VI: Intoxicada.
1
El trastero del licor, solía abrir en Pueblo Esmeralda desde las 19:00hs hasta las 9:30 hs aproximadamente. Una noche lluviosa se encontraba una chica fuera de este, Helen Nanz, de aproximadamente unos dieciseis años, solía pagarle dinero a extraños para que le consigan un poco de licor para ahogarse en él. Helen solía andar tambaleándose por las calles algunas noches, mientras intentaba mantenerse de pie, sin lograrlo y quedando en el suelo como un trapo.
Helen prefería mil veces el ambiente vicioso de las calles alrededor del bar, ante que regresar a su casa, casa completamente silenciosa desde que sus padres se separaron. Su padre, que era demasiado estricto se fue de la casa, dejándola sola con su madre, quien actuaba en el papel de despojo humano, que se pasaba el tiempo en cama durmiendo, o comiendo. Helen en las noches se sentaba en la acera con sus compañeros de ocio que conoció en aquel lugar, a fumar marihuana mientras miraba el cielo, aquél cielo cambiante, en el que se podían apreciar los astros que había fuera del planeta, o eso cuando no estaba nublado o lloviznando.
Helen mientras fumaba, contemplaba aquellos astros, y pensaba cosas locas, tan locas como el hecho de que las cosas que veía pudieran no ser reales, que las personas a su alrededor fueran simplemente simuladas por su cerebro. Al menos eso deseaba, antes de volver a la horrible basura en la que vivía cada día.
Otras veces Helen iba a la casa de alguno de sus compañeros, donde llevaban Cocaína, Heroína, LSD, entre otras drogas que ella probaba de a poco, a pesar de que en su primera experiencia la pasó mal, ella ya se resignaba a pasar día tras día con el mote de "Drogadicta" por parte de mucha gente a quienes conocía.
—Ven cariño —dijo "Calavera", el apodo que le daban a Juan Alonso Montaro.
Helen se acercó hasta él, y tocaron sus labios suavemente, mientras Calavera introducía su lengua dentro de la boca de Helen.
—La verdad que me causas gusto. —dijo Calavera entre tos y tos.
El Calavera era un chico de 18 años, alto, con la piel llena de rasguños, chaqueta de cuero, y una remera/playera de alguna banda de rock motoquero; parecía haber salido de una película de los 50's. Entre su grupo solían abundar juegos de retos eróticos en los que mayormente solían besarse miembros de aquella banda de jóvenes rebeldes. En ese grupo, Helen se había hecho amiga de una chica llamada "Tania Henriquez" de 18 años, chica adicta al crack a la que Helen acompañaba.
Tania solía hablar sobre cierta gente que la observaban durante las noches en su casa, así que iba con sus compañeros de banda para sentirse más segura.
Un sábado por la noche, mientras la banda había salido de beber tragos a montones El Nacho propuso un juego.
-?—Shicoos -?—dijo Nacho algo ebrio—, ¿Qué tal si jugamos a la ruleta?.
Él propuso un juego que consistía en que toda la banda se desnudase, y tanto Helen, Tania y Hannah vayan sentándose encima del pene de cada uno de los miembros de la banda, el primero que eyaculase perdía, juego que no le gustó para nada a Helen, así que solamente se sentó a mirar.
Tania abrió un poco las piernas y metió el pene de El calavera dentro de su vagina. Tania comenzó a moverse en círculos encima del chico, mientras el chico se contenía. Y así continuó junto a Hannah, con todos los miembros hasta que un chico llamado Jared eyaculó.
2
Tania en su infancia era huérfana, sus padres murieron asesinados en un robo a mano armada, cosa que hizo que ella pasase mayor parte de su infancia en un orfanato donde la maltrataban.
—Eres una inútil Tania -dijo Richard, el dueño del Instituto la buena madre—, aléjate de aquellos niños, que das asco.
Tania siempre tuvo peso de más, algo que era motivo de burlas del resto de niños del instituto. Ella en aquel lugar sentía presión por parte del resto, sentía el rechazo que la gente tenía hacia ella, los golpes que sus compañeros le regalaban, cosas que la angustiaban. En aquel orfanato había un comedor donde cada persona podía elegir que quería para comer, la cocinera, María Helena Clavel, una señora de 60 años, solía ser la mejor amiga de Tania en aquel lugar infernal.
El comedor de aquel orfanato se comenzaba a llenar poco a poco una tarde de octubre. Tania se había apoyado en la mesa donde la cocinera María Helena solía atender a sus pequeños, se encontraba jugando con una cuchara entre sus dedos, mientras miraba la pequeña televisión que había en este. La televisión pasaba "Looney tunes", aquella serie de Warner, mientras algunos de sus compañeros se encontraban mirándolo.
-¡Hola cariño! -dijo la señora mientras miraba a Tania y se encontraba esbozando una sonrisa simpática hacia la niña-, Hoy si comes, te tengo un postre bastante rico.
—Yo voy a comer todo.
—Muy bien, así serás una niña fuerte.
—Quiero un postre... con gelatina, caramelo, y chocolate.
—Cuando comas tu comida lo verás. —dijo la señora.
Tania visualizó una mesa vacía a lo lejos, una mesa que se encontraba en una esquina de la habitación, además de parecer cómoda. En aquella mesa se sentó, mientras seguía mirando la televisión. En minutos la cocinera le dio la comida, un pedazo de carne en un plato, carne que no le gustaba a Tania si no era con acompañamiento de puré de papas o de zanahorias, pero aun así decidió comerlo. Al terminar el postre enseguida apareció en su mesa, era un bizcochuelo con chispas de chocolate, postre por el que Tania fue cautivada luego de sentir su dulce aroma. De lejos se visualizaban al resto de niños hablando entre ellos mientras comían.
La historia toma un giro inesperado cuando años después, en un departamento ubicado en la calle Santo Tomás, edificio "Las flores" Piso 2 Departamento 5 b, Clavel, la señora que cocinaba, es encontrada muerta en su bañera, con un tono de piel grisáceo; al parecer llevaba 7 horas ahí, luego de haberle dado un ataque cardiaco fulminante. En ese momento, Tania tenía 12 años, y al no soportar el maltrato que el dueño le daba, se marchó de aquel orfanato. Después de ese día, Tania fue encontrada en la calle por un chico, miembro de la pandilla, y fue a vivir con él.
3
Una noche, Helen, se había encontrado con el resto de la pandilla; ella se sentía algo borracha esa noche, pero no era de que preocuparse, ya que hubo veces en las que estuvo peor. La pandilla estaba en una casa algo descuidada, casa que pertenecía a Hannah, quien estaba ahí de anfitriona, junto a su hermana Valen. Tania llevaba mucha heroína en sus venas, y saludó a Helen.
—Hel, ¿Qué tal? —dijo Tania al son de los bailes que su voz hacía en el aire.
—Hola Tania —dijo Helen mientras esbozaba una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja.
-Si gustas -interrumpió Calavera. Él se encontraba tambaleándose de tanto alcohol que llevaba en sangre, mientras llevaba un cigarro de marihuana en la mano.
—¡Por supuesto! —respondió Helen, quien comenzó a fumar el cigarro. De pronto Helen, quien sentía un cosquilleo en la cabeza, se sentó junto a Calavera, quien traía una escopeta a su lado, la cual según él, estaba descargada.
Tania se encontraba en ese entonces jugando a las cartas junto a Hannah, la cual ganó. Tania estaba algo frustrada así que decidió fumarse un porro y descansar.
—¡Tania! —dijo Calavera mientras le apuntaba con la escopeta vacía que tenía—. Está vacía, tranquila.
Helen miró a Tania, y enseguida giró su cabeza hacia la puerta, donde Hannah, quien parecía que no se llevaba bien con las armas a causa del asesinato de su hermano, se encontraba saliendo lentamente por la puerta, la cual miró por la rendija, y al ver que Calavera le apuntaba a ella, la cerró. A Helen esa situación le empezaba a incomodar, así que se levantó del sillón y se dirigió hacia la puerta por donde Hannah había salido. En ese instante se escuchó un fuerte estruendo. «PUM». Seguido del grito de la Valen, la hermana de Hannah. Tania, de 18 años, se encontraba en el suelo, con sus sesos colgando desde la base de su cráneo, la cual se encontraba abierta por el impacto. Bajo su cadáver se veía un charco de sangre, el cual se estaba expandiendo poco a poco.
—¡TANIA! —Se escuchó horrorizada a Valen.
En ese momento Helen salió corriendo de la casa mientras gritaba, junto al resto de los miembros.
4
El recuerdo de la muerte de Tania afectaría mucho a Helen en el futuro, fue la causante de su futura soledad, antes de entrar al instituto María Nereida II, donde conocería finalmente al resto de las chicas: Jaqueline, Samila, Katherine y Estefanía.
Helen vivía en una pesadilla eterna, a la que ella siempre soñaba despertar. Un abismo enorme, del que no podía salir. Ella siempre, los fines de semana, solía consumir alguna sustancia que le daba un chico que ella conocía. Los días de semana siempre se abstenía, debido a que quería dormir bien por las noches, y no quería que la vieran así en clases, sin embargo, le urgía, pues, no soportaba la vida como tal, y ya se consideraba a ella misma "Drogadicta por excelencia", a lo que no luchaba por superarlo. Los recuerdos de Helen, la hundían aún más en aquella profunda melancolía que le hacía consumir más y más, pues, ella logró presenciar aquella delgada línea que existe entre la vida y la muerte, donde cualquier persona puede llegar. Una tarde en los periódicos "Noticias Esmeralda", un reportero llamado Jaime Rownie escribió una nota sobre un niño que después de una tarde en una piscina, muere trágicamente.
«Noticias Esmeralda: Señora muere luego de un mal diagnóstico.
Amelia Martínez, una señora que vivía en una parte de Pueblo Esmeralda, fue hallada muerta en su casa por su hijo. Ella por las noches sentía que le faltaba el aire, y sentía dolor en el pecho, a lo que fue al hospital, donde le diagnosticaron "Pánico". A la noche muere de un infarto.»
Aquello a lo que se llamaba "Muerte", podía llegar en cualquier momento. Aún recuerda haber visto a Tania con vida por última vez, pensar que Tania misma no sabía que su momento llegaría justo segundos después de que aquella escopeta sea apuntada hacia su cabeza, y aun pensando que estaba descargada, se disparó. La última imagen que Helen recuerda de aquel día era el cadáver de Tania, la cual segundos antes estaba viva y había hablado con ella, sin embargo, en ese momento yacía en el suelo, con su cabeza abierta, sus sesos colgando del cráneo, y sobre todo, ese charco de sangre, sangre contaminada con la heroína que ella consumió esa noche.
Helen cuando era niña, aspiraba en algún futuro a ser una adulta típica de aquellas series, con un trabajo bastante común como cualquier otro, cosa que pensaba que no sucedería, no quedaba ya nada por hacer.
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