Capítulo XXXI
El fuerte calor de las llamas le consumía la consciencia, la abundante sangre a su alrededor y aquélla sonrisa la perseguían.
Pero sobre todo el llanto que aquél niño expulsaba la desgarraba, ahora podía ver bien su acojonado rostro. Aquéllos cabellos rubios y esos ojos esmeralda llenos de tristeza, quien salía en sus tormentosas pesadillas era el príncipe Levi, ¿Qué era él para ella?
Ésa pregunta la invadía pues no lo entendía, no podía recordar más allá de esas terribles escenas pero mientras observaba el rostro de aquélla hermosa mujer un nombre resonó en su enredada cabeza.
—Emilia —gritó volviendo a la realidad.
Fioret despertó algo asustada, tras abrir sus ojos observó detenidamente a su alrededor con miedo y su respiración se calmó de inmediato.
Pues a su lado se encontraba el joven rey quien se mantenía viendo el piso con preocupación, ella sin dudarlo tomó su mano y con cuidado enredo sus dedos con los de él.
—Señorita —pronunció Daryuth con alivio. Un extenso suspiro se escapó de su boca al verla bien nuevamente.
—Disculpe su alteza, ¿Cuánto tiempo llevo dormida? —preguntó ella con algo de confusión.
—Tan sólo unos minutos, Odeth nos recomendó dejarte descansar ya que perdiste la conciencia—habló el joven rey recordando aquélla escena.
Su corazón se había paralizado por unos instantes, instantes que se le hicieron eternos al ver que ella tardaba en despertar.
—Su alteza, mis hermanos. El orfanato —balbuceó Fioret reteniendo las lágrimas.
Él con cuidado la envolvió entre sus brazos, quería proporcionarle su calidez pues no podía decir sus palabras con total veracidad. Si le mentía, ésto sólo le causaría grandes heridas y él desconocía el estado de aquél lugar aunque cabía la posibilidad de que sus hermanos estuviesen bien pero no podía decirlo.
No quería romperle su hermoso corazón más de una vez.
Dos toques en la puerta les hicieron separarse, segundos después tras ésta entró Levi acompañado de Ciel, ambos poseían unas miradas serias pues lo sucedido era otra tragedia que sólo dejaba grandes heridas en las personas.
—Rey Daryuth, disculpe que me entrometa pero ¿La joven conocía aquéllos orfanatos? —preguntó el príncipe de Freyla con curiosidad.
Ciel había estado investigando la muerte de su madre, días atrás descubrió cosas extrañas pues su padre nunca le habló de ellas con completa sinceridad. Su madre no se había convertido en reina, eso lo sabía pues tan sólo era una sirvienta de clase baja pero su padre la había amado con toda su alma y fruto de ello fueron sus dos hijos mellizos.
Pero una noche, el cielo se tornó carmesí y la sonrisa de ella se apagó al igual que su vida. El antiguo rey de Freyla, quería deshacerse de aquella joven pues no pertenecía a la realeza y para ésto contrató a quienes le cumplirían su egoista deseo.
Asesinar a la amada de su hijo.
Días después del nacimiento de los pequeños, su madre murió al igual que su hermana y todos los que las cuidaban en una devastadora masacre o eso creyó.
No quería ilusionarse, se lo había prometido a si mismo pero su cabeza no podía dejar de pensar en aquélla joven de Thevur quien poseía los mismos rasgos de los cuadros que su padre siempre pintaba.
Fioret dudó en responder, pero no podía ocultar de dónde provenía pues quería respuestas, quería saber el estado de quienes consideraba su familia.
—Pertenezco a uno de los orfanatos de esa zona —respondió ella mientras su corazón se marchitaba en la penumbra.
Su alma se rompía en miles de pedazos de sólo pensar en ello, de sólo pensar en la realidad de la situación pues no podía, mejor dicho no tenía las fuerzas para creerlo.
Daryuth observó con dolor el triste rostro de Fioret, quería envolverla en sus brazos y calmar la agonía que parecía crecer cada vez más en su interior.
—Me gustaría hablar con ambos sobre las medidas a tomar con Kadarl —comentó Ciel observando a Daryuth y a Levi.
Ambos asintieron, segundos después los tres salieron de aquélla habitación en dirección al pasillo. Ellos comenzaron a platicar sobre las injusticias, sobre como afrontar los daños que el reino vecino estaba causando y aunque Levi sentía que su vida no tenía sentido sin su padre, no podía permitir que más gente sufriera perdidas como las que él había pasado.
Fioret miraba fijamente la pared mientras su cabeza daba vueltas intentando encajar las piezas, estaba segura de que conocía al príncipe Levi pero también algo la hacía pensar que su apellido la enlazaba de alguna manera con el príncipe Ciel.
Aquéllas remotas posibilidades sonaban absurdas y no creíbles pero algo en su interior creía en ello. Así que no podía seguir sin saber quién era, pues sus dudas y dolor sólo le traerían un horrible sufrimiento al joven rey.
Pero antes de pensar en todo ésto, debía confirmar si la hermana Marella y los pequeños del orfanato eran quienes habían recibido aquél cruel atentado pues ésto era más importante que calmar las preguntas que carcomían su alma.
Varias lágrimas comenzaron a derramarse en sus mejillas al recordar los sonrientes rostros de los niños pero con valentía las secó de inmediato.
Y con cuidado se levantó de la cama, segundos después abrió la puerta pues una idea extraña se había metido en su cabeza. No quería hacerlo pero era la única manera de saber como estaban ellos, de confirmarlo y en caso de ser cierto al menos darles un entierro digno del amor que les tenía.
—Rey Daryuth, ya debo irme. Le informaré sobre lo sucedido cuando llegue al pueblo en Freyla —comentó Ciel a punto de irse.
Pero los tres se quedaron observando en silencio a Fioret quien parecía querer expulsar una cuantas palabras que la atormentaban.
—¿Sucede algo, señorita? —preguntó el joven rey preocupado.
—Su alteza, no puedo con la incertidumbre. Me gustaría ir a Freyla y ver si mi familia está bien —pronunció ella con frustración.
No quería alejarse del joven rey, no ahora que había descubierto los sentimientos que él poseía por ella y menos al aceptar que también se sentía de la misma forma hacia el Soberano de Thevur.
Porqué eso era lo que hacía, lo amaba y no podía negarlo por más tiempo.
Una amable sonrisa se asomó en los labios de Daryuth antes de hablar mientras la veía con suma serenidad.
—El príncipe Ciel puede llevarte ¿Verdad?—preguntó él mirando a su lado—. Me gustaría acompañarte, pero en éstos momentos no puedo.
Un poco de tristeza se acumuló en el corazón del joven rey, estar lejos de ella sería difícil pues cada día a su lado significaba una fuerte ola de alegría pero debía ser fuerte al igual que ella y apoyarla en todo lo que Fioret deseara hacer, después de todo seguía siendo un hermoso ángel lleno de libertad.
—Claro, no hay problema— respondió Ciel—. La espero en el carruaje.
Después de pronunciar aquéllas palabras, el príncipe de Freyla se alejó a paso rápido de allí. En éste vieje, estaba dispuesto a descubrir quién era ella y porqué le recordaba tanto a su difunta madre.
Fioret se acercó al joven rey y sin dudar de sus acciones, lo envolvió entre sus brazos con gran fervor en su corazón.
—Volveré, ten por seguro que lo haré —afirmó ella con determinación.
Pues conocía la inseguridad de Daryuth, su miedo a ser dejado atrás y a ser odiado o despreciado por otros.
—Me gustaría ir para apoyarte en éste difícil momento pero ten en cuenta que mi corazón siempre estará junto al tuyo —recalcó el joven rey mientras la abrazaba.
—Si quieres, yo puedo acompañarla. Mirar la gravedad de los daños nos servirá para prepararnos a sus ataques —comentó Levi dejándolos sorprendendidos.
De inmediato se separaron con vergüenza, pues sin darse cuenta se enfrascaron tanto en ellos que se les había olvidado la presencia del segundo príncipe a su lado.
Y así, unos minutos después Fioret y Levi se subieron al carruaje, partiendo hacia el reino de Freyla sin tener idea de las que cosas que pronto se avecinaban.
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