Capítulo XXVIII
—Su alteza, hemos llegado —pronunció Jing intentando despertar al joven rey.
Él mantenía su cabeza apoyada sobre el hombro de Fioret, mientras las manos de ambos se aferraban sin pensar en soltarse. Una sonrisa tranquila permanecía en sus rostros como sí una paz eterna los llenara en sus sueños, pero así era pues a pesar de todo lo que se acumulaba en sus enredadas cabezas, ellos permanecían felices por la chispa latente en sus corazones.
—Disculpa, Jing —respondió Daryuth con un leve bostezo despertando.
El joven rey algo apenado se levantó de inmediato, aunque al mirar a su lado notó como Fioret dormía y sus manos estaban juntas. Por un instante, él se sonrojó internamente y decidió admirar el rostro de ella pues en éstos momentos se veía como una corriente en calma, fuerte pero a la vez llena de gentileza así que sin intención de despertarle la tomó con cuidado entre sus brazos.
A paso lento, él la llevó hasta su habitación y tras dejarla con cuidado sobre la cama depositó un beso en su frente mientras le acariciaba con cariño su sedoso cabello.
Recordaba como de niño aquélla acción le tranquilizaba cuando dormía, pues su madre siempre lo hacía para demostrar el afecto que tenía por él.
De inmediato salió de allí para dejarla descansar y comenzó a buscar a Trinity. Le parecía raro no verla en el castillo y menos por el excesivo silencio que recorría el ambiente; sin pensar tanto en ello se dirigió hacia la biblioteca pero al llegar allí encontró algo que le alertó.
Una nota se hallaba sobre el vacío escritorio y en grandes letras marcadas con sangre las palabras “Muerte a la realeza de Thevur” resaltaban.
Rápidamente salió de allí, subió hasta su habitación y sin dudarlo tomó la espada sobre la repiza, segundos después empezó a buscar a su prima nuevamente pues comprendía bien que el reino de Kadarl se encontraba dispuesto para herir a todos los que se cruzaran en el camino de apoderarse del reino. Su deber era proteger a Thevur y no permitiría que le pusieran un dedo encima a su gente, no dudaría en tratarles de manera agresiva a sus soldados si ellos lastimaban a quienes él apreciaba o a quienes debía cuidar.
Sin poder encontrar a Trinity, supuso que ella estaba con la guardia real, conocía la rapidez con la que su prima actuaba y entendía que se encontraba trasando un plan para contrarrestar la guerra que podía desatarse en cualquier momento.
Sin preguntar a nadie, con el corazón en la mano y el alma llena de agonía, abrió la puerta del castillo para salir de allí con afán. Su cabeza estaba tan llena de preocupaciones que ni se inmutaba de lo que hacía, el temor por las crueles palabras de su gente o de sus miradas llenas de odio fue ignorado pues en éstos momentos eso no tenía importancia.
Pero al llegar a ése lugar, algo se quebró en él como si su corazón fuese un trozo de cristal. Una multitud rodeaba el fuerte donde trabajaban los guardias, a lo lejos notó una leve señal de humo que brotaba del suelo y frente a ésta los rojizos cabellos de Trinity le hicieron acercarse.
Aquélla escena era horrible, era algo que jamás había esperado ver en su vida, allí en el suelo estaba su primo, y en sus brazos sostenía la cabeza de su padre ensangrentada sin la intención de soltarla.
Sus ojos se encontraban vacíos, al igual que su alma pues le habían arrebatado lo único que según él le quedaba. Levi permanecía en el suelo aferrándose, no quería soltar su esperanza o mejor dicho el porqué de su existencia y eso era restaurar el honor de su familia pero ahora no tenía a nadie.
La sangre se mezclaba cada vez más con su ropa, pero Daryuth al observar a su alrededor, notó que su tío no era la única víctima allí pues la servidumbre que trabajaba para ellos también se encontraba a tan sólo unos pasos.
Su cuerpo se había paralizado, sudor frío comenzó a descender por su piel. La escena frente a él era desgarradora y a la vez temible, no podía creer lo que sucedía pero sacándo fuerzas de su interior se acercó a su dolido primo.
—Levi —llamó con gentileza pero éste al levantar la mirada estaba marcado por un inmenso dolor.
La alegre vivacidad que una vez aquéllos ojos esmeralda llegaron a poseer, se había desaparecido por completo otra vez.
—Mi padre, mi padre. Daryuth, mi padre —balbuceó él sin terminar la frase.
—Lo sé, tu padre debe descansar. Ha sido llamado junto al mío, tienes que dejarle ir —pronunció el joven rey con dolor.
Pues a pesar de que su tío había sido una persona llena de errores y de rencor, le dolía. Después de todo él era un ser humano que merecía vivir como los demás para restaurar sus horribles pecados.
—No, no puedo. Les haré pagar por lo que hicieron, primero mi madre, mi hermana y ahora mi padre —habló el segundo príncipe sin despegar su mirada del suelo con rabia.
—Levi, dejale ir. Merece un entierro digno de él, por favor —dijo el joven rey dándole un abrazo a su primo.
Algo en el interior de él se activó recapacitando sobre lo que hacía y dándose cuenta de la veracidad de lo que sucedía, sus emociones se habían convertido en un inmenso desastre y no podía dejar de sentir aquél dolor latente en su pecho. Su padre yacía muerto entre sus brazos y por mucho que se arrepintiera de no salvarlo, nada le traería de vuelta pues su vida había llegado a la meta final.
Con éstos pensamientos, Levi dejó caer el cuerpo que quedaba de su padre al suelo siendo abrazado completamente por Daryuth.
Trinity se acercó junto a varios guardias encargados de apoyo médico para tomar a las víctimas y llevarlas lejos de la multitud. Pues una escena tan escalofriante como ésa, era la causante de una conmoción terrible en la actitud de los habitantes del reino, ellos estaban asustados pues entendían que algo aterrador sucedería.
Por otro lado, Fioret permanecía dormida en el castillo. Lo que había sido un lindo sueño se convirtió en una terrible pesadilla pues frente a ella la hermosa mujer de cabellos dorados sonreía mientras todo se marcaba de sangre y fuego pero lo que le sorprendía era el llanto de otro niño.
—Madre, madre —gritaba el pequeño—. Anastasia, Fiorella ¿Dónde están?
Sus ojos visualizaron a un pequeño de ojos verdes siendo llevado lejos mientras ella era cargada por otra mujer y su conciencia se desvanecía llevándose la voluntad de seguir aquélla triste voz.
En ése preciso momento Fioret se despertó de golpe, sus manos temblaban, estaba asustada. Sus recuerdos parecían volver pero ¿Por qué ahora? Temía averiguar lo que se escondía en su escasa memoria, temía olvidar quien era y convertirse en lo que dejó de ser pues su pasado era algo que desconocía.
Pero una ola de voces llamó su atención, y de inmediato salió de la habitación a paso rápido. Al llegar al pasillo observó algo terrible, el joven rey se hallaba cubierto de sangre al igual que el segundo príncipe. Ambos poseían miradas cargadas de tristeza y en su actitud notaba la falta de ánimos pero ella sólo pensaba en la salud de Daryuth.
—Su alteza, ¿Se encuentra bien? —preguntó Fioret preocupada acercándose.
El joven rey sorprendido por verla, sólo le sonrió asintiendo. Sentía un fuerte peso sobre sus hombros y las palabras no salían de su boca pues no sabía como explicar lo que había sucedido, aunque tampoco pensaba hablar de ello frente a su primo.
Ella comprendió su silencio y se tranquilizó, pues sólo le bastaba ver aquélla sonrisa para calmar el tormento que se desataba en su alma.
Trinity tomó a Levi y le llevó hacia una habitación para que éste tomara un baño, debía quitarse toda la sangre que lo cubría pues todo de él gritaba en voz alta la palabra tragedia.
—Fioret, ¿Cómo puedo sanar un dolor tan fuerte como el que está sintiendo? —preguntó Daryuth con pánico.
Temía que ésto desatara una gran ola de odio en el herido corazón de Levi, temía que el mal camino le guiara hacia una destino lleno de perdición. Estaba enojado, con si mismo por no poder hacer nada pero sobre todo con quienes estaban detrás de ésta matanza y no les perdonaría pues gente inocente había sufrido las consecuencias de la ambición que poseía el rey de Kadarl.
—Su alteza, su amable corazón es capaz de curar cualquier herida por más dolorosa que sea. Sólo debes ser tú mismo —respondió ella con una sonrisa.
Fioret no sabía lo que pasaba, mucho menos lo entendía pero sabía que tan pronto el joven rey estuviese preparado le contaría sobre ello después de todo ambos estaban conectados el uno con el otro por un fuerte lazo.
Después de todo, él había sido la luz que iluminaba su oscuro sendero.
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