de allí. En la cafetería Madge me alcanza.
— ¿Qué te parece Katniss? – pregunta con una sonrisa.
—La zapatera y el panadero. No les faltará tema, hacen grandes cosas por el distrito 12— digo con todo el sarcasmo que puedo.
— ¿Tú crees que tienes problemas? ¿Qué crees que yo puedo decir?
—Eres la hija del alcalde.
— ¿Y? ¿Qué puedo decir de eso? "Soy la hija del alcalde y yo apoyo a mi distrito, usando un vestido nuevo en cada festividad, comiendo mis tres alimentos, perfumando mi ropa y echándole gel a mis trenzas para que no se me zafe un cabello y verme perfecta en todas las apariciones de mi papito"— sonreí ante lo que para ella significaba ser una Undersee.
—Obvia eso de las tres comidas, suenas demasiado presumida— bromeo y reímos juntas.
—En serio voy a tener que pensarlo o echarle mano a mi papá. Si alguien sabe cómo encantar con las palabras es él.
—Yo no creo que llegue ni a media página— suspiro. –Es más "sobrevivir" es una sola palabra y es todo lo que se me ocurre—digo cortante.
—Bueno quizás podamos...
—Madge, Everdeen, sé que hay tiempo pero quizás podamos reunirnos para coordinar lo que pondremos en conjunto. ¿Para cuándo podrán tener sus ensayos?— la zorra zapatera traía a su novio tras ella. ¿Leer mi ensayo? Ah sí. "Yo amo mi distrito por eso ayudo a los agentes de la paz... a qué estén en paz" me susurra mi mente. Entro en conflicto interior intentando acallar a esa parte de mí, irreverente, rebelde y malhumorada que habita en mi interior.
—No puedo, tengo que ayudar a mi madre por las tardes— digo intentando no verlos.
— ¿La ayudas en qué? ¿Qué es lo que hace tu madre Katniss?— me pregunta.
—Hace... remedios— digo fastidiada.
—Es cierto. ¿Creo que tu madre es la hija del antiguo boticario no es así? ¿Tu tío es el dueño de la farmacia?— pregunta. Y no tengo idea de lo que me dice. Según sé, mi madre no ha vuelto a hablar con sus hermanos desde que se fugó con mi padre. Y yo nunca he puesto los pies en ese lugar. Prefiero ir al quemador o alguna botica pequeña, dónde tienen medicamentos a menor precio.
—No sé— contesto tajante.
—Madge, tú si debes tener mucho que escribir ¿Verdad?— le dice a mi amiga.
—No tanto como ustedes— les responde y casi me atoro con mi refresco.
—Creo que debemos reunirnos en los almuerzos para ver nuestros avances— nos dice Delly antes de irse llevándose consigo a su novio-mascota.
— ¿Avances?— pregunto mirando a Madge.
— ¡Avances!— rompemos a reír.
— ¡Por fin llegaste!— me recibe Darius esa misma tarde. Creo que su fin de semana estuvo bastante divertido con sus series de desnudos. El viernes que vine me mostró unos videos que se trajo del Dos. Son unas actuaciones del Capitolio, allá tienen todo tipo de rarezas. Hacen una especie de novelas eróticas dónde la gente sale completamente en cueros. Ambientadas en lugares que quizás nunca vea en mi vida. Playas hermosas, de arenas blancas.
Las palabras sobran en ese momento, sé que él necesita desfogar y yo me dejo hacer. Me acaricia sin piedad y hunde sus dedos en mi intimidad haciendo que yo exhale ruidosamente.
—Uhmmm sigue haciendo eso— susurró entre gemidos. Maldición cada vez lo hace mejor, me gusta cuando me da placer. Sin pensárselo dos veces me tumba en la alfombra, se sube sobre mí abriendo mis piernas con sus rodillas. Consigo pensar en otras cosas para no excitarme demasiado, es el cliente y yo la puta. Una vasija para que pueda saciarse, nada más.
Luego de tres rondas por fin Darius cae dormido. Me ha dejado mi paga en la mesa, lleno mi bolso de cereales, frutos secos, conservas y un par de guantes blancos. Se ven hermosos, suaves y calentitos. Me los imagino en las pequeñas manos de mi hermana y sonrío. Este invierno ya no va a pasar frio.
Salgo apurada, han sido casi tres horas de faena, me siento algo cansada. Darius quiso tenerme arriba en el último asalto, me duele la cadera y los muslos. Tan concentrada iba de regreso a casa que no me fijé que en el lugar dónde solía cambiarme, había alguien más. Casi pego un grito cuando se dio la vuelta. Yo aún llevaba la peluca puesta cuando aquellos ojos azules me taladraron.
Era Peeta Mellark.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top