Capítulo XXX

Las nubes poblaron el color azul del cielo transformándolo en un opaco y triste gris.

La lluvia comenzó a caer sobre el reino de Thevur dándole compañía a quienes poseían un corazón atormentado, pues se dice que una tragedia provoca que el cielo también derrame lágrimas.

Levi observaba la nueva tumba frente a él, se sentía cansado y sin vida, tanto que aquél deseo de odio había desaparecido. Ya nada tenía sentido, sus ideales se habían perdido al igual que su misión en un oscuro y desolado sendero. Debía restaurar el honor de su familia, pero ya no tenía una a la cual cumplirle esta difícil promesa.

Los había perdido a todos.

Recordaba como si aquél triste día hubiese sido ayer, su casa manchada en sangre y ardiendo en las abrasadoras llamas, su madre perdida entre el hostil fuego al igual que su pequeña hermana. Pero no sólo ellas sino también la servidumbre que se había criado con él, aquéllas personas que le llenaban de luz ya no estaban en éste mundo.

La luz que poseía se había apagado y no tenía manera de volverla a encender pues la lluvia seguía cayendo sobre su fallecido corazón.

—Levi —llamó el joven rey.

Daryuth observó la desolada figura de su primo sin obtener una respuesta, dos días atrás habían enterrado a su tío pero Levi no se despegaba de aquél solitario lugar. Le dolía verle allí, pero sobre todo el no poder hacer nada, sólo podía darle su apoyo y tal vez ésto no era suficiente, quería pasar más tiempo con él para consolarlo pero resguardar las fronteras con Kadarl le mantenían ocupado.

Trinity se encontraba con los guardias trasando los planes en caso de un ataque, debían vigilar los pasos del reino vecino para no toparse con otro acto lleno de crueldad y proteger a su gente pues a quienes atentaran contra Thevur no les mostraría piedad.

El joven rey y el segundo príncipe se alejaron del cementerio sin pronunciar palabra alguna, ambos caminaron bajo la lluvia hacia el castillo. En unas horas, los nobles se reunirán con ellos para conversar sobre los asuntos internos del reino pero sobre todo para dar su cruel opinión del nuevo rumor que surgía.

Los habitantes murmuraban que las desgracias de Thevur eran  atraidas por la maldición que poseía el joven rey, el día del funeral tras Daryuth explicarles a todos la situación del reino vecino comenzaron a llenarse de un inminente pánico y no hallaban a quien culpar por los crueles actos del destino.

Fioret había oído ésto y su rabia incrementó nuevamente. Quería creer en el buen corazón que poseían aquéllas personas pero sus acciones le demostraban que  ellos habían sido maldecidos con una rotunda ignorancia.

Pues despreciaban a quien les protegía, al buen rey que los cuidaba con su amable y bondadoso corazón sin importar cuanto le odiasen.

Su pecho dolía un poco al pensar en ésto pero no se rendiría, se había prometido a si misma abrirle los ojos a esas personas para que vieran la determinación que poseía su mandatario.

—Su alteza —pronunció ella observando a Daryuth.

Se encontraba empapado al igual que el segundo príncipe, unos segundos después Odeth apareció en el pasillo con el ceño fruncido. En sus manos cargaba dos mantas y con cuidado comenzó a secarlos como si ellos fuesen dos niños pequeños en busca de arrullo.

—Ambos deben cuidar su salud, sí atrapan un resfriado ¿Cómo podrán cumplir con su deber? —reprochó Odeth antes de irse.

Ella quería envolver en sus brazos a los dos jóvenes y calmar su llanto interno pero debían superarlo ellos mismos para hacerse más fuertes, para entender mejor lo que su alma les decía.

—Señorita, ¿Le gustaría acompañarme en la reunión? —preguntó el joven rey con una sonrisa.

—Por supuesto, su alteza —respondió ella mientras le observaba algo apenada.

Su corazón latía cada vez que le veía, desde aquella confesión sus sentimientos se habían descontrolado y no podía ocultar lo mucho que lo apreciaba.

Por otro lado algo en el interior de Daryuth se estabilizó, cosa que siempre pasaba cuando se encontraba a su lado. La fortaleza que Fioret poseía le daba vitalidad, le daba ánimos para seguir adelante y enfrentarse a sus mayores miedos.

Los tres tomaron distintas direcciones, pero algo en ellos se encontraba unido por el inevitable destino.

Daryuth subió hasta su habitación para cambiarse, su ropa estaba húmeda y debía colocarse un traje más apropiado para la situación. Los rumores ya le habían alcanzado, comprendía el motivo de la reunión pero no cedería pues estaba dispuesto a hacer lo imposible para proteger a su gente y en el camino ser aceptado por ellos.

—Su alteza, los nobles llegaron antes de lo previsto —llamó Jing tras la puerta.

El mayordomo se encontraba preocupado, la situación empeoraba con cada segundo que pasaba y la tensión en el reino aumentaba. Jing estaba seguro que ésto afectaba al joven rey y le enojaba, le enojaba ver que ellos no comprendían el verdadero valor que poseía Daryuth.

—Gracias por avisarme —respondió el soberano de Thevur suspirando.

A paso rápido él llegó hasta la sala de juntas, pero lo que le sorprendió fue ver que no sólo los nobles se encontraban allí. El príncipe de Freyla se hallaba junto a ellos con una mirada seria plasmada en su rostro, pero lo que le sorprendía era la manera en la que observaba a Fioret quien estaba a tan sólo unos pasos de él.

La veía con tristeza y dolor. Con el mismo dolor con el que Daryuth siempre observaba los antiguos cuadros de su amorosa madre.

—Hemos venido aquí a presentar nuestras quejas respecto a las tragedias del reino —comentó uno de los nobles con seriedad.

—No le aceptamos como rey, su maldición nos está dando problemas —reprochó otro con rabia.

Levi observó con frialdad las palabras de aquéllos hombres, siempre les había detestado pero su padre le recomendaba tratar con ellos para tener el favor de los habitantes de Thevur.

Pero eso ya no le importaba.

—Sí no aceptan al rey como el legítimo heredero, ¿Qué proponen? —preguntó el segundo príncipe algo enojado.

—Que usted sea el rey, joven príncipe —respondió uno de los nobles con ambición.

Levi se levantó de la silla con una ola de rabia creciendo en su interior, no podía calmar la ansiedad que lo carcomía y le amenazaba con desatarse.

—Yo no quiero ser el rey, frente a ustedes tienen al único que posee el honor de llevar ese título y deben atesorarlo —pronunció él con fuerza saliendo de allí.

Los nobles se quedaron en silencio, pasmados ante tal escena pues no podían comprender la actitud de quien hace unos meses quería posicionarse en el trono.

Fioret observó con asombro al segundo príncipe, no podía olvidar el llanto que él había derramado hace unos días pero sobre todo el dolor que se escapaba en cada uno de sus gritos durante las pesadillas que lo invadían.

Daryuth sonrió por unos segundos, y una fuerte carcajada se escapó de su boca. No podía creer las palabras que su primo había dejado salir segundos atrás, una parte de él se sentía feliz y llena de gozo, pues Levi proclamó a gritos que si merecía llevar el título de rey.

La reunión continuó en silencio, aquéllos hombres habían perdido por completo la motivación para despreciar a Daryuth. No tenían argumentos válidos para oponerse a que él siguiera gobernando y menos palabras para insultarlo.

Porqué el joven rey sin darse cuenta, en algún momento comenzó a aceptar su horrible apariencia, él empezó a amarse a sí mismo tal y como era.

Tras terminar la junta, los nobles salieron rápidamente del castillo intentando ocultar su vergüenza, pero al desocuparse la sala el príncipe de Freyla se acercó al soberano de Thevur.

—Rey Daryuth, me gustaría informarle de los atentados de Kardarl. Hace una semana atacó varios orfanatos sin piedad—pronunció Ciel con rabia mientras apretaba sus puños.

Pero Fioret quien se encontraba junto al joven rey tras escuchar aquéllas palabras, pensó en lo peor: sus hermanitos, aquéllos inocentes niños que tanto amaba. En ése momento recordó el estado del padre de Levi y su respiración se detuvo, sin darse cuenta su conciencia de desvaneció en un profundo sueño lleno de pesadillas, mientras su cuerpo caía sobre los fuertes brazos de Daryuth.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top