1.

Adrien era terco, Nino lo sabía bien. Es por eso que no le sorprendió cuando casi se vio obligado a llamar a un juez con tal de sacarlo de su hogar y llevarlo hasta el de la azabache.

— Esto no es lo que me prometiste. — Le dijo a su amigo a medida que éste le ayudaba a subir una que otra maleta a la habitación asignada por los Dupain Cheng. —. Esa chica es el mismo diablo, Nino y este es su reino, estás, literalmente, dejándome varado en el infierno.

— Te irá bien, créeme. — Palmeó su espalda, dirigiéndose a la salida con rapidez. —. Además, ya es tiempo de que te acostumbres a nuestra nueva vida... — Suspiró desviando los ojos al suelo. —. Nos vemos luego, viejo. — Se despidió con una sonrisa, dejando al rubio en la inmensidad de lo que sería su nuevo hogar.

—Así que el mismo diablo. — A sus espaldas escuchó la voz del pequeño demonio como si lo hubiese invocado —. ¿Crees que esa es la forma correcta de tratar a la hija de tus arrendadores? — Preguntó divertida con los brazos cruzados. Se aproximó al chico que la miraban con una expresión mezclada de sorpresa y rencor.

— ¡Marina! — Comentó con una sonrisa que se notaba falsa a leguas, consciente de que había errado en el nombre de la muchacha. —. Vaya, no sabía que estabas aquí. — Admiró el lugar con un cansancio palpable en su mirar. —. Linda... ¿Casa? — Se encogió de hombros. —. Si es que se le puede llamar así. — Acabó por susurrar bajito.

Marinette enfureció, escuchó a la perfección lo dicho. Sin embargo, no quería darle el gusto al guapo pero odioso inquilino.

— Nino me contó lo que te sucedido. — Empezó a caminar con aires de suficiencia alrededor de las pocas pertenecías amontonadas en medio de la habitación —. Es una lástima que ahora tengas que vivir en esta pocilga. — Hizo un puchero provocando al rubio —. Tal vez tengas que vivir en este pueblo para siempre.

La azabache sacó de entre las maletas una corbata de apariencia bastante fina; sintió su textura, revisó la marca del diseñador y efectivamente se encontró con el logo de su favorito, sin embargo, el vástago de Agreste era alguien que no podía tolerar.

— Pero no siempre vas a vivir por caridad en mi casa, principito— exclamó venenosa.

— ¿Acaso quieres ponerme a trabajar? — La idea llegó a su mente como la más horrenda de las verdades y lo supo cuando una sonrisa traviesa adornó el rostro de su contraria.

— ¿Por qué no? — Ella preguntó riendo —. ¿Será que se te cae la manicura? O se te rompen los brazos escuálidos — La joven rio con ganas provocando la furia del Agreste.

Adrien guardó silencio, impotente ante las acusaciones de la joven, aceptando su destino en silencio a través de un besado bufido antes de caminar pisando fuerte hacia ella, quitándole la corbata que aún yacía entre aquellas delicadas manos. —. ¿Eres así de odiosa con todos tus inquilinos? ¿O solo conmigo?

Marinette se encogió un poco al verse acorralada por el ex millonario. Se dio cuenta de la furia en sus verdes ojos y las facciones endurecidas, no pudo evitar sentirse una enferma cuando por su mente pasó la idea de lo jodidamente atractivo que se veía Adrien.

Pero todo fue opacado por el coraje que sintió al escucharlo hablar altanero.

—Tus adjetivos son erróneos — ella también frunció el ceño molesta por la situación —. Soy muy amable si mis inquilinos lo son conmigo y sobre todo sin son amables y respetuosos con mis padres — apuntó su dedo y lo chocó con fuerza contra el pecho del hombre provocándole un ligero dolor —. Y mucho más si practican la humildad, valor del que careces... Citadino.

El rubio apretó los ojos con fuerza al sentir el pequeño tic nervioso emerger en su izquierdo, apartando con cuidado la mano de la chica mientras una creciente y descabellada idea nacía en su cabeza.

Suspiró y se prometió paciencia.

— Hey... — habló, suavizando el tono que había empleado segundos antes. —. No quiero que nos llevemos mal, después de todo de aquí hasta un tiempo más seremos como... ¿Hermanos? — Un gesto de asco se reflejó en las facciones de la joven. —. O quizás... ¿Algo más? — Acercó su rostro al de ella, haciendo uso de una galantería de la que solo disponía en reuniones y entrevistas formales, aquella con la que usualmente conseguía cosas —. Qué te parece si en vez de darme empleo, ¿Te hago a ti uno que otro trabajo?

Fueron segundos los que le tomaron a Marinette para que su rostro se tornara rojo de la vergüenza, en su pueblo todos se conocían, siempre fueron educados y amables incluyendo a los jóvenes de su edad.
Nunca había recibido tales palabras indecentes. Y Adrien pudo darse cuenta de ello gracias a su inmediata reacción de bochorno.

—Tú — entrecerró los ojos al darse cuenta de que era lo que ese atrevido le proponía —. ¿Estas ofreciéndome tus servios de prostitución? — Inquirió con seguridad borrando toda la vergüenza previa. Ahora se sentía asqueada —. Eres de esa clase de hombres.

— ¿Prostitución? ¿Esa clase de hombres? — Una carcajada amarga brotó de sus labios. —. Puedes verlo como quieras. — Se encogió de hombros. —. Mientras no tenga que arrear animales en el campo...

—Serás idiota — Marinette se golpeó la frente negando con cansancio —. ¿Acaso ves que estas parado en un campo? Es una panadería genio, si vas a vivir gratis aquí — volvió a hincar el pecho del rubio —. Tendrás que cargar los costales de harina en la panadería ayudando a mi padre — ella sonrió ganadora al ver como la sonrisa se borraba del rostro pedante de Adrien.

— Está bien. — Suspiró resignado. —. He cargado con cosas más pesadas en mi vida. — Soltó despreocupado.

— Como el cuerpo de cuanta mujer se te cruce en el camino — espetó ella sin tacto, pasando por alto que aún se encontraba acorralada por Adrien.

Él pasó las manos por su cabello, clamando por paciencia e imponiendo una distancia significativa entre ambos, de pronto el recuerdo de Kagami y la verdadera razón tras su ruptura le dolió. —. Eres tan prejuiciosa. — Masculló, cruzándose de brazos. —. Yo... tenía una novia, ¿Sabes? No soy para nada el tipo de imbécil que piensas... — Vio los azules de Marinette sorprenderse un poco, más no lo suficiente para ahondar en el tema. bueno, tal vez un poco, pero no lo suficiente como para hacerme ese tipo de acusaciones. — Rió apagado, metiendose las manos a los bolsillos pensativo. —. Si no te importa, arreglaré este desastre. — Dijo, acuclillándose para tomar algunas de las prendas y llevarlas a un pequeño closet a un costado de la habitación.

Por un momento un atisbo de compasión traspasó su corazón. Recordó las palabras de Nino donde afirmaba que el Agreste había perdido el apoyo de su padre y ahora no tenía a donde ir.

—Lo siento — se aproximó hasta donde el chico acongojado acomodaba sus pertenecías —. Creo que hablé de más — agarró una camisa negra junto con unos pantalones del mismo color para colgarlos con el resto de ropa que Adrien había dejado previamente en el closet.

— ¿Tú crees? — Cuestionó, elevando una ceja, obviando la situación. —. Hey, esas no van ahí. — Exclamó, tomando las prendas nuevamente. —. Channel y Dior van donde la luz del sol no les llegue.

— ¿Y las Agreste? — preguntó tomando un esmoquin precioso a ojos de la joven —. Supongo que tampoco quieres que se dañen — y a pesar de que a cualquier otra persona le hubiera parecido un comentario demasiado pretencioso, para Marinette cualquier cosa que de moda tratase, era una enseñanza.

Una sonrisa sincera surcó el rostro del joven, levantándose a la par de la muchacha para luego de dejar las prendas en la parte baja del mueble. —. No sí puedo venderlas. — Aseguró, tomando el traje de las manos de la chica, admirando el hecho de que ambas estuvieran mucho más suaves que las de él. Marinette también pareció notarlo, siguiéndolo con la mirada mientras se elevaba de puntas hacia la zona más alta y dejar allí aquel simple conjunto de telas que costaba una fortuna.

Pero entonces, una pequeña y adorable araña se posó sobre su brazo, una que a ojos del de verdes era el más horrible monstruo. —. ¡Mierda! — Chilló, retrocediendo exaltado, tropezando con la azabache y por consecuencia cayendo sobre ella.

Azul y verde se encontraron a centímetros, tan pocos que ambas respiraciones chocaban intensas sobre el rostro opuesto, fue cuando la mirada de Adrien descubrió las diminutas manchas opacas que se levantaban como pecas, quedando hipnotizado por el hermoso rostro que acababa de descifrar.

Así mismo Marinette escrutaba cada parte del masculino rostro, las pestañas largas y rubias no más claras que los cabellos dorados y bien cuidados que caían por la frente del joven, dándole un estilo despreocupado, muy distinto al de su primer encuentro el día anterior.

—Cr-Creo que... Que fue el karma. — Susurró nerviosa, enviando su cálido aliento al rostro de Adrien quién se deleitó al sentirlo chocar sobre su boca —. N-No debiste pensar el vender las prendas Agreste.

— Probablemente mi padre me maldijo... — Se relamió inconsciente, viendo como la chica le imitaba y de pronto esos rosados labios se le hicieron sumamente tentadores. —. Después de todo, por su culpa estoy aquí... en tu casa. — Volvió sus verdes a los azules, como si de alguna forma estuviera solicitando el permiso necesario para llevar a cabo lo que su instinto clamaba.

Marinette suspiró profundo, estaba experimentado sensaciones nunca antes percibidas, las cuales le asustaban, pero al mismo tiempo le gustaban y le causaban curiosidad.

—T-Tal vez no sea... Tan m-malo estar aquí — el corazón le latía desbocado, no tenía la mínima intención de apartar al atrevido muchacho a pesar de que nunca antes se había encontrado en una situación comprometedora y bochornosa con ningún hombre, ni si quiera con Luka.

Sus labios se abrieron automáticamente como si su cuerpo respondiera a la situación, como si fuera algún tipo de reflejo o instinto fijo la mirada en los labios de Adrien ansiosa de probarlos.

Se rozaron, Adrien lo sintió y ella también y de un momento a otro los entrecerrados azules de la azabache se abrieron, alertados por algo que nubló la atmósfera que se había creado entre ambos, golpeando al chico en un costado de la cabeza, haciéndolo caer a su lado.

— ¡¿Qué demonios?! — Vociferó levantándose mientras frotaba el lugar del impacto, sintiendo como su sangre se helaba al ver el dichoso arácnido aplastado contra la palma de la chica.

—¡Tenías la araña en el cabello! — gritó ella mostrándole la palma de su mano con el animal destrozado y un líquido viscoso brillaba sobre el cadáver—. ¡Iuhg, le he dado con la mano! — empezó a mirar a su alrededor buscando algo con que limpiarse.
—Ayúdame, quítame esta porquería — Marinette hizo una primera arcada debido al asco que le provocaba tener un bicho y muerto sobre su mano, sin embargo, Adrien no actuaba a su pedido.

No vio más remedio y entre las pertenecías sobre la cama divisó algunos papeles que podían socorrerla. Adrien la miró caminar rápido percatándose de su objetivo.

— ¡Oh, no! — Vociferó en un medio tropiezo hacia ella, quitando los papeles de su alcance. — Ven aquí, límpiate en mi playera. — Tomó su mano con cuidado, pasándosela por el abdomen, manchando la blanca tela de su Ralph Lauren con el líquido.

Acto seguido y al ver su prenda sucia, se la quitó sin previo aviso, dejándola tirada sobre el lecho en la habitación a la vez que se dirigía a paso calmo hasta el armario, rebuscando otra playera que pudiera ayudarle a acabar el día, dejando su trabajado torso expuesto a ojos de la azabache.

Marinette permaneció perpleja por la conmoción, sintió de manera fugaz el duro abdomen de Adrien, pero aquello no fue lo único que la sorprendió, sino el verlo con el torso descubierto le hizo morderse el labio por inercia, pero lo que más la dejó absorta fue.

—¿Quién en el mundo puede tomar una camiseta... — se agachó a recoger la prenda que permanecía cual limpión en el suelo... —. Ralph Lauren — sus ojos se agrandaron al percatarse de la etiqueta —. Y usarla para limpiar?

Marinette devolvió la vista al muchacho que buscaba otra prenda para sustituir a la sucia.

— Era eso o que vomitaras en mi habitación. — Se pasó una nueva camisa sobre los hombros, cubriéndose mientras se volteaba de nueva cuenta hacia la muchacha. —. ¿Te sientes bien? — Cuestionó al percatarse del extraño color que había tomado posesión de aquel rostro que de pronto se le hacía de lo más adorable.

—E-Estoy bien — titubeó sin soltar la camiseta, rogaba porque Adrien se pusiera pronto ropa o no podría disimular más el nerviosismo —. ¿Qué te parece si... Si para compensar esto lavo tu camiseta?
Recibió una mirada de desconfianza por parte del rubio, ella volteó el rostro pues con esas vistas no podía concentrarse. —Tranquilo, se cómo lavar una prenda de marca.

Él rio acabando de entrar en la prenda. — Supongo que por esta vez confiaré en ti. — Se acercó de nueva cuenta. — ¿Me presentas a mis jefes?

Marinette sonrió, se sintió más confiada ahora que se había enfundado la camiseta, le dio la impresión de que mejor le venía pelear con Adrien a entablar una conversación civilizada.

—Claro, baja conmigo, te presentaré a mis padres.
Ambos bajaron a la primera planta, ingresando a la Panadería por la puerta dispuesta hacia el hogar. — Qué bueno que llegas, hija. — Habló el hombre de gruesas facciones. — ¿Quién es tu amigo?

La chica abrió la boca con intenciones de resolver la duda de su progenitor, sin embargo, el muchacho junto a ella se le adelantó. — Adrien Agreste. — Se apresuró a decir, junto a aquella actitud amable que aparentaba ante extraños.

Marinette torció los ojos pues aquella actitud le molestaba, detestaba que las personas no muestren su verdadera naturaleza desde el principio.

—Adrien es amigo de Nino — aclaró —. Y es por él, por quién está aquí— terminó por susurrar y aquello llegó perfectamente a los oídos del rubio —. Le he arrendado uno de los cuartos.

La azabache mostró su típica sonrisa de travesura y disculpa antes de confesar que el apuesto joven no tenía en donde caerse muerto y peor pagar un arriendo.

La mirada de los mayores pasó desde el muchacho hasta su hija, coincidiendo en silencio con esta.

— Encantado, Adrien. — Habló el mayor. — Mi nombre es Tom y esta es mi esposa Sabine. — Comentó con una sonrisa en el rostro.

— El placer es mío. — Imitó la expresión de los mayores. —. Marinette me ha comentado que podría serles de ayuda en una que otra labor como compensación por mi estadía.

La mirada de confusión de sus padres cayó sobre Marinette —Este, verán — titubeó avergonzada por hacer tratos sin antes hablarlo con sus mayores —. Es que Adrien está pasando por una situación difícil y — se ayudó de un suspiro para ganar valor —. Y le dije que podríamos ayudarlo con un lugar en donde vivir — unió la punta de sus índices y les sonrió a sus padres esperando que ellos aceptasen.

Tom y Sabine la miraron sin decir nada aún y se dio cuenta de que tal vez ellos estarían pensando en que su familia sería la responsable de velar por el desconocido.

—Él está dispuesto a ayudar en la panadería — aclaró de inmediato —. No sabe hacer mucho y es medio inútil, pero está dispuesto a aprender para contribuir a nuestra buena voluntad — al terminar le lanzó una mirada amenazadora a Adrien advirtiendo que no podía retractarse.

— Inútil no es la palabra que yo ocuparía. — Se cruzó de brazos, aguardando a que la sorpresa en el rostro de sus contrarios desapareciera.

— Uhm... bueno, supongo que no puedes quedarte gratis. — La dueña de hogar se encogió de hombros junto a una actitud comprensiva. — Así que lo propio sería que encontráramos un delantal de tu taya, ¿No?
— ¿Delantal? — Repitió el rubio elevando una ceja. — Si necesitan un chef, quiero aclarar que mi Lasaña es una obra maestra.

— Tranquilo, Adrien. — Una suave risa salió desde los labios de la mujer. —. A decir verdad, un cajero nos ayudaría mucho más.

—Pero si quieres ayudar en la cocina no hay problema — Marinette rio incrédula de las cualidades culinarias de Adrien.

— Ahora te ríes, pero una vez que pruebes alguna de mis pastas, no aguantarás ni un día sin mi comida. — Farfulló mientras ella se aguantaba las ganas de soltar una carcajada, con las mejillas sonrojadas y sus azules brillando ante la presencia del muchacho, mismo que disponía de toda su atención en la chica, como si de alguna u otra forma aquella bella mujer de negra melena y lagunas como ojos, lograra hacer mucho más llevadera su estadía en el pueblo.

El matrimonio Dupain- Cheng compartió una mirada cómplice, concluyendo ambos al mismo tiempo que tener a aquel rubio petulante quizás traería una que otra sorpresa a su familia.

—Está bien, está bien — replicó Marinette con una sonrisa y expresión incrédula —. Te creeré si lo haces bien en la caja registradora — ella se aproximó a sus padres y besó a cada uno en la mejilla —. Iré a la lavandería a por el delantal de Luka, creo que son de la misma contextura —exclamó.

Con un dedo le una señal a Adrien para que la siguiera. El muchacho se despidió de los padres con un movimiento de cabeza y nuevamente ingresaron al interior de la casa, Marinette lo guio hasta un pequeño cuarto con una lavadora y secadora. Allí había un armario en donde la pequeña muchacha rebuscaba.

— ¿Luka es tu hermano o algo así? — Quiso saber, observando su pequeño cuerpo adentrarse en el ropero.

La azabache no era más que una niña, o por lo menos, eso era lo que aparentaba para el rubio. Probablemente estaría a punto de salir de la escuela, y sin duda, tal hecho era algo que a Adrien le llamaba particularmente la atención.

Aquella chiquilla altanera con aires de suficiencia sería su jefa y no podía evitar sentirse un tanto ofuscado por cómo habían resultado las cosas.

Marinette sonrió al escuchar la pregunta. —Es casi como un hermano, pero no lo es— negó con la cabeza mientras seguía buscando el delantal —. Luka es mi otro mejor amigo. Trabajó aquí durante un tiempo y — hizo una pausa mirando hacia una de las repisas altas divisando la prenda blanca —¡Allí está, lo encontré! — gritó animada.

Se dio la vuelta mirando a Adrien que lucía un poco confundido.

—Ayúdame — replicó torciendo los ojos y pensando en lo ineficiente que resultaba ser.

Los verdes del muchacho se enfocaron en la prenda, creando una mueca en sus facciones cuando supo que tan solo el padre de familia era tan alto como para llegar hasta allí.
— No te preocupes. — Dijo, depositando sus fuertes manos la cintura de la joven y sin previo aviso, la levantó lo suficiente para que fuera capaz de alcanzar su objetivo.

La muchacha soltó un pequeño grito por la sorpresa que se llevó al sentirse lejos del suelo y con las manos de Adrien rodeándole la cintura.

—¿Q-Qué crees que haces? — titubeó aferrándose con fuerza de los brazos del atrevido.

— ¿Te ayudo? — Soltó como si nada, un tanto divertido con la recepción de su contraria, deleitándose al ver como aquellas mejillas se teñían de a poco y fue cuando descubrió que quizás se había excedido un tanto. —. Rápido, ¿Crees que no pesas?

—Si te peso solo debías alcanzarlo tu — respondió aún más abochornada y con el ceño fruncido —. No sé por qué eres tan complicado.

Marinette puso los pies en el suelo, entregándole la prenda al chico. —. Solo era una broma. — Rió él al ver la expresión algo apenada. —. Probablemente pesas lo mismo que mi gato.

— Ok, fortachón — rio con cierta malicia —. Ya quiero verte cargar los costales de harina con toda la facilidad del mundo — se giró sin mirarlo imaginando la expresión desconcertada que seguramente se dibujó el rostro del contrario —. Ponte el delantal si no quieres ensuciar tu ropa de diseñador.

Se dirigieron nuevamente a la panadería, el clima era un poco caluroso así que el cabello azabache estaba dando un poco de molestia. Marinette metió una mano en el bolsillo del pantalón sacando una pequeña liga escarlata, peinó con sus dedos las hebras de pelo y las ató en una coleta alta dejando expuesta la piel de alabastro de su cuello y nuca.

Aquella tersa piel se veía tan exquisitamente suave los dedos del rubio cosquillearon por tocar aquel punto que de pronto se le hacía en extremo tentador.

Meció su cabeza de forma leve al imaginarse sus labios besando la zona, reprendiéndose por los pensamientos indebidos que cruzaban su mente.

— ¿Y bien? ¿Como funciona esta cosa? — Preguntó al llegar frente a la caja registradora, golpeando de forma leve el costado de la antigua máquina.

Vio a su contraria sonreír, apretando diversos botones que abrieron un compartimento en el área inferior, donde una pequeña cantidad de billetes era custodiada.

Guardó cada detalle en su hábil mente, procurando no perderse en los labios de la chica mientras le explicaba una que otra tontería que no era necesario repetir. — Vale, Vale... ¿entonces sólo debo ser amable con los clientes?

—Exacto muñeco — sonrió con aires de grandeza y agregó al gesto un toque en la nariz del rubio como su fuera un niño pequeño —. Además de regalarles siempre una sonrisa sincera, no coqueta — torció los ojos imaginándolo repartir mil sonrisas a la cantidad de mujeres que seguro pronto estarían haciendo fila por comprar pan.

Aunque a decir verdad no vendría mal al negocio. Marinette sonrió con malicia después de aquel pensamiento.

—¿Sabes qué? Desenvuélvete cómo gustes, sólo no olvides sonreír y ser amable — la joven dependienta cubrió sus labios evitando soltar alguna carcajada.

— Como diga, jefa. — Mencionó, llevando sus ojos al recibidor cuando sus primeros clientes aparecieron frente a él. — Buenos días. — Vociferó de forma casi melódica, oyendo la burla de su compañera a su derecha, evitando verse intimidado por esta.

— Buenos días. — Respondió uno de los aludidos, sujetando con fuerza del brazo a quien parecía ser su amante. — Estoy en busca de un pastel, ni demasiado caro, ni demasiado simple... algo que logre poner contenta a mi esposa. — Le sonrió a la dama y esta coincidió, posando sus ojos de un fuerte avellana sobre el chico.

Adrien asintió amable, volteándose antes de soportar una mirada suplicante a la azabache. —. ¿Tenemos lo que acaban de pedir? — Cuestionó entre dientes.

—Claro que tenemos — le respondió en el mismo tono bajo con una adorable y falsa sonrisa imperceptible para los clientes —. Permítanme mostrarle algunos — Marinette se puso un delantal rosa en donde resaltaba las iniciales de la panadería, anudó la tela alrededor de su cintura adaptándose a su figura. Salió del mostrador y la pareja la siguió escuchando las características con atención mientras que Adrien contemplaba como ella manejaba esa venta.

Sin duda aquello lo había tomado por sorpresa. La eficiencia de la muchacha era bastante mayor a lo que creía y ver tal desempeño prolijo en la adolescente fue algo que desencadenó una horda de pensamientos en torno a Marinette.

Una vez que la pareja se vio fuera del local con su compra hecha, los curiosos verdes del muchacho fueron a parar hacia la joven, resiguiendo la figura que amontonaba algunas cajas de galletas artesanales de las que disponían ese día.

Era hermosa, no podía negarlo y fue precisamente ese hecho el que desencadenó ideas y nociones que no podían presagiar nada bueno para aquel hombre a merced de las inquietas manos del destino.
Negó consciente de que no había sido más que un repentino arrebato de sus hormonas, volviendo a concentrarse en el trabajo que aún restaba en ese largo y agotador día, el primero de muchos.

⦿ ⦿ ⦿

Vemos como Nino acaba de poner en aprietos a sus mejores amigos. Ya vemos como van avanzando la relación de este par, ¿será que ese odio es genuino o habrá algo más?

¡Gracias por leer! Con amor Historia93 y yo
❤️❤️❤️

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