Capítulo 21

Atención:

1- Si bien este es el último capítulo de LFDA, todavía queda el epílogo que será subido mañana.

2- Disculpen si se siente corto o algo ;u; tiene 7K palabras y el epílogo tiene unas 10K. Así que mañana se terminarán de cerrar todas las cosas ;u;

3- Por supuesto, aunque ya se que es en vano (?) por favor no se vuelvan locos mientras leen haha

—De acuerdo —dijo Todoroki—. Hablemos. Ahora mismo.

Midoriya le miró a los ojos durante todo el tiempo que Todoroki le sostuvo la mirada.

Posiblemente no fuesen más que tres segundos. Pero la intensidad que ambos desprendían lo hacía sentir como si hubieran transcurrido al menos cinco siglos entre los dos.

Ni siquiera se sentía como si fuese la vida real.

De hecho, Izuku creyó por un instante estar en un sueño. Un sueño del que pronto tendría que levantarse —y aquello no era malo, en absoluto. Muy pronto, Midoriya podría dejar atrás todo ese sueño de la adolescencia que alguna vez creyó que sería posible.

Las posibilidades habían bajado de poco probables a nulas a la velocidad de la luz.

—Sígueme —Todoroki propuso. Le hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera a través del pasillo.

Midoriya solo giró la cabeza para hacer una seña a Ochako e Iida. Su amigo le enseñaba los pulgares como el abuelo que era en el fondo, mientras que su amiga hizo una pistola con los dedos y apuntó hacia Todoroki como la delincuente juvenil en potencia que podría ser.

Se alejó a trotes de ellos para recuperar el ritmo de Todoroki avanzando por el pasillo. Le siguió a cierta distancia. Al menos era la suficiente para que se evitaran alguna incómoda charla en medio. O para no estallar en medio del pasillo todavía lleno de estudiantes, y conseguir suspender el semestre a último minuto.

Midoriya buscaba prepararse mentalmente. Por supuesto: terminaba fallando en el proceso.

Murmuraba entre dientes todas las cosas que quería decirle a Todoroki. El problema es que nunca le alcanzaba el aire para decirlas todas. Y mucho menos sabía cómo expresarlas sin verse como un ex novio psicópata.

¿Disculparse tal vez era una manera de empezar la conversación...?

Tragó saliva con dureza. Todoroki no se veía como un chico que desease el perdón para seguir en paz con su mente. Bajo toda esa capa de seriedad, se escondía un muchacho al que solo las acciones podían hacerle temblar todos sus cimientos.

Acciones que nunca nadie se atrevió a realizar por él.

¿Por qué Midoriya creía que podría marcar la diferencia? Nadie más lo había hecho por Todoroki. Incluso él mismo había decepcionado al chico que una vez podría haberle entregado su corazón.

¿Tenía algún sentido querer reparar algo que llevaba rato al borde del quiebre? ¿Algo que solo habías tenido que dar un soplido para rematar y resquebrajarlo?

Era como un adorno roto en la casa, dispuesto otra vez para que se partiera ante el primer valiente —o tonto ingenuo— que le pusiera un dedo encima.

Perdóname, no pudo evitar pensar Midoriya. Perdóname por ser ese ingenuo.

Quería disculparse por volver a romperlo en lugar de tomarlo con cuidado entre sus manos y llevado para reparar. Porque no importa qué tan perfecto crea otra persona haberlo dispuesto: los quiebres siempre dejan una marca.

Midoriya tendría que haberlo visto.

No podría haber sido tan difícil.

Él solo vio la superficie, y se quedó con nada más que eso; vio el adorno otra vez en la mesa y le puso las manos encima sin ningún tipo de cuidado.

Creyó que sería tan fuerte como se veía.

Y pensó ingenuamente que, si se rompía, no era culpa de Midoriya. Era culpa del adorno por no haber delatado explícitamente sus marcas. Se dejó convencer de eso para aplacar el dolor de la pérdida.

Midoriya no se preocupó de haber roto el adorno cuando Todoroki se presentó en la fiesta. Estaba seguro de que era el adorno el culpable de que se lastimara al caminar sobre las piezas.

—Todoroki... —musitó Midoriya entre dientes, ojos y labios apretados mientras le seguía a través de las escaleras hacia el sótano de la secundaria—. Soy un idiota...

Todoroki no estaba escuchándole, por suerte. Caminaba demasiado apresurado, muy distinto a lo que siempre solía ser. Pasos firmes. Hombros erguidos.

Era alguien que se negaba a mostrar sus piezas rotas.

Pero Midoriya conocía de maravilla lo que se sentía reparar las cosas. Sabía que algo podría embellecerse solo por ser reparado; podías espolvorear oro en el pegamento y lucir al mundo tus heridas. Su mamá le enseñó el kintsugi, y Midoriya se lo mostró después a Kirishima.

Nadie podía quitar que los cortes estaban allí —pero si podías convertirlos en algo diferente. Algo bueno, tal vez.

Algo así como un aviso para aquellos que decidieran ponerte las manos encima otra vez: no puedes volver a romperme, porque conozco la belleza de repararme otra vez.

Shinsou tenía razón. Maldita sea, tenía muchísima razón. No puedes acomodar tus piezas rotas otra vez y fingir que todo estaba perfecto; podría venir alguien otra vez y desarmar con facilidad lo que con tanto esmero se intentó ocultar.

Lo había hecho él mismo. Una vez. No hace mucho tiempo. No tanto como para poder pensar en ello sin que la garganta se le cerrase. No el suficiente para poder dar vuelta a los capítulos que lastimaban con encontrada facilidad.

Pero también, en todo ese proceso, Midoriya aprendió la manera de unir las piezas rotas sin la necesidad de fingir. O de taparlas con una falsa perfección. Podía volver a pegar lo que alguna vez estuvo roto; el kintsugi decía que todo lo roto puede repararse otra vez y ser más hermoso.

Midoriya quería acabar con todas las mentiras.

Quería terminar con todas esas fachadas y secretos que terminaron por apuñarlos a los dos por la espalda.

Ya no lo haría más. Midoriya solo seguiría reparándose, pero ya nunca mintiéndose o fingiendo.

Intentaría hacerlo también con Todoroki. Podía hacerlo. Sería lo último que le ofrecería al muchacho para no seguir lastimándolo como hizo durante todas esas semanas y meses. Podía darle la llave para que encontrase la paz en su rostro tan compungido por las penas.

Se detuvo en su mente. No —Izuku no lo intentaría; no él mismo. Era un poco más complejo de lo que realmente pensaba.

Pero sí arreglaría sus errores para que Todoroki no tuviera miedo de repararse a sí mismo otra vez.

Tal vez así... fuesen ambos capaces de dar vuelta la página.

Y dar por finalizado aquel capítulo tan largo que no les estaba dejando avanzar.

El sótano de la secundaria no era tan espantoso como muchos creían. Sí, tenía una gotera, apestaba un poco a polvo y encierro, sin mencionar que la luz era aterradoramente baja.

Claramente no se trataba de un lugar muy idílico y romántico.

Además, había un conjunto de escobas y trapeadores que parecían tener un mejor peinado que el profesor Aizawa.

Ochako seguramente pensaría que tenía su encanto para pasar una noche loca. Pero claro, Ochako solo quería tocar el fifi de Iida, y poco le habría importado si lo hacían en una suite de un hotel cinco estrellas o en el armario de las escobas.

Midoriya al menos tenía un poco de decencia.

¡Que sí, algo de decencia, dignidad y principios le quedaban!

Bueno, un poquito... muy poquito... sus stickers de Gran Torino On Ice parecían querer contradecirle.

El carraspeo de Todoroki le hizo salir de su ensimismamiento y desvaríos. Cuando Midoriya estaba nervioso, comenzaba a desvariar.

A veces pensaba en la cantidad de veces que escribió fanfics homoeróticos de SasuNaru. Y otras, pensaba en cuánto quería lanzarse por la ventana...

¡Y allí iba desvariando otra vez!

Se golpeó unas tres veces en la frente y se jaló del cabello. Recordó que Todoroki seguía mirándole; y estaba seguro que en sus ojos heterocromáticos solo podría ver desfilando un sinfín de teorías conspirativas sobre si Midoriya era el fruto de una relación entre el profesor Toshinori y algún psicópata recién escapado de la clínica.

Pero en los ojos de Todoroki no había más que un poco de confusión entre la indiferencia y, aunque escaso, también el nerviosismo. Le arqueó una ceja.

—¿Midoriya?

—¡Estoy bien! —rió Izuku rascándose la cabeza. Agitó las manos—. ¡Es que... uf! ¡Hace un calor aquí abajo! ¿No te hace calor...?

No era fácil ocultar el hecho de que Midoriya estaba empezando a acobardarse y morirse del miedo de tener a Todoroki tan cerca. Y no era solo eso, sino el dolor real encima de su corazón porque allí estaban los dos, enfrentándose al fin a los fantasmas que les perseguían desde hacía un año.

Todoroki no parecía querer moverse. Tenía sus pies clavados al suelo polvoriento, y solo movía un poquito la suela de su zapato para balancearse con cuidado. Sus irises zumbaban de aquí para allá pero fingiendo estar calmados cada vez que Midoriya adquiría valor para mirarle a la cara.

Ninguno dijo nada.

Ninguno quería decir nada.

Pero sus corazones morían por escupir finalmente todo lo que alguna vez estuvo guardado. Lo que les fue pudriendo por dentro, transformándolos en algo que ninguno de los dos era en realidad.

Al final, Midoriya carraspeó con las mejillas encendidas y la boca temblorosa.

Los silencios eran horrorosos.

Todoroki levantó la mirada. El flequillo le picaba casi encima de los ojos; parecía que hacía rato que no lo cortaba. Apartar la mirada le sirvió para calmarse.

Pero solo un poco.

—Todoroki... yo...

Midoriya jugueteó un poco con sus dedos. Suspiró resignado; sentía que nunca encontraría las palabras correctas.

O las palabras suficientes.

—No sé realmente qué decir —confesó Izuku—. No tengo idea de cómo debo empezar...

—Midoriya —Todoroki le cortó—. Tú fuiste el que me dijo que quería hablar conmigo...

—¡Y lo ! —Midoriya se apretó el puente de la nariz—. Pero no he tenido el tiempo suficiente para planear en mi libreta lo que iba a decir... aun así, estoy seguro que sería un fiasco... ¡oh, por los...!

Sintió las manos de Todoroki alrededor de sus brazos. Izuku dio un sobresalto bajo su agarre, pero todavía más por su intensa mirada quemándole cada centímetro de su rostro.

—Puedes intentarlo —dijo Todoroki—. Yo también estoy cansado, ¿lo sabes, Midoriya?

Izuku sintió un peso enorme en la garganta que no le dejaba respirar sin sentir que lloraría. Todoroki le soltó, lentamente, dejando exhalar un suspiro.

Por su rostro surcó un repentino impulso.

—De hecho —La voz de Shouto recobró fuerza—. Si no hablarás tú, creo que podría hacerlo yo.

—Bien —Midoriya aceptó; quería sentirse firme, pero las piernas le iban a flaquear en cualquier instante—. Es... es lo mínimo que podría hacer por ti, Todoroki...

El muchacho dio un mínimo asentimiento con el mentón. Midoriya le observó mientras acomodaba los sentimientos de su interior y les daba alguna forma. Shouto dio algunas vueltas sobre el sótano, pero Izuku no tenía intenciones en apurarlo.

Todoroki entonces se apoyó contra una pared, y se dejó deslizar hasta que quedó sentado sobre un balde de metal que debían utilizar para la limpieza. Su mirada estaba perdida más allá de Midoriya.

—Podría empezar por cualquier parte —confesó—. Pero la única por la que quiero empezar es por el día en que me enviaste un mensaje y todo comenzó. O, más bien, en el que comenzó de forma consciente para mí.

Midoriya esbozó una triste sonrisa con la comisura de sus labios. Se enfocó en la suela de su zapato.

—El verdadero y único principio, ¿no? —completó Izuku—. A veces, siento que tú y yo hemos tenido cientos de finales pero nunca podemos decidir cuál es el oficial... mientras que solo hemos tenido un único e irrefutable comienzo.

—Tal vez porque ninguno de nosotros quería aceptar que había un final oficial, Midoriya.

Izuku cerró los ojos. Sintió la primera lágrima en su ojo izquierdo. Y eso que apenas comenzaba el enfrentamiento con la realidad.

Para cuando todo terminase, solo podría ser un charco de lágrimas que ni siquiera Ochako y sus malévolas habilidades serían capaces de volver a recoger.

—Y creo que ese es el problema —continuó Todoroki; todavía no le miraba—. He pasado toda mi vida creyendo que alguien como yo no merecía tener un final feliz. Pero tampoco soy tan conformista como para aceptar un final abrupto y tan cruel.

—¿Alguien como tú? —replicó Midoriya frunciendo el entrecejo—. Todoroki... sé que es tonto y cliché, pero...

—No tienes que decirlo —interrumpió—. Escucharlo otra vez no me hará ningún bien.

—Déjame terminar —dijo Izuku con algo de dureza—. Yo que puede contradecirse con todo lo que te dije en la fiesta, pero... Todoroki, todos nos merecemos un final feliz. ¿Quién te ha hecho pensar que...?

Fue entonces que Todoroki clavó sus ojos en él. Era una mirada dura, pero también triste. Aunque no específicamente dedicada a Midoriya.

Era como si quisiera transmitirle con sus ojos todo lo que en palabras seguía lastimándole.

—Tu padre —dedujo Midoriya—. Yo... entiendo...

Todoroki, al sentirse satisfecho de no tener que decirlo en voz alta, tomó un papelito viejo que yacía en el piso del cuarto de sótano. Lo removió un momento entre sus dedos antes de comenzar a picarlo.

—Por mucho tiempo, creí que este mundo no tenía lugar para gente como yo. O gente como... —Todoroki se detuvo antes de pronunciar el nombre. Agitó la cabeza—. Pero entonces llegaste , Midoriya.

Los pedacitos de papel se le escaparon de las manos. Por solo un segundo, Todoroki se veía menos miserable.

—Contigo me dejé creer que tal vez lo que yo pensaba no era verdad —resopló una sonrisa—. Tú fuiste simplemente tú, Midoriya. No tenías más preocupaciones que Gran Torino On Ice, tus historias, o si Uraraka e Iida no te regañarían por meter la pata. Nunca me hiciste sentir como si esto que somos —Señaló de él hacia Midoriya—, fuese incompatible con el resto de nuestra personalidad. Era solo una parte más de nosotros.

—¡Y es porque esa es la verdad, Todoroki! —Midoriya exclamó—. Que te gusten los chicos siendo... bueno, un chico... no significa que definirá quién eres. Una persona es mucho más que sus gustos o a quién desea amar...

—Pero yo nunca lo supe —replicó Shouto—. O sí lo supe, pero creí que yo no podía merecerlo.

Todos se lo merecen, Todoroki —declaró Midoriya—. No importa lo que uno haya hecho.

El mencionado continuó enfocado en sus dedos y buscando otro objeto en el cual poner todas sus atenciones. Si bien estaba allí con Midoriya, parecía que en su interior estaba haciendo un largo viaje al pasado.

Midoriya quería saber en quién pensaba tanto Todoroki. Pero no era su momento de inquirirlo o chismear.

—Ahora lo sé —susurró—. Al menos, lo pensé hasta la noche en casa de Ashido... ese día cumplí mi parte al pedirte disculpas, pero nunca pude decirte el resto de la historia...

Fue el turno de Izuku de recargarse contra la pared, al lado de un armario lleno de productos de limpieza que apestaban a desinfectante y limón. Se apretaba la camiseta con ambas manos como si tuviese un dolor físico y real en el pecho.

Porque se sentía malditamente real.

—Eso es sobre lo que yo quería hablar contigo —Midoriya rompió el silencio—. He sido un monstruo esa noche... Todoroki, tú me tienes en demasiada estima por mostrarte que tienes el derecho de ser quién eres... pero yo solo puedo sentir que soy la horrible persona que derrumbó lo poco que habías conseguido construir... y te acusé injustamente, y...

Todoroki se puso de pie de repente, provocando un estruendo con el balde de metal. Dio unos firmes pasos hacia Izuku, pero este solo pudo apretarse más contra el hueco.

—Eso no es cierto, Midoriya. No importa lo que tú hagas, no importa lo mucho que puedas haberme lastimado... nada quitará el hecho de que fuiste la primera persona que me hizo sentir que no soy solo otra falla en este mundo.

Midoriya negó desesperado con la cabeza. Fue ese gesto el que le hizo sentir que las lágrimas saltaban con más furia.

—No sigas —espetó Izuku—. Ya basta, por favor...

—Te quiero —soltó Todoroki con voz trémula—. Eso es lo que quería decirte en la fiesta... no estaba seguro de poder vivir un minuto más sin habértelo dicho.

Izuku casi sintió desfallecer.

Apretó su cara contra la pared. Suplicaba ser tragado por el ladrillo y que lo escupiese en... en...

No se ofendería si no lo escupía en ninguna parte y se acababa su existencia.

¿Cómo podía dar vuelta la página, si finalmente escuchaba las palabras con las que soñó desde el primer inocente mensaje que envió a Todoroki? Con vagas e infantiles ilusiones de que, tal vez, algo podría florecer entre ellos.

Pero es lo que necesitabas, dijo una parte de su corazón. No estabas loco.

Escucharlo le traería paz interior. Le haría sentir que no fue el único tonto enamorado aquella noche en la fiesta, un año atrás.

Pero escucharlo también haría que sanar fuese más lento y doloroso.

—Te he querido tanto, Midoriya, que decirlo en este momento me hace sentir como si fuese a morirme...

—Todoroki, por favor ya no sigas —Izuku sacudió la cabeza. Su voz salió más chillona—. Que el que se va a morir ahora soy yo... oh, por todos los dioses...

—Tenía que hacerlo —Todoroki habló—. Decírtelo en voz alta me hace sentir como si diera el primer paso a aceptar que no soy una falla ni un simple marica... como él lo diría.

Midoriya le miró de reojo. Le parecía increíble que Todoroki fuese capaz de mantener la cordura en momentos como esos. Su voz era más suave, pero jamás dejó de ser firme. Ni amenazó con romperse en lágrimas.

No quería saber qué clase de horrores debió vivir Shouto Todoroki para endurecerse de tal forma. Era la persona más fuerte que conocía.

—Así que... gracias, Midoriya —Todoroki se golpeó en los muslos tras alzar las palmas—. Independiente de lo que ha ocurrido entre nosotros, no dejarás de ser al primer chico que he querido. El chico que me hizo conocer partes de mí mismo que me negaba a explorar...

—También soy el chico que te ha roto el corazón —interrumpió Izuku con la vista perdida en el suelo.

Pudo ver que los hombros del otro se tensaban. Sí, su confesión había sido lo más hermoso que Midoriya alguna vez escuchó —pero también lo más doloroso.

Las cosas no siempre eran tan fáciles o bonitas.

—Sí —asintió Shouto con más desgano—. Y yo te lo he roto a ti.

—Y de eso no se vuelve... ¿verdad?

Ninguno respondió ni agregó nada.

El silencio le hizo sentir como si el tiempo se detuviese en el sótano. Era algo tenso, pero tampoco había un deber moral en romperlo para dejar de sentirse incómodos.

Midoriya y Todoroki estaban mucho más allá de todo eso. La historia entre los dos había tenido demasiados baches, bucles y curvas como para que un silencio les intimidara.

Tampoco necesitaban ponerlo todo en palabras. Algunas verdades eran palpables a simple vista.

Midoriya se acomodó más recto. Su brazo y pierna hormiguearon por haberlos retenido contra la pared, lo que provocó que se tambaleara cuando se impuso decidido ante un sorprendido Todoroki.

—Creo que estoy listo para decir todo lo que quería, Todoroki.

Shouto levantó la barbilla. En sus ojos brillaba la ansiedad, el miedo, la liberación...

—Hazlo de una vez —exclamó ronco—. Creo que ninguno de nosotros quiere volver a tragarse las palabras que nos guardamos en la fiesta.

Midoriya se volvió a tambalear. Se pasó furiosamente el dorso de la mano sobre el rostro para eliminar cualquier rastro de lágrimas. Lo cual, si lo pensaba, era muy estúpido.

No tenía dudas de que al final de la jornada terminaría deshidratado por tanto haber llorado.

—Creo que puedes deducir por qué estoy aquí —suspiró Izuku.

—Ilumíname —dijo Todoroki—. ¿Vienes a preguntarme otra vez por tu laptop...?

—No —cortó Midoriya—. La estúpida laptop apareció. Tenías razón en que era absurdo creer que fuiste tú, pero te faltó agregar que también soy un idiota.

Vio el rostro de Todoroki pasar de la sorpresa a la ligera molestia hasta finalmente la resignación. Abrió los labios para hablar, pero se arrepintió a último momento y resopló un incontenible gruñido.

—Midoriya, no eres un idiota —dijo, aunque no parecía estar del todo convencido—. Ya te dije que era normal que yo fuese el blanco de tu ira, te lastimé antes. ¡Yo fui un monstruo al escaparme de ti!

—¡Cállate! —explotó Midoriya con violencia—. ¡Cállate, porque por una vez en la vida estoy aprendiendo a darme cuenta de mis errores! ¡Sé que te ha dolido y molestado! Diablos, estoy seguro que te puso furioso... ¡y no seas condescendiente conmigo! ¡Quiero que estés molesto, porque solo así el pago por mis errores tendrá sentido!

Midoriya inspiró con fuerza después de soltar todo su monólogo. Se sujetó las rodillas; se sentía tan cansado como si hubiese corrido un maratón.

Todoroki parecía estar tallado en piedra. Medio segundo después, sus cejas se curvaron y su boca se apretó tanto que parecía estar pegada.

—Pues ya que lo dices, —proclamó Todoroki—. He estado particularmente molesto por tu estúpida acusación. El bendito tema de tu laptop no solo me ha costado a ti...

—Ya —Midoriya alzó una mano—. Ya sé que te ha costado tu novia, pero...

Todoroki dejó escapar otro gruñido más gutural. Se pasó las palmas por toda la cara con frustración.

—Momo nunca ha sido mi novia, Midoriya —Se le escapó una risilla histérica—. Momo es mi mejor amiga. No hemos sido más que una herramienta para el otro cuando nos dimos cuenta que teníamos en el corazón a alguien que no se suponía; los dos somos más parecidos de lo que creímos.

La mandíbula de Midoriya se cayó.

¿Había dicho que...? ¿Acaso...?

¿Todoroki...? ¿Momo...?

Midoriya se sintió, verdaderamente, el idiota más inmenso de todo el universo.

Literalmente acaba de decirte que te quiere, se regañó. Todoroki te ha gritado tus sentimientos a la cara.

Tuvo también el fugaz recuerdo de ese mismo lunes, en la sala de informática, con Jirou Kyoka. Todo lo que Jirou hizo había sido por amar a Momo Yaoyorozu.

Y Momo la amaba de regreso.

Maldición, ¡hasta la misma escuela rumoreaba la infidelidad de Momo con Jirou! ¿Cómo es que nunca se dio cuenta que, por una vez, los rumores habían sido reales?

Casi pudo imaginar a Aoyama abofeteándolo con un tomo de su revista en el centro de la cara.

Una carcajada histérica se escapó de Midoriya. Todoroki aflojó un poco su semblante tan serio solo para mirarle como si acabase de perder la cordura.

Tal vez Midoriya podría encontrar una cama en el psiquiátrico más cercano junto a Neito Monoma.

—Ustedes no eran novios... —Midoriya asintió lentamente, todavía sonriendo desquiciado—. No... eran... novios...

—No —Todoroki le miró de arriba abajo—. Una parte de mí quería que me odiaras, Midoriya. Creí que odiarme era más fácil que ser lastimado por mí...

Trastabilló hacia atrás. Todoroki parecía estar perdiendo todo el control de su firmeza.

Hasta los príncipes más heroicos y valientes flaqueaban.

—Toda esta mierda no ha sido más que un inmenso malentendido...

Izuku asintió —y con los ojos abiertos como platos— como si nunca hubiese escuchado una frase más cierta que aquella.

—Hasta para Ochako esto ha sido demasiado dramático, más que una novela turca —Midoriya rió—. Y eso es decir mucho.

Todoroki también quiso sonreír, pero se reprimió a ocultar la sonrisa. A Izuku le dolió en el corazón, ya que estaba seguro que eso no era más que un acto reflejo en Todoroki.

Había pasado toda su vida acostumbrado a reprimir las cosas bonitas. La diversión. La paz interna.

El amor.

—Si de algo sirve, Todoroki —dijo Midoriya tras volver a recargarse en su hueco—. Siento que no dejo de fallar en el amor por tu culpa...

—¿Por mi culpa? —inquirió algo sorprendido.

Se dio cuenta al instante de su error de formulación.

—¡No! ¡Sí! —Midoriya se jaló el pelo—. ¡No dejo de fallar porque nunca he parado de pensar en ti! ¡Cada día de mi miserable existencia!

Una parte de su cerebro comenzó a gritar prolongadamente por haberlo dicho al fin.

La otra, estaba desesperada por encontrar una ventana.

Pero no había vuelta atrás. Mucho menos al ver la mueca en el rostro de Todoroki; él necesitaba la verdad tanto como Midoriya ansiaba decirla.

Inspiró con fuerza para calmarse. Todoroki se veía un poco asustado ante su exabrupto. No todos estaban acostumbrados a que les escupieran las emociones en la cara luego de tantos meses de haberlas ocultado.

—Me enamoré de ti, Todoroki —continuó Izuku—. Y sé que no es una justificación, ni tu culpa, pero cada cosa... cada cosa que hacías... solo servía para lastimarme más y fingir una sonrisa más ancha. Tenía que mentirme que nada pasó... que yo estaría bien.

—Lo siento —musitó Todoroki—. Lo siento, Midoriya. Por mentirte, por alejarte de mí, por maltratarte creyendo que era una solución.

Midoriya le regaló una sonrisa entre las lágrimas, agitando fuertemente la cabeza para que se diera cuenta que sus palabras no eran un intento por hacerle el culpable de todo.

—Es mi culpa por no superarte. Por guardar vagas esperanzas en mi interior. Tienes razón en que era más fácil odiarte que sentirme lastimado por ti —La garganta se le anudó más—. Pero ni siquiera cuando quise convencerme de que tú eras el ladrón he sido capaz de odiarte.

Midoriya vaciló solo un instante. Todoroki había agachado la cabeza. Por su rostro parecían cruzar todos los recuerdos de los errores, malos entendidos y de cada cosa entre los dos que se fueron al diablo.

—Creí que Kirishima o Shinsou podrían llenar un vacío que tú dejaste —suspiró—. Es como... como si hubiese vaciado una piscina, pero, uh... luego intentase llenarla con refresco y no con simple agua...

Todoroki levantó la cabeza de golpe. Se veía más confundido que antes.

—¿Estás diciendo que Shinsou y Kirishima son refrescos, y yo simple agua...?

—¡Espera, no! —Midoriya entró en pánico. Se golpeó la frente—. Estoy diciendo que...

Se sujetó el rostro con ambas manos. A veces quería coserse la boca antes de hablar.

—Estoy diciendo que el refresco es bueno; puede ser muy bueno. Y no me malentiendas —Alzó una palma—. Pero las piscinas están hechas para ser llenadas con agua...

Todoroki pestañeó. Se quedó con la cabeza ladeada como si estuviera recalculándolo todo.

«Todoroki se ha perdido... recalculando... recalculando...».

—Esa es... la metáfora más bizarra que me han dicho en la vida...

—¡Oye, tiene sentido! —Midoriya exclamó con una sonrisa desesperada—. Yo soy una piscina. Y solo quería llenar el vacío con algo... y aunque el refresco fuese bueno, no era el adecuado para mí... requiere de mucho más esfuerzo y dinero conseguir miles de botellas para llenarlo. En cambio, el agua...

Se quedó un segundo en silencio. Buscó la mirada esquiva de Todoroki.

Y su corazón dio un vuelco cuando se la devolvió. Sin peros ni condiciones. Era la mirada más sincera que Shouto Todoroki tenía en su arsenal.

—Todo lo que yo quería y necesitaba era el agua —terminó Izuku—. Porque fue hecha para mí, y yo fui hecho para ella... o eso quise pensar...

El labio inferior de Todoroki tembló.

—Pues no pensaste mal, Midoriya —dijo Shouto—. El agua también quiso pensar que estaba hecha para ti, pero fue cobarde e insegura.

Izuku cerró los ojos para dejar que otra vez cayeran otro par de lágrimas.

Aquella era la parte más difícil de todo.

—Pero ambos nos hemos equivocado en el camino —musitó—. El agua se enturbió, y la piscina se rompió lo suficiente como para que cualquier líquido se filtrase... es una metáfora estúpida, ya lo sé. Pero...

Midoriya metió la mano en la chaqueta de su uniforme. Aquella mañana había tenido sumo cuidado al guardarla entre los bolsillos internos. Aunque tampoco podía hacer mucho; ya llevaba varios desde que fue quitada de su hábitat para descansar sobre un vaso lleno de agua en su escritorio.

Todoroki ahogó un jadeo al ver el tulipán blanco entre los dedos de Midoriya. Ni siquiera ocultó su mueca de sorpresa.

—Pero es la única forma en que puedo hablarte sin sentir que me voy a morir de los nervios —completó Midoriya—. Así que lo siento, Todoroki. Lo siento por no haberte dado la seguridad que necesitabas luego de la fiesta. Lo siento por incriminarte en algo que nada tuviste que ver. Y lo siento, lo siento tanto por ser solo un chico estúpido que no piensa demasiado antes de hacer las cosas.

El nudo en su garganta se aflojó.

Decirlo, finalmente, le hacía sentirse más liviano y ligero.

No sabía qué clase de reacción tendría Todoroki. Pero Midoriya ya no tenía que preocuparse por seguir guardando arrepentimientos y rencores en su corazón.

—Es posible que tú y yo ya no estemos hechos para estar juntos —habló—. Pero no quiero pasar el resto de mi vida pensando que podía arreglar las cosas contigo y no lo hice. Quiero pensar en ti en el futuro con una sonrisa... y no con lágrimas amargas.

—Midoriya...

—No tienes que decir nada —rió Izuku, carcajeando. Su mueca se dobló otra vez—. Pero no me voy a enojar si me dejas abrazarte justo ahora. Al menos una última ve-...

El repentino amarre alrededor de su cuerpo no le permitió terminar de hablar.

El calor de Todoroki y sus fuertes brazos se cerraron alrededor suyo. Por la diferencia de altura, la mejilla del otro descansaba encima de su cabellera alborotada.

Izuku estuvo atontado durante un par de segundos, pero en cuanto se dio cuenta que era presa del abrazo que tanto había soñado... se dejó fundir contra Todoroki y dejó que las últimas lágrimas que quedaban salieran de su sistema.

Recargó la cabeza en el hueco de su hombro. Estiró sus brazos para rodearle el cuello, todavía con el tulipán en mano. De repente el mundo dejó de sentirse como un lugar hostil.

La vida estaba llena de errores que lastimaban a otros. Y a uno mismo. A veces, se sentía como si solo los males, dolores y mentiras existieran en ella.

Pero también existía el perdón.

Existía la posibilidad de sanar y seguir adelante.

De pasar la página con una sonrisa nostálgica. No siempre había que quemar el libro y fingir que podías empezar uno nuevo para ocultar las cenizas.

Los brazos de Todoroki alrededor suyo le recordaron por qué valía la pena hacer lo correcto. Incluso si quemaba más que un millón de soles.

—Gracias —susurró Izuku contra su cuello. Sentía su corazón latiendo al lado del suyo, y eso le hizo cerrar los ojos y sentirse en paz—. Gracias por ser quien eres; no importa lo que hayas hecho, nunca olvidaré que eres una persona con un corazón tan grande y capaz de perdonar de verdad.

—Gracias a ti, Midoriya —contestó Todoroki contra su pelo, acariciándole la espalda—. Gracias por enseñarme que puedo ser yo; sin vivir bajo la sombra de nadie más.

Midoriya se apretó más contra él. Todoroki no opuso resistencia.

El tiempo de verdad parecía haberse detenido. No importaba que estuvieran en un sótano, escapándose de las últimas horas de clase que le quedaban al semestre.

Ninguno de los dos sabía la historia completa del otro. Tal vez nunca la sabrían.

O tal vez lo hicieran.

Midoriya no estaba dispuesto a cerrar el capítulo para siempre. Todoroki, quizá, tampoco.

Solo los días, las semanas y los meses serían capaces de determinar aquello. Porque algunas cosas terminaban, pero Midoriya y Todoroki no volverían a ser, en el futuro, las mismas personas que cerraron ese capítulo.

—Tal vez algún día —musitó Midoriya casi sin darse cuenta.

No salieron más lágrimas. No sollozó. Sus mejillas seguían húmedas, pero sus labios no tuvieron miedo de sonreír con algo que no fuese tristeza o simple liberación aquella tarde.

Quizá algún día. Algún día, cuando las cosas ya no dolieran cuando viesen hacia atrás. Cuando el pasado solo fuese un viejo maestro y no un demonio que te acechaba por las noches.

Algún día...

Todoroki no le soltó pensando que estaba loco o delirando. Le sujetó incluso más fuerte, y susurró cerca de su oído, con voz tranquila y sinceridad en sus palabras:

—Tal vez algún día.

Sí.

Tal vez algún día.

En la noche, Midoriya sintió un golpecito en la ventana mientras leía el manga de Gran Torino On Ice.

Estaría mintiendo si dijera que no chilló como rata y, probablemente, despertó a todos los viejitos del edificio. Genial. No tenía suficiente dinero como para sobrevivir a una demanda colectiva, y tendría que vender su trasero mientras se vestía como conejita con medias de red en...

La ventana se rompió de repente. Alguien había lanzado una piedra y el cristal explotó tan fuerte que dio un brinco.

—¡Ahhhh! ¡POLICÍA! —Midoriya gritó—. ¡Alguien me quiere robar la inocencia...!

Estaba dispuesto en salir corriendo a buscar a su mamá, pero descubrió aquella mueca molesta que le devolvía la mirada a través de la ventana.

O debería haber dicho las miradas molestas.

Aunque una de ellas no estaba dirigida precisamente a él.

—¡OCHAKO! —bramó Iida—. ¡Eso que acabas de hacer es completamente ilegal, inmoral, criminal, deshonesto...!

—Ya cállese, viejo lesbiano.

Midoriya se recostó con la cara contra su propia almohada mientras esperaba que Iida y Uraraka terminaran con su contienda mientras se abrían paso por la —ahora rota— ventana. Que la muy pobre descansara en paz.

Se hizo un pequeño silencio que le llamó la atención. Decidió levantar la cabeza, pero al instante se arrepintió.

Sus dos mejores amigos habían comenzado a besarse.

Aunque eso sería censurar la verdadera situación. En serio, Ochako casi parecía estar metiéndole la lengua en la garganta a Iida y apretando su trasero como si fuese masa para pizza. ¡E Iida! ¡Estaba! ¡Permitiéndolo!

¿En qué clase de universo paralelo acababa de caer?

Izuku carraspeó.

—Me van a tener que pagar el cloro con el que debo lavar mis pobres ojos ahora...

Sus amigos, que le escucharon fuerte y claro, separaron solamente sus bocas. Los dos le miraban estupefactos, aunque fue Ochako la primera en reaccionar.

—Yo he tenido que ver tus peores miserias, y mira —Ella dio unas palmaditas en el pecho de su novio para que la bajara de su agarre—. ¡Nunca me he quejado!

Iida se acomodó las gafas así como el cabello desordenado. Cruzó los brazos tras darle la espalda a su novio.

—No te quejas porque siempre estás buscando la manera de hacer dinero a costa de Midoriya —agregó Iida.

—¡Ya te he dicho que...!

Midoriya casi enloqueció. En un intento por apaciguar las aguas que amenazaban con enrarecerse otra vez, alzó los brazos y exclamó:

—¡Estoy muy feliz por ustedes dos!

Sus dos mejores amigos se quedaron de piedra justo un segundo antes de empezar a gritarse alguna otra estupidez. Se sintió ligeramente intimidado —no sabía si Iida u Ochako daba más miedo—, pero estaba seguro que sus emociones tan alborotadas por todo lo ocurrido en la semana le hacían tener más valor.

—No se los había dicho, ¿creo? —rió Izuku—. Pero estoy feliz de que estén juntos. Me hace feliz ver a mis mejores amigos estando felices. Yo los amo a los dos por igual, y juro que no dejaré de hacerlo.

El primero en romper el silencio fue Iida. Se llevó la mano hacia la cara como si quisiera ocultar todas las emociones que le despertaban las palabras de Midoriya.

Izuku suspiró. Pero volvió a tensarse cuando Ochako se acercó con lentos pasos hacia él.

Casi creyó que le frotaría el puño contra el cabello. O que lo lanzaría a la cama para hacerle alguna llave de judo. O que se robaría su doujinshi con final feliz de Gran Torino Fish.

Sin embargo, Ochako se puso de puntitas y le rodeó el cuello con los brazos. Le besó ruidosamente en la mejilla pecosa, para luego frotar la suya con la de él. A Midoriya le hizo cosquillas, pero no se despegó de ella.

—También te amo —susurró Ochako—. Eres uno de mis cables a tierra. Aunque tengas un trasero inquieto y una tanga veloz.

—Ochako —Iida amenazó.

Pero a Midoriya no le importaba. Solo dejó escapar una carcajada.

—Mientras no me hagan elegir si algún día deciden firmar por el divorcio IidaOcha... —suspiró.

—¡Jamás te haríamos elegir, Midoriya! —intervino Iida horrorizado—. ¡Eres nuestro mejor amigo, no nuestro hijo!

—Tenya tiene razón —complementó Ochako—. Principalmente, porque ya sabemos que, si eso pasa... tú te quedas conmigo. Es ley.

Iida no se molestó en responderle. Tal vez porque le daba la razón, o posiblemente porque iba acostumbrándose a la idea de que Uraraka siempre debía tener la última palabra.

En especial si se trataba de su novio.

Pero Midoriya tenía dos brazos. Liberó a Ochako con uno de ellos y se lo extendió hacia Iida; su amiga —y novia del muchacho— también le imitó.

A Iida le gustaba hacerse de rogar. Fingió que se preocupaba por su camisa recién planchada, pero acabó sucumbiendo ante el dulce abrazo de sus dos mejores amigos.

No importaba que él y Ochako llevasen un par de semanas saliendo. La amistad de los tres era lo que estaba por encima de todo lo demás.

—¡Te tengo! —clamó ella en victoria.

—¡Ochako, mi camisa...!

Iida gritó en cámara lenta mientras Uraraka tiraba de él. Pero parecía haberse olvidado —o no lo hizo en absoluto— que Midoriya estaba en medio, y tenía al menos dos cabezas menos en altura que Iida.

Los tres cayeron sobre la cama por el peso del mayor.

Eran un desastre de brazos y piernas enredadas. Izuku estaba seguro que tenía los senos de Ochako aplastándole un lado de la cara y la axila de Tenya sobre el otro.

—Esto es vida... —dijo Midoriya, entre irónico y mortificado—. Siempre quise ser un sándwich...

Su amiga se removió un poco para liberarse, pero solo consiguió aplastar más su pecho contra el miserable Izuku.

¿Por qué la vida no quería entender que le gustaban las salchichas y no los melones...?

—Ya lo fuiste, de hecho —agregó Ochako. Por el chillido que Iida soltó, estaba seguro que recibió un codazo—. ¿Te recuerdo que sabroseaste los duros pectorales de Kirishima y las ojeras de Shinsou, todo al mismo tiempo...?

—¡No fue al mismo tiempo! —chilló—. ¡Además, he cambiado! ¡Ya juré que esa etapa oscura de mi vida se terminó!

—Tu etapa oscura llegó muy tarde —dijo su amiga—. La mía era leer fanfics de Gran Torino Nikiforov y Rayita cuando tenía doce...

—¡Como si no siguieras haciéndolo!

Ochako lo asfixió un poco más en venganza. Iida trataba de liberarlos a los dos, pero su brazo derecho estaba atrapado debajo de la espalda de Midoriya. Estaba comenzando a hacer demasiado calor, y no en un buen sentido.

Ya no estaba seguro de cuál sudor era el suyo.

Iida resopló. Ya no tenía sus gafas —nadie sabe a dónde es que volaron— así que estaba más ciego que un topo. Intentando palmear la cabeza de Midoriya, acabó casi dándole una bofetada.

No tenía amigos normales.

No tenía muchos amigos, si lo pensaba. Pero los que tenía... eran los mejores.

—Midoriya, suplica por mi alma —suspiró Iida—. Me he atado por voluntad propia a una bruja, ¡y lo peor es que no me arrepiento!

—Deberías sentirte halagado —dijo Ochako—. Soy una mujer llena de fantasías locas. Te haré pasar las mejores...

—¡Suficiente!

Midoriya no estaba listo para el momento en que esos dos comenzaran a transitar el camino del pecado. No tenía la voluntad suficiente para escuchar sobre la pérdida de la florcita.

¿Lo peor? Seguro tendría que escuchar esa historia dos veces. Dos versiones diferentes.

Tal vez su vida sí era una miseria.

—Ah, claro —rió la chica—. ¡Ahora tú eres el único que puede tener fantasías sexuales con un compañero de clases!

Izuku ahogó un jadeo. Estaba indignado por ser expuesto de esa manera. Se dio la vuelta para dar la espalda a Ochako.

La axila de Iida parecía más interesante en ese momento que seguir prestándole atención a su maligna mejor amiga.

—No tengo fantasías sexuales —Hizo puchero con la boca—. Soy un chico bueno ahora. Estoy feliz así.

Ochako le imitó como si quisiera hacerlo reír. Incluso a Iida se le escapó una risotada por la cual acabó disculpándose. Inevitablemente, Midoriya acabó uniéndose con una carcajada.

Pero mientras sus amigos seguían contando cosas divertidas que derivaban una de la otra, Midoriya recordó aquella mañana.

Se acordó de Todoroki.

Le sorprendió que ni Uraraka ni Iida preguntasen al respecto. Tal vez asumieran que no quería hablar del tema. Y realmente no quería.

No porque siguiese doliendo. Que, en parte, siempre dolería un poquito. Cada vez que lo encontrase al otro lado del pasillo, lejos de sus brazos, cuando podría haberlo tenido entre los suyos...

Pero Midoriya no quería hablar del tema por eso.

No lo hacía porque no era el momento. Las mejores historias eran las que se contaban terminadas.

La suya todavía no lo estaba.

El capítulo se había cerrado. La página estaba volteada.

Pero ese no era un epílogo o el final de la saga. No era el inminente punto final de una historia que pareció haber sido interminable.

Tal vez era el comienzo de una nueva.

—Pero quizá sí tenga otras fantasías —agregó Izuku, cortando la risotada de sus amigos—. Quizá mis sueños han cambiado.

Iida y Uraraka intercambiaron una mirada cómplice. También una sonrisa. Ella le rodeó por detrás, apoyando la cabeza contra su espalda. Iida extendió sus brazos hasta cubrir por completo a Midoriya, sujetándose de la camiseta de Ochako.

Izuku se acurrucó como si fuese un bebé entre sus dos mejores amigos. Hey, tal vez ser un sándwich no siempre significaba algo malo y que podría terminar en catástrofe.

Ojalá hubiese sabido antes que el vacío que Todoroki dejó tras su abandono no necesariamente debía ser llenado con otro chico.

Sus mejores amigos siempre estuvieron allí. También tenía a Shinsou, Tsuyu, Tokoyami, tenía a Kirishima, un poco... pero fue demasiado ciego al no darse cuenta que jamás —ni nunca— estaría del todo solo.

Y, sin importar lo que pasara con el resto del mundo, siempre se tendría a él mismo.

A partir de ese momento ya lo sabría. Para siempre.

—Cualquier cosa que desees, tengo fe en que la conseguirás —asintió Iida—. Eres la persona más tenaz y luchadora que conozco.

—Y, cuando cumplas todas esas locas fantasías... —canturreó Ochako—. Ahí estaré yo para molestarte por ellas. Y para venderlas como ideas a Netflix.

Midoriya no dijo nada. Simplemente sonrió, disfrutando del momento.

Siempre había sido un chico fantasioso y soñador. Le encantaba imaginar mundos y locuras en su cabeza. Por eso es que encontró un escape en todas sus historias. Tal vez por eso es que escribió My Hero Academia, moldeando su vida cotidiana para que se sintiera un poco más emocionante.

Eso no quitaba que Midoriya amase escribir. En esas últimas semanas, se dio cuenta que no había otra cosa que le trajera más satisfacción que pegar el trasero a la silla y pasar la noche en vela mientras las palabras fluían entre sus dedos.

¿La diferencia? Ahora sabía distinguir la vida real de una de fantasía.

Una fantasía...

¿Qué podría fantasear después de todo lo vivido?

Suspiró como si le quitara importancia. Porque, en ese momento, no tenía ningún sueño o fantasía en el cual perderse.

—Tal vez algún día.

Lo musitó otra vez entre dientes para que sus amigos no le escucharan, con el recuerdo de una esperanzadora promesa en el corazón.

Lo mejor sería esperar a lo que sea que la realidad le deparase.

Y, quizá... sería mucho mejor que todas las fantasías en su cabeza.

Y recuerden niños: TODAVÍA QUEDA MAÑANA EL EPÍLOGO!!!!

Se que estarán queriendo golpearme o algo (?) en este momento, pero todavía quedan unas 10K palabras de LFDA que las veremos en muuuuy poquito!! Sjdbdbdjks estoy ansiosa y nerviosa

Y sip, ¡este es el último capítulo! TuT pero no quiero hacer muchos comentarios porque prefiero guardarlos para el final... y porque se que todo lo que diga será usado en mi contra (?)

Así que... ¡sin comentarios al día de hoy! ¡Ni teorías locas! Mejor esperemos a mañana a ver si querrán matarme o no (?) solo les pido paciencia, mañana aceptaré cualquier queja o amenaza de homicidio xD

Se que me he tardado un siglo con esto, pero por eso preferí demorar un poco más y actualizar juntas las dos ultimas partes. Ains, mejor me callo que me pongo bien nostálgica ToT

NOTICIA! Por si todavía no me odian... los invito a leer mi nuevo longfic TodoDeku ♥️ que estaré trabajando ahora para llenar el vacío de LFDA ;;; se llama Hechizo para enamorarte y hay mucho desmadre... y magia (?) también, DHYL sigue en curso, así que nadie entre en pánico

El dibujito precioso es de Miss_Shooting_Star ♥️ LadyDramones pls cálmala para que no me pegue hoy ;;;;;;;

Muchísimas gracias por haber acompañado a LFDA hasta ahora ♥️ se que parezco más seca y cortante (?) que otras veces, pero les juro que es para no empezar a llorar desde hoy x'D mañana haré los agradecimientos como se debe y a todas las personas que correspondan

Nos estamos viendo mañana para despedir al fic ♥️ Besitos!

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