Epílogo

El viento recorría con calidez al reino de Thevur mientras el ruido de las campanas resonaban de un lado a otro. Las personas caminaban en dirección al evento principal que en unos minutos se efectuaría, no sólo era la unión de dos grandes almas sino también la de dos reinos pues la princesa de Freyla se casaría con el rey de Thevur.

Habían pasado varios meses desde que ambos jóvenes se comprometieron en matrimonio y Fioret partía a su reino en busca de aclarar los asuntos familiares que le seguían.

Ella había sido declarada oficialmente como la princesa de Freyla, allí convivió con su padre pero sobre todo se convenció así misma de ser una mejor persona cada día. Su meta en aquél reino se cumplía poco a poco, pues los pequeños niños de los orfanatos no sufrirían de escasez nuevamente y con el tiempo ellos también podrían tener la valiosa oportunidad de cumplir sus anhelados sueños.

El tiempo transcurrió con lentitud, pero a la vez demasiado rápido mientras su corazón latía con fuerza cada vez que observaba el anillo en su dedo. Recordaba el día en que el rey de Thevur le otorgó el más adorado deseo, aquél maravilloso momento en que ambos se prometieron amarse hasta el fin de sus vidas.

Y ahora, aquélla promesa sería cumplida, Fioret observaba el frágil espejo frente a ella mientras una lágrima resbalaba en su mejilla a causa de tan preciados recuerdos. Se encontraba demasiado feliz, el fervor en su alma sobresalía con locura, no sólo por su boda sino también por el bello hecho de que su padre le acompañaría de camino al altar.

Aquél rey con una mirada repleta en dureza pero que al conocerlo, su interior estaba lleno de una maravillosa dulzura y caballerosidad que tanto admiraba, su padre era un gran hombre pero sobre todo sabía que había amado una gran mujer.

Tras hablar con él sobre su madre, aprendió cada parte de ella que las hacía similares pues ambas protegían aquéllo que amaban y apreciaban con todas las fuerzas de su ser sin importar las circunstancias.

El castillo de Freyla poseía cientos de retratos en honor a la mujer que su rey había amado, aquélla que le dio dos preciosos hijos y que siempre permanecía viva en su corazón sin importar cuantos años transcurriesen.

Sus hipnóticos ojos mieles eran iguales a los de ella, de allí provenía aquél hermoso color que tanto resaltaba en su rostro. Lucy Azaelia, no poseía el título de reina pues su muerte había ocurrido antes de tomar aquél puesto pero su nombre era conocido en cada rincón del castillo como la dueña del fuerte corazón del rey.

—Jovencita, estás muy hermosa —comentó Odeth con una gran ola de alegría.

Fioret sonrió con timidez mientras envolvía en un fuerte abrazo a la vieja mujer frente a ella y unos segundos después ambas se dedicaron a observar el elegante vestido que usaba. Bordadas en picada caían pequeñas flores pálidas hasta el final del vestido mientras el intenso color dorado que poseía resaltaba al igual que sus ojos mieles, esos que su padre alababa como dos joyas especiales.

—Gracias, Odeth —respondió ella con alegría.

Una sonrisa invadía su rostro y una pequeña ola de nerviosismo la poseía con locura pues aunque la boda sería efectuada en unos minutos, la nostalgia de que tal maravilloso hecho se convirtiera en una realidad le parecía poco creíble.

Su corazón bailaba en alegría, sus latidos resonaban en su cabeza y la sonrisa de su amado le colmaba el alma de una forma tan uníca e indescriptible.

En unos minutos sus pasos se unirían con la euforia de las personas llevándola a la felicidad que tanto deseaba otorgarse a sí misma pero sobre todo que anhelaba dar a Daryuth.

Por otro lado, el rey de Thevur se encontraba nervioso. Allí en el enorme salón de pie junto a Levi, las manos no dejaban de temblarle y todos los recuerdos invadían con rapidez su cabeza.

Hoy por fin el honor de casarse con la mujer que amaba se cumpliría, podría ver de nuevo aquélla maravillosa sonrisa que le provocaba infinitos suspiros pero sobre todo deseaba hacerla feliz y mantenerla siempre brillando.

Desde que Fioret llegó a su vida, todo su mundo cambió. Ella le había dado razones para valorarse, para amarse a sí mismo y aunque la marca en su rostro permanecía aún allí, ya no le importaba pues el título de rey maldito que una vez había sido proclamado en su nombre ya no existía.

Ahora era llamado un rey bendecido.

Los habitantes del reino le aceptaban, no podía jurar que todos ellos lo hacían pero los prejuicios respecto a su aspecto o lo que éste ocasionaba se habían acabado. Nadie le despreciaba, nadie lo señalaba al salir de su castillo y los pequeños niños ya no le temían como si fuese un horrible monstruo.

Aquello provocaba una alegría inmensa en su alma, lo colmaba de miles de emociones pero sobre todo estaba inundado de agradecimiento por quienes habían luchado a su lado en las dificultades y lo habían apoyado con total sinceridad.

La imagen de su amada madre sonriendo con pureza y alegría le invadía, pues cada palabra que la antigua reina le decía con fortaleza al día de hoy se habían cumplido.

Él había hallado a su persona importante.

Las campanas seguían resonando y la entrada del castillo comenzaba a llenarse pues las puertas de aquél lugar se encontraban abiertas para la asistencia de todos los habitantes de Thevur que quisieran participar en el evento.

—Su alteza, ya es hora —la voz de Trinity resonó a lo lejos llena de alegría.

La pelirroja con una sonrisa se acercó a Levi y tras tomar su mano, los tres se alejaron a paso rápido hacia el gran salón donde se efectuaría la boda.

Daryuth observaba el lugar con nerviosismo mientras las personas en el interior le veían con una mirada alentadora. La corona sobre su cabeza resaltaba y el traje que su padre una vez usó al casarse con su madre le quedaba a la perfección, llevar aquélla ropa lo llenaba de calma pero sobre todo a la vez sentía que ambos se encontraban a su lado en aquél momento tan importante.

Una pequeña y frágil melodía comenzó a resonar llenando su corazón de un precioso sentimiento cálido.

—Mucha suerte, su alteza —pronunció Levi con una corta sonrisa.

Su primo se hallaba allí al igual que las personas a quienes consideraba su familia, Jing lo veía repleto de orgullo a través de sus ojos rasgados y Kael esperaba junto al altar pues él se encargaría de dar la unión entre ambos.

A lo lejos podía ver a la hermana y a los niños del orfanato con pequeñas sonrisas mientras sus manos le enviaban saludos, el ambiente estaba repleto de emociones maravillosas al igual que aquéllas preciadas almas pero sobre todo el bello e importante momento que ésto significaba.

Una gran ola de pensamientos le invadían, la gran puerta volvió a ser abierta y frente a sus ojos, apareció la preciosa mujer que se había convertido en el sentido de su vida. La que le enseñó a luchar por amarse a sí mismo, a entenderse y que además sin esperar algo a cambio le entrega su corazón.

Aquél vestido dorado resaltaba el hermoso color miel de sus ojos, y su sonrisa iluminaba el lugar al igual que los brillantes rayos del sol.

Fioret se sentía tan feliz al punto de temblar un poco mientras sus pies la guiaban al frente, pero tan pronto la fuerte mano de su padre sostuvo la suya con determinación y cariño, toda la confianza que siempre poseía albergada en su ser volvió a llenarla.

—Estás hermosa, tu madre está aquí con nosotros —pronunció el rey de Freyla mientras con su otra mano señalaba su corazón.

Para ella, las personas que le habían amado y que apreciaba desde lo profundo de su alma permanecían plasmadas en cada parte de su corazón, la hermana Marella, la pequeña Anastasia, la madre de Levi y su amada madre, Lucy, seguían a su lado sin importar el pasar del tiempo.

Con una fuerte y determinada sonrisa, Fioret caminó hasta llegar al lado de quien en unos minutos se convertiría en su esposo. Daryuth permanecía aún nervioso pero su amabilidad resaltaba como siempre tras realizar una corta reverencia al rey de Freyla y tomar la mano de su amada con total delicadeza.

Kael sonrió mientras veía a su joven rey actuar de esa forma, segundos después comenzó a dictaminar las palabras que unirían ambos corazones hasta el fin de sus vidas y tal vez más allá de éstas.

—Su alteza, ahora puedes anunciar tus votos —señaló Kael.

Daryuth asintió y se dedicó a posar su firme mirada sobre la de su amada, en ella quería transmitirle los distintos sentimientos que ella le hacía sentir a pesar de que no era la primera vez que los pronunciaba pues cada día juraba que su amor crecía.

—Fioret, eres esa preciosa luz que llegó a mi oscuro castillo. Mediante mis acciones, quiero demostrarte lo mucho que mi corazón te aprecia y lo mucho que mi alma desea hacerte feliz, prometo estar a tu lado y apoyarte en tus sueños pero sobre todo prometo amarte.

Ella sonrió mientras unas pequeñas lágrimas se resbalaban por sus mejillas, las palabras del joven rey le derretían cada parte de su ser convirtiéndolo en un enorme lago de felicidad pues esa preciosa calidez que él poseía le brindaba tal sensación de tranquilidad.

—Daryuth—pronunció Fioret con ternura—. Mi corazón ha sido hechizado por tal pureza y amabilidad, eres un hombre tan especial pero sobre todo aquél que me ayudó aún sin conocerme. Prometo velar por tu felicidad pues ver esa sonrisa en tu rostro es el motivo de mi infinita alegría, prometo que siempre te amaré con una gran intensidad que va en aumento.

Tras ambos pronunciar sus honestos sentimientos, se tomaron las manos en un gesto de gratitud y de añoranza, pues habían pasado varios meses desde la última vez que sus cuerpos se encontraban tan cerca.

—Ahora pueden sellar su matrimonio con un beso —indicó Kael alegremente.

Daryuth tomó con delicadeza la mejilla de Fioret mientras se acercaba con una sonrisa al rostro de ella y con pasión depositó un casto beso en sus labios como si fuera la medicina que necesitaba para seguir viviendo.

—¡Frente a ustedes, el rey y la reina de Thevur! —exclamó el secretario real mientras los tambores resonaban al compás de la música.

Las campanas volvieron a invadir el lugar acompañadas de distintos aplausos, todas las personas del reino celebraban no sólo la unión de ambos o el hecho de que se amaban con fuerza sino también la alianza que ahora existiría entre los dos reinos y la amistad que poco a poco podría formarse entre  los habitantes de ambos lugares.

La alegría resaltaba en el gran salón  pero sobre todo en el reino de Thevur, el cual se había dado cuenta que su rey nunca estuvo maldito sino al contrario, era un hombre que nació para recibir el amor de las personas que con todo su corazón apreciaba.

Y ahora más que nunca, ésto sería posible pues su vida estaba unida con quien le había dado el valor de amar con todo el sentido de la palabra.

El joven rey nunca más estaría solo pues había hallado o tal vez él había sido encontrado por quien daba todo de sí al amarlo con total sinceridad pero sobre todo con su amable corazón.


Hola uwu

Verdaderamente pido disculpas por tardar más de tres meses en subir esto y estar tan perdida pero duré varios meses sin Internet y la universidad me mantenía tan ocupada que no tuve ni tiempo de ponerme a escribir con tranquilidad lo último que faltaba del epílogo.

Espero no haberles causado un problema por la espera :'v

Pd: Aún falta un especial que subiré en estos días y es sobre algo muy importante uwu.

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