Capítulo XXXV
Había pasado más de un día mientras el carruaje se trasladaba hasta Thevur a gran velocidad y sin tener tiempo para descansar.
La tensión y el silencio dominaban el ambiente pues la preocupación se mantenía albergada en el corazón de ambos, pero sobre todo se sentían incómodos pues los dos no tenían idea de que hablar en una situación como ésta.
—Príncipe, ya casi llegamos —comentó el cochero aún lleno de energía.
Fioret observaba con admiración la labor de aquél hombre y de los caballos, quienes a pesar del gran esfuerzo que debían ejercer se mantenían llenos de vitalidad sin siquiera dar una queja.
—¿Cómo crees que debo llamarte? ¿Fiorella o Fioret? —preguntó Levi algo apenado mientras observaba el exterior.
—Como siempre me llamaste, aunque sólo tengo vagos recuerdos de ésto —respondió ella con algo de dolor.
Pues aún permanecía aquélla sensación de tristeza por todo lo que la hermana Marella le había contado antes de partir a su eterno descanso, pero sabía que esos sentimientos le harían más fuerte ya que tras superar ése dolor y unir los fragmentos rotos de su corazón se convertiría en un ser lleno de voluntad.
Pero los mezquinos nervios por alguna desconocida razón le invadían, no tenía idea de porqué se sentía tan preocupada por la vida del joven rey como si algo malo estuviese a punto de sucederle. La suerte siempre jugaba en su contra separandola de quienes amaba pero esta vez no le dejaría hacerlo más, pues pelearía contra el destino para proteger sus queridos lazos.
Para proteger a los que amaba y aún permanecían a su lado, para recordar la calidez de la familia que una vez perdió y de la que logró obtener nuevamente.
Y con éstos pensamientos rondando su cabeza el tiempo se pasó tan rápido como un suspiro, pues de un momento a otro sin darse cuenta el carruaje llegó hasta la capital de Thevur.
—Gracias por su buen servicio, le debemos mucho —dijo Levi despidiéndose del amable cochero.
Ambos descendieron del rápido transporte y se adentraron en el castillo pero el silencio dominaba el lugar al igual que la incertidumbre mandaba en sus corazones haciéndola aumentar en cada segundo que pasaba.
—Oh jovencita, príncipe Levi. Han regresado —comentó Odeth con asombro.
Ella sin sudar se abalanzó hacia Fioret para darle un cálido abrazo de bienvenida pero a la vez para llenar la frustración de su corazón pues Odeth no quería que Daryuth se involucrara en una guerra y menos que luchara al frente de ésta colocando su vida en riesgo.
—Odeth, ¿Dónde está su alteza?—preguntó Fioret con gran curiosidad.
Pero la mirada de la líder de las criadas se apagó un poco tras escuchar sus palabras.
—Él salió a luchar contra Kadarl en la frontera, Jing y Kael le pidieron que no lo hiciera pero su determinación es más fuerte —respondió ella con un largo suspiro.
—¿Y Trinity? —interrogó Levi mirando a su alrededor en busca de la pelirroja.
—Ambos partieron hace dos días y no han regresado, están peleando para proteger el reino pero yo temo por su bienestar —habló Odeth mientras sus ojos se tornaban llorosos.
Fioret sintió como su corazón se detenía, sabía que el joven rey era fuerte pero aún así las dudas y el miedo le carcomían su interior. El pánico de que sucediera lo peor la invadía, pues algo en su cabeza le informaba que cosas horribles podían pasar en cualquier momento y con el alma llena de fervor se alejó de ambos a paso rápido.
—Fiorella—llamó Levi—¿A dónde vas? Iré contigo.
—Debemos ayudarles, buscaré una armadura y una espada—respondió ella con afán mientras descendía unas escaleras.
Y así tras buscar en el sótano, desempolvó una armadura antigua pero delicada a su medida. Con cuidado tomó una de las espadas recordando la primera vez que había levantado una, ella no era experta en uso de armas pero sabía defenderse y ésta vez no tenía la pierna en mal estado para fallar en su misión de proteger a Daryuth.
Levi observó como aquélla joven se llenó de más valor del que ya poseía pues a pesar de todas las adversidades que habían pasado en su vida, la determinación que ella poseía no se quebraba. No como él, que en momentos difíciles perdió la esperanza y creyó no tener nada sin contar con quienes siempre estuvieron a su lado: Daryuth y Trinity, ambos eran especiales para él y aunque cruzaron situaciones llenas de tensión no dudaría en pelear por defenderlos o dar su vida por ellos.
—Es mejor que nos apresuremos —comentó Fioret con seriedad.
Él asintió y tras ambos despedirse de la corte noble salieron del castillo hacia la frontera en busca de su rey pero al cerrar la gran puerta algo extraño se presentó frente a ellos.
—Así que el mal ha consumido al pueblo maldito —pronunció una vieja mujer con un tono burlesco.
—Señora, ¿Qué cosas dices? —preguntó Levi sin entender sus duras palabras.
La mujer algo anciana llevaba un gran ramo de pálidas flores en su brazo que resaltaba el color oscuro de su ropa, pero Fioret sólo reconoció de inmediato lo que ella llevaba pues éstas flores pertenecían al preciado jardín del joven rey.
—¿Ésas flores...? —preguntó ella con duda pero la voz de mujer le interrumpío antes de terminar la frase.
—Toma una cariño, necesitarás la suerte para enfrentar la calamidad que sigue a ese pequeño niño —pronunció la mujer entregándole una pequeña flor.
Fioret la recibió sin tener idea a lo que se refería pero segundos después cuando la figura de ella desapareció justo delante de sus ojos, lo comprendió. No era una anciana normal, aquélla frágil mujer era la bruja que salía en la historia que proclamaba a Daryuth como un monstruo por todo el reino.
La encargada de maldecir al joven rey e imponerle una gran ignorancia al pueblo de Thevur.
Con sus latidos acelerados por la frustración y la rabia, Fioret permaneció varios segundos con su piel erizada pero sobre todo llena de pánico hasta que una cálida mano se posicionó sobre su hombro trayendola nuevamente a la cruel realidad.
—Fiorella debemos ir —informó el segundo príncipe observando a su alrededor.
Pues la capital se encontraba vacía, las personas se asomaban desde las ventanas con temor y los fuertes ruidos comenzaban a transformarse en grandes estruendos.
Ambos salieron corriendo de allí con el corazón en la mano y el alma llena de preocupación, debían llegar lo más rápido posible al lado del joven rey.
Tan pronto comenzaron a observar la frontera, el pánico les invadió pues todo era mucho peor de lo que habían imaginado si lo comparaban con el desastre sucedido en Freyla. A un lado del fuerte, se hallaban una gran cantidad de guardias heridos siendo atendidos por el apoyo médico y al otro lado, varias mantas cubrían a quienes habían perdidos sus vidas durante la batalla.
La sangre se derramaba en cada esquina y una gran ola de explosiones se mantenía de manera constante ya que los enemigos usaban aceite para causar éstas desgracias además de lanzar grandes rocas mediante catapultas creando estragos.
Las flechas corrían de un lado a otro impidiéndoles el paso, pero de repente el ruido cesó y los enemigos iniciaron una retirada sin explicación alguna. En ése momento, Fioret notó a lo lejos la castaña cabellera del joven rey y sin dudarlo le llamó.
—Su alteza —gritó algo feliz por verle a salvo.
Daryuth tras escuchar la voz de aquélla chica a la que tanto amaba se volteó de inmediato en su dirección, una sonrisa se apareció en su rostro a pesar de lo cansado que se encontraba pues su cuerpo no había sufrido heridas de gravedad pero sí poseía pequeñas cortadas que le dificultaban sus movimientos a la hora de pelear.
Levi y Fioret estuvieron a punto de acercarse pero de repente una gran explosión resonó con fuerza; varios hombres salieron de los escombros atacando al joven rey quien se encontraba distraído y no pudo evitar quedar como un blanco fácil a sus ataques.
En ése preciso instante el corazón de ella se detuvo por el miedo mientras su cuerpo hacía esfuerzos en vano pues las flechas cubiertas de fuego le impedían llegar a su lado para ayudarlo, la flor que permanecía en su mano cayó al suelo manchandose de un inevitable color carmesí.
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