Capítulo XXXVIII
Las oscuras nubes se despejaron liberando el sol y trayendo un nuevo día, el silencio reinaba en Thevur pero sobre todo resaltaba el esfuerzo de los trabajadores quienes desde temprano reparaban los daños que habían causado la reciente batalla.
El joven rey se despertó al escuchar varios toques en la puerta y la voz de Odeth llamándole.
—Su alteza, ya es de día —comentó ella entrando a la habitación.
Como siempre, en sus manos traía una bandeja plateada en la cual llevaba el desayuno: unas tostadas acompañadas de mermelada y té.
—Gracias —respondió él con una sonrisa mientras revolvía su enredado cabello.
—Aquí te conseguí lo que me pediste, ¿Estás seguro de presentarte a los nobles así? —preguntó Odeth con una latente preocupación.
Pues ella temía por las crueles palabras que podrían recaer sobre él y atormentarlo.
Daryuth tomó el recado y lo dejó sobre la cama con cuidado para después levantarse. Por unos segundos observó a la líder de las criadas y con una sonrisa envolvió en sus brazos a la vieja mujer que lo había visto crecer, aquélla que siempre le había apoyado y animado.
—Gracias por todo. De ahora en adelante ya no deberás cuidar de mí porqué en cambio yo te protegeré a ti —habló el joven rey sin soltarla.
Varias lágrimas se asomaron en los oscuros ojos de Odeth, ése pequeño niño tan indefenso y tímido se había convertido en un gran hombre lleno de valor. Jamás se arrepentiría de haberle prometido a la reina el cuidar de su hijo pues para ella, Daryuth era el tesoro que perdió años atrás cuando era más joven.
Era el hijo que nunca pudo tener, él se convirtió en un todo para Odeth.
Tras desayunar y arreglarse, el joven rey bajó a la biblioteca para organizar el papeleo del día de hoy. La reunión con los nobles se llevaría a cabo en unas horas pero no sólo eso, debía enviar las cartas con el mensaje del rey Sorek a los otros reinos pues no podían pasar la invitación de Kadarl por alto.
En unos días partiría hacia el castillo enemigo para realizar las negociaciones, consciente de que todo podía ser una trampa o tal vez un verdadero milagro.
Pero antes de ésto, debía calmar a su gente. No con mentiras pues no se veía diciéndoles que todo estaría bien cuando no se encontraba seguro de ello, aunque sí sabía una cosa y eso era que no se rendiría en protegerlos, pues ellos eran sus preciados habitantes.
La reunión tenía como tema principal hablar sobre crear un festival de la cosecha pues se encontraban en el punto perfecto para recolectar las grandes plantaciones de trigo y arroz además de que ésto le daría buenas vibras a los preocupados capitalinos.
—Su alteza, ya todo está organizado para la reunión —pronunció Jing adentrándose en la biblioteca.
—Te lo agradezco mucho —respondió el joven rey mirando al mayordomo.
—Su alteza, ¿Usted ama a esa mujer? —preguntó Jing dejando a Daryuth sin palabras.
Pues aquélla frase tan directa le había puesto nervioso al recordar a Fioret, la joven que se había robado sus sentimientos y todo su aliento. Pensar en los emotivos momentos que habían pasado el día anterior pero sobre todo la gran sospresa al enterarse de que ella era la hija del rey de Freyla y también la hermana adoptiva de Levi.
—Lo hago, la amo —respondió él algo apenado por sus palabras.
Una sonrisa se asomó con picardía en los labios de Jing y una pequeña carcajada se escapó de él pues la actitud de su rey tan honesta le causaba demasiada ternura.
Por otro lado, Fioret se hallaba en el jardín leyendo un gran libro mientras pasaba con rapidez las páginas de éste. No podía olvidar las palabras de aquélla anciana mujer pues sabía bien que la bruja disfrutaba del sufrimiento ajeno y no poseía remordimiento por sus horribles acciones.
El libro relataba con pocos detalles la historia que atormentaba a Thevur, la ira de aquélla bruja y la maldición impuesta al pequeño príncipe. Pero no había más información aparte de ésta, Fioret deseaba conocer el paradero de la vieja mujer y confrontarla, no esperaba que le quitara la maldición al rostro del joven rey pero si la que ella sospechaba que poseían los habitantes del reino.
Mientras observaba las flores moviéndose con el viento, sus pensamientos recorrían distintos caminos en busca de ideas hasta que una azotó con fuerza su cabeza. Si la bruja no aparecía, la obligaría a hacerlo pues ella no se rendiría en la promesa que se había hecho y ahora más que nunca no dudaría en cumplirla.
A paso rápido caminó hasta su habitación para cambiar su ropa por una más cómoda, debía usar botas para no resbalar en el pasto y camisa manga larga para no ser picoteada por los intensos mosquitos que habitaban el bosque.
Tras salir nuevamente de su habitación, Fioret corrió hasta la biblioteca en busca de Daryuth.
—Su alteza —llamó un poco emocionada mientras abría la puerta.
—Señorita, ¿Saldrás a algún lugar? —preguntó el joven rey algo extrañado por su ropa.
—Iré en busca de nuevas plantas para el jardín —mintió ella algo apenada por tener que hacerlo pero sabía que él se preocuparía si conocía sus verdaderas intenciones.
Una sonrísa se asomó en el rostro de Daryuth al notar como ella miraba hacia un lado nerviosa como si ocultase algo y con cuidado tomó gentilmente su mano.
—Ten cuidado, señorita —pronunció él observándola fijamente.
Fioret dudó unos instantes pero con rapidez acercó su boca a la de él depositando un casto pero amoroso beso y con la misma velocidad salió de allí dejando tanto al joven rey como a Jing sin habla.
Ella se dirigió a la puerta del imponente castillo mientras acomodaba sus pequeñas armas en las botas pero una voz la hizo detenerse.
—Fiorella, ¿A dónde vas con esas dagas? —preguntó el príncipe Levi mientras se cruzaba de brazos.
Los nervios la consumieron durante unos segundos, segundos en los que buscaba la excusa perfecta de acuerdo a lo que le había comentado al joven rey.
—Iré a cortar plantas en la entrada del bosque —respondió ella intentando alejarse y caminar a paso rápido.
—Irás en busca de la bruja ¿verdad? —preguntó Levi en tono afirmativo.
—Me descubriste —respondió ella con un largo suspiro al verse atrapada en sus mentiras.
—Te acompañaré, no conoces el bosque de Thevur y podrías perderte al regresar —comentó él llegando a su lado.
«Lo siento Daryuth, pero ésto es más importante que la reunión. Yo también deseo que tu maldición se rompa por completo» dijo el príncipe Levi en su cabeza.
Fioret asintió, segundos después ambos salieron del castillo a paso sigiloso cruzando los dedos para no ser vistos por el joven rey.
Una hora más tarde, los nobles comenzaron a llegar en sus ostentosos carruajes y con una mirada seria Jing los guió hacia la sala de reuniones.
Daryuth observaba la silla donde normalmente se situaba su primo pero al ver la hora y recordar la puntualidad que éste poseía suspiró entendiendo que Levi no se presentaría.
Pero una enorme sorpresa se llevaron aquéllos poderosos hombres de privilegiadas familias que tras entrar al salón se quedaron viendo el rostro del joven rey pues la máscara que siempre llevaba de color oscuro se había convertido en un puro color blanco y ésta sólo cubría la mitad de su cara dejando al descubierto la belleza que se le había arrebatado en su deformada parte maldita.
—Bienvenidos, ahora podemos dar comienzo a la reunión —pronunció el joven rey con determinación sin temer al desprecio en sus miradas.
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