LA ESPADA CHÁNG'É APARECE

Fengjiu miraba el anillo de jade. Él le había dicho que ese anillo simbolizaba que ahora estaban unidos, y ella lo había creído. Debía admitirlo. Se había enamorado profundamente, pero su razón cayo en conflicto cuando supo la verdad.

Lo que paso esa noche en el reino de los mortales fue lo siguiente:

Ella había intentado explicarse, pero Hao Xen parecía aturdido. Apenas ella dio un paso adelante para acercarse él la detuvo.

- No te acerques. – le dijo. Y su voz parecía venir de una tumba.

- Lamento no habértelo dicho. Pero temí que reaccionaras mal y yo...

- Eres Bai Fengjiu. Reina de Qing Qiu... el único zorro rojo de nueve colas... - ella asintió – tu... estas comprometida con Wen Cheng.

- ¿Cómo sabes eso? – el joven titubeo un momento, pero viendo que ya no había razón para continuar la farsa, decidió ser sincero. Extendió los brazos sin quitar la mirada de ella. de inmediato el viento se arremolinó a su alrededor y finalmente se calmó. Ella pudo ver unas enormes alas en la espalda de él creadas de aire. Brillaban, podían incluso parecer hechas de energía mágica. Fengjiu busco en su mente y encontró el recuerdo que necesitaba.

- ¡No puede ser! – exclamo.

- Yo también te mentí. Realmente soy Wen Cheng. Primer príncipe de Qing Niao.... En otras palabras... soy tu prometido.

Fengjiu se había desmayado luego de eso.

Lo siguiente que vio al abrir los ojos fue su aposento en montaña Kun Lun.

Mo Yuan le dijo que Wen Cheng la había llevado de vuelta y luego había regresado a su hogar. Para ella, no dejo ningún recado.

De eso habían pasado ya dos semanas. Ella había regresado a la guarida de zorro y se había negado a hablar. Aun que su padre amenazó con molerla a golpes, Bai Qian le reprendió con su sermón más largo y Mi Gu rogo por que le dijera que la tenía así, ella simplemente se había vuelto muda.

En estos recuerdos estaba cuando ante ella aparecieron Si Ming y Cheng Yu.

- Pequeña princesa. – saludo Si Ming.

- Tanto tiempo sin verte pequeñuela. – dijo Cheng Yu sentándose a su lado – hemos oído algunas de tus aventuras fuera de aquí. Venimos a que nos las cuentes tu misma.

Pero Fengjiu no dijo nada. Si Ming miro el anillo de jade y suspiro.

- Se ha encontrado con su destino... ¿verdad? – Fengjiu siguió mirando el anillo. Cheng Yu le acaricio la espalda intentando reconfortarla. Después un rato la joven monarca respondía.

- ¿Por qué no me advirtió señor de las estrellas?

- Sabe bien que no puedo revelar el destino. Además, tratándose de un inmortal, mi jurisdicción es aún menor. Sabía que debía ocurrir... pero no sabía los detalles.

Fengjiu se incorporó mientras se ponía el anillo.

- ¿Tienen idea de cuantas veces se repitió en mi mente el instante en que descubrí que mi nombre estaba atado el de Wen Chang? Venía a mí siempre como una pesadilla y me preguntaba... ¿Cómo puedo unirme a alguien a quien de forma natural aborrezco por haberme sido impuesto? Y más aún... ¿Cómo podría desarrollar algún afecto sin siquiera conocerlo? – guardo silencio un momento y luego contiuo con más desolación – debido a los sentimientos que tenía por Dijun, llegue a odiar a Wen Chang aun sin haberlo visto nunca. Me prometí hacer lo posible por no casarme con él, sentía que de algún modo eso aun pertenecía a mi historia con Dijun... y yo... yo solo deseaba dejar atrás todo aquello... pero ahora... - ya no pudo más, las lágrimas afloraron y comenzaron a atravesar su rostro. Gimió con dolor sin siquiera intentar ocultar su debilidad.

- Si Ming... ¿hay algo que hacer? Mira a la pobre... - dijo Cheng Yu

- Yo no puedo interferir, ya lo sabes. – respondió él – realmente aún estoy impresionado como esta historia se ha tejido. Mira que unirse cuando ambos estaban huyendo de sí mismos.

- ¡Ni se te ocurra usarlo de inspiración para alguna historia entre mortales! – le advirtió ella sin dejar de abrazar a Fengjiu. Si Ming rodo los ojos.

- Pequeña princesa, tranquilícese. ¿Cómo puede esto afectarla? Es solo una nadería... usted aun es joven, puede ser feliz... incluso si se lo propone, puede quizá reescribir su destino. – Cheng Yu y él se miraron. Ambos sabían que aquellas palabras eran una vil mentira. Nadie puede escapar a su destino.

- Tu no entiendes Si Ming... - respondió ella - ¿crees que podremos perdonarnos después de saber que ambos nos aborrecíamos? Y sin embargo...

- ¿Y sin embargo? – Si Ming palideció. Su corazón inmortal se aceleró y mentalmente pensó "por favor no lo diga... por favor no lo diga" ....

- Y sin embargo... yo lo amo. – Fengjiu miro a Si Ming – me he enamorado de él. Antes no deseaba ser su esposa, pero ahora no concibo la idea de no serlo. Lo quiero de vuelta. ¿Puedes ayudarme a recuperar su amor?

En ese momento se escuchó el sonido de muchos truenos, como si una fuerte tormenta fuese a caer. Los tres se estremecieron de miedo.

- ¿Qué ocurre? ¿Lluvia? – pregunto Fengjiu, y asomándose un poco confirmo – pero si el cielo está despejado... ¿Cómo puede ser?...




Si Ming y Cheng Yu salieron de la guarida de zorro con el pretexto de tomar el camino más largo. Habían dejado dormida entre lágrimas a la joven.

Una vez solos, Si Ming saco de su manga un espejo redondo con una base de plata como soporte. El espejo se había roto.

- ¿Crees que lo haya escuchado todo? – pregunto incrédulamente Cheng Yu. Si Ming la miro con los ojos entrecerrados, dando a entender que la pregunta había sido estúpida. – bueno... a lo mejor ni siquiera estaba prestando atención... - se rasco la cabeza con us abanico.

- Chen Yu... estamos hablando del gran señor Dong Hua Dijun... ¿al menos crees alguna de ese montón de palabras bobas que acaban de salir de tu boca? – ella frunció la cara en una mueca infantil. Si Ming suspiro. – esto es una calamidad... el cielo, la tierra y todo va a arder si el señor Dijun realmente se empecina en esto...

- Entonces ahora habrá que convencerlo a él que decista. Tal cual lo hicimos antes con Fengjiu.

- Señor Dijun jamás ha desistido de nada... esto no va a ser la excepción... - y suspirando una vez más continuo – vamos. Veamos si Tai Chen aún sigue en pie...





***


Mientras tanto, en Qing Niao las cosas no iban mejor.

Wen Chang se había encerrado en su habitación y había puesto una barrera que impedía el paso de cualquiera. Su hermano, el rey, pensó que apenas le diera hambre saldría humillado pidiendo alimento y disculpándose, pero no fue así; el joven tenía una terquedad férrea.

Resignados, lo habían dejado ser con la esperanza de que cuando se le pasara saldría y les contaría todo, aunque los monarcas tenían una leve idea de que su mal humor estaba relacionado a la reina Fengjiu o a la joven mujer desconocida con la que se había comprometido.

Wen Chang miraba la horquilla de plata. De regreso a Kun Lun se le había caído a Fengjiu y él no se la había devuelto.

Se burló de sí mismo.

Había huido a montaña Kun Lun para evadir su matrimonio con la reina de Qing Qiu con el pretexto de prepararse mejor y poder estar a la altura de la joven monarca cuya reputación era impecable.

No tenía nada en contra de ella, más bien, se rehusaba debido a que su hermano hubiese hecho aquel enlace sin considerarlo a él. Nunca nadie le pregunto qué opinaba y le molestaba profundamente que decidiesen sobre su futuro.

Pero cuando conoció a Fengjiu y se enamoró de ella, simplemente sabía que no podía casarse con nadie más. Aunque se le hizo raro que ambas jóvenes tuvieran el mismo nombre, la imagen que él se había formado de la reina del clan zorro distaba mucho de cómo era la Fengjiu de montaña Kun Lun; además Fengjiu es un nombre relativamente usual, no había razón para creer que se trataba de la misma persona. Lo único que sabía era que la reina tenía una flor de fénix en su frente... no... no había razones para sospechar.

De repente los gritos y el sonido de una explosión, seguido del temblor del palacio lo alarmaron.

Inmediatamente deshizo la barrera.

El sonido de la flauta de guerra se escuchó y el caos comenzó.

- ¿Qué ocurre? – pregunto apenas entrar al salón de resguardo en donde su cuñada y sus sobrinos se encontraban custodiados.

- Unos lobos gigantes aparecieron. ¡Están destruyendo todo! – su cuñada cobijo en sus brazos a los pequeños.

- ¿Unos lobos? – el castillo volvió a sacudirse – ¡protejan a la reina y a los príncipes! – ordeno a los guardias antes de salir corriendo.

En el exterior, se encontró con tres feroces lobos idénticos al que los había atacado en el reino mortal. Su hermano dirigía las primeras filas de combate.

De inmediato convoco una espada y se lanzó a la lucha. Un lobo ya había caído a manos de los guerreros; faltaban dos.

- ¡Yo dirigiré los ataques de uno y tú el del otro! – ordeno su hermano. Wen Chang asintió.

Los pobladores corrían y gritaban de un lado a otro. Rocas caían sobre las casas.

Intentaron encerrar a las bestias en burbujas de aire que poco a poco los asfixiarían, pero se habían arrojado con tal fuerza hacia los guerreros que deshicieron la formación y no se pudo completar el plan.

Wen Chang sudaba. Qing Niao no había tenido una guerra en siglos, era evidente que sus legiones no estuviesen tan preparadas. Aquello debía terminar ya.

- ¡No lo hagas! – escucho que su hermano grito, pero era tarde. Se lanzó sobre el lomo de uno de los lobos y clavo la espada tal cual lo había hecho Fengjiu en el reino mortal. El aullido fue estremecedor.

El otro lobo envistió a su compañero con la única intención de derribar al intruso, y lo logro. Wen Chang cayó al suelo. El lobo le gruño tan cerca del rostro que el joven sintió el fin, sin embargo, algo ocurría.

El lobo olfateo todo el cuerpo de él y luego volvió a gruñir. Alrededor todos contenían la respiración. El lobo le dio un zarpazo que lo arrastro por el suelo un par de metro. Wn Chang miro las patas del animal acercarse a él y detenerse.

El lobo, tomo con su hocico un objeto plateado que Wen Chang reconoció. EL lobo herido aulló para luego ambos desaparecer en medio de una nube negra.

- Fengjiu... - murmuro el joven príncipe entendiendo el mensaje de peligro. Se puso en pie, pero sintió como su ropa estaba mojada. Una mancha de sangre se esparcía en su pecho.

- Quédate quieto... - le ordeno su hermano al instante mientras intentaba ayudarlo - ¡traigan al médico real!

- Tengo que irme... - murmuro Wen Chang – ella está en peligro.

- ¡Nadie está en más peligro que tú ahora! – le grito su hermano. Pero para esto ya se había abierto paso entre la multitud. Llamo a su espada y al momento de empuñarla desapareció con una ráfaga de viento.





***


Feng Jiu no sabía cuánto tiempo resistiría el escudo protector que había puesto sobre Qing Qiu.

Mi Gu había ido a buscar apoyo con su tía Qianqian al reino celestial, pero temía que sus fuerzas no resistieran hasta su regreso.

Cuatro lobos enormes asediaban el perímetro y envestían fuertemente la barrera con sus cuernos. Aunque sus poderes de cultivación inmortal se habían fortalecido en los últimos años, Fengjiu no dejaba de ser aún muy joven. Solo tenía cincuenta mil años.

Cada golpe que la barrera sufría, también ella lo padecía en sus fuerzas.

Desde la entrada a la guarida de zorro ella observaba a las bestias.

- Debo alejarlos de aquí. O no resistiré mucho tiempo. – dijo en voz alta. Armándose de valor, la única salida que encontró era llevarlos a la explanada del valle.

Voló hasta las bestias saliendo del escudo protector y se dirigió hacia el lugar planeado.

Como esperaba, las bestias la perseguían.

En el aire, se giró sobre sí misma y lanzo cuchillas en dirección a las bestias. Algunas solo los rozaron provocándole leves rasguños.

Con la batalla anterior descubrió que le punto débil de esos seres estaba en la parte superior de la cabeza, pero con cuatro atacándola sería difícil repetir la hazaña. Aun así, lo intento.

Se esfumo en medio de una nube y reapareció sobre el lomo de uno de los lobos. Enterró la espada y el aullido sonó. Pero fue derribada por otra de las bestias y cayó al suelo.

El lobo herido desapareció en medio de una explosión de rocas, y los otros tres pisaron tierra y la rodearon.

Fengjiu se limpió la sangre de la comisura de sus labios. Los tres lobos gruñeron. Ella convoco su espada, sus movimientos eran lentos, estaba tanteando a su enemigo.

El reflejo brillante la cegó por un momento, seguido del grito de alguien y el gruñido feroz de los animales.

- ¡Wen Chang! – grito ella con horro cuando lo vio caer desde aquella gran altura directo al suelo. Se aproximó a él. - ¡Wen Chang! – lo llamo. Pero el joven había caído inconsciente. En sus ropas la mancha de sangre había cubierto ya todo el pecho y comenzaba a impregnar el fajín de su cintura.

El lobo que había sido atacado solo movió la cabeza aturdido, mientras que los otros dos avanzaban lentamente hacia ellos.

Fengjiu los miro con odio. Adquirió su forma de zorro rojo y creció de tal forma que ahora tenía el mismo tamaño que sus oponentes. Sus ocho colas se desplegaron imponentes, mientras ella gruñía con rabia. Se colocó al frente del joven para defenderlo.

Los lobos embistieron para atacar.

Pronto, podía verse al enorme zorro pelear mano a mano con uno de los lobos mientras zarpazos y mordidas salían de todos lados, pero eran tres contra uno, y ella apenas podía defenderse.

Quizá pudiese atacar, pero eso significaría dejar desprotegido el cuerpo de Wen Chang, y no podía emplear otro escudo protector porque aun tenia puesto el de Qing Qiu.

Estaba al límite de sus fuerzas cuando un viento cortante hirió de gravedad a uno de los lobos.

Miro hacia atrás, Wen Chang estaba apoyado contra uno de sus brazos aun en el suelo, mientras que el otro estaba extendido. Luego volvió a desmayarse.

El lobo al que acababa de herir aulló y exploto, liberando la lluvia de rocas que los caracterizaban.

Ella corrió y protegió con su cuerpo de zorro a Wen Chang.

Con los ojos apretados, espero que las piedras cayeran sobre ella y los otros dos lobos la atacasen, pero eso no paso.

Abrió los ojos y miro. Estaba dentro de una jaula hecha de energía purpura.

Una espada brillaba con el sol. La reconoció en seguida, era la famosa espada del primer señor del universo... la Cháng'é. La había visto en los antiguos escritos y se decía que por cientos de miles de años había estado cubierta de sangre. Su poder era incalculable al igual que el de su creador, el cual le otorgó a esa espada parte de su ser.

No podía creer lo que veía. Su corazón se aceleró y su respirar se hizo pasmoso.

La figura elegante y señorial de Dong Hua retaba a aquellas bestias, mientras sus cabellos plateados se alborotaban al viento...

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HOLA AMADAS LECTORAS.

YO AMO A DIJUN.... ¿Y USTEDES?

NOS LEEMOS PRONTO.

ATT. WRITERROSSES

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