IX: Vida, apiádate de mi.
1
Una tarde de otoño, donde el suelo se teñía de un color anaranjado debido a la caída de las hojas que bailaban por el aire hasta tocar el suelo, Jonatan, chico del instituto María Nereida II, caminando por el parque Santo Tomás de Aquino, él tenía un ramo de rosas en la mano, ramo al cual protegía con mucho cariño, pues, en el parque, había una chica sentada. La chica era de tez blanca, cabello liso que le llegaba hasta el hombro, flequillo liso peinado hacia abajo y gafas. Llevaba sus labios pintados de un color rojo carmesí, mientras leía una novela, en su portada se leía «Los sueños de un amor bajo las hojas de los árboles - J. Wolf Philips» Jonatan se acercaba a la chica lentamente con el ramo.
—Una flor, para otra flor —dijo Jonatan mientras mostraba su ramo a la hermosa chica, al parecer llamada Diana.
—¡Es hermosa! —comentó Diana, ruborizando sus mejillas completamente, y extendiendo los brazos para abrazar a Jonatan.
Jonatan le puso una mano en la cabeza a Diana, y empezó a acariciarla con mucha suavidad.
—Sabes que eres una chica por la que haría cualquier cosa. —dijo Jonatan, y le da un beso en la frente a Diana.
—Gracias, eres muy tierno, de verdad. —replica Diana mientras mira a los ojos oscuros de Jonatan.
Jonatan comienza a acariciar la mejilla de Diana, sintiendo suavemente su piel en el dedo, mientras que los brillantes ojos de Diana se fijan en él. Los labios de Diana se comienzan a fruncir mientras que ella se acerca lentamente a Jonatan, y este termina besándola.
—¡Te amo! —dijo Diana.
—Yo te amo igual —dijo Jonatan.
2
En su habitación, se encontraba Celina, envuelta totalmente entre las sábanas, forma en la que se enteró que era otoño, y el invierno se acercaba poco a poco. Aquellas calles estaban cubiertas totalmente de hojas, y la nostalgia del otoño llegaba. Celina estaba con mucho frio, y no tenía ganas de levantarse ni para ir a comer, pero, pese a todo, insistió. En cambio, del lado de Samila, ella sentía una nostalgia profunda a esa estación. Recordaba sus anteriores otoños e inviernos, donde calentaba su frio cuerpo delante de la chimenea, mientras leía y bebía café. Los recuerdos le hacían sentir una sensación de calidez en su pecho, quizás más grande que la calidez del fuego de su propia chimenea. En ese momento, Samila estaba escribiéndo en MSN, al parecer Celina había despertado de su cueva, y pudo salir al frio y hostil ambiente que le esperaba fuera de su cama, para poder escribirse con ella mediante ese programa.
Al final de todo, Celina se terminó marchando, dejando de escribirse con Samila, y fue a por uno de sus paquetes de cigarros. Celina tenía mucho en que preocuparse, temía que su padre, esa noche saliese, y esa vez no poder encontrarlo más, o peor, encontrarlo muerto.
En la habitación de Celina, había una puerta que conducía a un pasillo con muchas puertas, y una de estas llevaba al patio, patio que en el fondo tenía un taller. Celina iba muy seguido a ese taller, donde reparaba sus mandos rotos, y algunas cosas que ella tenía en mano; al parecer tenía buenas manos para esas cosas. Una vez ella logró reparar la consola PlayStation 2 dañada de su primo, al parecer tenía muy dañado el lector de CD, y esa fue su reparación más difícil. Su padre muchas veces le aconsejó trabajar de eso, pero ella se negaba, planeaba seguir estudiando.
Celina tenía también una guitarra, la cual usaba para practicar canciones de Paramore, y así tocar cuando vaya a visitar a sus amistades. Ella tocaba la guitarra desde los 5 años, le gustaba mucho, ya que su abuela también sabía tocarla, así que su abuela le enseñó. Su abuela, Kristhina Matherson falleció cuando Celina tenía tan sólo 8 años. Cuando tenía 12, Celina tocó en vivo en el club "Jazz & Dream", donde la vieron poco más de 500 personas.
Un día de otoño de 2008, Celina se encontraba arreglando su computador dañado, un rayo que había caído en los postes que conducían la electricidad la había dañado. Celina se decepcionó mucho al darse cuenta que se le había dañado la placa madre, pues esta tenía un costo muy elevado, y ella no alcanzaba a comprarlo. Esa misma tarde, Celina fue en busca de un trabajo casual, pues ella quería tener el dinero suficiente como para arreglar lo que aquel brillante y ruidoso rayo le había cobrado.
Celina, días más tarde, logró adquirir lo necesario para reparar su computador, la placa madre estaba impecable esa vez, el resto de sus piezas encajaban con esta, así que decidió encenderla.
3
El instituto María Nereida II, regresando a la actualidad, se encontraba bastante poblado, el director caminaba junto a la vicedirectora, quien era conocida como "La madre de la escuela", pues esta les regalaba dulces a los estudiantes que iban sin haber comido, es una señora de unos 55 años, pequeña, pelirroja y algo robusta, su tono de habla era lo más dulce, voz baja y delicada como el canto de un ángel. Iba caminando junto al director, en el momento en el que un estudiante pasaba corriendo, atropellándolo. La corbata del director quedó sobre su cabeza, en ese instante, antes de levantarse, acomodarse la corbata, y frotarse el bigote mientras gritaba "¡Ven para acá, malandro!", cosa que al ver que no se detenía, decidió seguirle.
Tras el director se encontraba Celina, quien había presenciado todo, y reía de una manera silenciosa, hasta que se encontró con Samila, quien la había seguido hasta aquel lugar.
—¿Se ríe de algo, querida? —dijo Samila mientras sonreía y se tapaba con una mano.
—¿Eh?, German otra vez iba a las apuradas y se llevó al director por delante.
—Pobre señor —contestó Samila sin quitar su sonrisa de la cara.
En ese momento, una mano tocó el hombro de Samila de manera suave, y esta se dio la vuelta, sabiendo quien era realmente.
—Hola Sami. —saludó Jaqueline a la pequeña chica.
Samila mantenía su sonrisa, bajó la mano de su rostro, y saludó a su amiga.
—¡Querida!, ¿Cómo ha estado su día? —replicó Samila.
-Bien, antes de venir al colegio pasé por la librería de "Santa Campana".
—¡Allí iba a hacer mis fotocopias en la primaria! —dijo Samila.
—¡En ese lugar te tratan de maravilla!
Jaqueline le dio un toque en el hombro a Samila, y ambas se fueron caminando.
4
—¡Hola Celina! —dijo Estefanía, sonriente y enérgica—, El otro día, ¿por qué te molestaban esas pandilleras?
—Bueno, Jennifer es mi prima lejana, dice que le gusto a su novio.
—¿¡Tu prima!?, para ser familiar tuyo, fue muy violenta.
—Mi familia está dividida desde que mi madre murió, sólo tengo contacto con mi padre y unas tías mías.
—¿Y ella no tiene a nadie que le haga seguir el camino que debe seguir?
—No, su madre es aparte de esnifar coca, anda despreocupada de lo que ella haga.
—¿Ella siempre fue violenta?
—Sus padres nunca le pusieron límites, ella es una zorra insoportable.
—Entiendo, la verdad que ella no me cae para nada.
Celina se sienta en el suelo, a lo que Estefanía le acompaña.
—¿Acaso quieres una paleta? —pregunta Estefanía.
—¡Gracias! —contesta Celina.
Estefanía extendió su mano, donde yacía un par de paletas en su palma, a la que Celina tomó una. Estefanía se metió a la boca la paleta restante, una paleta dulce para alegrar el día.
—Gracias Estefanía.
—No hay de qué Celi.
5
Celina divagaba durante la clase, navegando por aquel mundo que había dentro de su mente, mundo que le correspondía, ya que ella lo había creado. Al menos no estaba tan seria como antes, pues creía que no le agradaría a nadie y eso le angustiaba demasiado.
El profesor de ese entonces, remangaba su camisa a cuadros, mientras explicaba su materia, Katy, quien se encontraba junto a Estefanía se encontraba totalmente dormida, Estefanía de paso, mirando a aquel chico que tanto le encendía la mirada, Jonatan.
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