3.

La muchacha rió, ignorante de la tensión entre el par de jóvenes. —. Adrien, realmente eres malo para calcular la edad de las personas — La ingenua señorita puso una mano en el hombro de Luka sin dejar de reír.

—Tal vez sea mi apariencia de eterna juventud — exclamó el chico de cabellos azulados —. Pero sí, hace un año entre a la universidad, afortunadamente todos mis compañeros me consideran de apariencia mayor a la de un escolar.

Luka levantó su mano y la llevó hasta la cabeza de Marinette revolviendo un poco sus hebras negras—. Es Mari quien siempre aparenta ser una escolar.

—¡Ey! — refunfuñó fingiendo enojo —. Tú también con ese chiste.

Adrien admiró la familiaridad que compartían ambos jóvenes, receloso de la actitud que Marinette adoptaba con Luka frente presente, como si ambos fueran los únicos en ese lugar.

De pronto extrañaba a Nino, a pesar de no estar a más que unas casas de distancia de él, extrañaba a Kagami, a su padre, a Nathalie e incluso a Chloé.

No había lugar para él en aquel hogar, no habían risas compartidas ni miradas cómplices, mucho menos aquel cariño tan familiar que rebosaba el ambiente y la realización de ese hecho lo abrumó a tal punto de quitarle el apetito. —... Si me disculpan, saldré a caminar un rato.

Adrien huyó de la estancia dejando detrás las miradas aturdida de los presentes.

— ¿Tal vez no le asentó bien la comida? — Luka miró fijo el corredor por donde Adrien había desaparecido.

— O lo incomodamos. — espetó Marinette.
Ella sintió el mal sabor de boca y por un momento pensó que tal vez ella dijo algo indebido.

— No hicimos nada malo Mari — Luka volvió a despeinarle los azabaches intentando que su amiga le reste importancia a la actitud engreída del recién aparecido.

—Tal vez deberías darle un poco de tiempo — Sabine tenía razón, lo más probable era que Adrien se sentía agobiado de tu presencia. Habían compartido desde la mañana a la noche y seguramente Adrien deseaba un tiempo a solas, lejos de una adolescente como la había llamado.

—Sí, mamá. — intentó no parecer afligida y prosiguió a comer la cena.
Consumieron todos los alimentos con normalidad, sin el privilegio de tener al rubio en la mesa.

Luka ayudó a el matrimonio Dupain a lavar los platos como era de costumbre y finalmente se despidió de los mayores.

Marinette lo acompañó con educación hasta la salida en donde se antes de marcharse por completo, los jóvenes se tomaron unos minutos bajo la ventana de cierto cuarto de alquiler.

— ¿Estas bien? — inquirió Luka que había notado el semblante retraído de Marinette.

—. Sí ¿Por qué preguntas? — fingió —. Solo estoy un poco cansada.

—Te conozco Mari — Luka acopló su semblante al de ella —. Antes de la cena no estabas así — acortó la distancia y traspasó un cabello por detrás de la oreja de su amiga.

Marinette cerró los ojos disfrutando el cariño de su amigo, se odiaba un poco por no poder esconder sus sentimientos frente a él. Los años a su lado no habían pasado en vano.

—No es nada Luka, son tonterías mías — susurró esperando que no dijese nada más sobre el tema.

Sin embargo, Luka no era así.

—Te estás preocupando por gente innecesaria como siempre — atinó —. Ya sabes que no terminas bien librada cuando le das la confianza a gente que recién conoces.

— No será así, te lo prometo.

Ambos chocaron miradas y Luka supo que aquello era el más vil autoengaño que la hermosa chica podía contar. Pero no podía hacer nada al respecto, así era ella.

—Está bien — apretó con cariño las mejillas rosadas de ella —. Cuenta conmigo cuando vengas llorando porque te han engañado — Aproximó sus labios y depositó un beso en sobre el cerquillo de Marinette depositando todo el cariño que sentía junto con la frustración de no poder protegerla de los demás.

—No será el caso, pero lo haré — sonrió enternecida.

Luka siguió su camino entre la luz de los faroles que iluminaban de forma tenue la calle, elevando su mano en una despedida voluble. Marinette le imitó, ingresando al hogar de una vez por todas, mientras Adrien se quedaba pensativo en el marco de su ventana, dándole demasiadas vueltas a la conversación que acababa de oír entre ambos jóvenes gracias a la cercanía.

— Más bien es ella la que me hará llorar a mí. — Se dijo a sí mismo, lanzándose de buena vez al lecho para descansar por fin.

Después de unos minutos unos suaves golpeteos a la puerta perturbaron la paz de hombre en su lecho.

— Soy Marinette — la voz suave y dulce de la chica resonó detrás de la madera —. ¿Puedo... Pasar? — prosiguió después de regalarle un intervalo de unos segundos en silencio antes de atreverse a preguntar.

Adrien se estremeció, padeciendo una sorpresa que casi logra hacerlo caer del lecho. —. ¡S-sí! — Vociferó.

La puerta de abrió con lentitud, escucharon el rechinar de las bisagras y después de ello la tímida joven ingresó a la habitación.

—S-Sólo quería s-saber si estabas bien— estaba nerviosa y podía notarse en su voz titubeante.

Marinette lo había pensado mucho, era bastante imprudente irrumpir en la habitación de un hombre sobre todo en la noche. Pero se sentía preocupada, Adrien había abandonado la mesa en medio de la cena y como una buena excusa traía en sus manos dos croissants y leche chocolatada.

Los verdes fueron desde la mirada ansiosa de la muchacha hasta la bandeja con los postres. —. Umm... sí te digo que no, ¿vas a darme de eso? — Cuestionó apuntando a la comida en cuestión.

—Si me dices que sí, también te lo daré, tonto— Marinette rio por aquel comentario que hizo que el ambiente tenso fuese un poco más agradable.

— No comiste bien en la cena, pensé que tenías hambre todavía.

La luz tenue de las farolas en el exterior permitía que escasa iluminación ingresara a la habitación y guiada por esta la joven visitante pudo colocar el par de platos sobre el velador continuo a la cama en donde descansaba el exmodelo.

Con los recipientes en un lugar seguro llevó sus ojos hasta el muchacho que reposaba en el lecho aún lado de ella. La tenue farola le regalaba la vista única de apreciar el torso de Adrien a media iluminación, detallando el pecho y el abdomen bien formado provocando que la joven se mordiera el labio.

Él lo notó, su mirada, sus labios siendo aprisionados por sus dientes y no pudo evitar lamer los propios.

Adrien se recordó a sí mismo comprar un pijama de ahí en adelante, puesto que aquel nerviosismo que lo oprimía al estar medio desnudo frente a la chica, solo se comparaba con momentos claves de su vida, entre ellos; intimidad.

— Gracias. — Dijo casi en un susurro, llevándose una de las tazas a los labios. —. La verdad es que sí, muero de hambre.

—Si quieres más, podemos ir abajo — Marinette agradecía la oscuridad, así la única que notaba su sonrojo era ella misma al sentirse caliente por completo —. Las ventajas de que tus padres tengan una pastelería es que puedes comer todos los dulces que quieras sin pagar.

— Vaya, y aun así te mantienes en forma. — Sonrió, sonando y aún sin querer serlo, un tanto coqueto. —. ¿Cómo es que lo logras?

—Supongo que es mi metabolismo — en su rostro se dibujó una adorable sonrisa, traspasó un cabello detrás de su oreja.

Sin pedir permiso buscó sentarse en el borde de la cama, Adrien se movió a un lado dándole el espacio que ella clamaba. Porqué así era ella, un poco imprudente y confianzuda. —. Tal vez tengas que seguir haciendo ejercicio o si no vas a perder tus músculos — al soltar aquella indiscreción desvió su mirada justo de donde no debía; el torso de Adrien.

— ¿Tú crees? — Averiguó él, buscando los azules que yacían perdidos en su abdomen. —. Quizás cargar los costales de harina no sea en vano después de todo. — Desde los labios de la chica, una suave carcajada se asomó, cautivando al rubio en medio segundo.

— Aún no puedo creer que tengas diecinueve... — Soltó él sin pensarlo demasiado. —. Lo que dije antes era mentira, créeme cuando te digo que te notas bastante más madura que muchas chicas de tu edad.

—Amargada me suelen llamar —no sabía el motivo, pero adoraba la complicidad que se estaba desarrollando entre ellos en ese momento y el latir de su corazón desbocado más el sonrojo presente en su rostro no parecían tan malo bajo la tenue luz que entraba por la ventana —. Pero mi apariencia no es la de una chica mayor de edad, en eso no te puedo refutar— confesó un tanto acomplejada.

— A mí me pareces... adorable. — Soltó, depositando su rostro en una de sus manos, apenas consciente de su comentario y como podría repercutir este en su contraria. —. Mucho más adorable que muchas chicas "mayores". — Fingió comillas con sus dedos para luego traer un poco de aquel exquisito dulce a su boca.

Marinette trató de esconder su rostro entre sus hombros, aquello le había sacado otra sonrisa, ya llevaba varias dedicándole al rubio.

— Yo no quiero parecer adorable — confesó—. Quiero parecer lo que soy, una mujer.

— Lo eres. — Sentenció él y en uno de sus arranques se atrevió a tomar la mano de la chica que yacía sobre el colchón. —. Pude notarlo desde que llegué, tienes el perfecto control de este lugar, ayudas y amas a tus padres, te preocupas por tus amigos. — Habló en un tono que Marinette no había oído hasta ese momento, uno comprensivo, calmado y cariñoso. —. Estoy seguro de que eres mucho más madura que muchas personas, incluyéndome... después de todo, desde que llegué, no he hecho más que molestarte.

Ella lo miró hipnotizada con la boca entreabierta, se dejó llevar por el tacto en su mano atesorando aquella sensación cálida y nueva disfrutando de ella al no mostrarse huraña por el atrevimiento de Adrien.

Además, encontró la sinceridad en sus palabras y no la falsa amabilidad que usaba con los clientes.

—G-Gracias — permanecieron por uno segundo chocando sus gemas antes de volver a hablar —. Apenas me conoces Adrien, pero gracias.

Sin embargo, no se refería a ello y lo que diría a continuación le resultaba vergonzoso, por ello rompió el contacto visual. —Pero a lo que yo me refiero es en lo físico, no deseo parecer una adolescente ni ser adorable — suspiró profundo sintiendo frustración pues aquello nunca se lo había mencionado a nadie —. Quisiera que mi físico sea el de una mujer acorde a mi edad, no al de una niña.

— Eres hermosa. — Se atrevió a decir cuando oyó las quejas de su imagen, ni en sus sueños más locos podría haber imaginado que alguien tan acorde a las mujeres que había conocido en las pasarelas estuviera viviendo en aquel pueblo, lejos de la nada, escondida del mundo.

Y al mismo tiempo le hacía feliz, pues se sentía afortunado de haberla descubierto, como si fuese un tesoro en medio del desierto, una sirena perdida en el mar.

No podía negarlo, ni desde la primera vez que la vio; Marinette le resultaba sumamente atractiva, mucho más con aquella actitud altanera que llevaba a todas partes.

Y entonces cayó en cuenta de que sus palabras quizás habían sido demasiado atrevidas, al notar por primera vez el rubor en el rostro de la chica por culpa de la traicionera luna que asomó por la ventana, bañando la habitación con su luz platinada. Fue cuando aquella chica de rasgos infantiles y madurez envidiable le pareció la mujer más bella que el destino pudo poner frente a él.

El carmín se contagió a sus pómulos y las palabras se le acabaron.

—Cr-Creo que estar viviendo en un pueblito ya te está afectando — espetó después de recuperar un poco del aire que abandonó sus pulmones al escuchar el cumplido que de los labios de Adrien sonaba como un poema haciéndola estremecer —. Ya miras todo bonito, todo lo opuesto a lo que estás acostumbrado a ver en París, incluso a las mujeres bellas de allá.

El chico bufó exhausto, levantándose de un salto para luego tomar la mano de la chica y obligarla a levantarse para conducirla hasta el espejo que se encontraba a un costado de la habitación.

— Mira eso... — Mencionó apuntando a su nariz, de donde unas cuantas pecas relucían. —. ¿Tienes idea de cuantas chicas se las tatúan o se someten a tratamientos para obtenerlas? — La azabache negó pérdida en los verdes. — Te sorprendería, incluso en más de una sesión se me han agregado con filtros. — Rió por lo bajo, contagiando un poco a la mujer. —. Mira tus ojos, Mari. — Pidió, perdiéndose él mismos en ellos. —. No tengo ni la menor idea de donde sacaste ese azul, pero es radiante. — Sinceró. —. Pocas veces he visto ojos así. — Sentía su corazón latir, lo sentía en su garganta a punto de salir y aún entonces continuó con su habladuría. —. Además, tu cabello, es perfectamente negro, tanto así que llega a verse azulado. ¿No te encanta? —. Cuestionó en un murmullo. — Tomó su mano de nueva cuenta, haciéndola girar. —. He trabajado en el mundo de la moda desde que era un adolescente, así que puedo asegurarte de que no tienes nada que envidiarle a ningún ángel de Victoria's Secret.

Ambas gemas se encontraron, brillando ante la luz del otro, y fue Adrien quien rompió el silencio que de pronto había dejado de ser incómodo para convertirse en algo sumamente íntimo. —. Eres hermosa. — Repitió.

Sentía que el aire había abandonado sus pulmones y que su aliento le pertenecía a ese chico al que detestó en su primer encuentro.
Suspiró profundo, Adrien le había robado las palabras, en realidad sentía que había olvidado como hablar, como respirar, allí perdida en la mirada iridiscente del hombre con porte de escultura griega.

—No... Sé que decir — confesó. Tenía la mente en blanco, ¡No! Más bien tantos pensamientos a la vez la tenían aturdida, deseaba probar mil cosas en ese momento, sobre todo esos labios.
—Nadie me había dicho algo así — se relamió los labios tentada y vulnerable a la cercanía.

— Marinette... — Murmuró el nombre que de pronto había opacado sus pensamientos. — Y-yo... — Acercó su mano hasta la mejilla coloreada por el cúmulo de sentimientos que no sólo la recorrían a ella, también a él.

Se acercó de forma suave, sonriendo al verla cerrar los ojos, pendiente al contacto que parecía inevitable y entonces lo hizo. La arrastró hasta aquella tentación que significaba un beso, una caricia, una muestra de afecto que por meses no había compartido con otra persona que no fuera su exnovia.

Los besos de Kagami solían ser certeros y duros, un tanto apasionados y lujuriosos, nada comparado con los blandos y aterciopelados labios que aquella chica disponía para él, hundiéndolo en una sensación de increíble de calidez, como beber de una taza de delicioso chocolate caliente, dormir bajo las mantas con el sonido de la lluvia golpeando la ventana, sentarse a leer frente a la chimenea aquel libro que lo hacía llorar. Un sentimiento indescriptible, abrazador y real, sobre todo real.

No fue más que un pequeño contacto, uno que se negó a profundizar por el miedo al rechazo. Después de todo la edad era algo que, por más que lo negara, le molestaba un poco y sobre todo la idea de que aquel fuese su primer beso.

Temía que de alguna manera cayera enamorada de él. Pues y aunque su relación anterior hubiese terminado de la peor manera, el rostro de Kagami era algo que seguía presente en sus pensamientos y en cuanto cayó en cuenta de ese hecho, apartó a la muchacha.

— Lo siento... — Murmuró una vez separados. —. Me dejé llevar, quizás demasiado. — Habló con rapidez, exhibiendo una sonrisa repleta de incomodidad. —... Lo siento.

—Adrien — susurró ella.

Estaba desilusionada del abrupto rompimiento del beso. La había dado apenas una probada del manjar, una migaja de cariño que no duró ni cinco segundos.

—No te disculpes — confesó con la mirada triste, la llevó volando al cielo para en lo más alto soltarle la mano permitiéndole caer en la dura realidad.

¿Acaso después de las bellas palabras que endulzaron sus oídos, ella no seguía siendo suficiente para un hombre como Adrien? Se preguntaba.

— Lo mejor será ir a la cama por hoy. — Declaró un tanto apenado aún. —. Qui-quiero decir, tú en tu cama y yo en la mía. — Agregó con rapidez, cuidando de que sus palabras no se prestaran para malentendidos.

Estaba avergonzada, muy frustrada por el notable rechazo y muy dolida por alguna razón que no comprendía. Tal vez Adrien tenía razón, lo mejor era dormir y antes de hacerlo quizás derramaría un par de lágrimas sobre su almohada.

—Sí, tienes razón — susurró evitando ahora el contacto visual. No deseaba sumergirse otra vez en esos mares cuando los de ella probablemente se desbordarían pronto.
—Permíteme y me llevo los platos vacíos — caminó con prisa hasta la cama y levantó la porcelana —. Nos vemos mañana en el trabajo, Adrien.

Necesitaba salir de allí, no entendía si aquello aún eran las hormonas de la adolescencia que aún se alborotaban al ver a un apuesto joven, tal vez no era tan madura como Adrien le había profesado.

— Marinette. — Llamó antes de que ella lograra escapar. —. ¿Estás bien? — Preguntó mientras ella aún le daba la espalda.

La aclamada suspiró profundo contrarrestando todo rastro de molesto sentimentalismo.
— Estoy bien — sonrió con falsedad cuando le dio la cara al joven —. Hoy fue un día pesado en la panadería, no siempre es así, tal vez sea por tu llegada, así que es mejor que descansemos.

— Está bien. — Se mordió el labio aún confundido entre tantos pensamientos albergando su conciencia. —. Que pases buena noche.

—Que tengas buenas noches, Adrien — sonrió por última vez antes de desaparecer por la puerta junto con la porcelana en manos.

⦿ ⦿ ⦿

Disculpen por la tardanza, las dos hemos estado ocupadas, me despido esperando que el capitulo sea disfrutado

                                       -Ivy

Esperamos les haya gustado el capítulo ☺️ ya vimos que estos dos hicieron su primer acercamiento, ¿cuáles cree serán sus siguientes movimientos?

                                    - Jø

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