Capítulo LII
La mirada humedecida del joven rey prosiguió en observar a su alrededor sin poder creer lo que sucedía mientras su corazón latía con rapidez.
—Señorita, ¿Ésto es...? —preguntó Daryuth en un susurro.
Fioret tomó con mayor firmeza la mano del joven rey como si ambos fuesen uno solo para traspasarle sus cálidos sentimientos, podía ver como el cuerpo de él temblaba con levedad a causa del nerviosismo mientras sus azules ojos permanecían llenos de asombro y miles de emociones más.
—Su alteza, ésto es un festival en honor a su cumpleaños. Sé que fue dos días atrás pero deseo que lo disfrute como si fuese hoy — comentó Fioret con una sonrisa.
—¿Está bien para ellos celebrar mi nacimiento? —preguntó Daryuth siendo azotado por la inseguridad.
Pues aquéllas maravillosas e increíbles acciones le parecían dignas de un libro fantástico en el cual todo cambiaba para bien pero sabía que la realidad no era de esa forma. Sus emociones se contradecían entre sí de una manera extraña pues la alegría y a la vez la duda le carcomían sin la intención de detenerse, ya que en su cabeza más de veinte años de odio no eran algo fácil de olvidar.
—Rey Daryuth, gracias por tu preciosa existencia —pronunció Fioret sacándolo de sus pensamientos.
El corazón de él se detuvo por unos segundos mientras un poco de calor se subía hasta sus sonrojadas mejillas con vergüenza, la mirada sincera de su amada era tan especial al punto de despejar todos aquéllos temblorosos pensamientos que se aglomeraban en su cabeza.
Ella le agradecía por existir con tan brillante mirada, era la segunda persona después de su madre que decía tales profundas palabras. La reina simpre lograba sacarle una alegre sonrisa, con su amabilidad y su dulzura enternecían cada parte de su abatida alma. Para Daryuth, Fioret poseía aquél mágico poder sobre él, ella era su felicidad, su orgullo y admiración pero sobre todo sabía que era el amor de su vida.
Otra lagrima resbaló por el rostro del joven rey mientras ella le guiaba hacia una pequeña tienda, al llegar allí Fioret se acercó nuevamente al soberano de Thevur otorgándole una pequeña caricia a su rostro y un casto beso en su mejilla.
—Señorita, ¡Muchas gracias! —exclamó el joven rey en voz baja mientras una cálida sonrisa lo invadía.
—Oh su alteza, no es nada —respondió ella algo avergonzada por su atenta mirada.
Unos minutos después la dueña de la tienda llegó a su lado con una bandeja y en ésta varios postres de distintos sabores se hallaban a la espera de ser probados.
—¡Feliz cumpleaños su majestad! —exclamó la mujer tras dejar el pedido sobre la mesa con una corta reverencia.
Una mirada iluminada, repleta de agradecimiento se podía observar en los atormentados ojos del joven rey mientras degustaba los dulces platillos y a su lado Fioret veía con ternura la manera en la que su amado comía al igual que un pequeño niño.
Los habitantes en el interior de la tienda le miraban con gran curiosidad, dudaban en acercarse pero a la vez deseaban conocer más al príncipe heredero que con tanto esmero protegía a su gente sin obtener el amor que su reino debería otorgarle. Deseaban conocer al pequeño niño que la bondadosa reina de Thevur había concebido y criado hasta cumplir su mayoría de edad sin la oportunidad de recibir un trato justo.
Tras terminar de comer, ambos se despidieron con cortesía de las personas en la tienda y se dirigieron al siguiente lugar que aparecía en la lista de sitios para visitar en el festival. Fioret quería mostrarle todo el apoyo y esfuerzo que las personas habían invertido en la decoración de toda la capital para al final mostrar las obras principales en la tarima, así que a paso lento le guió por distintos lugares turísticos del reino.
Su corazón ansiaba ver la reacción en el rostro de Daryuth, podía notar como su mano temblaba levemente a causa del nerviosismo pero ella le sostenía con mayor fuerza dándole su completo apoyo y voluntad para seguir adelante pues sabía bien que el joven rey sería reconocido por su gente.
—Señorita, ¿Estás segura de que podemos entrar aquí? —preguntó Daryuth observando el lugar.
Frente a ellos se hallaba el salón de las pinturas, donde los nobles daban a mostrar sus talentos artísticos y por ésto, el joven rey temía visitar aquél lugar. Su padre desde pequeño le prohibió visitar tales sitios y la costumbre había quedado marcada en lo más profundo de su ser al punto de evitarlos cuando los veía o transcurría cerca de ellos.
Fioret apretó aún más su mano y con impulso adentró a Daryuth en la gran mansión mientras una sonrisa sobresalía en su feliz rostro.
—Hoy es un día especial su alteza... le tenemos una sorpresa —pronunció Fioret con emoción.
Tras caminar varios pasos, ambos se situaron junto a una enorme y elegante habitación que el joven rey observaba con inminente asombro.
—Su alteza, sea usted bienvenido —la voz de Trinity le hizo percatarse de las presencias a su alrededor.
Junto a ella se hallaba Levi quien estaba vestido con pulcritud pero a la vez su rostro mantenía aquélla seriedad de siempre aunque en sus ojos esmeralda se podía notar una chispa de vivacidad que muchas veces se ocultaba.
—Ésto es un regalo de su prima —comentó Fioret acercándose a la gran pared que se encontraba cubierta por una gran sábana blanca.
Tras retirarla, el bello paisaje de las flores que tanto adoraba lo hipnotizaron con un sentimiento de intensa admiración. El jardín que su madre amaba con todo su corazón se encontraba muy bien representado en aquélla frágil pero hermosa pintura, el día de hoy había recibido tantas sorpresas que no hallaba la forma de reaccionar o la manera de agradecer.
—Es demasiado hermoso, estoy muy conmovido —respondió él colmado por maravillosas emociones.
Jamás creyó que tales acciones podrían transformar cada parte de su ser en una infinita alegría, era la primera vez en su vida que tantas personas celebraban su cumpleaños pues los únicos que antes agradecían su existencia eran la reina, sus dos primos y Odeth.
El corazón de Daryuth quería gritar de mil maneras su eterno cariño pero esas palabras simplemente no salían pues con ver a las personas a su alrededor podía notar que ellos entendían cuan agradecido se encontraba.
—Está comenzando a esconderse el sol. Es hora del evento principal —insistió Fioret con una sonrisa tomando otra vez la mano del joven rey.
Daryuth sonrió como un pequeño niño esperando ver la grata y misteriosa sorpresa que su amada proclamaba con tanta satisfacción pues su corazón se encontraba nervioso a causa de la propuesta que en cada parte de su alma permanecía.
Hoy le pediría a Fioret que le cediera el honor de convertirse en el apoyo inmarcesible que tanto anhelaba ser en su cálido corazón.
Daryuth quería ser la luz que iluminara el bello jardín en el que su amada flor se hallaba y permanecer junto a ella hasta el fin de sus días.
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