Capitulo IV

Sólo había pasado un día y unas horas desde que Daryuth envío las provisiones a Freyla pero aquél joven rey con máscara no visitaba a Fioret. Los asuntos internos del reino le mantenían ocupado, sobre todo por una de las peticiones de otra nación cercana.

El rey Zen de Lumillion le había enviado una invitación a su reino de asistencia obligatoria para las negociaciones pero tan sólo el pensamiento de llevar su presencia allí le causaba pánico.

Sí no era aceptado por su propia gente mucho menos lo sería por personas desconocidas. Además de que si tapaba su rostro les parecería sospechoso e indebido.

—Su majestad, ¿Otra vez una invitación? —preguntó el joven de cabello oscuro.

—Volviste Jing, ¿Cómo te fue con los comerciantes?

—Igual que siempre, tus planes económicos son excelentes —respondió restándole importancia.

Jing se había convertido en el mayordomo del joven rey a temprana edad, él había sido rescatado por la reina del tráfico de esclavos y se le brindó educación para que le ayudara a Daryuth. Pero la razón más importante era para que ambos establecieran una amistad.

Él observó al joven de ojos rasgados quien poseía un largo cabello fino y liso. Ambos tenían la misma edad pero sus apariencias eran distintas comenzando con su reino de procedencia.

—Gracias por asistir por mí —dijo regalándole una sonrisa.

Una mirada llena de asombro con admiración cubrió el rostro de Jing, y después una sonrisa escapó de sus labios.

—A éste paso, los países extranjeros creerán que soy el rey de Thevur.

Aquello no le parecía una mala idea pero le había prometido a su madre antes de morir que cuidaría del reino. Que sin importar como protegería a su gente y les enseñaría a cambiar sus defectos pero para él esas acciones parecían imposibles de realizar.

—Iré a visitar a la señorita —dijo tomando la máscara y saliendo de la biblioteca.

Con rapidez él se traslado hasta la habitación, tocó dos veces la puerta y al escuchar un “pase” entró.

Ella se encontraba recostada en la cama observando el exterior, varias preguntas se asomaban por su cabeza y una de ellas era la actitud de los guardias cuando la perseguían.

Sus duras y crueles palabras se repetían en su cabeza, según ellos un monstruo habitaba en el castillo. Por ésto pensó que el lugar había sido abandonado y estaba embrujado pero en el interior sólo habitaban personas amables.

Ella dirigió la mirada a la puerta y notó la presencia del joven rey.

—Su alteza —pronunció con sorpresa haciendo una corta reverencia.

—Así que Odeth te lo dijo, no es necesario que me llames así—dijo él apenado.

Le había dicho a la corte noble  también varias veces que no usaran ése título para referirse a él pero ellos se empeñaban en llamarlo así.

Odeth le repetía que sin importar cuantos quisieran negarlo, era el rey de Thevur y debía sentirse orgulloso de ello.

—Estoy agradecida y apenada con usted, trabajaré para pagarle por su generosa ayuda —dijo ella con firmeza.

—Éso no es necesario, tómelo como un regalo de mi parte.

Fioret observó fijamente los ojos de Daryuth, su mirada era sincera pero por alguna razón se sentía mal. Ella quien estaba acostumbrada a robar, le parecía terrible no hacer algo para devolver el favor del rey.

Pero mientras lo veía una duda pasó por su cabeza, aquélla máscara. ¿Para qué la usaba? ¿Qué ocultaba detrás de ella?

Daryuth notó la curiosidad que se desbordaba de aquéllos ojos miel y se sintió invadido, débil como si ella pudiera ver a través de su caparazón.

De inmediato decidió levantarse e irse de allí pero una mano le detuvo.

—Espere—gritó Fioret—. Ha sido grosero de mi parte sólo verlo fijamente.

Él suspiró y volvió a sentarse, ella estaba sola en un lugar desconocido sin poder caminar y sin algo para distraerse. Entonces recordó la biblioteca junto a su pasatiempo preferido.

Le indicó que le esperara y salió en busca de sus preciados libros, tenía miles de ellos. Cada uno era una aventura o mundo distinto por visitar y nuevas emociones por conocer, la reina le había regalado su primer libro a la corta edad de cinco años.

La historia giraba en torno a un chico que había escapado de casa al ser acusado por su padre de matar a su madre y todos lo tachaban de asesino sin darle una oportunidad de explicarse.

Éste se había convertido en su favorito.

Lo tomó, después lo limpió y volvió a la habitación, Fioret le observó en silencio al notar la emoción que el joven rey poseía al pasarle el viejo libro.

Pero Daryuth recordó algo, según la información de Kael no todos en el reino de Freyla recibían estudios o sabían leer y sus ánimos decayeron de inmediato.

—¿Sabes leer? —preguntó algo nervioso.

Ella no respondió, sólo sonrió y comenzó a leer despacio las primeras páginas. La hermana Marella le había enseñado a leer poco a poco hasta que un día logró leer su primer libro por completo.

Él disfrutaba tanto aquélla acción y la manera en la que ella planteaba los pensamientos del personaje que una gran ola de serenidad lo inundó.

Sin pensarlo se quedó dormido apoyado en el respaldar de la silla, había estado tan ocupado que se le olvidó que debía descansar. Fioret detuvo la lectura y se mantuvo quieta observandolo.

La curiosidad se inmiscuyó en la cabeza de ella, aquél hombre respiraba con tranquilidad y sus deseos de ver que expresión tenía o que ocultaba tras esa máscara salieron al aire.

Así que con cuidado se acercó a él, sus labios se encontraban entre abiertos y con cuidado dirigió su mano hacia la máscara con la intención de levantarla.

Pero Daryuth poseía grandes reflejos y tan pronto ella tocó su rostro se despertó de inmediato tomando su brazo.

La máscara se levantó un poco a causa del movimiento pero con rapidez la acomodó.

Su mirada se frunció al verla, se sentía ultrajado y decepcionado. Con gran frustración se levantó de golpe de la silla y se alejó de ella con desconfianza.

—¿Viste algo? —preguntó entre gritos.

Pero al notar la mirada asustada de Fioret pensó lo peor, por su mente corrió la idea de que ella le había visto el rostro y ahora ya no podría verlo de la misma manera.

Aunque en ése mismo instante reconoció su error, le había gritado a una mujer. Jamás en su vida realizó tal loca y deshonrosa acción.

—Su alteza—llamó ella entre susurros. Se sentía apenada, el miedo de haberlo herido la golpeó de inmediato.

—Siento gritarla señorita, discúlpeme —pronunció él antes de salir corriendo.

Debía esconderse, se sentía vulnerable. La rabia se había apoderado hace unos instantes de él, una emoción imperdonable que sólo llevaba a las personas a la ruina.

Su corazón dolía.

Sufría al recordar aquélla expresión, igual a las miradas que le dirigían los habitantes del reino y aquellos que habían entrado al castillo.

Una vez más sus esperanzas de ser valorado por otros se había desvanecido pero al menos tenía a su corte noble para ser apoyado.

Fioret quería disculparse pero no podía levantarse, a pesar de que ella tenía la culpa el joven rey se había disculpado con ella.

Pero no se rendiría y así tuviera que arrastrarse por el suelo, le pediría perdón al rey de Thevur por sus grotescas acciones.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top