8.
Luka se había quedado en la casa de los Dupain con exclusivas intenciones de ayudar a la jefa de hogar, tal y como lo había hecho en un pasado, viéndose completamente atormentado cuando oyó de los labios de Tom lo que había temido desde que había visto a Adrien tras la caja registradora de la de la tienda.
— ¿No crees que hacen bonita pareja? Creo que Adrien es un buen chico para Marinette. — Había oído, sucumbiendo ante la paranoia y sus impulsos, acabando cuanto antes el trabajo para luego salir en busca de su amada, misma que por nada del mundo podría caer entre los brazos de alguien tan bajo como Agreste.
Sintió su corazón caer al suelo y partirse en miles de pedazos al encontrarse con aquella escena en la cúspide de aquella torre en donde Marinette y el tiempo atrás habían compartido amenas tardes.
Allí, media desnuda, vio a la chica de sus sueños estando a punto de entregarse al hombre incorrecto.
Su cabeza se fue a blanco, habló sin pensar y cuando se percató, sus pies ya se dirigían de vuelta a la motocicleta que lo había llevado a aquel lugar en primera instancia, oyendo los zapatos de la azabache resonar a su espalda.
—¡Luka! — gritó la chica avergonzada.
Ya había perdido la cuenta de las veces que intentó detenerlo en el trayecto para salir del castillo, más no podía alcanzar el paso del muchacho y él tampoco se detuvo en ningún escalón.
Todo eso era un infierno.
Marinette sentía que estaba descendiendo hacia el infierno, pues se negaba a aceptar el volver a perder a un amigo y menos a Luka, el músico era el único que le quedaba, el único que se había quedado a su lado en ese pueblo y el único que confiaba en su palabra.
Al fin el iracundo joven se detuvo, pero no para acatar a las súplicas de su amiga sino para montarse en su moto e irse tan lejos de ella como su corazón le permitiese.
—Luka.... Espera — volvió a gritar, corrió hasta lograr alcanzar el timón de la motocicleta haciendo el intento de boicotearle la huida.
Le ardía la garganta y las ampollas en sus pies le dolían aún más, pero no lo suficiente como le estaba doliendo el corazón por lo sucedido.
—¿Para qué, Marinette? — antes de colocarse el casco el dolido joven la enfrentó —. ¿Vas a decirme que lo que vi no es lo que parece?—espetó con la voz más gélida que jamás se había dirigido hacia la joven.
Marinette se abrazó a sí misma, no podía sentir más vergüenza por su comportamiento en la torre del castillo, no podía asimilar que aquella calentura lastimó a alguien que amaba.
—No. No puedo negarte algo que viste — habló queda, enfrentó a Luka más no podía detener las lágrimas que escurrían por sus mejillas.
Luka la analizó de arriba hasta abajo, le dolió verla con el cabello revuelto y el vestido desarreglado, ese vestido que él mismo eligió para ella, porque pensó que le luciría bellísimo, mismo vestido que utilizó para salir con él al castillo haciéndolo sentí afortunado, pero no era él con quién compartió el agradable paseo, no era él quién la había despojado de esa prenda color rosa, era otro hombre el que se había deleitado con el inmaculado cuerpo de la mujer de sus sueños, y ese era alguien que no la merecía.
—¿Le dirás a mis padres? — inquirió ella ante el silencio que se prolongaba entre los dos puesto que Luka no sabía que más decirle con exactitud.
—¿Es eso lo que realmente te preocupa? — Luka no reconocía a la mujer frente a él, tan cambiada, ya no era una niña; la niña que estaba a su cuidado, ahora ella estaba experimentando por su cuenta lejos de él.
—N-No... Es solo que no quisiera que ellos se sintieran...
—¿Decepcionados? — la interrumpió.
—Sí — confesó Marinette incapaz de sostenerle la mirada —. Como tú lo estas ahora.
— Mari — Luka dejó a un lado el casco para enfrentar a la mujer que se convirtió en perdición. Levantó la mano hasta llegar al rostro frágil y enrojecido de la azabache, la tomó del mentón buscándole la mirada acuosa buscando la verdad perdida en esas aguas celeste —. ¿Y-Ya no eres virgen? — preguntó con todo el temor que conllevaba la respuesta.
—Lo soy — protestó sintiéndose avergonzada por la deliberada duda.
Pero aquello fue un como un bálsamo que reparó en poca medida su roto corazón... Pero solo un poco, pues la imagen de ella siendo tomada por el Agreste de reproducía tortuosamente en su cabeza.
—Vámonos — espetó con autoridad. Para Marinette no hubo una segunda orden pues se inmediato accedió a montarse y abrazar las espaldas de su amigo, no sin antes echar una última mirada a la cúpula donde Adrien observaba lejano a la discusión.
Afortunadamente él era capaz de volver con el carro de su padre.
Tan solo unos cuantos segundos habían transcurrido desde que la chica había dejado su lado, segundos que se transformaron en minutos y por más que lo intentara la sensación de frío no quería apartarse de su cuerpo.
Trato de convencerse a sí mismo de que la temperatura del clima había bajado y, sin embargo, parecía que aquel sol que tan potente brillaba sobre él, se había ido junto a Marinette.
La deseó a su lado de forma silenciosa, negando aquellos sentimientos que se abrían paso en su interior.
Su móvil vibró, más hizo caso omiso de la decena de mensajes que llegaron en el corto periodo de tiempo mientras regresaba al automóvil y cuando se atrevió a observar la pantalla una duda permanente se instauró en su cabeza. —. ¿Qué demonios quieres ahora, Kagami? — Se Preguntó a sí mismo al releer la tonelada de mensajes que su exnovia había dejado en su buzón para luego lanzar el aparato a un lado y seguir el camino de regreso al hogar de la joven que opacaba sus pensamientos.
El ruido característico del auto del señor Dupain les indicaba a Luka y Marinette que Adrien había llegado, mientras ellos estaban discutiendo de forma calmada en el mostrador de la panadería.
Estaban solos, los mayores se encontraban en la cocina preparando un pastel a pedido y aquello les daba tiempo para limar asperezas que parecían imposibles de borrar.
—Luka, por favor, ya no me tortures más — suplicó agotada, solo deseaba meterse a su cama y dormir, dormir por una semana si fuese posible, peor su mejor amigo le impedía tener paz.
—Yo sé que él no va a descansar hasta llevarte a la cama y luego se irá— Sin ser consiente, Luka dejaba ver sus celos en un camuflaje de preocupación.
—Adrien no es así — torció los ojos cansada de las calumnias que Luka espetaba sobre el rubio.
Los rubios mechones de Agreste se asomaron por la entrada, haciendo sonar la campanilla de la puerta.
Ambos pares de azules se quedaron en él, los de la muchacha desviándose al instante y una irremediable culpa lo invadió al percatarse de lo irresponsable que había sido el dejarse llevar por las sensaciones que Marinette despertaba en él, mismas que se negaban a abandonar su cuerpo.
Dejó su vista en el suelo, apretando los puños con fuerza y tragó pesado antes de dar el primer paso hacia el interior de la morada, avanzando con rapidez hasta su cuarto antes de cometer otra locura.
—¿Vas a ir corriendo detrás de él? — interrogó Luka con el sueño fruncido analizando la reacción de Marinette.
—No— contestó apagada, se sentía demasiado avanzada como para mirar a los ojos a Adrien, incluso sentía la misma vergüenza con Luka.
—Quisiera creerte Mari — Luka buscó su chaqueta cansado de la situación, confundido y adolorido —. Nos vemos otro día — deseó con todas sus fuerzas despedirse de ella con un par de besos en su mejilla, pero mirarla le dolía, y estaba empezando a odiar ese vestido rosa que tan bonito le quedaba.
[...]
Adrien yacía boca abajo sobre el colchón, los mensajes en su móvil se habían transformado en llamadas, interminables llamadas que por más que desviara, no osaban en detenerse.
Suspiró frustrado, poniéndose de pie hacia la ventana, viendo como Luka se alejaba de allí en su motocicleta.
Contuvo las ansias en su pecho de bajar las escaleras e ir al encuentro de Marinette, recordándose a sí mismo su misión en aquel lugar.
No estaba allí para jugar con los sentimientos de una jovencita, mucho menos para hacerle ilusiones que quizás jamás podría cumplir.
Lo que había pasado en la torre estaba mal, increíblemente mal y al pasar algún tiempo ya desde su última vez satisfaciendo sus necesidades, besar aquellos dulces labios con tal intensidad y deseo fue romper una barrera prohibida.
Buscando una distracción del recuerdo de los labios de la azabache, se animó a contestar de una vez por todas la llamada entrante, cayendo de espaldas en la cama mientras hablaba con voz firme a través del aparato.
— Kagami... — Pronunció agotado.
— Adrien. — Saludó ella de la misma forma y aquel tono tan formal y característico en su voz logró sacarle un profundo suspiro al rubio. —. Sé que no quieres hablar conmigo, pero esto es importante.
— ¿De verdad? — Cuestionó el chico. —. ¿Se puede saber qué es?
— No, por aquí no. — Se apresuró a decir. — Es algo que debemos hablar en persona, ¿te importa si nos veamos mañana?
Percibió la angustia en su tono y la urgencia que pocas veces era visible en su carácter.
Conocía a Kagami como a él mismo y sabía perfectamente que no acudiría a él si la situación no apremiara, mucho menos después de lo ocurrido entre ambos.
— Demonios Kagami... sabes lo difícil que es para mi volver a la cuidad en estos momentos...
—Kagami — susurró Marinette desde el lado contrario de la puerta.
Perdió el aliento al escuchar aquel nombre que por algún motivo le traía desconfianza.
Espiar detrás de las puertas era un mal hábito nunca concebido en la joven, pero la angustia de saber de Adrien en ese momento la hizo escuchar algo más allá de su conocimiento.
El nombre pronunciado por el rubio se le hacía conocido, pero no sabía de dónde.
—¿Será hombre o mujer? — hizo una rápida y desesperada búsqueda en su celular encontrando varios resultados de una bella asiática.
—Kagami Tsurugi, campeona en esgrima rompe su compromiso con el modelo Adrien Agreste después de la demanda por estafa — leyó en voz alta y su corazón se estrujó en silencio.
Revisó un poco más y encontró imágenes tomadas por paparazzi o sacadas de sus redes sociales cuando aún eran pareja.
Las manos le temblaron cuando bloqueó su teléfono, lo guardó con torpeza en su bolsillo para luego despejar su mente la noticia que había descubierto. Tragó saliva y respiró profundo antes de tocar la puerta y lograr disimular con una sonrisa, pues necesitaba hablar con Adrien sobre lo sucedido en la mañana, decidida en aclarar la onda de interrogantes e inseguridades que aquella noche no la dejarían dormir.
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