Capítulo XXXVII
—Señorita —comentó Daryuth con asombro tras separarse de Fioret.
—Ésta es la respuesta a su confesión de la otra noche, su alteza —respondió ella con una sonrisa mientras el calor subía a sus mejillas.
—¿Éso significa que usted...? —interrogó el joven rey.
—Significa que le amo, no puedo evitar hacerlo. Cada parte de ti, cada parte que dices no amar te convierte en todo lo que yo más aprecio —dijo Fioret con fervor mientras la lluvia los cubría.
La mirada del joven rey se ablandó, su corazón se derritió en una ola de sentimientos confusos pues no sabía bien como actuar ante tal regalo de la vida. Así que como un pequeño niño varias lágrimas comenzaron a deslizarse por su rostro mientras las palabras que una vez su madre le dijo resonaban en su cabeza.
«Mi pequeño tesoro, llegará el día en que alguien te ame al punto de hacerte sentir lo mismo por ti»
Y así era, la determinación en su interior crecía con fuerza pues no sólo había sido aceptado por un ser al que tanto apreciaba sino también por si mismo; todos esos años de desprecio llegarían a su fin pues aunque su reino aún no le quisiera él no dudaría en convertirse en alguien digno de su amor.
—Señorita, gracias por aceptar a éste imperfecto hombre —comentó Daryuth mientras la envolvía entre sus brazos.
Levi y Trinity observaban aquélla escena con una sonrisa plasmada en sus rostros, mientras la pelirroja veía furtivamente al príncipe que se encontraba a su lado. Una parte de ella deseaba tener la valentía que poseía Fioret para decirle al hombre que amaba todos los sentimientos que poseía por él pero no se sentía capaz.
Ser rechazada otra vez le causaría un gran daño, daño que a Trinity le parecería irreparable pero sobre todo daño que afectaría a Levi pues sabía bien que a él no le gustaba lastimarla y mucho menos tener que darle una respuesta negativa.
Pero el segundo príncipe retenía sus anhelos, aún no era una persona digna de querer a una guerrera como ella. Aún no se había convertido en alguien merecedor de estar a su lado pero se esforzaría para reparar los errores del pasado y ganarse su fuerte corazón.
El pueblo de Thevur observaba a su salvador y a la vez tan odiado rey, sentimientos contrarios los invadían pues no tenían idea de como luchar contra aquello que tanto les atormentaba. Podían ver la amabilidad que poseía aquél hombre pero aún así sus mentes y sus corazones mancillados por la oscuridad se negaban a dejar de despreciarlo.
Aunque ésto no le sucedía a todos, los pocos que conocían bien la naturaleza bondadosa del joven rey le apreciaban aún más por defender su amado reino.
Los guardias que reforzaban la entrada de la ciudad ayudaron a trasladar a los heridos tanto de su reino como del otro además de cargar a quienes habían perdido su vida durante la batalla pues para Daryuth todos merecían un funeral digno de su existencia, todos merecían ser despedidos con honor y no ser desechados como simples peones.
Tras levantar los cuerpos y llevarlos hasta el cuartel de apoyo médico, los habitantes del castillo regresaron a éste donde la corte noble regañó con severidad la imprudencia de su joven rey.
—Su alteza, la próxima vez en caso de que haya una puede contar con nosotros para luchar—reprocharon Jing y Kael con algo de enojo.
Las horas pasaron y aunque la felicidad les invadía, la tristeza por las horribles acciones de Kadarl aún permanecían latentes en sus almas.
—Fiorella, debemos entregar el informe de Ciel —comentó el segundo príncipe mientras observaba a su primo.
—Tienes razón, ¡Se me había olvidado! —exclamó ella mientras salía hacia el salón y tomaba un sobre que dejó sobre la mesa antes de partir.
A paso rápido se la entregó al joven rey mientras observaba fijamente la calidez de sus ojos azules, con tan sólo verle los latidos de su corazón se aceleraban y su respiración parecía querer detenerse.
Él algo nervioso por como ella le veía, empezó a leer la carta. Ésta relataba los hechos sucedidos en el reino de Freyla pero sobre todo el príncipe Ciel le daba las gracias por cuidar a su hermana perdida y nombraba un nuevo plan para detener la actual guerra por completo. Kadarl le había respondido una carta al rey sorek y en ella solicitaba la presencia de todos los reyes en su nación para tener una reunión sobre la posibilidad de hallar la paz dentro de una semana.
Daryuth frunció el ceño al releer la palabra "hermana" sin entender el trasfondo de ésta.
—Su alteza, hay algo que quiero contarle —comentó Fioret con algo de timidez al recordarlo.
El joven rey le regaló una sonrisa y asintió, segundos después se colocó en pie pero antes de salir de la biblioteca su mirada se dirigió a Levi.
—Mañana haremos una reunión con los nobles, espero estés presente —pronunció Daryuth dejando el lugar.
Ambos se dirigieron hacia el jardín, aquél sitio donde por primera vez sus sentimientos ocultos habían chocado. Ellos se sentaron en la banca frente a las flores y con algo de cómodo silencio las observaron por unos minutos mientras la mano del joven rey se unía con la de ella.
—Su alteza, he perdido nuevamente a alguien importante en mi vida —comentó Fioret con un fuerte pesar.
El pecho de Daryuth dolió tras notar la triste mirada en los ojos color miel de ella pero segundos después aquélla tristeza y agonía se esfumaron transformándose en una nueva luz.
—¿Los pequeños están bien verdad? —preguntó Daryuth algo preocupado por la salud mental de los niños.
—Lo están, ellos son muy valientes y sabrán superar las dificultades —respondió ella con una sonrisa.
—Me alegra escuchar eso, señorita —comentó él mirándola fijamente.
—Quiero contarle algo que descubrí hace poco, es tan sorprendente que casi no podía creerlo cuando lo escuché. Es una terrible historia pero a la vez forma parte de mi vida.
—Señorita, sea lo que sea que quiera decirme. Cuenta con mi apoyo y sobre todo con mi inmenso cariño —pronunció el joven rey con preocupación.
Un sonrisa se asomó en el rostro de Fioret y sin dudar comenzó a platicarle todo lo que la hermana Marella le había dicho, el rostro del rey se transformó en uno lleno de tristeza y sorpresa pues saber todo lo que su amada había tenido que pasar mientras no estaba le dolía. Pero sobre todo la idea de verla partir le desgarraba pues sabía que en cualquier momento ella tendría que arreglar los problemas familiares que la asechaban.
Unas cuantas lágrimas se asomaron en los ojos de ella, Daryuth entendía que Fioret quería ser fuerte y lo era pero aquél dolor lo superaría poco a poco mientras su alma tuviera la capacidad de expulsarlo.
—Éso te convierte en la princesa perdida de Freyla, Fiorella Ackerman Dimaria —pronunció el joven rey algo pensativo y lleno de dudas.
—No, sigo siendo yo. No soy una princesa sino una ladrona a la que le robaste el corazón —respondió ella con una sonrisa llena de vergüenza.
—Pero, ¿No tendrás que irte? —preguntó él temiendo su respuesta.
—Cuando todo termine, tendré que hacerlo pero ten en cuenta que volveré —dijo ella con determinación mientras lo observaba.
—Entonces, yo te esperaré —comentó el joven rey con una sonrisa.
Segundos después Daryuth se acercó a Fioret y sin dudarlo la abrazó, se sentía tan libre junto a ella que se le había olvidado como su rostro se encontraba al descubierto, ya no le importaba que pudieran ver lo que estaba tras la máscara pero sabía que llevarla puesta era lo mejor para no espantar a los habitantes de su reino. Aunque la necesidad de usar la máscara se había desvanecido, llevaría una pero ya no ocultaría todo su rostro pues de ahora en adelante dejaría la mitad de éste a la vista de todos.
—Más que una ladrona, siempre has sido una bella flor —comentó el joven rey algo avergonzado por sus palabras.
—Entonces yo seré la flor del rey—respondió ella mientras sus brazos envolvían nuevamente a su amado.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top