XVI: El muro de Jacqueline.

1

Aquel día de colegio, Jacqueline se encontraba sentada en el suelo del patio, bajo una de las paredes del edificio, la cual escondía tras esta la habitación donde se encontraba la dirección del colegio. Su mirada estaba centrada en una hoja de impresora que tenía plasmada una gran cantidad de información acerca de trigonometría, además de ecuaciones las cuales se debía reemplazar datos. La profesora días antes había enseñado que en algunos casos, las mismas ecuaciones tendían a hacerse más pequeñas cuando los resultados te comenzaban a dar 1 o 0 en algunos términos, y para detectarlos se debía de conocer las reglas del álgebra, las cuales Jacqueline había estado aprendiendo desde que iba a 2do.

x - x = 0

Sin importar cuál sea el número, si se le resta a sí mismo se cancela, al igual que si a un número se le suma el opuesto (negativo). A Jacqueline se le hacía muy fácil hacer eso, sentía mucho placer al ver que una ecuación se simplificaba hasta volverse sólo un par de términos, y más cuando le daba un número exacto, sin decimales. Jacqueline al igual que Samila amaban las matemáticas, pero al resto del grupo les iba más regular, a excepción de Estefanía.

El grupo simplemente vivía de ayudarse, las chicas siempre se ayudaron entre ellas, eran demasiado unidas para ello, si alguna no entendía algo, quien lo entendía le explicaba, y así pasaron todas el año anterior. Ese año, a pesar que pensaban que sería más difícil, no lo era tanto, Jacqueline se llevaba muy bien con el personal del colegio, pero todo el mundo adoraba a Samila, ella se atrevía a todo, a diferencia de Jacqueline quien era tímida.

Jacqueline en los recesos, cuando Samila se ausentaba, también amaba mucho la lectura, ella tenía una pequeña colección de libros los cuales solía llevar algunos a su colegio con la intención de no aburrirse en los momentos libres. Samila compartía con ella ese afán y gusto por la lectura, el cual las volvía muy unidas, tanto que la gente que les veía las consideraba "Almas gemelas, divididas al nacer", y decían que se reencontraron.

2

Las chicas regresaban más o menos del colegio al anochecer, debido a que estaban entre 5 a 7 horas dentro, dependiendo el día, y ese año en específico se unieron a un curso a contraturno, Jacqueline quiso unirse, y al hablar un poco sobre ello, el resto de las chicas de ese grupo aceptaron.

Era un anochecer bastante fresco de otoño, donde el ambiente se hallaba de un vívido color rojizo, Jacqueline hacía el esfuerzo de regresar lo antes posible a su casa, pues ese día estaba anunciada una tormenta. Aquella mañana los noticieros repitieron una y otra vez el aviso: «Tormenta para la noche, tarde húmeda con ligeras lluvias», a lo que Jacqueline había prevenido mojarse con la llovizna, llevaba un piloto hipermeable el cual la protegía junto a unas botas y un paraguas.

En ese momento Jacqueline siente una sensación de escalofrío que le recorre toda la espalda entera, sentía en ese momento la sensación de que alguien la estaba observando, sin embargo, al darse la vuelta no había absolutamente nadie. Esa sensación persistió hasta que Jacqueline llegó a la casa, sin embargo, ella creía que no podía pasar a mayores, pues, será tal vez, una de sus ocurrencias típicas, debía ignorarla y evitar que sus ansias la controlen.

En su casa esa noche comió guiso, su familia se había puesto a mirar un partido de Basketball mientras comían, sin embargo, ella al terminar de comer enseguida se puso a leer el libro que tenía guardado en su mochila.

Esa noche, en el baño, Jacqueline tenía problemas, no podía dejar de pensar en Samila, hace un par de días no la veía, y ya se estaba preocupando, sin embargo, la situación y su ocurrencia la obligaban a pensar en otra cosa. Ella misma había buscado una forma de "Emergencia", por si acaso tenía apuros, no tener que tardar pensando, ya que el evacuar mientras pensaba en algo que a ella le agradaba le enervaba muchísimo ya que le hacía pensar que luego se sentiría rara cuando intente disfrutarlo, a lo que intentaba reprimirse a ella misma y así evitar esa sensación de angustia, la cual le hacía pensar que ella pudiese dormir tranquila. Jacqueline sin embargo, luego de un par de veces que con apuros usó su método de emergencia, comenzó a darse más libertades. «Mi mente no debe controlarme, soy yo quien debería controlar a mi mente, ¿por qué me cuesta tanto?, es como si algo me hubiese robado el aliento, algo me hubiese dejado un vacío interior que me provoca el dolor. Tengo un método de emergencia sólo para casos especiales, sin embargo, ¿Quién dice que angustiarse no es algo importante?, un problema que requiere de solución, así poder estar tranquila como cuando era niña. Si angustiarse requiere solución y es importante, podría considerarse emergencia, y así podría usarlo en todo momento». La mente de Jacqueline en ese momento se iluminó, y decidió probar.

Al salir, ella sintió que se podía relajar nuevamente, pues, aquello tan valioso le había evitado quedarse por más tiempo sufriendo. Sin embargo temía que el usarlo mucho hiciese que perdiera su valor, y tarde o temprano termine dejando de funcionar. Jacqueline se mantenía constantemente pensando mientras se miraba al espejo y se lavaba los dientes en su baño, baño al cual esa tarde se le había fundido la bombilla de la luz. En aquel momento, Jacqueline podía sentir ese ardor de la pasta dental cuando lo retenía, así que lo escupió. Para quitarse el resto de la pasta, llenó con agua un vaso y comenzó a hacer gárgaras para luego escupir.

«¿Qué opinarían tus padres si saben lo que haces?, Evita los pensamientos impuros», en la mente de Jacqueline resonaba.

3

Jacqueline se sentía un poco más aliviada, pero aun así, algo agotada, así que colocó sus manos bajo el agua del grifo, y se comenzó a mojar la cara, mientras el agua le comenzaba a gotear por el mentón. Al levantarse, algo hizo que se quede petrificada, algo que vio tras ella al verse al espejo. Ella pudo observar la figura de un hombre, vestido de gabardina, galera y con una máscara que le tapaba el rostro, la máscara de la comedia. Jacqueline parpadeó, y esa figura se había esfumado, sin embargo, el miedo que llenaba a Jacqueline fue suficiente como para hacerla salir corriendo de su baño.

En ese momento llegó Deborah, la madre de Jacqueline, quien la había visto correr. Deborah se encontraba con un aspecto de haberse levantado de la cama para ir al baño, pantuflas, camisón, y con un nido en su cabeza.

–¿Podría saber qué te ocurre?

–N-nada, creí haber visto un bicho –Dijo Jacqueline algo exaltada y nerviosa. –, pero, parece que era mi imaginación. –Agregó mientras dejó salir una pequeña risa nerviosa desde sus labios.

–Emmm, ¿está bien? –Dijo Deborah en un tono pensativo. –Ahora es mi turno.

Deborah enseguida se metió en el baño, mientras Jacqueline seguía con lo suyo. No es la primera vez que veía algo que no estaba, ella muchas veces escuchaba una voz que la llamaba, normalmente de alguno de sus padres, así que no le dio menor importancia.

Jacqueline se acostó en su cama mientras miraba al techo, pensaba en su colegio, pensaba en Samila, en sus obsesiones, ¿cómo haría para vivir feliz?, ella no sabía en realidad, aunque creía que había algún truco, un "Fin", donde ella pueda eliminar todo eso.

Al día siguiente, Jacqueline recibió un llamado de Samila.

–¡Hola Jackie!

–¡Hola Sami!, ¿en qué andas?

–Mal, me he enfermado.

–Lo sé, es muy feo enfermar.

–Pero ya estoy mucho mejor. –Agregó Samila. –Mañana quizás vuelva a la escuela.

–Me alegra oír eso. –Contestó Jacqueline.

–Muy bien, entonces nos veremos mañana si sigo igual de bien.

–Está bien Sami.

Para Jacqueline, esa noticia era muy alegre y esperanzadora, algo que la realidad misma no le otorgó, la esperanza de ser.

Al día siguiente Jacqueline se encontró con Samila.

–¡Hola Jackie bonita! –Dijo Samila mientras abrazaba a Jacqueline.

–Oh, hola Sami, después de tanto tiempo. –Dijo Jacqueline mientras se le dibujaba una enorme sonrisa en su rostro.

–¿Cómo te ha ido?

–Pues, te eché mucho de menos

–Yo a ti, pequeña Jackie.

–¿Vamos a comer algo?

–De acuerdo.

Las chicas empezaron a caminar por el pasillo hasta llegar a la cafetería, la cual estaba tan llena que parecía que iba a producirse una singularidad ahí. Aura se encontraba en una de las mesas del fondo, con un libro "Programación en C++: Librerías y uso"

Jacqueline y Samila se sentaron junto a Aura, mientras esta las miraba.

–Hola Aura. –Dijo Samila.

–Hola Samila. –Contestó Aura con su voz típica, casi susurrada. – ¿Te sientes un poco mejor, Samila?

–Sí, gracias.

–No hay de qué. –Contestó Aura, su mirada se concentraba en su libro, el cual mantenía en sus manos, con un dedo en la hoja en la que estaba.

–¿Piensas seguir algo de informática? –Preguntó Samila.

–Sí, actualmente hago cursos de programación.

–¡Super! –Exclamó Samila.

Jacqueline, quien se había quedado atrás en la conversación, decide hablar.

–Suena bien, yo creo que lo lograrás. –Dijo Jacqueline

–Gracias. –Contestó Aura.

–No hay de qué Aura.

Samila pega un salto de la emoción y abraza a Jacqueline, quien su rostro cambia a un rostro de Poker.

–Nos alegra mucho, esperamos que tengas éxito en lo tuyo. –Dijo Samila.

–Muy bien, gracias chicas. –Dijo Aura.

Sonó el timbre y las chicas debían volver a clases.

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