V: Recuentos de la vida.


Karen Thompson, hija de Armando Thompson, una adolescente de 15 años, bastante animada y alegre, la cual buscaba una oportunidad en la vida. Ella era aplicada y debido a ello, se le premiaba con el permiso de poder salir con su amiga.

Todos los fines de año solía visitar la hermosa feria «La santa alegría», junto a su amiga, Selena Ramírez. Ambas eran creyentes de las ideas de "Bien y mal", de los cuentos de hada del Medievo. La santa alegría para ellas, era todo un sueño. Karen conoció a su mejor amiga en el secundario, y para ella era todo un sueño poder ir a visitarla junto a su amiga. Para su buena suerte, la feria había cambiado el lugar donde se alojaría, y se encontraba más cerca del pueblo a lo que antes estaba. Pasó de estar en la Ruta 60 que conectaba Pueblo Esmeralda con el Pueblo Roquefort, el cual era llamado así debido a los químicos del área industrial que la cubrían con una extensa capa de humo con un olor fuerte, el cual sus habitantes no sentían.

Luego de un día de diversión, a las jóvenes les tocó regresar a su casa, las cuales fueron llevadas en coche por el padre de Karen, Cada una caminó desde la casa de Karen a su residencia personal, pero, sabían que pronto volverían a verse, o eso creían.

Karen se había pasado casi toda la noche pensando en aquel chico que conoció en la feria, Jaime Scoi, el cual le pareció muy agradable, pero lamentablemente sus sentimientos coloridos se fueron desvaneciendo a medida que comenzó a sentir una extraña sensación de estar siendo observada, la cual hizo que ella se tapase con su sábana.

Después de una noche de pesadillas ella bajó a cepillarse los dientes, y luego a comer, dónde le contaron una mala noticia. Su amiga había sido ë̶̩̱́̈́n̵̘̬̕͘c̴̩͇̿͑o̷͍͂ṉ̴͎͌͛t̵̻͔̎̍ṟ̷̆a̵̦̐d̴̲̈ă̷̜͒ ̸̪̍m̸͇̋ṳ̵̏ȇ̵̩ͅȑ̵̫̅t̴̘̦͛a̵̦̰̽̋

1

Un martes por la noche, Jaqueline se encontraba agotada, caminando hasta su casa, y cargando una mochila en su espalda; parecía querer dejarla de una vez en algún lado. Las calles de la avenida del pueblo (que a pesar de ser un pueblo, era bastante habitado), estaba llena de gente que las recorría de un lado a otro, diferentes almas con diferentes historias de vida. Jackie se introduce en una calle cerrada de aquella avenida, y caminando unas seis cuadras, llega por fin a su hogar. Cansada, intenta tomar la llave que se encuentra en su mochila, y después de hurgar por ahí, la encuentra.

Al entrar a la casa, se siente un ligero olor a humedad en el ambiente, humedad que se impregnaba en la piel de Jackie, quien saludó a su familia y entró a su habitación. Jackie se quita su playera/remera y acto seguido se quita su sujetador, sintiéndose tan ligera como una pluma, se pone el pijama. Su mano lucía marcas rojas en los nudillos y en las muñecas, una mancha roja  que apenas le ardía cuando se lavaba; probablemente dermatitis o un eccema. A ella le gustaba andar de entrecasa, ya que la casa es el lugar más personal y cómodo que puede existir, donde ella andaba siempre con ropa suelta, despeinada y sobre todo, quitarse ese molesto sujetador, 85 de contorno y copa C. Algo que sabía, es que su amiga, Samila, no lo usaba; su estilo fuera de casa coincidía con un estilo de entrecasa, además de que era algo plana.

A pesar de todo, ya en la comodidad de su casa, Jackie se mantuvo ocupada en su computadora escribiendo su blog personal, usando un pseudónimo. Al final del día, ella se cepilla los dientes, y luego de estar un rato lavándose las manos, corre hasta su cama para acostarse. Antes de dormir, desde el resguardo de sus sabanas, Jackie mira las puertas de su armario, cosa que ninguna quede abierta aunque sea un poco, y algo salga de ahí.

Al día siguiente Jackie vuelve a ir al colegio, y en el pasillo se encuentra a Katy, Katy se encontraba algo malhumorada, pues, era porque había bajado su nota en Geografía, y Estefanía se encontraba detrás de ella. La siguiente en aparecer fue la colifata de Samila, que corriendo abraza por detrás a Jackie, pegando un tremendo grito.

—¡Jackie!—grita Samila, provocando en Jaqueline un salto de susto.

—¡Mierda Sami!—exclama Estefanía.

—H...Hola Sami querida.—tartamudeó Jackie.

—¡Patatas! —exclamó Samila—, ¿Qué tal?

—Eh... yo —dijo Jackie anonadada.

—Bien, andando.—contesta Estefanía, quien se encontraba peinando con la mano a Katy.

—Andando con las patas... —dijo Samila con un aire muy anímico. Y Estefanía no pudo contener la risa, al igual que Jackie.

—¡No puedo! —exclama Jacqueline mientras se llevaba la mano a la boca para disimular su risa.

—Oigan, ¿ya progresaron con el afiche que tendremos que exponer? —preguntó Samila. Las chicas se quedaron paralizadas, pues, habían olvidado completamente que debían hacer un trabajo, aunque, aún quedaban otros seis días para terminarlo—, ¡No me digan que la olvidaron!...

—Si me niego eso último, te estaría mintiendo —dijo Estefanía con una pose rígida y nerviosa.

Samila pegó un salto en la mesa, golpeándola con sus manos.

—¿Y qué esperan? —dijo—, No pienso sacarme nota más baja por esto.

—Está bien, tranquila —contestó Estefanía en un tono tranquilo mientras le hacía señas a Samila para que se volviese a sentar.

—¿Y si mejor entramos al salón?—dijo Samila. Las chicas asintieron. El salón comenzaba a llenarse poco a poco de adolescentes, oyendose ruidos de sillas y mesas en todos lados, mientras la profesora, que llegaba del pasillo, entraba al aula. En ese momento tocaba Física, con la profesora "Catalina Ramírez", quien era algo seria con sus alumnos. En aquella clase de física, les tocó ver Cinemática, tema que trata sobre el movimiento de los objetos. Formula:

" Velocidad = Distancia/Tiempo"

Ese día de boca en boca se pasaba un rumor sobre un asteroide, se decía que iba a caer ese mismo fin de semana, y aunque había gente incrédula, había otras personas que estaban asustadas al respecto. Samila, como siempre, se había puesto a debatir ese asunto, ella le decía a todo el mundo, que podía salvar a la tierra cavando un pozo gigante, con el objetivo de que el asteroide caiga ahí dentro y terminar por enterrarlo para salvar al mundo. Samila imaginaba a toda la humanidad bailando de la mano al rededor del globo terráqueo.

En el receso Jaqueline caminó hasta el patio para encontrarse con Samila. Samila estaba algo exaltada y parecía bastante más revoltosa que lo revoltosa que era de costumbre. Jaqueline miró con atención a Samila, parecía no llevar sus gafas.

—¿Qué ocurre Sami? —preguntó Jaqueline.

—Es que no encuentro mis gafas.—dijo Samila—, si tuviera mis gafas, podría encontrarlas más fácil.

—Deja, yo te ayudo —contestó Jaqueline.

—¡Gracias cariño! —contestó Samila, mientras entrecerraba sus ojos para poder ver a Jaqueline. Jaqueline luego de revisar un rato, logró encontrar las gafas de Samila, las tenía colgadas de su cuello. Samila agradecida decide caminar junto a Jaqueline.

—¿Y cómo te fue en Física?—preguntó Samila a Jaqueline.

—¿Yo?, bueno, bien. —contestó Jaqueline mientras juntaba sus manos y comenzaba a perseguir sus pulgares.

—Está bien, eres una chica genio.—dijo Samila.

Samila hizo un gesto amistoso a su amiga, mientras Jackie sólo se limitó a sonreír. Ellas siguieron caminando por los pasillos, esquivando la cantidad de gente que pasaba hacia el lado opuesto, mientras ellas miraban hacia dentro de los salones. Samila le hizo un gesto a Jaqueline, y señaló la fotocopiadora del colegio.

—Me falta un bolígrafo —dijo Samila. —, al parecer alguien me lo robó. —agregó.

Jaqueline sospechaba que quien se lo había robado, era Kevin, un chico que tenía aspecto callejero, aunque siempre se sentaba en el fondo y no hacía ni un ruido. Él siempre solía quedarse en los recesos dentro del salón, así que Jaqueline barajó esa posibilidad.

Al finalizar la compra, el timbre del colegio resonó por todos los pasillos, así que Jaqueline tomó del brazo a Samila, quien se había quedado hablando con la chica de la fotocopiadora, y fue con ella al salón.

—Sami, esta tarde te invito a tomar un café en "Señor Delicias". —dujo Jaqueline.

—Pero, es que estoy pobre.—dijo Samila.

—No importa, yo invito.—Contestó Jaqueline.

—Ah cariño, gracias. —dijo Samila.

—No hay de qué. —repuso Jaqueline alegre.

2

En la salida del colegio, Jaqueline se coloca en una pared rato antes de que Samila aparezca. En ese momento pasa una chica de rubio con un cigarro en mano, cigarro que liberaba humo y hacía toser a Jaqueline, quien se movió un poco para alejarse de ese olor. Al rato llega Samila corriendo y comienza a recuperar el aliento ante Jaqueline.

—Bien. —dijo Jaqueline—, ¿Por qué viniste corriendo?

—Bueno, es que, me había olvidado una libreta en el salón, y fui corriendo para evitar tardar. —replicó Samila.

Jaqueline miró a Samila.

—¿Vamos?—dijo Jaqueline.

—¡De acuerdo!—contestó Samila.

Ambas aceleraron su paso poco a poco, y comenzaron a caminar por la calle. Jaqueline lograba ver al resto del alumnado caminando en diferentes direcciones, algunos probablemente yendo hacia su casa, y otros hacia algún lugar que se les ocurriese. Jaqueline estaba bastante preocupada por el afiche que debían hacer, y por su propia nota.

«¿Acaso iba a salir bien? —pensó Jaqueline, mientras su preocupación se hacía algo extensa—. Calma, olvídate que existe el afiche por ahora.»

Al llegar a la avenida, Samila miró fijamente el semáforo, y como aparece el dibujo del monigote caminando, decidió cruzar junto a Jaqueline. Al llegar al otro lado, Samila empezó a apurar a Jaqueline, quien caminaba junto a ella.

-Aquí es Sami. —dijo Jaqueline. Samila abrió la puerta.

-Pase usted. —dijo Samila sosteniendo la puerta.

-Gracias Sami. —repuso Jaqueline, y entró seguida de Samila.

Dentro del restaurante las chicas eligieron una mesa, arriba de estas se encontraba un letrero que tenía escrito «Cafetería, Pizzería, todo para tu barriga.». Les trajeron el café, al parecer a Samila le gustaba, aunque, si era hiperactiva, Jaqueline pensó que haría que Samila se volviese loca.

—Sami, anoche tuve una muy rara pesadilla —dijo Jaqueline, ella sintió un escalofrío de pensar en aquél horror que vivió mientras dormía.— En ella había una araña que salía de mi computadora, y me caminaba por la mano.

Jaqueline se acordó de aquél sueño. Ella se encontraba sentada en su dormitorio, relajada y mirando una película, hasta que sintió un ruido en la cocina. Jaqueline fue a revisar con mucha curiosidad el origen de aquél ruido. La cocina de su casa parecía en sus sueños un laberinto, al igual que en la vida real lo eran los pasillos de su colegio. Ella al revisar no nota nada, así que vuelve a su computadora, la prende, y en el momento en el que la pantalla se tornaba de un color blanco, ella siente una sensación de picazón en su mano, una sensación que iba subiendo hasta su brazo, y que al ver, resultaba ser una araña viuda negra. En ese momento Jaqueline no se podía mover, y comenzó a sentir que todo a su alrededor se oscurecía.

Samila puso una mueca de asombro al oír la pesadilla de Jaqueline, pues a ella le gustaba hablar de temas como las pesadillas.

—Eso suena aterrador —dijo Samila.—¡Me encanta!

—¿De niña has tenido algún miedo? —pregunta Jaqueline a Samila.

—¿Yo? —preguntó Samila. —¡Claro qué no!, yo soy Samila la valiente. —Agrega.

—Yo creo que sí lo has tenido.—replicó Jaqueline.

—Bueno, sí —dijo Samila. —Le temía a la oscuridad, y a los espacios cerrados. —agregó.

—Bueno, yo desde niña le temo a las arañas, y creo que hasta ahora sigo así— Repuso Jaqueline.

—Eso se nota —contestó Samila.

—Mi hermanita le tiene miedo a los carruseles, a mi tampoco me gustaban de niña mucho, me daba miedo la mirada de sus esculturas —dijo Jaqueline.

—Ay, sí eran bonitos. —dijo Samila—,¿Por qué le temías a sus ojos?

—Bueno, no lo sé.—contestó Jaqueline— Tampoco me gustan las muñecas, debe ser por lo mismo.

—A Estefanía le da miedo el rechazo del chico que le gusta. —respondió Samila entre risas.

—Eso ya se lo dijo Katy una vez en el grupo —contestó Jaqueline entre risas también.

Jaqueline era una persona bastante insegura de sí misma, pero tener charlas así con la gente quien quería le hacían sentir mucho mejor.

—Claro que sí, aunque, no sé si Estefanía de niña le temía a algo realmente. —agregó Samila.

—Tal vez, todo el mundo le tuvo miedo a algo alguna vez.—dijo Jaqueline.

El restaurante se veía bastante lleno esa tarde de invierno, las chicas habían estado hablando por una hora seguida, y ambas habían perdido la noción del tiempo, tiempo que pasaba en todo momento. Jackie se percató de aquello cuando miró su reloj de muñeca. "19:24" Marcaba su reloj, el cual hizo que las chicas pagasen su cuenta y cada una vaya para su casa luego de saludarse.

Jaqueline caminó hasta su casa, se puso su pijama y se puso a hablar por Windows MSN iluminada por la luz de su chimenea. Samila, a diferencia de Jaqueline, se la pasó jugando a videojuegos.

3

Esa mañana de invierno, fría como el interior de un congelador, Jaqueline había despertado algo agobiada, quien luego de lavarse los dientes y tomar una taza de café, encendió un rato su computadora, así hablar con su grupo y acordar sobre el tema de la exposición del afiche.

En ese momento, Samila se conectó, y preguntó "¿Puede entrar una nueva chica?, La profesora me pidió que les diga que trabajará con nosotras.

Al llegar al colegio, Jaqueline decide entrar al aula, donde se encuentra a Samila esperándola sentada en la banca que les correspondía. En la banca de su lado, se encontraba una chica que no habían visto nunca, era rubia, tenía el cabello liso y perforaciones tanto en sus labios como en su nariz, solamente que no llevaba el piercing puesto, si no que se notaban sus huecos.

—¡Hola!, ya te agregué, querida.—dijo Samila a la chica nueva.

—Gracias Samila. —contestó la chica, tenía una voz algo áspera y grave, como de una mujer enferma.

—A todo esto, ¿Cuál es tu nombre? —preguntó Samila.

—Me llamo Helen, Helen Nanz. —respondió la chica, entre carraspeos.

—Tú ya sabes mi nombre, así que no te debo nada —dijo Samila entre risas—, pero te presento a ella, es Jaqueline, mi mascota.

—¿Quién es tu mascota? —Preguntó Jaqueline, mientras sus mejillas se ruborizaban.

—Nadie. —repuso Samila con una sonrisa pícara.

Helen miró hacia adelante, siendo la primera en darse cuenta que el profesor de la primera hora había llegado. Jaqueline siguió con la mirada a Helen.

—¡Hola!  —saludó Estefanía al grupo de repente.

—¡Hola! —dijo Jaqueline, y miró hacia atrás de Estefanía, donde se encontraba también Katy.

Tanto Estefanía como Katy se sentaron entre esas mesas. Estefanía presencia a Helen sentada en la mesa a su lado. Ellas se sentaban en las dos filas centrales del salón.

—¡Hola!-Dijo Estefanía. —Supongo serás la nueva.

—Sí, me llamo Helen, un gusto.

—Yo me llamo Estefanía, y esta preciosura es Katherine—Dijo Estefanía.—Aunque la llamamos Katerine, o solamente Katy.

—Un gusto. —Responde Helen, y mira a Katy. —¿Ocurre algo?

—No, nada, ¿por?—Replica Katy.

—Por nada.—Contestó Helen.

—Está bien. —Respondió Katy.

El profesor en ese momento se pone a mirar el pizarrón fijamente por un rato, al parecer leía lo que escribieron los de la Nocturna, hasta que decide borrar todo lo escrito ahí. La clase había comenzado.

—No sé qué cosa es lo que escribieron, pero parece complicado.—fue la primera palabra del profesor Lorenzo al comenzar.

Luego de un par de horas con clase, sonó el timbre del receso, donde Jaqueline sale, acompañada por: Samila, Katy, Estefanía y Helen.

4

Esa noche, cuando las chicas regresaron a la casa, continuaron haciendo la tarea, era ya el momento de repartirse trabajos, Jaqueline y Katherine se encargan de hacer el afiche, mientras Samila, Estefanía y Helen explican. Ya al día siguiente, durante la primera hora, luego de terminar con sus trabajos deciden comenzar a hacer el afiche. Jaqueline y Katherine se encontraban escribiendo, mientras que el resto pasaban útiles necesarios, además de ayudar a escribir algunas partes.

—Bueno, creo que ya está.—dijo Jaqueline. —¿Qué tal les parece?

—Bueno, me gusta cómo se ve.—contestó Samila.

—Está bonito —opinó Estefanía.

—Bastante bien —opinó Helen.

—Bien, así quedará —replicó Jaqueline.

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