EXTRA IidaOcha

Atención:

1- Al igual que el extra KiriBaku, este extra NO afecta directamente en la trama. PERO es verdaderamente más recomendable leerlo ya que se hablarán cuestiones del capítulo anterior y la historia de Iida y Ochako tiene más peso en la trama de Deku, claro está.

En algún punto de su adolescencia, Ochako creyó que moriría sola y con todos sus pósters de Gran Torino marcados con besos de su pintalabios rosa chicle favorito.

Sí, eso era dramático. Muy dramático. Mega-archi-ultra dramático. Supercalifragilisticoespialidosamente dramático.

Joder, que ya casi parecía Deku con sus dramas turcos de las diez de la noche. Con la diferencia que lo único que ella tenía era un harem de mosquitos en su habitación a las dos de la madrugada.

Y no. Ochako Uraraka no era una persona verdaderamente dramática —sí, ella solía hacer chistes dramáticos y teatreros solo para molestar a su mejor amigo. Pero, en el fondo, ella sabía muy bien que la vida no era una novela llena de plot twists y cliffhangers que te olvidaban a comprar el siguiente libro. Estúpidas estrategias de marketing.

La vida era más simple y aburrida de lo que a todos les gustaba soñar.

Bueno, eso pensó ella —hasta que el plot twist mismo llegó a sus dieciséis años cuando menos se lo estaba esperando.

Y no. No era la superación del final de Full Metal Gran Torino. Era que se había enamorado de Iida Tenya.

Se le revolvía el estómago cada vez que lo pensaba. Del asco y del amor, de las ganas de golpearlo en el estómago y de estamparle un beso que le dejara marcado su pintalabios. De tomar sus enormes manos para que sujetasen las suyas, pequeñas y regordetas, para que retuvieran cuando más necesitaba apoyo. De que sus brazos la rodearan y le susurrase al oído que él también estaba perdido por ella. Por sus ojos, por mente extravagante, por su estridente carcajada.

¿Cómo es que Iida llegó a gustarle? No tenía idea. Un día estaba riéndose —hasta que le salió leche por la nariz— de que el chico cortaba sus sándwiches con regla para que estos quedasen simétricos y al siguiente pensaba que era un poco adorable que en su haber poseyera al menos cuarenta y dos pares iguales de gafas de lectura.

Se había enamorado de un nerd. Ni Deku caía tan bajo. Tal vez porque él también era uno.

Porque a ella le encantaba su nariz arrugada cada vez que lo molestaba. Y adoraba su vasta inteligencia, su facilidad para dominar cualquier área del intelecto con suma facilidad. Era una persona con la que podrías hablar de cualquier cosa —ella lo sabía, claro. Alguien con quien siempre aprendías algo nuevo incluso si se trataba de una ñoñada irrelevante.

Los desvelos en fines de semana —porque Iida no se desvelaba en días de clase— en donde Ochako lo escuchaba embelesada hablar sobre física cuántica a través de su celular tendrían que haberle dado una pista de lo que comenzaba a nacer entre ellos dos. Las pequeñas aficiones que compartían, y la afilada lengua de ambos que se negaban a dejar ganar al otro cada vez que reñían.

Ambos sacaban una parte nueva del otro. Una que los empujaba a buscar más, a no conformarse y desarrollar algo que tenían oculto. Él, le sacaba un lado más objetivo y culto —ella, le enseñaba a soltarse más y bromear con amigos.

La intrépida Ochako junto al rígido Iida. Un poco de locura en la rutina de él y una porción de organización en el caos de ella.

Se sentía cobarde —no, ella era cobarde. No tuvo las agallas por meses de siquiera admitirle a Izuku que estaba enamorada del mejor amigo de ambos. Por las tangas ficticias de All Might, ¡no se lo admitía ni ella misma!

Mucho menos decírselo a Iida. Esa opción estuvo descartada, vetada, prohibida, penada por ley y tachada con rojo furioso en su cabeza por el tiempo que consideró necesario —hubiese quedado así para siempre si fuese por ella— hasta que...

Bueno, hasta que todo explotó. Y todo porque Mineta le metió la mano bajo la falda y tocó sus braguitas con encaje negro que ella eligió una tarde junto a Tsuyu mientras pensaba en —sonrojo— Iida. Todavía sentía náuseas de recordar esos dedos diminutos y diabólicos colándose a través de sus puntos vulnerables. Se sentía humillada. Ultrajada.

Pero en ese instante, era su corazón el único que quería aclarar ciertas cuestiones. Y todas ellas se resumían al nerd anteojudo y plancha-corbatas que recibía el nombre de Iida Tenya.

No es que ella creyera que eran el uno para el otro o lo que fuera. Ni siquiera compró esas bragas pensando que en serio iba a usarlas con él —de todas formas, Iida debía ser de esos que tenía sus tiempos y códigos morales para todo, por lo que apenas le concedería el derecho a la intimación cuando llevasen una década en pareja— o que siquiera se iban a rozar los labios como dos niños de kínder inexperimentados.

Ochako no tenía expectativas. En serio que no. Era lo que ella venía diciéndose desde hacía meses y se lo tenía que creer a la fuerza.

Entonces, ¿qué diablos la motivó a perseguir a Iida aquel día del Hanami tras la bofetada a Mineta?

Su esperanza, así como el estúpido y diminuto lado romántico y que creía en los cuentos de hadas; en los finales felices y en las almas gemelas que se amaban para siempre. El lado que alentó a Izuku a encarar a Shouto con sus sentimientos en la fiesta de Mina Ashido —porque Ochako, en algún momento, creyó en serio que aquellos que se gustaban solo tenían que juntarse y ser felices para siempre.

Ese fue su más grande error.

—¡Iida! —chilló Ochako al tiempo que empezaba a trotar para alcanzar el paso de las largas pierna del otro—. ¡Iida! ¡Ya detente, maldición!

—¡No me sigas, Uraraka! —escuchó que respondía alterado—. No estoy de humor y no quiero decir algo que te haga daño. Ya vete, por favor.

Ochako tomó carrera y empezó a correr hasta alcanzarlo. Ambos ya habían llegado a una zona del parque donde casi no quedaban alumnos —al menos ninguno conocido— y sería mejor retenerlo allí que en medio de la calle. Le sujetó con fuerza la muñeca de manera que Tenya no tuvo más remedio que detenerse si no quería terminar en el suelo.

Cuando se giró para mirar a Ochako, le dedicó una mirada furibunda. Ella se la devolvió.

Aquel juego de miradas duró hasta que Iida suspiró, bajando la cabeza y soltándose del agarre de la muchacha. No trató de salir corriendo; lo único que atinó a hacer fue acomodarse las gafas.

Ochako se contuvo de soltar un bufido. Se veía tan guapo, adorable y estúpido cada vez que lo hacía. Todas sus defensas flaquearon cuando lo hizo.

—¿Acaso no puedes respetar lo que te estoy pidiendo, Uraraka? Acabo de hacer una cosa terrible y...

—Bueno, recién me han metido la mano bajo la falda, así que ya no sé qué diablos significa el respeto —Ochako interrumpió furiosa.

—¡Y yo he golpeado a alguien! ¡A alguien con menos fuerza que yo! ¡Podría haber herido de gravedad a Mineta y arruinar mi reputación académica!

—¿Qué diablos importa eso, Iida? —Ella rodó los ojos—. ¿Te crees que no te aceptarán en una buena universidad solo por arrojar un golpe? En todo caso te van a condecorar por poner en su lugar a un mierdas pervertido.

—Ese no es el punto... golpear a otro no deja de ser un acto vil y que refleja una enorme cobardía...

—¿Y cuál es el punto? Anda, dime. O mejor: ¿me explicas por qué reaccionaste tan violento después de que me tocase las bragas?

Las orejas de Iida se tiñeron del color de las flores de cerezo. Sus manos se movían enérgicas como cada vez que trataba de mostrar un punto que nadie estaba escuchando. Solo que, en ese instante, Iida parecía ni siquiera tener un punto al cual aferrarse.

Ochako lo había encontrado con la guardia baja.

—Pues es lo primero que atiné a hacer después de semejante falta de respeto, Uraraka —soltó Tenya finalmente—. Simplemente me enfureció ver que intentaba abusar de ti impunemente.

—No te he visto reaccionar así ninguna de las veces que tocó las tetas de Tsuyu. O cuando tomó esas fotografías de Momo después de que la engañó para que se agachase a tomar un lápiz —espetó la muchacha de brazos cruzados.

—No es lo mismo, Uraraka...

—¿Y por qué no, Iida?

Ochako estaba jugando con fuego. Ella no era así —ella no acorralaba a la gente hasta que escupiesen las verdades. Bueno, puede que lo hiciese con Tsuyu y con Izuku, pero nunca para su beneficio personal.

Ella no obligaba a que otros le gritasen lo que ella llevaba meses queriendo escuchar.

Era la adrenalina que estaba a tope en su cuerpo desde la mano bajo la falda y el sonido de la bofetada que le siguió después. Pero especialmente no podía dejar pasar la mirada llena de rabia en los siempre estables ojos de Iida y su ronca voz escupiendo insultos hacia Mineta.

En otras palabras, allí iban otra vez su esperanza y su estúpido y diminuto lado romántico que creía en los cuentos de hadas.

Iida no la miraba. Buscaba concentrarse en cualquier cosa del paisaje —los árboles llenos de flores, los alumnos pasándola bien a lo lejos, el aroma de la primavera— en lugar de sostener la mirada que los gigantescos ojos de Ochako le estaban dando. Sus manos, al igual que sus pies, no dejaban de revolverse inquietos.

—¡Pues...! —Iida gesticuló varias veces con la boca sin saber qué decir—. ¡Pues porque me tomó desprevenido!

—¿Por qué no, Iida? —presionó Ochako.

Su amigo apretó las manos en puños antes de estallar.

—¡Porque no sé! ¿De acuerdo? ¡Ni siquiera yo sé por qué reaccioné así! —Tenya jadeó—. No tengo la cabeza en condiciones para pensar claramente en este momento.

Ochako apretó la boca en una fina línea. Sentía un nudo imposible de tragar en la garganta.

—Sí que sabes —espetó ella.

—¿Y tú cómo estás tan segura de lo que yo puedo sentir, Uraraka? —Iida alzó las manos—. ¡Yo no sé ni lo que siento!

—¡Porque me gustas, pedazo de bobo cuatro ojos!

La sorpresa en el rostro de Iida era digna de una fotografía que podría ocupar la primera plana en la revista de Aoyama.

Después, vinieron los chillidos del muchacho; bueno, más bien eran sonidos sin sentido que salían de su boca incapaz de articular una oración coherente. Parecía indignado —sorprendido; totalmente ajeno a cuestiones del romance.

Él se quedó en silencio, esperando a que Ochako se retractase de sus palabras. Que las quitase y tal vez —solo tal vez— permitirles a ambos volver a aquel estúpido vaivén en el que se encontraban día a día.

Pero ella no iba a hacerlo. Ya no más. Estaba cansada de mentirle a todos, de mentirse a sí misma. Ahora que había sido valiente, no sería cobarde otra vez.

Iida no movió un solo músculo de su cuerpo cuando Ochako se acercó, se puso de puntillas y lo besó.

Sí, podía confirmarlo: no era lo que ella estuvo esperando desde hacía tiempo. No estaba la magia del primer beso juntos, solo su desesperación y chapoteos atolondrados para que Tenya le dijese exactamente eso que ella estaba segura que él pensaba.

Aunque, ¿qué tan segura estaba de ello? ¿No era su lado romántico y soñador el que tal vez estaba imaginando todo?

Deku había tenido razón: la segunda vez era mucho más fácil. Ella jamás tuvo el valor suficiente para plantarle un beso a un chico. No cuando la incertidumbre de lo que besar significaba la azotaba.

Ahora que ya no tenía ese peso del primer beso encima, lanzarse sobre Iida para saborear sus labios fue mucho más fácil.

Ni él ni ella se movieron, extremidades completamente rígidas mientras ella le apretaba los brazos para no caerse. No estaba segura de si lo estaba correspondiendo, pero todavía no se la había quitado de encima. La punta del estómago le cosquilleó ante el tacto húmedo de sus labios.

La no-magia de ese beso no duró demasiado.

Iida levantó sus brazos hasta que encontró con las manos los de Ochako. Por una milésima de segundo ella fantaseó que la acercaría a su cuerpo y le robaría el aliento con un beso apasionado.

Pero solo la aprisionó en su agarre para poder quitármela de encima como un perro sarnoso —bueno, si era honesta, Iida no la quitó bruscamente ni con poco tacto; pero para ella se sentía como un inminente rechazo.

—No puedo, Ochako —dijo Iida usando por primera vez su nombre—. No podemos.

Ella observó un instante su boca que brillaba a causa del pintalabios que le dejó marcado así como sus ojos que brillaban como una fina película transparente.

Iida se dio la vuelta y huyó del parque. Sin mirar una sola vez atrás.

Y Ochako se quedó allí, con los pies plantados sobre la hierba y temblando como una hoja por lo que acababa de pasar.

Quería llorar. Pero no lo hizo. Nadie que no fuera Izuku vería alguna vez las lágrimas de Ochako.

Era todo lo que tenía para mostrarles que ella también podía ser fuerte.

Si bien lo primero que Ochako vivió fue la aceptación de su rechazo, con las horas apareció poco a poco el dolor.

Un dolor agudo y punzante; nacido por culpa de sus propias tontas expectativas que se negaron a escuchar su lado sensato —el que aceptaba el hecho de que no era correspondida— y ahora lidiaban con las consecuencias.

Era una jodida estúpida e ingenua.

¿De qué le había servido aprender con los líos amorosos de Izuku, si después iba y se comportaba igual o más impulsiva que él?

Ya no era solo el dolor. Era la vergüenza y la humillación de poner sus sentimientos en bandeja, adrede para que se los lanzasen de vuelta a la cara. Para que rebotaran y cayeran al suelo para ser pisoteados.

Por ella misma. Por decidirse a saltar en una piscina vacía.

Otra parte de sí misma aceptaba la derrota y, al menos, se encontraba en paz. No más fachada, no más mentiras. Ya no tenía que fingir que estaba de cabeza por uno de sus mejores amigos. Sin embargo, ahora tendría que maquillar su dolor y fingir todavía más cada vez que se lo cruzase por el salón.

Joder, sacando de lado eso —cada vez que tuvieran que reunirse con Deku, ¿qué culpa tenía él? Ya había perdido demasiadas cosas en las últimas semanas como para que Ochako le arruinase las únicas amistades que le quedaban.

¿Por qué el amor apestaba más que los pies de Kaminari después de la clase de gimnasia? Se suponía que enamorarse era bonito. Te cambiaba. Te hacía mejor persona. O eso quería venderle Gran Torino On Ice...

Ella se había vuelto más insegura. Más recelosa —y mentirosa, ya que odiaba admitir que estaba enamorada— así como más cauta. Más impulsiva.

Y, al final, solamente la dejó rota y sin muchas ilusiones.

Debió ser por eso que, durante los siguientes días en que Izuku no se presentó, Iida y ella hicieron como si nada simplemente para buscarlo. Por tiempo indefinido estuvieron en tregua porque cualquier riña estúpida era inferior al bienestar de su dulce mejor amigo

—Voy a hablar con Shinsou —Ochako pensó durante uno de los recesos—. Kirishima está descartado; ya todos hemos visto sus ánimos. Pero tal vez Shinsou...

Iida suspiró acomodándose las gafas. Se negaba a mirarle aunque sea la punta del zapato. No sabía si eso le dolía o le enfurecía. Al menos ella se estaba esforzando —y era a quien más le costaba.

—Yo sabía que algo así pasaría, tarde o temprano...

Ochako dio un pisotón indignada. Iida dio un respingo; pero fue el susto lo que le llevó a mirarla aunque sea por una milésima de instante.

—Ahórratelo, ¿sí? —espetó ella—. Deku-kun debe estar muy lastimado. No es momento de echarle la culpa.

—No lo culpo a él —gruñó Iida—. Me culpo de haber sido un pésimo amigo por no intentar más duro en que tomara menos decisiones estúpidas. Se supone que ese es nuestro trabajo.

—Nuestro trabajo es apoyarlo en sus errores así como en sus éxitos. Además no podemos cambiar el pasado —Ochako sintió otro nudo en la garganta al decirlo—. Ahora solo hay que asegurarnos de que está bien.

El silencio colgó entre ambos; como un hacha que se deslizaba lentamente y le hacía preguntarse a cuál de los dos golpearía primero.

Fue Ochako quien ya no pudo contenerlo. La gélida indiferencia la lastimaba. Cualquier cosa se sentía mejor que soportar un segundo más de silencio; un minuto más de ya no volver a escuchar la tozudez de Iida, de ya no poder picarlo con sus comentarios que lo enojaban y le hacían agitar las manos como robot.

Ya no existía un vínculo entre Tenya y Ochako. Los unía pura y exclusivamente el bienestar de Deku. Le hubiese gustado saber si él extrañaría todo lo vivido juntos como ella ya lo hacía.

—Buscaré a Shinsou —declaró antes de darse la vuelta y empezar a apurarse por el pasillo.

No llores, se ordenó a sí misma.

No debía llorar. Solo tenía que seguir siendo fuerte y manteniendo una imagen que nadie más podría dañar.

Los pasos de Iida la persiguieron por el pasillo. No le gritó. No caminó a su lado en cuanto la alcanzó. Tampoco le habló.

Todo lo que les uniese a partir de ese momento sería solo por y para Izuku Midoriya.

Tendría que empezar a acostumbrarse.

Ochako estaba tratando de concentrarse en su libro de inglés para el trabajo final de Yamada cuando sintió unos toquecitos en su ventana. Hizo una seña para que la recién llegada entrase ya que no tenía puesto el seguro.

El rostro de Tsuyu la recibió.

—Ochako-chan, me siento como un amante que viene a robarse tus florcitas a medianoche cada vez que me haces entrar por la ventana. ¿Por qué no me recibes por la puer-...? —Observó entonces a la dueña de casa—. Ah. Era por eso.

Ochako bufó un poco ofendida. Pero no podía decir nada a Tsuyu —era ella quien estuvo llorando y tenía la cara hinchada como patata y tan roja como les quedaría el trasero luego de los exámenes finales.

Era patética.

—No quiero que mis padres me vean y anden haciendo preguntas —Ochako sorbió por la nariz—. Además, tengo una reputación que mantener.

—¿Una reputación de araña desalmada? —rio Tsuyu, depositando su bolso en el suelo y tomando lugar a su lado en la cama—. Puede que seas una araña, pero no eres desalmada.

—Gracias, Tsu-chan. Siempre me alientas cuando lo necesito.

Si Tsuyu entendió su sarcasmo o no —lo más probable era que decidiese ignorarlo adrede— no lo dejó ver. Simplemente esbozó su típica sonrisa que le cruzaba todo el rostro pero sin enseñar los dientes.

Ella le dio unas palmaditas en la espalda a la pobre y miserable Ochako que se abrazaba a un cojín en forma de brócoli. Lo había considerado divertido cuando obligó a Izuku a que se lo regalara para su cumpleaños.

—Dime que estás llorando por el trabajo que todavía no terminamos y no por un par de músculos con gafas —Tsuyu dijo casi amenazante—. Me dijiste la otra vez que ya no pensarías en él.

—Bueno, no es tan fácil, ¿vale? Estoy tratando de adaptarme a todo esto.

—No se nota, Ochako-chan.

Escrutó los ojos hacia Tsuyu. A veces detestaba que la chica fuese tan directa —pero era exactamente eso lo que Ochako necesitaba. Alguien que la abofetease con la realidad.

Izuku lloraría antes que ella. Y, además de Deku y Tsuyu... Ochako no tenía más amigos cercanos.

Bueno. Si había tenido uno. Pero gruñó al pensar en él. Así no se le volvería nada fácil olvidarlo.

—Deja ya eso —continuó Tsuyu—. Tengo un par de micropenes 2D en mi teléfono para que te animes.

—¡No quiero un estúpido micropene!

—Claro que lo quieres —Tsuyu dijo llevándose un dedo al mentón—. El tema es que no puedes tener el que quieres. Pero un clavo saca a otro clavo, y para eso estoy yo aquí.

—¿Y si hacemos el trabajo y dejamos este tonto tema de lado?

—Eras tú a quien encontré llorando, Ochako-chan. De nada sirve que sigas evadiendo el tema...

Uraraka soltó su cojín y lo estrelló contra el suelo. Decidió erguirse sobre la cama para poder mirar de mala manera a su amiga. Fue entonces que vio de reojo por el espejo de cuerpo completo de su cuarto que tenía el cabello hecho un nido de serpientes.

El mal de amores causaba estragos en una.

—¿Qué quieres que haga? —bramó Ochako—. ¿Me pongo en tanga enfrente de todos con un cartel que diga «Me enamoré de un capullo»?

—Bueno, yo pensaba más bien un cartel de «Me enamoré y la idiota soy yo».

Ochako agitó las manos en el aire indignada.

—¡Vale, ya! Qué buen aliento das, Tsu-chan...

Su amiga ni siquiera parecía inmutarse ante las cosas que le decía. Tsuyu tenía un temple de acero.

—Es que es la verdad —dijo parpadeando como si fuera obvio—. ¿Acaso Iida tenía la culpa de que tú te enamorases de él?

Ochako abrió la boca para replicar pero no tuvo ni idea de qué decirle. Odiaba aquello de Tsuyu: que siempre tuviese la razón. Tuvo que apretar los labios —al igual que los puños— totalmente frustrada ante la sonrisa triunfante de la otra.

—¿Por qué es que le sigues culpando? —inquirió Tsuyu.

—Porque es una ameba asexual y cuatro ojos —respondió Ochako mientras se arrojaba de espaldas a la cama—. ¡Y porque es guapo e inteligente y dedicado! ¡Y sería un excelente esposo! Maldita sea, tendré que tragarme mis propias palabras...

—Bueno, sacando de lado lo obvio... —Tsuyu dijo como en un cantito—. No es que Iida te diese ilusiones o algo por el estilo.

Ahí estaba otra vez el nudo en la garganta que amenazaba con asfixiarla.

—Me pelea igual que yo a él —dijo Ochako con un hilo de voz—. La pasa bien a mi lado. Se preocupa por mí. Me defendió de Mineta...

—Ya, pero eso no significa mucho —la detuvo Tsuyu—. Midoriya-chan o yo haríamos lo mismo. Al menos lo de Mineta.

—¡Con ustedes es todo fraternal!

—¿Y qué te hizo pensar que con Iida no...?

—¡No estaba pensando en nada, Tsuyu-chan! —estalló Ochako—. ¡Lo sé! ¿De acuerdo? Yo sé que Iida no me ve más que como una amiga. Nunca vio nada más y yo admito que mis sentimientos nacieron de mi ingenuidad. Pero algo en mí empezó a verlo de otra manera y ese algo se aferró ante el más minúsculo indicio de que... de que...

Cerró los ojos para que Tsuyu no le viera los ojos brillando. Podía sentir su intensa mirada encima de ella, quemándole con la verdad. Ochako tenía los puños apretados contra sus muslos; tan fuerte que sus nudillos debían haberse vuelto blancos.

—De que quizás era mutuo —suspiró finalmente—. De que tal vez no era la única tonta enamorada.

—Hace un tiempo me dijiste que no tenías expectativas con Iida.

—Y no las tengo. Bueno... no las tenía. Pero una parte pequeñita de mí quería pensar que... que tal vez me equivocaba. Que tal vez el no tener expectativas era porque la vida me deparaba alguna sorpresa o... ¡O yo que sé! Alguna de esas cosas cursis que a Deku le gustan...

—Entonces admites que es todo tu culpa y solo tu culpa.

Tsuyu era habilidosa para retrucar tus propias palabras y volverlas en tu contra solo en pos de que uno abriese los ojos ante la dolorosa verdad. Y allí estaba Ochako, enfrentándose a su terrible verdad.

Solo era una ciega enamorada de alguien que no iba a corresponderle.

Sintió que otro par de calientes lágrimas le caían por las mejillas. Ella trató de reírse ante su ironía, pero eso simplemente consiguió que llorase con más fuerza. Tsuyu se deslizó por su cama hasta que sus brazos estaban lo suficientemente cerca para rodearla por completo.

—Ya no llores, bonita —Tsuyu susurró cerca de su oído mientras le acariciaba el pelo—. Puede que tú fueses una ingenua, pero Iida se lo pierde. Buena suerte para él encontrando alguien que soporte sus cuarenta pares de gafas...

—Son cuarenta y dos —hipó Ochako tras gimotear con más fuerza sobre el hombro de su amiga.

—Uf, pues vaya pelmazo —Tsuyu exclamó—. Tú te encontrarás un guapo, millonario, inteligente y talentoso patinador. Y no va a tener micropene. Ya lo verás.

—¡Deja de mentirme! —espetó histérica—. ¡Vivimos en Japón, no puedo hacerme expectativas!

—Mi trabajo como amiga es saber cuándo debo mentirte por tu bienestar emocional, Ochako-chan.

Los brazos de Tsuyu a su alrededor se aflojaron para que pudiese tomar aire. Usó uno de sus peluches para limpiarse las lágrimas y demás fluidos desagradables que los humanos expulsaban con el llanto.

—Te conseguiré alguien mejor para salir mientras encuentras a tu patinador —siguió diciendo Tsuyu—. Podría ser Denki, ¿te gusta Denki? Es tonto y flacucho pero carismático. Y no tiene cuarenta y dos pares de gafas.

—No quiero salir con Denki —farfulló Ochako.

—¿Tal vez Sato? Es bara. Además, hace buenos pasteles y galletas. Seguro es habilidoso con las manos...

—¡Tsu-chan!

—Otra buena opción sigue siendo Midoriya-chan —continuó Tsuyu, más hablando para sí misma que otra cosa—. Ahora que mi TodoDeku nunca será canon...

Ochako rodó los ojos tras soltar un bufido exasperado. Estaba tentada de enterrar el rostro sobre sus mullidos almohadones hasta que se fusionase con los mismos.

—A Deku le gustan las salchichas mini más que a nosotras dos juntas —exclamó como si aquello no fuese la obviedad más grande que las bubis de Momo Yaoyorozu.

—Bueno, no podemos culparlo por ser un hombre de finos gustos.

—Mejor me quedo sola y me hundo en mi desgracia. Ya preparé mi Playlist emo y todo. Y tengo un chocolate debajo de mi colchón.

Se acomodó para hacer lo que acababa de narrar, pero Tsuyu tomó su tobillo y lo jaló hacia ella.

—Ni hablar. Todavía tenemos un trabajo que hacer —Tsuyu dijo como orden—. Podemos invitar a las demás para tener una noche de chicas.

—No sé si tengo ganas...

Tsuyu levantó la palma de la mano para que Ochako dejase de hablar. Con la otra, sujetaba su teléfono y acercaba el micrófono a su boca para enviar un audio al chat grupal que compartían con las demás. Bueno, el chat donde estaban las seis de siempre. Tenían otros las chicas de otras clases con las que compartían algunos clubes pero los mejores chismes estaban en el privado.

Ochako trató de rezongar.

—Muy tarde —Tsuyu no la miró por seguir tecleando—. Kyoka-chan dice que recogerá a Momo de la casa de Todo-chan antes de venir a las ocho. Mina todavía no responde y Tooru solo ha enviado un montón de emojis que asumo que significan que está emocionada.

—Genial, van a venir todas a comerse mi chocolate y yo ni siquiera me he rasurado las piernas —suspiró Ochako—. Tendré que sacarme los shorts.

—Anda, si te hemos visto en peores miserias. No te hagas la elegante ahora, Ochako-chan.

Tsuyu le guiñó un ojo mientras se levantaba para buscar algún atuendo de dormir en el armario de Ochako. Trataba de mostrarse todavía molesta y dolida, pero era imposible con Tsuyu deambulando por allí.

Sin embargo, se le borró la sonrisa al descubrir que Tsuyu se decantó por su bata rosa y peluda. La misma que Iida usó semanas atrás en ese mismo cuarto en el que ambos coordinaron —sin siquiera tener que decirlo— para torturar a Deku con el tema de los fuegos artificiales.

Ahora nunca tendrían fuegos artificiales. Ni siquiera tenía un montón de cenizas para aferrarse.

—Gracias, Tsu-chan —dijo finalmente Ochako con una sonrisa—. No me equivoqué en llamarte. Creo que tus consejos van a ayudarme.

Tsuyu se giró hacia Ochako, luciendo su ropa interior y la bata todavía sin atar. Tenía las cejas arqueadas.

—Creí que me llamaste por mi hermosa manera de dar consuelo.

—Esa creo que me la debes todavía —Ochako suspiró.

Tsuyu esbozó una sonrisa.

—Igual ya lo sé. Me llamaste porque no querías molestar a Midoriya-chan.

Sintió que se le calentaban las mejillas al haber sido atrapada. Tsuyu parecía disfrutar del momento.

—Él la está pasando muy mal, Tsuyu.

—Lo sé.

—No quiero que sufra también por esto.

—Más va a sufrir si se entera que tú sufres en silencio por protegerlo a él.

Uraraka no dijo nada. Se ocupó en mordisquearse nerviosa el interior de la mejilla mientras Tsuyu respondía una llamada de Mina y le narraba explícitamente todas las botanas y películas que necesitaban para esa noche.

Cuando colgó la llamada, descubrió a Ochako observándola todavía. Tsuyu sonrió tan ampliamente que sus ojos no pudieron evitar cerrarse con un par de arruguitas a los costados.

Ochako se dio cuenta que, al final, nunca estaría sola realmente.

Ochako tuvo que escapar escandalosamente de su clase de física con un caja de tampones en la mano para que la profesora Nemuri no pudiese negarse.

—Es que se me descongela la chuleta, profesora. Si usted me entiende.

Ochako lo había dicho con su voz más inocente como si no acabase de implicar que le salía sangre de la entrepierna. Nemuri, un poco sorprendida por su franqueza, le dio un pase para ausentarse de la clase.

Y todo por culpa de un mensaje de Deku.

Iba a molestarlo de por vida con su harem si resultaba ser otra de sus babosadas. Pero bueno —allí iba ella cada vez que su pelusita lo necesitaba. No había manera de negarse a un llamado de auxilio suyo si imaginabas sus enormes ojitos suplicantes.

Ochako tuvo que empujar a Aoyama para que no tratase de increparla por rumores e ignorar a la pobre Kendo de la clase B que solo buscaba saludarla.

Su bebé estaba en apuros.

Lo encontró debajo de las gradas como siempre. Casi esperaba verlo dando vueltas en círculos mientras musitaba alguno de sus tontos planes entre dientes y anotaba cosas en su libreta a punto de explotar de tantas hojas y papeles.

Le asustó lo que encontró.

Izuku estaba sentado sin mover un solo músculo. Tenía la mirada perdida, más allá hacia los pasillos que conectaban con el campo de deportes. No musitaba, no balbuceaba, no escribía nada.

Era como si lo que sea que estuviese en su cabeza fuese demasiado pesado de procesar incluso para una mente tan veloz como la suya.

—¿Deku-kun? —preguntó Ochako cautelosa—. ¿Me necesitabas?

Izuku no le respondió al instante. Simplemente parpadeó como único signo de que sabía que no estaba solo allí debajo de las gradas.

Ochako dio un par de pasos hacia él con sumo cuidado. Poco a poco se sentó a su lado, sin dejar de observar aquella mueca tétrica que nublaba su bonito rostro.

—¿Deku...?

—Todo se ha ido a la mierda, Ochako —contestó él de repente sacándole un respingo—. No, espera... todo ha sido una mierda desde el inicio.

Ochako comenzaba a asustarse de verdad. Izuku no solía ser tan críptico en lo que decía, y ella en general estaría picándole hasta conseguir la verdad...

Pero sus ojos brillaban con el resplandor que solo alguien decepcionado cargaba en su mirada. Y ella esperó, paciente, hasta que Midoriya decidió vomitar toda la verdad de lo que le acongojaba.

Ochako escuchó cada palabra. Lo hizo en silencio, hasta que Izuku soltó todo el aire que contuvo al hablar a modo de punto final.

Y luego tuvo deseos asesinos que no sabía de dónde salían.

—Bien —dijo Ochako con las manos temblándole—. Supongo que voy a tener que castrar a Todoroki. O mejor vender alguno de sus chismes a Aoyama, ¡a ver si se entera ese hijo de su puta madre lo que es la humillación!

Ochako estaba enfurecida. Rabiosa. Indignada. No podía siquiera concebir quedarse de brazos cruzados.

Quería gritar. Golpear a alguien. Zamarrear a Midoriya para que reaccionase de una puta vez. Prender fuego a ese estúpida escuela para que sus alumnos dejasen de herir a otros.

Izuku no trató de defenderlo como otras veces hacía. Se lo veía demasiado consternado; y eso era algo que ella no podía tolerar en silencio. No con todas las ideas arremolinándose en su cabeza.

—Tal vez también deba cortarle las tetas a Momo o lo que sea —siguió diciendo Ochako—. Digo, ¿y si están confabulados? Ya no me sorprendería nada en esta vida. Me vale si son inocentes... esto no se va a quedar así.

Ochako se levantó sin preocuparse de que se le viera todo lo que tenía bajo la falda. Estaba ofuscada y era la rabia la que hablaba en ese momento. El enojo que llevaba días y semanas acumulándose bajo su piel.

—Ochako, no...

—No, Deku. Cállate ahora —gruñó ella. Estaba segura que sus rasgos se desfiguraron—. No voy a dejar que te quedes callado otra vez y te aguantas como otro te pisotea. Ya lo soportamos con Bakugo. No lo aceptaremos esta vez.

Deku se levantó de un salto tiempo sin soltarle la muñeca que le sujetó para detenerla. La miraba a los ojos con los suyos inyectados en sangre.

—No hagas nada precipita-...

—¡Y a la mierda con las cosas precipitadas! ¡Si las cosas no se hacen cuando se debe, se sigue perpetuando toda esta mierda! —gritó Ochako—. ¡Todoroki se merece su jodido escarmiento!

—Ochako, cálmate —Deku estaba hiperventilando de los nervios—. Harás algo estúpido y conseguirás que te expulsen...

—Pues no me importa —escupió ella—. De todas formas estar en esta escuela es una tortura.

—Sé que estás dolida por...

—¡No digas su nombre! —chilló Ochako—. Esto nada tiene que ver con él. Yo estoy perfecta y lo estoy superando.

Midoriya deslizó su mano hacia la de ella y la mantuvo sujeta mientras la observaba con algo parecido a la pena. A la pobre, desquiciada y solitaria Ochako que nadie más que él y Tsuyu querían.

Vaya patética existencia.

—No descargues tu frustración en mis batallas, Ochako —Deku dijo con cuidado—. Yo manejaré esto y tú manejarás tu dolor.

Uraraka casi sintió que sus propios ojos comenzaban a aguarse. Cada vez que Deku le hablaba con dulzura ella se sentía indefensa —porque claro, era Ochako la que protegía siempre a Deku. La que le ayudaba con los matones como Bakugo. La que le bajaba los pies a la tierra. La que le cuidaba las espaldas cuando él estaba ocupado vigilando su frente.

Pero ahora era Deku quien se convertía en su héroe.

Se pasó la mano libre por el rostro para borrar cualquier rastro de posibles lágrimas o vulnerabilidad.

—Tranquila, ¿sí? —dijo Deku con una sonrisa triste—. Seguimos juntos, tú y yo. Saldremos adelante con todo lo que venga.

Ochako le dio una sonrisa casi sin darse cuenta.

Eran un desastre. Un par de niños que no sabía cómo ser adultos. Pero al menos no estaban solos.

La sonrisa de Midoriya se borró sin motivo aparente. También ahogó un jadeo. Ochako iba a preguntar, pero notó que su mirada ensombrecida se desviaba por detrás de los hombros de ella.

A algo —o alguien— que estaba a sus espaldas.

No, pensó. No ahora...

—Iida-kun —consiguió decir Deku con un hilo de voz—. No creí que vendrías. Me dijiste que estabas en clases...

Ochako apretó los ojos con fuerza porque podría haber fulminado a Izuku con la mirada si esas cosas fuesen posibles. Cualquier sentimiento de empoderamiento conjunto que existió minutos atrás había sido borrado de un plumazo.

—Pues dijiste que era sobre el ladrón —escuchó la voz de Iida decir algo tenso—. Y yo te prometí que lo íbamos a atrapar.

Ella se negaba a darse vuelta a verlo. Midoriya no sabía si mirarla a ella o a él con más horror.

—Midoriya —volvió a decir Iida—. ¿Nos dejas a solas un momento?

—Eh, Iida-kun...

—Por favor —insistió él—. Te lo pido como tu mejor amigo, Midoriya.

Ochako vio a Deku debatirse entre sus lealtades. No es que ella fuese creída, pero sabía muy bien dónde yacían las lealtades de Deku. Pero también odiaba ponerlo en encrucijadas para debatirse por uno u otro lado, porque ya todos sabían lo terrible que era tomando decisiones.

Ella le asintió como indicio de que estaba bien si los dejaba solos. Midoriya no tuvo que pensárselo dos veces y salió huyendo.

No estaba segura de cuánto tiempo pasó dándole la espalda al muchacho. Sentía el corazón corriendo una carrera en su pecho y las mejillas debían arderle, de la furia pero también de la vergüenza.

—He querido hablar contigo desde hace rato —empezó Tenya con un carraspeo—. Uraraka...

Ella lo tomó como un incentivo para girar y enfrentarlo. Iida dio un respingo en su lugar, pero eso no le quitó su porte firme de siempre.

Se sintió estúpida por sentir sus piernas temblar al verlo tan guapo. Tan cerca que podía correr a sus brazos pero tan lejos porque no existían circunstancias en que ella pudiera hacerlo.

Al diablo las palabras de Tsuyu. Ochako se sentía como una niñita frustrada otra vez. No estaba ni cerca de superarlo.

—¿De qué quieres hablar? —increpó Uraraka. Intentaba no sonar ruda o resentida—. Te escucho, Iida-kun.

Él dio un pequeño asentimiento hacia ella. Acto seguido —y para su sorpresa— le ofreció una reverencia. Trató de ocultarlo con todas las fuerzas que tenía, pero no consiguió verse desinteresada —y curiosa— ante lo que estaba ocurriendo.

—Quería disculparme contigo —exclamó Iida con su potente tono de voz, sin enderezar su espalda de la reverencia—. No me he portado como un verdadero caballero. He sido un inmaduro, un irrespetuoso y también...

—Iida-kun, basta —lo cortó ella—. No tienes qué disculparte por nada... ¡Ponte derecho!

No iba a admitir que verlo reverenciado le estaba provocando mariposas en el estómago. Ochako quería agarrar una por una y arrancarles las alas de cuajo.

Pero eran demasiadas como para combatirlas ella sola.

—¡Uraraka, sí! ¡Sí, sí tengo que disculparme contigo! —Iida vociferó mientras se erguía. Dio solo un par de pasos hacia ella—. Tengo mucho para disculparme.

Ella tragó saliva con fuerza mientras buscaba las palabras adecuadas —y el valor— que decir a continuación:

—No necesitas disculparte por no corresponder mis sentimientos, Iida-kun. Está bien. Lo entiendo...

Tenya no trató de ocultar el escalofrío que las palabras de Ochako provocaron en él.

—No es eso por lo que vengo a disculparme —Iida dijo firme pero sus manos empezando a moverse frenéticas.

—Entonces, ¿por qué, Iida-kun?

Los segundos colgaron pesados entre ambos. El tiempo parecía correr a una velocidad mucho más lenta de la normal; atascados en un bucle sin fin.

Iida parecía igual de atormentado que ella. Aunque claro, nada superaría al torbellino de emociones que estaba viviendo por culpa de él. Siempre por culpa de él.

—Vengo a ofrecer mis disculpas por haber sido un mentiroso... Ochako.

Sintió que se le encogía el estómago al escuchar su nombre fluir a través de su boca. No era la primera vez que lo escuchaba, pero sí era la primera vez que le hacía querer derretirse en un charco en ese preciso momento.

¡Estúpido Iida-kun!

Al verla paralizada e incapaz de hablar, él decidió proseguir:

—No he dejado de pensar un solo instante en ti.

Uraraka abrió la boca para dar una gran bocanada de aire sin darse cuenta que estuvo conteniendo la respiración por demasiados segundos. Se envalentonó para dejar de quedarse callada como una idiota.

—¿Desde cuándo? —preguntó ella tratando de verse impasible—. ¿Desde que te he besado y te grité lo que siento?

Ella hubiese querido poder descifrar lo que la profunda mirada azul de Iida decía en esos momentos. Hubiese sido más fácil poder asimilar lo que diría a continuación:

—No dejó de pensar en ti desde que te conozco, Ochako.

Aquello la dejó de piedra. Iida dio otro par de pasos hacia ella.

—Desde que nos conocemos, mi mente siempre ha girado en torno a ti —continuó Iida—. Nunca he sido capaz de controlar estos impulsos hormonales que me azotan cada vez que estoy a tu lado.

Ochako entrecerró los ojos. No sabía si sentirse halagada o avergonzada.

—¿Acabas de llamarle impulsos hormonales...?

Iida pareció no escucharla. Ahora que había conseguido el valor para hablar finalmente no dejaría que ella se lo arruinase.

—Creí que era normal. Pensé que solo eran cuestiones biológicas. Tú eres una chica y yo soy un chico: simple biología.

—Vaya, eso es halagador...

—Pensé que se iría con los años y la madurez —Iida se acomodó nervioso las gafas—. Pensé que podía controlarlo como todo lo demás en mi vida. No me resultó difícil. Traté de hacer hasta lo imposible para que me tomases como el chico menos apetecible de la clase...

—¿Te das cuenta que provocaste exactamente lo contrario? —masculló Ochako.

Soltó una carcajada llena de ironía. La vida era demasiado estúpida a veces.

—¿Por qué harías semejante cosa? —continuó la muchacha—. ¿Por qué?

Iida se tomó un instante antes de responder con toda la calma que podía tener. La cual no era mucha, ya que agitaba su puño izquierdo contra su palma derecha de manera incesante.

—Porque los romances adolescentes son siempre un fiasco. Una pérdida de tiempo. Un dolor innecesario...

—¡No puedes saber eso! —exclamó Ochako entre gritos.

—¡Claro que lo sé! —Iida le respondió de igual forma—. ¡He visto a mi hermano Tensei sufrir la ruptura de un romance adolescente sin futuro!

Ochako suspiró de la exasperación que toda la situación estaba provocándole.

—Iida, que a una persona le pasase no significa que...

—Ella era como tú.

Se quedó sin habla. Iida no estaba mirándola, y su voz se escuchaba rasposa y como si le costase seguir con el tema.

—¿Como yo? —preguntó.

—Sí, como tú. Igual de atolondrada. Enérgica. Llena de sonrisas y vida. Ella hacía el mundo de Tensei mucho más placentero según lo que me dijo. Menos reglas y rigidez; más soltura y simpleza.

No era capaz de responder nada en ese instante. Solo podía escuchar el atronador latido de su corazón ante lo que sea que Iida diría después.

—Ambos creyeron que podían llevarse el mundo por delante hasta que llegó el accidente de mi hermano antes de entrar en la universidad —Iida inspiró fuerte—. Y él no iba a atar a un alma tan libre y fugaz como la suya. Ella quería ver el mundo. Tensei solo quería graduarse y formar una familia.

—Iida...

—Déjame terminar, por favor —Tenya suplicó sin mirarla—. Tensei dejó ir a Shiretoko. Y ella no insistió. Se fue y Tensei se quedó. Y él lo acepta con una calma y tranquilidad que a mí me aterra, Ochako. Porque yo no sé si podría ser capaz de tener su madurez.

—¡No puedes preocuparte por algo que no tienes idea de si va a pasar!

—Y lo sé muy bien —Iida asintió—. Por eso prefiero no atarte a mí. Esa es la razón por la que enloquecí al conocer tus sentimientos. Porque veo en ti a la mujer que mi hermano amó. Y porque no voy a cortar tus maravillosas alas.

Iida volvió a hacer una reverencia ante Ochako. Vio un destello en sus ojos detrás del vidrio de sus gafas.

—Porque te mereces más de lo que yo podría ofrecerte.

Ochako tuvo que tragarse lo que estaba sintiendo en ese momento. Las lágrimas. Las ganas de lanzarse a sus brazos.

Se quedó solamente con el puñetazo en el estómago que le debía.

—Tú eres un idiota —exclamó Ochako con un hilo de voz—. Eres un idiota y te odio por querer decidir por mí.

—Ochako, no seas descortés —Tenya se sobó el estómago—. ¡No es manera de que me respondas...!

—¿Ah, no? —ella bufó—. Tal vez esta sea la manera.

Ochako vio pasar frente a sus ojos los únicos dos besos que había tenido en su vida. El casto primer beso con Deku y también aquel desesperado y lleno de rechazo con Iida durante el Hanami.

Y fue aquel tercer beso el que le hizo sentir algo por primera vez.

Mariposas en el estómago. Electricidad en las venas. Calor en las puntas de los dedos que se enterraban en el cabello de Iida. Iba a decir fuegos artificiales —pero terminó riendo contra su boca cuando recordó lo que significaban realmente.

Tenya ya no estaba temeroso. No tuvo vergüenza en tomarla de la cintura y elevarla un par de centímetros del suelo. Literal y figurativamente. Era irónico que un simple beso le pusiera su mundo rígido y ordenado de cabeza en un instante. Hasta podía entender sus miedos —pero iba a borrárselos uno por uno.

Ella le besó con más desesperación en respuesta. Saboreando cada parte de su boca que destilaba el gusto a sus caramelos de menta favoritos.

La parte de Ochako que creía en los cuentos de hadas murió aquella tarde del Hanami cuando pensó que el amor jamás tocaría a su puerta y terminaría con sus pósters de Gran Torino con besos marcados en rosa chicle.

Pero por suerte había dejado de creer. En los cuentos de hadas, los príncipes no te besaban hasta dejarte sin respiración con sus brazos musculosos alrededor de tu cintura.

Ni tampoco te tocaban el trasero.

Vale —Iida no le había tocado el trasero. Todavía.

Ochako rió otra vez ante la posibilidad. La estúpida posibilidad de que en un futuro cercano ella lo engañaría para que le tocase el trasero. Y la volviese a besar.

Una y otra y otra vez.

—No vuelvas a ser un imbécil —murmuró Ochako entre besos, jadeando desesperada por volver a sentir su boca—. Ya cumpliste tu cuota por toda una vida.

—Solo si dejas de llevarme la contraria —Iida respondió.

Tenía las gafas torcidas pero ni siquiera se molestaba en acomodarlas. Para ella se veía adorable.

—No pidas imposibles, Tenya.

Sonrió al poder ver de cerca el tono de azul de sus ojos. De tener la oportunidad de trazar su cuadrada mandíbula con su dedo sin dejar de besarle con todas las ganas que llevaba acumuladas.

No tenía idea cómo iba a explicarle todo eso a Deku y a Tsuyu.

Bueno, con Deku fue más fácil —los encontró cinco minutos después en plena sesión de besuqueos.

Por supuesto fue bastante incómodo al principio. Pero claramente no podía haber secretos entre esos tres. Ochako hizo que Iida la bajase de sus brazos y ella corrió para tironear a Izuku en medio de ambos como si fuesen un sándwich de brócoli con una rodaja de pan mucho más grande que la otra.

El pensamiento ridículo envió una ola de calidez por su cuerpo.

—Yo sobro aquí —gimoteó Midoriya—. Y me alegro por ustedes, chicos. Pero no estoy de humor...

—Cállate y disfruta —Ochako espetó—. Que Tenya y yo nos llevemos bien no es algo que se dé a menudo. Probablemente mañana estemos arrancándonos los ojos otra vez.

—¡Ochako, no maltrates a Midoriya!

Ella soltó una carcajada. Deku la imitó a pesar de que sus ojos seguían hinchados por las lágrimas de lo que había descubierto con su ladrón. Iida negó con la cabeza, pero con una clara sonrisa hacia los dos locos que formaban parte de su vida.

Puede que ella e Iida estuviesen a punto de dar un nuevo paso. De descubrir un mundo nuevo de la mano del otro, de acompañarse en maneras que solo aquellos que se miran con el corazón podían hacerlo.

Pero antes de eso, Iida Tenya, Midoriya Izuku y Uraraka Ochako eran mejores amigos.

Y tenían momentos que recuperar los tres juntos.

Ilusa yo que pensaba que este extra me quedaría de como unas 2K palabras menos (?) hoy ando a los trotes así que perdonen los errores bbs, fue un día laaargo y sigue (?)

Bueno, al fin Iida y Ochako pudieron aclarar sus problemas ;u; son todos unos dramáticos aquí, pero quien no lo fue de adolescente (?) admito que muchas cosas que escribo aquí son cosas que viví o vi en otros a los 16 hahaha (sacando lo de la laptop y la historia) pero el amor los volverá mejores personitas y serán buenos adultos ;;

Quiero contarles que estoy participando de la TodoDeku Week y pues es por eso que demore con esto, si no hubiera estado listo el lunes haha pero ya me moría de ganas por actualizar aquí así puedo enfocarme en...

El capítulo 17 :0 el punto de vista de TodoFifi y lo qué pasó en la fiesta de Mina Ashido!!!!!!!

Estoy muy ansiosa (?) pero vamos a ver cuánto tiempo me toma escribirlo porque también me da algo de nervios. Quiero explicar bien bien las cosas.

Muchísimas gracias por todos sus bellos votos y comentarios ♥️ saben que los adoro y me hacen feliz ;u; me pongo cada vez más nostálgica porque estamos a casi de nada de terminar la historia Q A Q la voy a extrañar muchísimo, pero por suerte vendrán nuevas ideas para no cansarnos de lo mismo.

Nos estaremos viendo prontito y prepárense (?) besitos ♥️

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