Capítulo VI
—¿Estás segura de que te sientes mejor? —preguntó Odeth confundida.
—Si no lo intento, me quedaré estancada sin poder hacer algo—refutó Fioret.
Ella logró apoyarse en las muletas, el día anterior Daryuth había encargado un par de ellas.
La joven se impulsó a caminar, una sonrisa resaltó en su rostro. No se había dado cuenta de lo mucho que extrañaba moverse de un lado a otro.
Desde pequeña había sido una niña llena de energía e incluso ahora lo seguía siendo a pesar de todas las dificultades.
—La guiaré hacia el jardín —dijo Odeth señalando el camino.
Fioret comenzó a seguirla mientras observaba la inmensidad del lugar. Era hermoso, estaba repleto de arte, desde pinturas hasta grandes esculturas y un ambiente cálido rebosaba en el aire.
La luz se colaba a través de las ventanas y las decoraciones de las grandes paredes centellaban al contacto con ésta.
Pero algo mucho más brillante y vivaz apareció frente a sus ojos, aquél jardín poseía una inmensa cantidad de flores. Al lado de ellas la figura del joven rey resaltaba, su cuerpo se encontraba de espaldas pero aún así se veía imponente.
En sus manos una extraña flor reposaba, sus colores eran pálidos y comparada con las flores a su alrededor era sencilla.
Pero él la sostenía como si fuese el tesoro más preciado que el mundo le podía haber dado.
—Su alteza —dijo ella acercándose.
El joven rey se sorprendió al verla allí de pie apoyada en las muletas, tan sólo tenía con ellas unas horas y ya las estaba usando, la fortaleza de Fioret le parecía simbolo de admiración.
—Señorita, ¿Le es más llevadero poder caminar? —preguntó con interés.
Ella asintió y se acercó a las coloridas flores, sólo verlas le parecía maravilloso puesto que en el orfanato donde vivía no tenían la capacidad o recursos para cuidar plantas.
—¿Te gusta esa flor? —preguntó Fioret mirando al joven rey.
Él mantenía aún la pequeña flor entre sus manos con delicadeza, le observaba con cariño y a la vez con tristeza. Aquéllos pálidos pétalos junto al jardín eran especiales para Daryuth, podía entenderlo con tan sólo observar sus ojos.
Su silencio estaba acompañado de sus pensamientos, el último día cuando su madre estuvo con vida habían visitado aquél lugar y ella le recalcó el amor que sentía por él.
El jardín representaban los momentos alegres que había vivido junto a la reina.
—Mi madre amaba éstas flores—pronunció él sin mirar al frente.
No sabía en que momento encontró la confianza para compartir aquello con ella pero su boca habló por si sola.
—La reina, ¿Cómo era? —preguntó Fioret con duda.
Sabía que era una extraña para entrometerse en los sentimientos del joven rey pero aún así, sentía que él no había hablado con nadie de ésto y necesitaba dejarlo salir.
—Ella era amable, honesta, humilde y querida por todos — respondió Daryuth recordando el rostro de la reina—. Y era muy hermosa.
La mirada del joven rey se iluminó, hablar de su madre le traía buenos recuerdos aunque Fioret temía que aquellos fueran los únicos momentos especiales que le acompañaran.
Estuvo a punto de preguntar porque las puertas del castillo estaban cerradas pero se detuvo antes de hacerlo. Temía arruinar el ambiente tranquilo o los ánimos del joven rey.
Daryuth observó unos instantes a Fioret y se alejó de allí, corrió hasta el salón real en busca de un sofá. Observó como las piernas de la joven temblaban por estar tanto tiempo de pie.
Llevó el gran objeto hasta el jardín y lo posicionó frente a las flores, así ella podría descansar mientras disfrutaba de aquél hermoso lugar.
—De ésta manera podrás venir todos los días —comentó Daryuth mirándola.
Sus latidos aumentaron momentáneamente, los nervios la llenaron. ¿Cómo podía él ser tan amable?
—Muchas gracias, su alteza— dijo ella en respuesta.
El joven rey sonrió un poco antes de despedirse, debía realizar los preparativos para la invitación en el reino cercano y organizar los negocios con los nuevos mercaderes.
El trabajo cada día aumentaba, ser rey no sólo era firmar papeles o crearlos sino que también debía investigar, él analizaba lo más conveniente para sus habitantes y siempre pensaba en su bienestar.
—Andas muy animado hoy —afirmó Jing al ver a Daryuth entrando.
—¿Por qué estaría animado?
El joven rey frunció el ceño y se quitó la máscara, con cuidado la depositó sobre la mesa.
Jing observó el rostro de su señor, su apariencia a pesar de poseer aquélla maldición era hermosa y amable, le generaba tranquilidad sólo verlo.
—¿Ya le enseñaste lo que hay detrás? —preguntó señalando la máscara.
—¿Alguna novedad del reino? —preguntó Daryuth sentándose e ignorando aquélla pregunta.
La sola idea de realizar esa acción era inimaginable, algo que no haría por nada del mundo durante la estancia de ella en el castillo.
—Dentro de dos días habrá un festival en la capital y los nobles solicitan su presencia — habló Jing mientras apretaba sus dientes.
Conocía muy bien quien se escondía tras aquél escenario y tiraba los hilos, aquélla familia que fue desterrada del castillo por sus crímenes. El hermano del antiguo rey quería que su hijo ocupará el trono y al parecer no se daría por vencido hasta obtenerlo.
El pueblo le apoyaba, además de los nobles quienes con tal de quitar al joven rey de su posición le prestarían su poder social. Por ésto aquélla reunión con la gente de Thevur era tan importante, Jing no entendía como aquéllos habitantes no valoraban la buena vida que su alteza les daba.
La cara de Daryuth se oscureció, y el silencio se apoderó de la biblioteca. Él odiaba ser visto de aquélla manera, con desprecio y miedo pero no podía seguir así.
Las palabras que la reina había dicho aquél día le seguirían por siempre y más por el simple hecho de que se arrepentiría por no cumplir su promesa.
La decisión en la actitud de aquélla joven le había alcanzado, lo había inspirado a sobrepasar los límites que él se había impuesto en su día a día.
—Asistiremos—pronunció Daryuth segundos después.
—¡Pero, su alteza ellos le desprecian!—exclamó Jing—¡No soporto ver como le tratan mal!
Las cartas se habían puesto sobre la mesa, no retrocedería. No ahora y tal vez nunca lo volvería hacer, en éstos momentos algo en él había cambiado.
—Ellos han citado al rey, y yo Daryuth Arakdell monarca de Thevur iré en representación a los deseos de mi madre.
Jing se quedó en silencio observandolo, la mirada junto a la actitud firme del joven rey le hizo rendirse y suprimir sus quejas.
Aquélla determinación no podía ser igualada.
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