Capítulo XXXIII

La hermana Marella observaba con miedo la presencia de ambos jóvenes frente a ella, su silencio era como una antigua tumba que no pensaba tener que abrir algún día pero ya había pasado mucho tiempo y sabía muy bien que Fioret merecía conocer la verdad.

—Claro que sé quien es, ella trabajó para mí familia durante seis años —comentó el príncipe Levi con seriedad.

Pues él, tenía un extraño sentimiento alojado en su pecho, desde la tragedia que había arrasado con su familia pensaba que aquélla mujer se encontraba muerta al igual que su madre y su hermana pues desde ese día desapareció sin dejar rastro.

—¿Hermana Marella, es eso cierto? —preguntó Fioret con temor.

Por unos segundos observó fijamente a la mujer que le había enseñado tantas cosas, quien había sido como una madre para ella y no comprendía el porqué de su rotundo silencio, no entendía el motivo por el cual le mentía de esa horrible manera.

—Yo no sé de que me hablas joven —respondió la hermana algo asustada.

—Señora, ¿Usted es quien la crió a ella? Tengo varias preguntas por hacerle —interrogó Ciel acercándose a la cama.

El príncipe de Freyla quería saber la verdad que se escondía tras el temor en la mirada de aquélla mujer, pues ésto no era normal y era obvio que ella tenía conocimiento del secreto tras la igualdad en sus apellidos pero sobre todo en el nombre de la joven.

La hermana Marella de inmediato se puso pálida y varias gotas de sudor frío comenzaron a descender sobre su piel. Debía decirlo de una vez por todas pero algo en su interior se negaba a pronunciar en voz alta las palabras que tanto había ocultado pues no quería recordarle a su pequeña Fioret todos los tormentosos momentos por los que tuvo que pasar siendo una indefensa niña.

—Creo que será mejor hablar más tarde, ella necesita descansar —pronunció Fioret tras observar el estado en el que se encontraba.

Ella más que nadie quería conocer la verdad pero no podía obligarle a revelarla, debía hablar por si misma del tema y no ser forzada a ello, la hermana tenía sus motivos pero Fioret deseaba que confiara lo suficiente en sus lazos para compartirle aquello que le provocaba tanta agonía.

Y así los dos príncipes salieron de la tienda de campaña sin decir palabra alguna, ambos mantenían fuertes dudas y preguntas rondando en sus cabezas. Pues frente a ellos tenían la posibilidad de encontrar a quien tanto buscaban, ambos deseaban hallar a sus hermanas o por lo menos cesar las dudas que les carcomían en su interior.

Pero mientras ésto sucedía en Freyla, el reino de Thevur estaba siendo poseído poco a poco por el caos que cada vez aumentaba.

—Su alteza, las personas siguen rodeando las calles y hemos visto movimientos extraños en la frontera —dijo Trinity con preocupación.

—Debemos prepararnos para lo peor, lo mejor será que me traslade al fuerte fronterizo para estar alerta —dijo el joven rey tomando su espada.

—Éso es muy peligroso, me niego a ello —refutó su prima con enojo.

—Entonces tendré que salir para afrontar las peticiones de mi gente—comentó Daryuth con firmeza—. Debo hablar con ellos y decirles que se calmen.

Y el joven rey lo haría si era necesario, Fioret no estaba junto a él pero así como ella se encontraba enfrentando su dolor su cabeza le decía que debía hacer lo mismo y con aquélla inmensa determinación haciendo hervir su sangre salió de la biblioteca hacia el exterior.

—Su alteza, no es recomendable dejar el castillo en éstos momentos —insistió Jing con horror.

El mayordomo traía el corazón sobre sus manos, el miedo lo poseía pues temía por la vida de su preciado rey. Las marchas de los habitantes se prestaban para infiltrar a los atacantes del otro reino y no quería que él se arriesgara, su actitud era egoísta, lo sabía muy bien pero para Jing Daryuth era mucho más importante.

—Su alteza, él tiene razón —insistió Kael llegando al pasillo.

—Es mejor pedirles de manera calmada que se retiren, así no habrán más problemas —comentó el joven rey buscando una solución.

—Dudo que ellos entiendan de esa forma, su alteza usted es una persona muy buena y no merecen su bondad —respondió Kael con pesar.

Daryuth no quería tomar medidas drásticas, pero no dudaría en su deber. Él tenía que proteger a su gente de Kadarl y de si mismos, pues lo que hacían pronto se podría convertir en un arma de doble filo trayendo la desgracia al reino que tanto apreciaban.

—Iré, debo hacerlo y espero que me apoyen en ello —comentó el joven rey con una sonrisa mientras les observaba.

El corazón de su corte noble se ablandó, aquél joven frente a ellos había crecido y ya no era un niño indefenso, él poseía la voluntad de la antigua reina, Jing comprendía bien que nada en el mundo le haría retractarse y no dudaría en seguirlo hacia donde el destino les llevase.

Los tres salieron del castillo en dirección a la gran puerta que los separaba de los habitantes de Thevur pero cuando estuvieron a punto de abrirla, un fuerte ruido resonó a lo lejos y de inmediato Daryuth lo entendió.

Los gritos de la multitud comenzaron a resonar con fuerza dándoles a conocer lo que tanto temían y lo que más odiaban, se había desatado lo inevitable: la terrible guerra, pues el joven rey estaba seguro de que Kadarl les estaba atacando.

De inmediato Trinity se acercó sobre un carruaje con rapidez ayudando a subir al soberano de Thevur pero ambos partieron de allí dejando a Kael y a Jing con el alma llena de preocupación pues  ellos comprendían que debían cuidar el castillo cuando Daryuth no estaba.

—Protegeremos el reino cueste lo que cueste, Fioret, espero estar a salvo para presenciar tu regreso —pronunció el joven rey viajando hacia el inminente peligro.

Por otro lado, en el reino de Freyla los guardias atendían a los heridos pero no todos soportaban la gravedad de los terribles daños pues varios habitantes del pueblo habían fallecido dejando un vacío en las familias a las que pertenecían.

—Todo estará bien pequeños, se los aseguro —pronunció Fioret mientras observaba a los inocentes niños.

Ellos se mantenían sobre las camas de emergencia dormidos, habían pasado por cosas horribles y merecían un poco de paz así fuese momentánea. Fioret observaba con tristeza a la hermana Marella, su estado había empeorado horas atrás pues según los encargados uno de sus pulmones se hallaba gravemente dañado y tal vez no tenía posibilidades de salvarse.

Pero lo que más le molestaba es que su cabeza sólo trataba de recordar aquello que se había perdido en su memoria pero simplemente no podía volver pues ésto era algo que por más que intentaba no lograba.

—Pequeña, creo que es mejor que hable ahora. No creo que pueda aguantar por más tiempo —pronunció la vieja mujer mientras tosía con fuerza y gotas de sangre se derramaban por su boca.

—Hermana, ¿Qué cosas estás diciendo? Tú mejorarás —comentó ella con frustración entre sollozos.

—Yo también lo creí, pero no es así—habló la mujer con una triste sonrisa en su rostro—. ¿Podrías llamar a los príncipes? Tengo una historia que quiero contarles.

Los ojos color miel de Fioret se llenaron de lágrimas, su pecho dolía y su alma se hallaba en pena pero aún así a gran velocidad salió en busca de los dos poderosos jóvenes. La hermana Marella tenía conocimiento de cosas que los tres no tenían idea pero las sospechas eran ciertas, ella estaba relacionada de alguna manera con ambos príncipes y para bien o para mal deseaba conocer la cruel verdad.

Tras caminar durante unos minutos les encontró, los dos estaban dialogando con los guardias sobre el número de heridos, ella sin ni siquiera preguntarles o decirles alguna palabra tomó las manos de ambos y comenzó a guiarlos hacia la tienda.

—Gracias por traerlos, ahora será mejor que me escuchen con atención —balbuceó aquélla mujer mientras tosía con dolor.

—Le escuchamos —respondieron Ciel y Levi al unísono tras notar la gravedad de la situación.

—La chica que está a su lado, no sólo está relacionada contigo sino también con él—comentó la hermana Marella señalando al príncipe de Freyla—. Todo ésto se remonta a muchos años atrás, todo empezó en éste gran reino.

Fioret frunció el ceño sin entender lo que escuchaba, pues su cabeza estaba llena de pensamientos revueltos y todo se había convertido en una masa de preguntas sin respuesta.

“Su alteza, necesito todo el apoyo que su corazón me pueda proporcionar así como yo le daré el mío” pronunció ella en su mente mientras imaginaba la presencia del joven rey a su lado.

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