XI: La Feria (I-V)
1- La morada de Jacqueline
1
En el Bazar Barato, se podía oír una nostálgica melodía salir de las luces navideñas, «Santa Claus is coming to town», en un tono algo lento que provenía de los chips metálicos vibrantes de la caja de sonido, y aquella que sonaba de forma repetitiva mientras la gente que visitaba el lugar compraba aquello que necesitaban. En el bazar, se podía encontrar a Samila, quien rato antes, se encontraba limpiando sus gafas con un grifo de la calle, en ese momento estaba comprando unas luces, junto con su madre, Erica Suarez, una mujer esbelta, con ropa de cuero color negra, gafas de sol, y al igual que su hija, su cabello tendía a ser ondulado, sólo que no lo llevaba desordenado, más bien, sólo aplicaba a sus puntas.
—Mi niña, tengo el regalo perfecto para tu navidad. —dijo Erica.
—¿De verdad? —replicó Samila con ansias.
—Sí, pero lo vas a ver cuando llegue el momento.
—¡Es injusto! —contestó Samila.
—La vida es injusta.
Las luces que estaban conectadas cambió la melodía a "Merry christmas", mientras Samila pasaba a su lado e iba con su madre hasta la caja a pagarlo todo.
—Bueno, ¿a cuánto estaría esto? —dijo Erica.
—Está a 50&.
—Está bien —replicó Erica, y enseguida sacó un fajo de billetes de su cartera, y se lo entregó en la mano al chico que estaba cobrando. En un punto de vista diferente a ese plano, Samila estaba inquieta, dando vueltas por la zona.
El chico contó el dinero, le pasó un aparato de UV encima, lo rozó por un folio, y al ver que se desteñía, lo guardó.
—Suyo.
—Muchas gracias.
-Gracias a ustedes. -contestó el vendedor.
Erica salió junto a Samila del bazar, encontrándose con una calle donde toda la gente del pueblo había salido a comprar, como "Jorge", aquel dueño de la sede de autobuses, o la Señora Philips, la dueña de la tienda de artilugios antiguos.
—Sami, vamos para la casa, ahí tengo tu sorpresa.
—Está bien madre.
Ese verano la gente andaba acalorada, la humedad estaba por los cielos, era del 98% y muy asfixiante. En el pueblo había un festival navideño, donde pasaba una carroza y las tiendas hacían ofertas. El dólar andaba elevándose cada vez más, la demanda de los productos aumentaba mucho.
Samila al llegar a la casa, abrió el regalo que le tocó, y se sorprendió cuando al echar un vistazo, se encontró con una xbox360,
—Toma, es toda para ti.
—Muchas gracias —dijo Samila, y abrazó a Erica.
Samila parecía demasiado feliz por el regalo.
Jacqueline, quien había salido de su hogar, caminaba por aquellas calles en busca de ofertas para aquella navidad, en una esquina se encontró con una vidriera que llamó su atención de inmediato, «Calendario desde 1990 hasta 2040», un artilugio que se encontraba de oferta en aquella tienda.
Jackie posó su mano sobre el pomo de aquella puerta, y visualizó un cartel que decía «Empuje», a lo que Jaqueline obedeció. Al entrar a la tienda, se pudo oír el sonido metálico de una campanilla de timbre de un hierro oxidado que pasaba a tener un tono rojizo; parecía haber estado en aquel lugar durante décadas.
La tienda no parecía muy antigua, se notaba que poseía suelo cuadriculado y una pared de ladrillos pintada de un color amarillento. En sus estantes se podía apreciar una cantidad considerable de artilugios y recuerdos, probablemente para la gente que visitaba el pueblo, gente que tenía familiares ahí o que iba de vacaciones a disfrutar de la feria. Jackie se acercó al mostrador, y visualizó una campanilla que se encontraba a unos escasos metros de su posición. «Tin tin», al parecer el vendedor sería algo distraído, puesto a que tenía otra campanilla colgante en su puerta. Jackie se quedó mirando un rato su entorno y apreciando desde la vidriera un dibujo hecho a mosaico que se encontraba en la pared de la calle frente a la tienda.
—¡Hola pequeña!, ¿qué puedo hacer por usted? —dijo una voz gruesa tras Jackie, quien al darse la vuelta otra vez hacia el mostrador vislumbró a un señor de cabellos canosos y bigote.
—B-bien, vengo por aquel almanaque. —dijo Jackie mostrando una leve sonrisa.
—Está bien, ese almanaque está a 30&.
—Muy bien. —Jacqueline saca un fajo de billetes de su bolsillo para ponerlo en el mostrador, a lo que el vendedor después de pasarle una luz UV sonríe.
-Muchas gracias, todo tuyo.
—No hay de qué —contesta Jackie mientras se marchaba de la tienda.
La calle que se encontraba fuera de aquella tienda daba a una rotonda por la cual los vehículos cruzaban para llegar a la siguiente avenida. En aquel pueblo había 10 avenidas en total, y Jaqueline se encontraba en "Avenida San Jorge", la cual cruzaba con "Avenida Santo Tomás de Aquino".
Jacqueline iba caminando paso por paso, con aquel almanaque en la mano, hasta que de reojo visualiza a lo lejos a una chica de cabellos alborotados y gafas, era Samila, quien parecía acercarse hacia Jaqueline mientras se escuchaba sus gritos «¡Jackie!». Samila al alcanzar a Jackie le da un fuerte abrazo, dando un giro junto a ella.
—¡Sabía que te encontraría!, ¡creo que todo nuestro grupo aprobó ya! —dijo Samila.
-¿De verdad? -Contestó Jackie.
--Sí, ya podremos ir a la feria "Santa Alegría" -Dijo Samila.
-Están invitadas. -Contestó Jackie.
-¡Muchas gracias querida! -Exclamó Samila con entusiasmo.
Jacqueline en ese momento tenía muchas dudas en la cabeza, ¿lograría convencer a su familia para ir con su grupo?, aún no tenía idea, pero de una cosa estaba segura, tenía que ir, lo había prometido.
2
En el hogar de Jacqueline, la familia se había reunido para cenar, como todos los días, y después de la cena aprovecharon para armar el árbol de navidad. Jacqueline fue la encargada de cargar a Nina, su pequeña hermana para que ponga la estrella de la punta.
—¡Bien Nina! —exclamó Deborah, la madre de Jacqueline.
—Má, tengo algo que decir. —dijo Jacqueline. —¿Podría llevar a mis amigas a La feria Santa alegría en enero?
La madre fijó su mirada hacia Jacqueline.
—¿Crees que irás tan lejos?, —preguntó Deborah—, es peligroso.
—¿Y si nos llevas y luego nos retiras? —preguntó Jacqueline, respondiendo a la pregunta de su madre.
—Con la condición de que lleves a tu hermanita también con ustedes.
A Jacqueline no le pareció muy agradable esa idea, pues su hermanita no podría subir con ellas a una montaña rusa, o a ese tipo de juegos, aunque pronto se le encendió una lámpara en su cabeza, «¿Y si cuando subo a algún juego dejo a Nina a cuidado de alguna de las chicas?, podríamos turnarnos para subir en grupo, primero un grupo se queda cuidándola y luego otro».
—¡De acuerdo! —dijo Jacqueline.
—Entonces de acuerdo, pero, debes cumplir tu promesa.
—Sé lo que hago.
2- El anuncio
En el cuarto de Jacqueline, se encontraba ella algo preocupada por el hecho de que todo debía salir a la perfección, pensaba en sus amigas, pensaba en llamarlas, pero, debía esperar hasta que sea la noche, asegurarse de que todas estén en su hogar, desear que ninguna se haya olvidado y se haya ido de vacaciones a algún lado. Jacqueline toma el teléfono con su mano, y comienza a marcar un número.
3
Erica del Monte Suarez, una escritora de 40 años, casada con Sergio Carlos del Monte, un reconocido arquitecto el cual ganó varios premios, sin embargo, optaron por una vida más tranquila en "Pueblo Esmeralda", el pueblo donde había nacido el padre de Sergio. Ahí tuvieron en 1993 a Samila, una niña que desde su infancia era amante de la tecnología, los videojuegos y el anime.
Erica se encontraba en la sala de estar leyendo un libro titulado 50 gramos de cilantro, mientras su hija, Samila, se encontraba en su habitación, precisamente jugando un videojuego, hasta que el teléfono suena.
—¿Hola?
—¿Sí?
—¿Quién habla?
—¿Me puede dar con Samila?
—Está bien —dijo la madre—, ¡SAMI! —gritó para llamar a su pequeña.
Samila al oír el grito se levantó con desgana de su cama y va bajando por la escalera, algo mareada debido a la rapidez con la que se levantó.
—Mierda, me siento terrible. —dijo Samila esbozando una leve sonrisa, y se mantuvo apoyada en la barandilla de la escalera hasta que se le pasó el mareo.
En ese instante Samila suelta la barandilla y camina con cuidado hasta el teléfono.
—¿Hola? —dijo Samila —¿Quién habla?
—¡Soy Jackie!, ¿Qué tal Sami?.
—¡Hola bonita!, ¿A qué se debe el motivo por el que me invocaste?.
-Bueno, estaba pensando la idea de una cena de amigas el segundo de enero, para así ir a la feria el tercer día.
-Me parece interesante tu idea, creo que sí iré.
-Muy bien, te espero.
4
La señora Fernández, quien era esposa de Juan Fernández, se encontraba sentada junto a su hija, Estefanía Celeste Fernández, quien estaba leyendo una revista, "Juventud y belleza", una revista de moda donde se hace chismes, y los que la escriben dan consejos, normalmente malos, a las niñas que lo leen.
"Me gusta un chico, pero este tiene ya pareja, ¿qué puedo hacer?, Diana de Ciudad Azufre": "Hola Diana, lo más recomendable que puedes hacer es tomar un cuchillo, y cortarle el cuello a ambos, luego orina sobre su cadáver. Al final para ver si está embarazada de él, córtale la panza."
"Hola, soy Juana de Ciudad Larga, soy un poco obesa, me gusta un chico, pero no sé si le gusta las chicas como yo": "Hola, ¿qué tal?, como los mejores consejeros, no te daremos el típico consejo de cualquier otra revista de moda adolescente, eso de no comer está pasado de moda. Si tienes un cuchillo en tu casa, junto con una aspiradora puedes cortarte la piel y succionarte toda la grasa dentro de ti, pero cuidado, puedes desangrarte"
El Nokia que estaba al lado de Estefanía comenzó a sonar con su típica tonada.
—¿Hola?
—Estefanía, soy Jacqueline.
—¿Qué tal? -Repuso Estefanía
—Bien, ¿qué tal?
—Todo bien, ¿a qué se debe la llamada?
—Quería invitarte el segundo de enero a mi casa, habrá reunión de amigas.
—¿De verdad?, me parece interesante, estaré ahí.
5
Esa misma tarde, la familia de Katherine se encontraba en un puerto comiendo algo, Puerto Flor, un lugar donde personas de alto poder suelen vivir, y visitantes que simplemente vienen del lado más humilde, y van a desear vivir en ese lugar mientras comen.
Los padres de Katherine se encontraban comiendo, comiendo, las comidas ahí eran deliciosas, ensalada con hamburguesa, milanesa con huevo y papas, un sinfín de comidas deliciosas. Katherine en ese momento se había quedado en la casa, haciéndose cortes horizontales en su brazo con tristeza notable hasta que suena el teléfono.
—¿Hola Katherine?
—Sí, ¿qué pasa? —contesta la chica
—Soy Jacqueline, quería invitarte a La feria Santa alegría, así olvidas por un rato aquello que estás pasando.
—Bueno, creo que necesito un respiro.
—El día anterior haremos una cena de amigas.
—Me parece bien.
—Te espero.
6
Helen se encontraba en su casa junto a Celina, ambas se habían vuelto compañeras, y aunque a Helen le gustaba mucho esnifar cocaína, cosa que a Celina no le gustaba la simple idea, se llevaban bien, ya que Celina amaba los cigarros y el alcohol al igual que Helen, coincidían con eso. El teléfono empieza a sonar.
—¿Hola? —contesta Celina.
—¡Hola, soy Jackie!, quería invitarlas a mi casa, es el segundo de enero, un día antes de ir a la feria.
—Me parece bien, ¿invito a Helen también?, está a mi lado, pero anda media drogada.
—¿Drogada?, si quiere, pero que no traiga esas cosas a mi casa.
—Lo sé, entendemos eso, no lo haremos.
—Me parece bien, están invitadas.
-Bien, tonta... muchas gracias.
—¡Graciass! —Se escucha de fondo a Helen.
—Nos veremos entonces, vengan en buen estado.
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3- La reunión
7
La mano de Jacqueline se encontraba en el pomo de la puerta, en el momento en el que Samila había llegado. Su otra mano se encontraba dentro de su bolsillo, mientras que dejaba pasar a su amiga.
—Te tardaste un poco. —dijo Jacqueline.
—Lo lamento, es que estaba arreglándome —contestó Samila.
—Bueno, sólo cambiaste tu ropa la verdad.
Samila había aparecido, con su característico peinado alborotado, sus gafas, pero, a diferencia del resto del año, ella no llevaba el uniforme escolar, sino que, casi como en los primeros días, llevaba una camisa a cuadros estilo Grunge, una playera de una banda que le gustaba, y pantalones vaqueros que parecían estar algo rotos por las rodillas.
—Sí, vamos a ir a una feria, no a un casamiento —contestó Samila.
-Lo sé. —dijo Jacqueline mientras cerraba la puerta.
Jacqueline se aproximó hacia la mesa, y se sentó en una de las sillas. Samila, quien recién había llegado, saludó al resto de las chicas y se sentó junto a Jacqueline.
-Pss, Gracias por invitarme. -Susurró Samila en el oído de Jacqueline.
—No es nada, lo mereces. —dijo Jacqueline y esbozó una leve sonrisa.
—Muchas gracias querída. —replicó Samila.
Las chicas se mantuvieron un buen rato hablando de su vida en aquella mesa cuadrada, mientras aquella noche cenaron milanesas de pollo con alitas.
—Muy bien, está linda tu casa Jackie. —dijo Estefanía.
—Sí, mi padre trabaja en la bolsa y mi madre de asesora.
—¿De verdad?
—Sí
—¡Genial!
—Concuerdo con Estefanía —dijo Samila.
—Estoy cansada. —dijo Helen— Hoy hice un arduo trabajo.—agregó mientras se acostó en el regazo de Celina.
—Está bien, descansa un rato. —Le dijo Jacqueline.
Helen al cabo de un rato parecía haberse dormido, Celina le acariciaba la cabeza mientras hablaba con el resto.
—Mañana va a ser un día largo, la feria está abierta desde la mañana hasta el día siguiente, sin embargo cierra unas cuantas horas para limpiar.
—Yo me voy antes. —dijo Jacqueline.
—Yo igual. —dijo Samila.
—Y yo —Se unió Estefanía.
—Yo también, no puedo quedarme un día entero ahí. -Dijo Katherine.
—Muy bien —dijo Celina— Yo me quedaré si se queda Helen.
4- La feria
8
Aquella noche fue una noche de mucha prosperidad, las chicas se habían quedado dormidas, unas cuantas en el sillón de la sala, y otras en las camas. Jacqueline se había levantado, y cepillado los dientes al rato. Samila se levantó un poco después, y de a poco el resto del grupo la acompañó.
—Ya es casi el mediodía. —dijo Samila a Jacqueline— En el verano pierdo totalmente la noción del tiempo.
—Efectivamente —dijo Jacqueline, ya tendríamos que ir preparándonos para ir a la feria
—Parece que ya, quiere decir urgente. —dijo Samila.
—Las únicas que se quedaron dormidas son Celina y Helen.
—Yo me encargo —dijo Samila. En ese momento Samila se paró encima de la mesa y comenzó a aplaudir mientras gritaba — ¡Ya despierten par de vagas! —Entonces tomó la espuma del carnaval, y presionó el gatillo contra las chicas.
—¡Hija de puta! —exclamó Celina y se levantó del sillón para agarrar a Samila—¡No te me escaparás!
—¡Con permiso! —dijo Samila a Jacqueline para que se corra y así seguir escapando.
—¡Ya paren chicas! -—dijo Jackie a medio gritar.
—¡Está bien! —dijo Celina.
En ese momento se logran escuchar pasos por las escaleras. Deborah, la madre de Jacqueline estaba bajando junto a Nina.
-Muy bien niñas, yo les llevaré a la feria, pero deben cuidar bien a Nina.
—¡Está bien! —dijeron las chicas al unísono.
9
Deborah conducía una camioneta que había comprado con los negocios que estaban realizando en aquella ciudad. Jacqueline, Samila y la hermana se encontraban en los asientos traseros mientras que en la parte de atrás estaba el resto de las chicas. En esa camioneta había un hueco entre la parte delantera y la trasera, era por donde se hablaban las chicas durante el camino.
—Esto parece que va a ser largo. —dijo Jacqueline
—Un poco. —dijo Samila.
—Un poco mucho. —agregó Estefanía.
La camioneta se dirigía por una pequeña ruta la cual llevaba al otro lado del pueblo, y al final estaba "La feria".
La feria "La Santa alegría" estaba funcionando, frente a esta había bastantes vehículos estacionados, vehículos de personas que entraban a la feria. Las chicas simplemente se limitaron a salir del vehículo.
-Bien, en unas cinco horas vengo a retirarlas, yo haré unas cosas acá cerca. -Dijo la madre.
—De acuerdo. —contestó Jacqueline.
La madre pisó el acelerador y arrancó. Jacqueline tomó de la mano a Nina y entraron junto a las chicas.
La feria por dentro estaba inundada de colores vivos por doquier, se oía el sonido de los gritos de la gente en aquellas atracciones a la que tanto ansiaban las chicas por ir.
—Bueno, Nina no puede subir a la montaña rusa ni a juegos así, así que tendremos que turnarnos por grupo. Para que no sea injusto cambiaremos los miembros de cada grupo, uno será para cuidar a Nina primero, y luego el otro —dijo Jacqueline— El grupo que no cuida a Nina será el que suba a las atracciones.
—Pido grupo con Jacqueline —dijo Samila.
—Está bien. —contestó Jacqueline.
—Yo con Katy —dijo Estefanía y le dio un abrazo a Katherine.
—Me sonrojas —dijo Katy.
—Yo con Helen —dijo Celina.
—Muy bien, que comience el grupo de Jacqueline, ella nos invitó —dijo Estefanía.
Las chicas caminaron por toda la feria, visualizando a detalle las atracciones, y se pararon frente a una montaña rusa.
—Chicas, suban.
—¡Está bien! —dijo Samila y tomó del brazo a Jacqueline, quien estaba algo temblorosa al respecto.
—¿Ansiosa? —dijo Estefanía a Katherine, a lo que esta le respondió con una mirada.
—Nina se había quedado junto a Estefanía.
Se colocaron detrás de una fila más larga que la cola de la serpiente en el juego del Nokia de Celina cuando tenía un poco de suerte. Jacqueline pensó que al menos pudo haber sido peor si la persona del frente se echaba un gas de efecto putrefacto.
Jacqueline y Samila se subieron al mismo vagón y luego de cerrarse la seguridad esta comienza su funcionamiento, donde comienza a subir de forma exponencial en una montaña delante a esta. Jacqueline miraba hacia abajo y calculaba la altura que suponía que iba a caer si la seguridad estaba dañada. En ese momento un frenesí de emociones llegó a las chicas, cuando los vagones comenzaron a bajar por aquella montaña, y manteniendo su velocidad comenzaron a dar vueltas de forma horizontal frente a un pequeño lago que había ahí. Jacqueline se encontraba pensando en Nina, sus padres le habían ordenado cuidarla: «¿Y si le pasa algo?, no, está en buenas manos, pero ese pensamiento me come la cabeza»
Al bajar las chicas, les tocó a Estefanía y Katherine, cosa que ambas bajaron bien, a diferencia de Celina y Helen, quien Helen terminó vomitando debido a que temía a las alturas.
-¿Por qué no puedo subir yo? —preguntó Nina.
-¡Este juego no es para niñas de tu edad chiquilla! —contestó Samila.
Al siguiente juego al que subieron fue a los autos chocones, de los cuales había tanto niños como adolescentes y adultos, así que también permitieron el paso a Nina, quien se subió al mismo carro que Jackie.
Un joven de espalda encorvada, barba de un día y nariz caída se puso delante los coches.
—Cuando se encienda la luz comienzan.
Una luz se encendió en una de las paredes que había en un costado los vehículos comenzaron a esparcirse por todo el lugar, Samila se puso tras Jackie y comenzó a chocarla repetidamente mientras dejaba escapar una risita pícara. Jackie dio la vuelta a su carro y comenzó a perseguir a Samila, quien gritaba piedad mientras reía y daba vuelta por todo el lugar. Estefanía estaba junto a Katherine, y esta vio un chico esbelto de cabello negro y barba, chico que le gustó, y chico que fue la victima de sus choques. Helen y Celina se encontraban en vehículos distintos, a lo que comenzaron a chocarse entre ellas, y perseguirse entre ellas. Por cada choque que se daban, una luz se encendía en la parte superior de los carritos. En aquel momento, luego de tanta diversión y euforia los carritos dejaron de moverse, La ronda había terminado.
Después de disfrutar esa atracción, las chicas caminaron
10
El grupo se encontraba caminando nuevamente por los caminos de la feria, pasando por detrás de un juego el cual era similar a una especie de martillo giratorio. Samila se dedicaba a decir que su prima una vez subió a ese juego y salió disparada, comprobando así las fórmulas de física en tiro vertical, y comprobando también la repostería cuando su cabeza se volvió tortilla. Celina insistió en que las chicas suba con ella a ese juego, otra vez turnandose, y aunque la fila en ese entonces no era tan larga como la última, seguía siendo lo suficiente como para esperar unos veintitantos minutos. Jacqueline fue arrastrada por Samila a ese juego, quien se la pasó agarrada de la barra de seguridad metálica. Cerró los ojos y una imagen pasó por su cabeza; ella se encontraba surcando los cielos como un avión, hasta que vio el suelo pasar frente a ella, y volvió a la realidad de un salto, el juego había terminado, y ella ya podía bajar. Jacqueline se seguía preguntando aún, «A qué se debía ese maniquí con una máscara teatral», refiriéndose a una cosa que le dió escalofrío antes de subir, la cual se quedó tiesa a un lado de las barandillas en la fila, con un olor a un perfume muy fuerte el cual casi le hace estornudar.
—Oye Jackie, ¿no llevarás a tu hermanita a algún juego para ella? —dijo Estefanía.
—No sé a cuál, la verdad, ella es muy caprichosa.
—Deberías subirla a un carrusel o algo que sea para ella.
—A ella le da miedo los carruseles.
—¡Mira, dámela a mí, yo le enseñaré que no tiene por qué temer! —dijo Samila.
—Sami, sabía que estabas loca —replicó Helen entre risas— ¿qué planeas?
—Si no quiere subir, la acompañaré, ¿alguien se me une? —dijo Samila.
—¡Esa cosa es para niños! —dijo Celina.
—Me uno a la idea —dijo Helen.
—¿Seguras que van a hacer el idiota así como así? —pregunta Celina
—No importa, somos adolescentes aún, y Nina tiene que perder su miedo. —repuso Helen.
-Bien, en ese caso, me daría igual... —dijo Estefanía mientras tomaba a Katherine por el brazo, y la arrastraba hasta el carrusel.
Jacqueline comenzó a preocuparse por la salud de Nina, no estaba prestándole atención, estaba desobedeciendo la regla de sus padres, si tan solo sus padres la hubiesen dejado ir sin ella. Sabe que será algo penoso, pero debe de cuidarla, dejarla en manos de otra persona, aunque sea la persona a la que más le confiara, ya estaba desobedeciendo su regla de mantener la vista ante ella, lo había hecho en la montaña rusa, se había preocupado por ella.
Dentro de aquel carrusel, Samila se encontraba de la mano con Nina, Helen mirando a todos lados con algo de miedo por el "Qué dirán", pero sabiendo que andaba entre amigas.
—Ve, escoge uno. —dijo Samila a Nina, quien esta negaba con la cabeza y miraba a otro lado.
—Está bien, te mostraremos que no tienes nada que temer. —dijo Samila. Sin nada de pena subió a uno de los caballos que se encontraban ahí. El calor de su mano fue pasando hacia el material del caballo el cual Samila montaba, gracias al efecto de la termodinámica. El caballo se movía hacia los lados mientras Samila se acomodaba en la silla de montar — Jackie, ¿tú vienes?
Jacqueline miraba la cara de aquellas esculturas, y aunque de niña les daba miedo, los de ese lugar eran diferentes, porque daban miedo de verdad; el caballo dónde Samila montaba era de color amarillo, sus ojos estaban vacíos, pintados de un color negro incluyendo la misma pupila, su rostro mostraba una furia salvaje que hacía que Jacqueline sintiese escalofríos; parecían estar poseídos.
Katherine subió a uno de color negro, Estefanía a uno de color blanco y Helen a uno bermejo.
Aquella plataforma comenzó a girar, Samila miraba desde arriba del caballo a Nina mientras reía a carcajadas, posando las manos en la fría escultura; Helen, a su lado miraba a todos lados, parecía que quería que ese momento termine, le resultaba algo vergonzoso, no obstante, había tomado una pequeña dosis de Wiski antes de ir a la feria, por lo que se sentía animada para casi todo. Al cabo de un rato se detuvo, Jacqueline logró subir un rato a Nina, quien simplemente se quedó inmóvil con un rostro horrorizado.
Las chicas salieron de ahí, aunque Samila sintió una sensación de aquello que describiría como "Algo energético" al momento de salir. Un pensamiento instrusivo la invadió... un libro con siete candados. Samila no sabía de dónde venía ese pensamiento, pero se le ocurrió que un libro así sería un diario muy seguro para una jóven de su edad.
—¿Cómo les va a las niñas? —preguntó Celina en un tono sarcástico. —He grabado todo... —dijo mientras señalaba su Blackberry; una sonrisa se remarcó en su pálido rostro.
—Ya cállate zorra. —contestó Helen mientras se abalanzan hacia el Blackberry.
—¡Ya, callen, no queremos que contagien sus palabras de mal gusto a la pequeña! —exclamó Samila.
—Claro, fuiste tú la que estaba más emocionada por subir a aquella cosa.—dijo Helen.
—Sí, es que tengo una niña interior. —contestó Samila mientras esbozó una sonrisa.
(...)
5- Pesadilla en la feria.
11
Las chicas siguieron caminando por toda la feria hasta que se logró vislumbrar un letrero que llamó la atención de todo el grupo por igual: «El tren de las pesadillas: Entren los más valientes, entren quienes aman el dolor.» estaba escrito en un color rojo carmesí que lucía parecido a la sangre humana.
—Chicas, quiero entrar en este. —dijo Estefanía.
—¿Acaso les da miedo esas cosas? -Preguntó Celina.
—Entremos. —dijo Jacqueline. —¿Quién quiere?
—¡Yo! —contestó el grupo al unísono, incluyendo a Nina.
—¿Nina no es muy pequeña para entrar? —pregunta Samila a Jacqueline.
—No, nuestros padres nos deja ver películas de terror juntas de vez en cuando. —contestó Jacqueline.
—¡AAAAh! —exclamó Samila—, me imagino que de ahí viene lo traumada que están.
—¡Cállate! —repuso Jacqueline.
En ese momento las chicas entraron al tren, Jacqueline se encontraba junto a Nina, tras ellas estaba Samila junto a Helen, Tras ella estaba Katherine y Estefanía, y por último se encontraba Celina.
El tren comenzó a avanzar y se visualizó a penas en la entrada una escultura de un muerto vivo al que se le salía la cabeza acompañada por una risa macabra, tras este había unos muñecos de murciélagos los cuales no se veían tan realistas, aunque fue suficiente para hacer que Nina abrace a Jacqueline. El tren dio la vuelta y en ese lugar se encontraba un tipo de reja con personas disfrazadas de muertos vivos que corrían de un lado al otro. Samila en ese momento tocó el hombro de Jacqueline, a lo que esta saltó del susto.
—Te asusté, ñeee. —dijo Samila.
Celina en ese momento se preguntaba «¿Por qué esa chica será tan desvergonzada e hiperactiva?»
En un momento el tren pasó por una pared que parecía caerse, que hizo saltar a varias de la silla, y comenzó a pasar por unas paredes con pinchos (reales) que se comenzaba a cerrar, el tren parecía llegar justo al final, antes que esas paredes con pinchos se cierren sobre ellas, pero unos chispazos comenzaron a salir de la parte delantera al vagón, haciendo que las chicas se detengan justo al final del trayecto.
Lo que veía Jacqueline desde su perspectiva fue horrendo, en el primer vagón se encontraba una chica sentada, unos vagones delante de Jacqueline, se estaba incendiando, mientras se podía escuchar los gritos de dolor y auxilio de la joven chica que parecía de tan sólo unos 12 años.
—¡¡AUXILIO, MAA!! —gritaba la niña con una voz muy quebrada de la fuerza, mientras el fuego comenzaba a quemarle los nervios lentamente. —¡¡ALGUIEN LLAME A MI MAMI!!
En ese momento Samila toca el hombro de Jacqueline.
—¡Jackie, creo que es momento para buscar la forma de bajarnos y huir! —susurró Samila a Jackie mientras señalaba aquellas paredes con picos que se cerraba sobre ellas.
—¡Mierda, no quiero morir joven! —exclamó Estefanía.
—¡No! —dijo Samila—, encontraremos la forma de huir.
En ese momento las paredes ya comenzaban a a̵p̵r̶e̷t̵a̵r̷ a las chicas hasta matarlas.
(...)
Las chicas se encontraban saliendo de aquel lugar infernal al que habían entrado, donde parecía que iba a ser su lecho de muerte, convivir con el cadáver de aquella niña que había muerto, o eso parecía.
—¡Bajemos! —dijo Samila— ¡Por fin tierra!
—Mierda, ¿qué ocurrió? —preguntó Celina.
—Creo que nos dormimos en mitad del camino, o eso indica la grabación de las cámaras ahí arriba. —señaló Estefanía en una pared donde se encontraban unas pantallas, y se veía al grupo durmiendo.
—O eso, o perdimos la consciencia.
—Tal vez, aunque, si observan, Nina estaba despierta —dijo Helen, y las chicas miraron a la pantalla, al mismo tiempo, y pudieron notar que Nina estaba sentada, mirando hacia al frente y con sus ojos mirando a la nada...
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