XV: El paseo de Samíla.
1
Aquella habitación de paredes tan azuladas como el mar pertenecía a la joven Samila. Habitación llena de estanterías donde se guardaban colecciones enteras de libros, comics, videojuegos, manga. Samila solía sentarse sobre su cama para tener momentos de ocio con las colecciones que tenía, sin embargo, en ese momento había tocado leer libros, en especial, "La divina comedia", el cual estaba leyendo en ese momento.
«Tengo ganas de beber un vaso de leche», pensó Samila, quien enseguida se levantó de la cama para dirigirse hacia la cocina y beber un poco. Trago a trago se comenzaba a sentir más somnolienta, a la vez que sentía gusto, su paladar sentía aquel gusto latente de la lactosa. En ese momento Samila no dio más de sí, y guardó la leche en la nevera.
Samila miró hacia sus lados, sus padres no estaban, ya que habían ido hacia una cita, la típica cita romántica por la que salen día por medio, así que no la limitaba nadie. Se acostó en la cama para mirar la televisión, mirar cuales canales pasaban en ese momento, mientras disfrutaba del confort de estar acostada, acurrucada en unas suaves sábanas del mismo color que las paredes.
«Mis padres suelen irse a citas bastante seguido, es hermoso que una pareja se ame tanto aún después de tanto tiempo unida », pensó Samila, mientras miraba el televisor, sosteniendo con firmesa el control con la mano.
En ese momento recordó cuando, aquel día en el que sus padres se habían ido, esa vez por unos cuantos días, según ellos, para visitar a un familiar que estaba mal, y no querían que ella mire el estado en el que estaba. Ella ese día había ido a la feria junto con sus amigas, una feria en la que compartió un momento entre amigas, subiendo junto a Jacqueline a la montaña rusa, e intentando que no se preocupe.
La feria, después de la montaña rusa subieron a los autitos chocones, y después ella intentó convencer a Nina de perder su miedo, y al parecer, ella fue la única a la que no le importó qué pensarán los demás, al fin y al cabo, esa era su personalidad, y visitar esa feria no tendría mayor consecuencia que esa, ¿No?
Samila recordaba todo a detalle lo ocurrido, hasta ese punto, pero, olvidó lo ocurrido en aquel tren de las pesadillas, aquella pesadilla que vivieron, que al parecer fue todo un sueño. ¿no?, un mismo sueño, soñado por varias personas al mismo tiempo, y en un mismo lugar, si es que es posible.
Samila seguía preguntándose, ¿Cuál sería la razón del temor de Nina?, ¿existía una razón en especial?, quizás en otra vida se había dedicado al campo, y algún animal salvaje que se encontró haya acabado con su vida, al igual que decía ese rumor, "Aquello a lo que más temes, es lo que te mató en tu otra vida", ¿sería cierto?, sin embargo, Samila había subido, con intención de demostrarle a la pequeña niña que no tenía nada que temer, porque ella no había notado nada raro en aquel lugar.
¿Era seguro realmente?
¿Fue buena idea?
«Ven y sube conmigo»
Samila se encontraba, en el presente encima de un caballo, similar al de la feria, pero con alas, paseando por el cosmos, que aunque estuviese fuera de algún planeta, sentía como si una atracción gravitatoria jalase de ella hacia abajo, por lo que lograba mantenerse. Ella miraba las estrellas mientras se relajaba, se sentía demasiado relajada, el universo le parecía algo impresionante. Ella por un momento pensó que podía caerse, pero al ver que estaba sujeta, se sintió más segura. Ella se sentía como en un sueño, aunque, se veía demasiado realista, se sentía real.
En ese momento, mientras miraba de lejos la vía láctea, sintió algo que resonó en su cabeza.
—¿Disfrutas de la vista? —Dijo una voz suave y gruesa que la relajaba aún más, similar a la que se escucha en un documental.
—Sí, es un descanso para mi mente. —Contestó Samila a la voz mientras se sujetaba.
—Yo lo armé para ti, quiero que veas —Dijo la voz. —, aquello que ves ahí, es la vía láctea, los seres humanos viven ahí, seres humanos como tú.
Samila contempló la galaxia durante un buen rato, no podía creer, ella hace un rato estaba ahí, se sentía feliz, como si todo lo tuviese bajo control, aunque un poco estresada por los exámenes. ¿Acaso aquello a lo que más le temía era tan insignificante?
—Sí, tan insignificante como la humanidad. —Dijo la voz. — En aquella partecita que estás viendo ahora mismo, está el planeta tierra, la humanidad es así de pequeña, tanto que, si ahora mismo la tierra quisiera deshacerse de ustedes, lo haría al igual que un montón de garrapatas.
—¿Y de mí?
—Claro que también de ti.
Samila siguió con su paseo por el universo, alejándose cada vez más, mientras se sostenía fuertemente algo mareada.
—Eso de ahí, es el agujero negro supermasivo que reside en el centro de la galaxia. La galaxia está bastante distante de él, así que sólo lo orbita como a una estrella, pero si te acercases lo suficiente, este te tragaría, y nunca más podrías salir.
Samila se enervó un poco y se sostuvo aún más fuerte.
—¿Qué quieres mostrarme con esto? —Preguntó acompañada de una sensación muy grande de vacío dentro.
—La vida es muy efímera, Samila.
«La vida es muy efímera»
«̸͔̳̣̱̂̽L̸͔͔̲̞̗̻͍̪̺̙̄̓̽͋̓̆͜ą̷̡̡͓̺͔̹͎̺͈͙̟̤̌̊̍̈́͆̎͑̚͘̕͜͝ ̸̧̰͎̦̻̭̠͔̾́͑ͅv̴̢̺̫͎̺̮̺̰̬̫̀̈͂̓̍̐į̵̹̹̝͚͙̭̻͔̙͚̱͑̀̈͐ḏ̵̢̢̖̹̮̦͂̐̏̎̽̔a̶̤̫̻̺̲̲͎̖̓̃̏̇̓͂́͛̓͋̈́̕ ̶̙̗̬͍̞̮̅͛̊̍̍͗̀͛͗̈́̈́͘ͅe̴͚͔̙͕̻̝͎͓͈̹͎͉̹̫̓̉̃̚s̵̞̜̯̙̯̞̭̜̥̋̋͋͊̍̒̂̽̆̕͜ͅ ̴̜̭͕̳͍̙͗̄̈́̉m̵̱̥̜̪̝͇̗͉̩͓͚̿ͅų̵̤̮͌̈́̚͜ŷ̴͈͉̼̦̘̅̆ͅ ̸̳͔̽͒́͗ë̴̦̫̳͈̪̖͛̈́̅̓̔͊͊̓̋̕͠f̴̛̞͎͒̄̊́̋̓̌̾͆͌̀͘̕í̷̧̡͖̜̺̞̬̯͚́̍̐͆̀͒͌m̶̺͎̯̼̬͇͖̮̻̰̈́̇͑͠e̷̢̹̯̮̤̊̃͒͗́̕͜͜ŕ̴̜̱͕̘̗̼̻̲̓̌̑̀̍͐̀͗͂̐͝a̶̡͈̼͈̮̼͊̊̄̈̈́̂͛̾͝»
Ven y mira...
2
Samila se encontraba otra vez en la feria, encima del mismo caballo, en el carrusel, pero estaba sola, como si ese lugar fuese otro mundo. Frente a ella había una silueta oscura, llevaba aquello que parecía una gabardina negra, sin embargo, su cuerpo era bastante largo, medía unos 3 metros. En su cabeza llevaba una galera de color oscura, del cual se desprendían mechones de cabello largo, mientras que su rostro era imposible de ver, estaba cubierto por una máscara blanca, era la máscara de la comedia, la máscara que sonreía, la cual tras ella había algo que no parecía un rostro humano, sino, más bien oscuridad.
Samila sintió una sensación extraña en el cuerpo, a lo que al bajar la mirada, notó que el caballo se había teñido de un color negro, casi no se distinguía, parecía oscuridad, y esa oscuridad se estaba extendiendo hacia ella, ella se estaba volviendo una con la oscuridad.
—Espero que disfrutes el último sueño de tu vida. —Dijo la comedia.
En ese momento, el carrusel comenzó a girar, y mientras giraba, Samila notaba que a su alrededor se encontraban muchas figuras pequeñas, encapuchadas, que llevaban la máscara de Nasso turco. Todas las máscaras eran blancas, y estaban a su alrededor mientras giraba. Samila se sentía nauseabunda, ya que en paralelo a los giros, sentía olores nauseabundos a carne podrida.
Samila se sostuvo aún más fuerte, mientras esa sensación extraña pasaba a volverse un dolor insoportable de huesos, similar al que se sentiría si fuese aplastada, similar a lo que sintió en el sueño que tuvo mientras estaba en "El tren de las pesadillas", donde tanto ella como sus amigas parecían haber muerto. A diferencia de aquel sueño, lo que estaba viviendo en ese momento parecía ser real, como lo parecía ese sueño, sin embargo, ahora Samila sentía que esa vez no iba a despertar.
La comedia soltó una carcajada, su voz se había transformado en algo horrendo y visceral, algo que nadie desearía oír jamás. En ese momento, La comedia se había dado la vuelta hacia Samila nuevamente, quien ya no se encontraba sentada, si no que su cuerpo estaba echado hacia delante, mareada pero aún consciente. La comedia estiró su largo dedo como si se tratase de una masilla de plastilina, y empujó la plataforma, haciendo que esta comience a acelerar. Samila, ya tan mareada y nauseabunda deseaba que esa situación parase, si era un sueño, debía despertar.
—¡Samila!
La realidad comenzó a oscurecerse lentamente, el mundo a apagarse, ¿acaso estaba perdiendo la consciencia, o despertando de aquella pesadilla?
(...)
3
Samila en aquel momento se encontraba tendida sobre su cama, desde la puerta se oían golpes, su madre había llegado, a lo que Samila se levantó, sin embargo, en ese momento sentía como si todo el mundo girara, y al llegar hasta una punta, volvía hacia el punto de inicio. Las náuseas comenzaron a Samila, quien comenzó a sentir una sensación en el estómago y garganta como si de arcadas se tratasen.
No pasó mucho tiempo para que Samila salga corriendo hacia al baño, y al arrodillarse en la tasa del baño, comience a vomitar, sintiendo por la garganta aquel gusto ácido que tenía la bilis, mientras que todos aquellos grumos de lo que había comido el día anterior se encontraban atrapados en su nariz.
Cuando Samila había dejado de vomitar, intentó quitarse los grumos de la nariz, pero le dio asco cuando accidentalmente los inhaló, y sintió que su estómago volvía a presionarse.
Ese día, Samila se la pasó en la cama, ese olor putrefacto no se le quitó de su mente hasta cinco horas después. La televisión estaba encendida, Samila estaba viéndola para distraerse, aun costándole olvidar aquel olor a podrido que irradiaba dentro de su sueño, aquellas vueltas que la habían mareado tanto, y sobre todo, aquel ser que con sólo su presencia, le erizó la piel.
¿Quién era el ser?, ¿Quiénes eran los otros seres que tenían la máscara de Nasso turco?, Samila se planteó muchas interrogantes las cuales no supo responderse, pero el simple hecho de recordar el sueño le comenzó a dar repelús.
La madre, quien no sabía que se había ido a la feria con sus amigas, pensaba que ella andaba mal del estómago, y le preparaba infusiones para mejorarla, las cuales le hacían sentir bien durante unas cuantas horas, antes de volver a sentirse más otra vez. Samila, pensándolo muy bien, dejó de darle más vueltas al asunto, intentó tranquilizarse, ya que aunque era cierto que "La comedia" le hizo daño durante el sueño, pensó que era sólo de esa vez, su cuerpo tenía un problema de antes, y le intentó avisar por medio de este. «Fui una tonta por pensar que iba a ser algo importante, probablemente ya tenía algo de antes, y el cuerpo me avisó mediante un sueño, o eso espero.» pensó con algo de desconfianza.
4
Aquella noche la televisión estuvo trabajando muy duro, prendida desde la mañana, mientras la doctora que fue a su casa la revisaba, ya que no podía pararse. Sin embargo, Samila ya pudo recuperarse un poco, dejando de sentir ese olor tan nauseabundo de sus sueños, y poder pararse de su cama. Ella decidió ir al baño en ese momento, pero, al pasar cerca de la ventana sintió una sensación de escalofrío recorrer por su espalda. Al mirar por su ventana casi suelta un grito de espanto. Había una figura encapuchada observando, esta llevaba la máscara de Nasso turco, la observaba desde lejos, sin emitir ninguna palabra. En ese momento Samila llamó a la madre, y le señaló hacia fuera.
—¿Qué quieres que vea? —Preguntó Erica.
Al mirar otra vez por la ventana, esta figura había desaparecido, a lo que Samila simplemente tuvo que pensar en algo para decir.
—Bueno, el jardín es lindo, ¿no?, ¿hace cuánto que el gato del vecino no viene de visita?
—El gato del vecino estuvo hace dos días.
—¿Dos días?, vaya, interesante.
—Veo que te agrada.
—Me encantan todos los animalitos.
—A mi igual.
Samila volvió a su cuarto, cerró la puerta con llave, y se puso a dormir, aunque no sin antes prender el velado, y colocar una estatuilla de Jesús de Nazareth en el escritorio a su lado.
Erica, quien había estado hablando con Samila, fue a ver al padre, quien estaba en la sala, mirando la televisión, en la cual pasaba el noticiero.
—¿Vamos mientras Samila duerme?
—¿No crees que es muy peligroso dejarla sola?
—Yo creo que si no hacemos algo con nuestro asunto, entonces la cosa empeorará.
—¿A qué te refieres?
—Tendremos que contactarnos con el resto de los verdaderos, y ver en qué andan —Dijo Erica Suarez. —, además, esta vez se reunirán acá a una cuadra, en el Motel Belleza, habitación 9, segundo piso.
—Me parece fenomenal. —Dijo el señor del Monte mientras dejaba el control en la mesa a un lado de su silla.
—Tendremos que seguir capacitando a nuestro nuevo miembro, el joven Fred, el cual nos ayudará con el caso.
—Después de eso, ¿crees que descubramos realmente todo acerca de nuestra procedencia?
—Creo que, sí, descubriremos aunque sea de qué estamos hechos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top