XXIII: Café Samila.
1
En su habitación, Samila oía la radio, “Radio k-40FM: Rock alternativo” Conducido por Konrad Niels, aclamado conductor, que en los 90’s conducía un programa de chismentos “Farándula dura”, que al parecer también era fanático de las bandas de rock alternativo del 2009.
«Aquí Konrad, en Radio K.40 FM, con los mejores temas de rock de la nueva era» —se podía oír en la radio con un sonido bajo y lleno de lluvia estática.
Samila, quien mientras oía la radio preparaba la mesa, estaba bastante emocionada, pues había deseado invitar a sus amigas a su hogar durante bastante tiempo. Ella aplanaba los manteles y echaba desodorantes ambientales, con intención de hacer que su hogar entre en el ambiente.
Su sala estaba totalmente impecable, no había ni una mancha que pudiese estropearla, con una biblioteca la cual estaba repleta de libros, y un parlante por el cual, mediante un ordenador, colocó música clásica; todo perfecto para que las chicas disfruten.
Poco a poco las chicas fueron llegando, a lo cual Samila les recibía en su entrada. Jacqueline fue la primera en llegar, quien saludó a Samila con un abrazo muy fuerte. Seguida de Katherine, quien llegó junto a Estefanía, y al final Helen, quien llegó junto a Celina.
—Bienvenidas chicas. —dijo Samila con encanto, su casa desprendía majestuosidad.
—Hola Sami. —contestaron todas al unísono.
—Ahora les traigo el café. —agregó Samila y se dirigió hacia la cocina.
Las chicas quedaron un rato en silencio absoluto, aquel silencio incómodo cuando no sabe nadie que decir, hasta que alguien lo rompió.
—Y ¿qué tal chicas? —preguntó Celina.
—Yo bien. —contestó Katherine.
—Yo igual. —dijo Jacqueline.
En cierto momento, las chicas comenzaron a hablar sobre su vida, hasta que llegó Samila, con tazas de café en una canasta.
—Lo siento por la canasta, es que quería agarrar todas las tazas, pero son muchas. —dijo Samila y esbozó una pequeña sonrisa.
—No pasa nada. —dijo Jacqueline mientras reía.
De un inicio, Jacqueline se sentía cómoda en la casa de Samila, y más aún junto a sus amigas, la sensación de estar acompañada le quitaba aquella sensación desagradable que sus pensamientos le producían, simplemente, cuando salía con ellas, se olvidaba de todo eso.
—Tu café es muy delicioso. —dijo Estefanía, a lo que Samila le sonrió agradecida —creo que deberías de hacer tu propia cafetería.
—Eso suena interesante. —contestó Samila. —Pero, no sé dónde, no tengo un local.
Estefanía se puso algo pensativa, sin embargo se le prendió la lamparita.
—En tu cochera, ¿no hay espacio?
—Sí, hay espacio, el vehículo de mi padre está en arreglo. —dijo Samila sonriente.
—¿Qué tal si te dedicas a instalar la cafetera ahí?, nosotras ponemos cortinas y abres tu propia cafetería.
Las chicas parecían estar pensando en abrir un “Café Samila”, aunque a Samila no le gustaba mucho la idea de sólo esté ahí su nombre, al resto del grupo le gustó como quedaba. Samila era un nombre poco usual, aunque es mejor conocido por actrices como “Samila Estrella Koslov” una nieta de inmigrantes rusos los cuales llegaron al país, y lo popularizó.
Al final Samila cedió a hacer el «Café Samila», tras su cochera decidieron colocar una manta blanca y reluciente como la nieve, y un letrero con el título de la cafetería, previamente dicho.
2
Samila limpió la mesa, colocó la cafetera junto a algunos aparatos, jarras, tazas, etc, que había ahí, e inmediatamente la enchufó. Ellas decidieron hacer un logo, un logo que lucía más que nada como la silueta de una taza de café, un logotipo de fondo blanco que pegaba con la cortina, escrito en una fuente elegante.
Las chicas ya tenían listo el negocio, lo único que faltaba eran los clientes, los cuales encargaron atraerlos a Estefanía, la cual era muy sociable. Ella imprimió una cantidad de folletos y lo fue repartiendo por todo el barrio, haciendo que la casa de Samila se llene completamente.
—Chicas, ya he hecho mi trabajo. —dijo Estefanía.
—Muy bien hecho. —contestó Jacqueline.
Samila se sentó en una silla hasta que llegó el primer cliente, Jacqueline le dijo el pedido a Samila por detrás de la cortina, un café expreso. Samila tenía la cafetera y los granos en mano, así que lo hizo y lo puso en un vaso de plástico que había ahí, ya que aún no tenían las mesas para hacer que los clientes se sienten, y entonces el cliente se fue satisfecho.
El siguiente cliente a diferencia del anterior, preguntó si había algo en el menú con leche, pero al no haberlo pidió Café expreso otra vez. Samila tuvo la idea de implementar algo con leche ahí. Así que prendió la hornalla y escribió en el menú con un fibrón:
« >Café con leche;
>Capuchino;
>Late; »
Enseguida los clientes comenzaron a llegar. Así que se prepararon para trabajar duro. Al terminar la jornada, Samila decidió comprar varias mesas de plástico con el dinero que adquirieron gracias al café. Las colocaron en el jardín y ya comenzaron a sentarse clientes con tazas de porcelana llenas de café, café de todo tipo…
Samila siguió haciendo café, mientras hablaba con sus amigas, las cuales le ayudaban, y al terminar las jornadas también repartía las ganancias entre ellas. Así Samila se inició en el mundo de las delicias acafeinadas que se podrían encontrar.
Poco tiempo después decidieron agregar bocadillos para acompañar al café, como masas, malasadas, donas, etc. Todo para degustar en el menú de aquella chica.
Orgullosas de su trabajo, se pusieron a descansar. Jacqueline se sentó junto a las chicas, las chicas parecían alegres.
—Queridas, ¿y si vendemos en el colegio? —pregunta Jacqueline. Samila asintió, parecía conforme con la idea.
—Me parece bien, después de todo, por un buen rato la cafetería se encontrará cerrada. —Contestó Samila.
—Exacto, y podremos pagarnos vacaciones en la playa para cuando terminemos la preparatoria. —agregó Estefanía. —Playa San Agustín, un buen servicio, iremos juntas porque nadie en el salón parece pensar en querer algo grupal.
—Muy bien. —dijo Samila.
En el colegio Estefanía lideró el grupo, e intentó convencer al director. El señor se encontraba en su oficina, con su bigote puntiagudo saliéndole desde el rostro, y jugando con este y su dedo.
—Señorita, no puedo permitirle poner su negocio aquí, ya tenemos cafetería.
—¡Pero, la cafetería está en vacaciones! —imploró Estefanía.
—No puedo, la cafetería me daba el 15% de sus ganancias por su estadía.
—Le daré el 20% si nos deja… —dijo Estefanía sin pensar.
El director se levantó de la silla y comenzó a dar vuelta el escritorio…
—Trato hecho, si logran ganar más que la cafetería anterior en las primeras jornadas, les doy el permiso…
3
Estefanía salió con una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja, y sus amigas al verla tan alegre dedujeron que logró convencerlo.
—¿Y? —Preguntó Celina.
—Dijo que sí, —dijo Estefanía. —pero sólo en caso de que le demos un 20% de las ganancias.
Celina miró hacia abajo pensativa, y volvió a fijarse en Estefanía.
—Me parece justo.
Al día siguiente las chicas abrieron su puesto en la escuela, vasos de plástico y mucho café para la gente que espera en la fila. Así hasta que se terminaba el receso. Ese día ganaron mucho, y todo para la alcancía.
En el regreso, 19Hs, Celina caminaba por la calle, y en medio del camino ella vio una tienda de ropa bastante bonita, a lo que decidió entrar a comprar algo. Al salir fue a comer un helado, y de ahí siguió su camino, sin embargo, ya eran las 20Hs, y el lugar estaba en completa oscuridad, iluminado sólo por la luz de la luna y de las miles de estrellas que se veían con claridad en el cielo.
Celina comienza a sentir una presencia, a lo que se aterra.
«No otra vez» pensó, mientras aceleró el paso, sin embargo al darse vuelta no vio a la típica máscara sonriente, si no que esta vez era una máscara triste.
—¡Vuelve! —dijo la tragedia con una voz de una mujer angustiada, mientras Celina corría en dirección opuesta, con una sensación de miedo que le cerró la garganta. La figura solamente con su presencia le heló la sangre hasta puntos inimaginables, sólo que a diferencia de la comedia, su olor no era a carne podrida, si no que su olor era más a jazmines, un olor que a ella le gustaba mucho, de hecho era su olor favorito, pero no lo suficiente fuerte como para convencerla de acercarse a ella.
Ella aun teniendo olor a jazmines, parecía ser peligrosa, la simple apariencia similar a “La comedia” le hacía dar ganas de llorar
Al llegar a la casa, Celina revisó que la máscara no estuviese tras ella, y cerró la puerta.
Celina al regresar, lo primero que logró ver es a su borracho padre durmiendo en el sillón con una cerveza en la mano, así que se encerró en la habitación y se durmió.
Al día siguiente Celina amaneció con frio, a lo que le apetecía un buen café. Al estar haciéndose el café, su padre la detiene.
—Hija, hay algo que debes de saber.
—Padre, me lo hubieses dicho ayer, en vez de emborracharte.
—Tu tío está internado.
La cara de Celina se tornó a una expresión sorpresiva mientras miraba el rostro de su padre.
—Cancer de pulmón, debido al cigarro, no se dio cuenta hasta hace poco, los doctores dicen que ya es muy tarde…
4
Jacqueline estaba haciendo las compras, cuando en el camino se cruzó con su profesor, Harold Largo…
—¡Hola pequeña!
—Hola profesor. —contestó Jacqueline.
—¿Aún sigues jugando al ajedrez?
Jacqueline asintió con la cabeza.
—Yo estaré en la competencia de ajedrez del martes, ¿participarás?
—Sí profesor. —contestó Jacqueline.
—Eres una muy buena rival…
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