Capítulo 20 - Parte I

Atención:

1- Al fin... ¡He aquí con ustedes el infame capítulo 20! ¡La revelación de la verdad! Por favor, no odien a nadie antes de tiempo ;u;

2- Partes I y II del capítulo subidas juntas. Wattpad se pone loquito muchas veces, y no siempre avisa de ambas actualizaciones ;u; aclaro por las dudas.

El mundo de Izuku se vino abajo cuando reconoció su laptop, encima del escritorio en la sala de informática.

Un millón de pensamientos le cruzaron por la cabeza. Todos horribles. En todos se le rompía el corazón en cientos de pedazos. En todos quería echarse a llorar.

Esto no está pasando, quiso convencerse.

Esto no es malditamente cierto.

Midoriya pensó en las posibilidades. En todas las malditas posibilidades en donde todo quería encajar en su cabeza para poder dar un sentido al rompecabezas de aquel embrollo.

El problema es que nada tenía sentido.

Y no, no es que se negase a aceptar que se trataba de Shinsou —¡Shinsou! ¡Shinsou maldito Hitoshi! ¡Joder! El muchacho que le había querido, que aceptó ser su amigo, que le ofreció su mano para sujetar la suya; incluso si esa mano le había roto el corazón.

No podía ser cierto.

Pero la evidencia estaba sobre la mesa —literalmente—, y Midoriya ya tenía los ojos anegados en lágrimas. No solo por la posible traición, sino por lo que había hecho a Todoroki. Todas las escenas de lo vivido anteriormente con Shouto le asediaron, una y otra vez.

Oh, por los patines de Gran Torino, gimoteó para sí mismo. ¿Sería demasiado tarde...?

Su mente exclamaba que ya no había solución. Que todo estaba acabado, y en el peor de los escenarios posibles —Midoriya se quedaba solo, arruinando todo en su vida otra vez.

Hasta que...

La puerta de la sala de informática se abrió otra vez. Midoriya escuchó una llave poner el cerrojo con un repiqueteo metálico.

Sintió entonces unos suaves y tímidos pasos detrás de sí. Dejó de sollozar para sí mismo. Quería darse la vuelta, pero no tenía las agallas. Sabía que todo se volvería real cuando lo viera por sí mismo.

Pero tenía que hacerlo. Debía terminar. Él tendría que ser fuerte, aunque todo se estuviera desmoronando.

Apretó los ojos antes de darse la vuelta. Lo hizo hasta que pudo ver estrellas en sus párpados y el corazón se le iba a salir por la garganta de los nervios.

Vale, Izuku, es el maldito momento.

Lo era.

¿O no lo era?

Quería convencerse a la fuerza.

Tenía que abrir los ojos.

Abre los ojos, se obligó. Si esa era la verdad, entonces debía afrontarla.

Aunque doliera. Maldita sea, aunque la traición doliera un verdadero y tortuoso infierno. No más mentiras. No de sí mismo, y mucho menos no de alguien más.

Lo hizo. Izuku se dio la vuelta, con una respiración atorada en su pecho y el estómago hecho un nudo.

Trató de pensar algo para decir. Algo que no fuese estúpido o victimista. Que le hiciera ver como la persona mayor allí.

Solo que... cuando llegó el momento, nada salió de sus labios. Su mente entró en blanco.

Había estado preparado para que se le rompiera el corazón ante la verdad, pero no estuvo listo para la shockeante sorpresa.

La mandíbula se le cayó hasta el inframundo cuando vio a su ladrón, enfrente suyo y con una mirada bastante decidida —pero también avergonzada. Izuku estuvo a punto de tallarse los ojos, pellizcarse, abofetearse, o lanzarse por la ventana solo por el afán de descubrir si aquello era verdad.

Si esa persona podía ser su ladrón y no una ilusión de sus pesadillas.

¿O tendría que haber dicho ladrona?

—Hola, Midoriya —La ladrona tragó saliva—. Creo que me he tardado un poco, pero... al fin conseguí al valor para enfrentar las consecuencias.

Las neuronas en su cabeza no eran capaces de hacer sinapsis en ese momento. Izuku había esperado cualquier cosa —¡cualquiera! Y eso incluía que Gran Torino se presentase con unos patines autografiados a modo de disculpa; okay, ese era su lado fanboy hablando— pero no eso.

Intentó balbucear algo pero no pudo. Su ladrona le miró con sus pequeños ojos oscuros, con gran paciencia. Ella no parecía esperar mucho de él ni tampoco mofarse por su estupor. Finalmente, ella volvió a hablar:

—Perdóname —musitó—. Puedo explicarme, pero eso no justifica nada. Tan solo debo suplicarte por unos minutos más antes de que me odies por esto.

Midoriya entonces cayó de regreso a la realidad como un meteorito golpeando sobre la tierra. La muchacha bajó la cabeza hasta que el cabello le tapó la mirada. Se negaba a mirarle a los ojos, cuando él lo único que quería era que lo hiciera para tratar de descubrir solo una pizca de la verdad que todavía no comprendía.

Fue entonces que un chillido se escapó de la garganta de Izuku:

—¡¿J-Jirou-san?!

La cabeza de Midoriya estuvo en cortocircuito por los siguientes dos minutos. Los cuales, en parte, se sintieron como una eternidad. La tierra misma parecía haberse detenido, y el tiempo dejó de correr allí adentro de la sala de informática.

La maldita sala de informática. ¿Cómo es que no lo había pensado en un principio...?

Tenía a Jirou Kyoka al frente —o podía ser una ilusión, no sabía qué cosa prefería más— pero no podía captar del todo lo que la chica estaba diciéndole porque sus oídos no escuchaban el sonido y sus ojos solo veían la forma borrosa de los labios de la chica, moviéndose.

Estaba demasiado ocupado tratando de comprender los hechos. Hechos que en su cabeza no tenían sentido, pero a la vez sí lo tenían, y luego otra vez perdían toda la coherencia que había estado tramando.

¿Y si todo era una broma? Tal vez fuese mejor si todo era una broma. Podía salir gritando hacia la ventana más cerca de la escuela y arrojarse dramáticamente al vacío. Con su suerte, se rompería todos los huesos de la pierna y de los dedos. Ya nunca más escribiría y se ahorraría las desgracias.

Aquello iba a volverlo menos loco que lo que estaba viviendo. No le quedaba ninguna duda, si tenía que ser honesto.

—Yo... yo... —balbuceó Izuku—. Uh, eh...

¿Por qué de repente no podía hablar? ¡Había estado esperando el maldito momento de la revelación desde que se echó a llorar en el Starbucks de Kirishima!

¡Ahí tenía la bendita respuesta de una vez!

Y, sin embargo... sin embargo...

La sorpresa había sido tan grande que no fue capaz de reaccionar correctamente.

Midoriya se había preparado para todos los escenarios posibles. Para Shinsou —su amigo— apareciendo de repente y revelando que el robo de la laptop fue un acto de pura venganza.

Pensó en la loca desquiciada de Himiko Toga, usando su laptop como una forma de extorsionarlo a salir con ella y recuperar su tan preciado aparato.

Por su mente desfilaron cientos de culpables: Mina Ashido, la muchacha de la fiesta y que debía querer golpearlo en las bolas con su florete de esgrima; Momo Yaoyorozu, la novia del chico al que se había besuqueado el año anterior; Eijirou Kirishima, el chico al que le rompió el corazón, ¿tal vez incluso hasta Kacchan...?

¡Joder, si hasta Tomura y sus piropos matemáticos parecían ser más culpables!

¡O hasta Ochako, que siempre tenía ideas maquiavélicas para su mejor amigo, o sea él!

Pero, por supuesto, ninguna de aquellas opciones había tenido tanto peso como Todoroki en su cabeza. El muchacho había brillado como marquesina en su cabeza, con un sinfín de flechas titilantes apuntando hacia él.

Jirou Kyoka definitivamente no se veía como una posible ladrona.

Trató de repasar todas las notas mentales en su cabeza, buscando alguna posible razón para aquel desenlace de los hechos. Ochako solía decirle que era un cerebrito observador, y que podría descifrar cualquier misterio si se lo proponía.

Así que intentó pensar con más fuerza, pero claramente su cerebrito no estaba funcionando adecuadamente en ese momento. O tal vez fuera porque otro órgano suyo estaba intentando apagarlo.

Izuku podía pensar en mil razones para que Jirou Kyoka fuera la ladrona de su laptop, pero su corazón estaba dispuesto a escucharlo de la boca de la muchacha.

Mientras, una única frase rondaba por su mente. No le había dado importancia, entonces, pero ahora encontraba mil y un significados diferentes.

En la noche de la fiesta. Cuando Jirou y Yaoyorozu se alejaron de Todoroki, y la primera se acercó a Midoriya para susurrar una sola cosa.

«Lamento que tuvieras que ser parte de esto».

Esto... ¿estaba hablando del robo de la laptop?

Bueno, tenía sentido si lo pensaba. Y, de a poco, algunas ideas de lo ocurrido aquella noche comenzaban a arremolinarse en la cabeza de Izuku. Como si las cosas cobrasen sentido de repente.

No es como si eso le hiciera sentir mejor.

Ella tenía la boca apretada, y se balanceaba, nerviosa, sobre sí misma. Cambiaba cada pocos segundos el peso de su cuerpo hacia el otro pie, jugueteando con un dedo con los cables de los audífonos que colgaban de su cuello. Él conocía las posturas nerviosa de Jirou —le había tocado verlas una infinidad de veces en clases cada vez que debía dar lección frente a todos.

—He sido yo la que hizo esto —recalcó Jirou—. O algo así. Tal vez no tengo la culpa de todo, pero sí que la tengo de empezar esto.

Se quedó con la boca todavía abierta durante los segundos que se sintieron eternidades. Jirou esperaba, paciente, a que él decidiese hablar por cuenta propia. Tuvo que sacudir la cabeza, y estuvo a punto de darse una bofetada para reaccionar.

¡No te quedes papando moscas, bobo! se regañó a sí mismo. ¡Di algo, Deku temeee!

Okay, la voz asesina de Kacchan en su mente tenía bastante más poder que la suya propia. Al menos había conseguido cerrar la boca antes de que le cayera tanta baba que podrían construir un río Nilo allí en la Academia.

Una parte de Midoriya quería que se callara, ya que todo lo que él deseaba era ponerse a chillar enloquecido.

La otra... solo quería conocer la verdad.

—¿A qué te refieres, Jirou...? —Midoriya exclamó con voz aguda—. ¡Pero tú nos ayudaste a rastrear las redes del ladrón! ¡Tú estabas monitoreando sus movimientos...! ¡Oh, dioses...!

Por supuesto, Midoriya se dijo. No era incoherente o extraño que Jirou se involucrase con la investigación. Claro que no.

¿Cómo era el dicho...? ¿Manten a tus amigos cerca y a tus enemigos todavía más cerca...? Bueno, Jirou lo había llevado solo un poquito al extremo.

La muchacha le dio una triste sonrisa. Se veía cansada, arrepentida e infinitamente torturada.

Midoriya no quería tener compasión de una ladrona de laptops —sin mencionar la parte de que su estúpida historia se hizo viral y causó más problemas que una guerra mundial—, pero él era un sensiblón sin igual.

Era canceriano, después de todo. No entendía muy bien qué significaba, pero eso decía Ochako.

Quería sentir compasión de ella. Y quería entender sus motivos antes de empezar una cacería de brujas además un juicio por daños y perjuicios contra su pobre trasero que casi fue reclamado por cinco personas diferentes.

¿Por qué siempre terminaba sintiendo empatía por todos los días?

Tal vez era estúpido. Y probablemente esa fuese la razón por la que terminara con el corazón roto al menos doce veces al año.

Pero él creía en la bondad de las personas; y que una acción no condenaba a alguien a una vida de prejuicios y etiquetas horrorosas.

Dolía, a veces. Y, sin embargo, Midoriya no hubiese elegido ser de otra manera.

—¿Me dejarás que cuente toda la historia? —casi suplicó Jirou.

Midoriya tragó saliva con dificultad. Observó un instante a Jirou, que se acomodaba nerviosa el cabello y bajaba la guardia como nunca fue capaz de hacerlo.

Según él, Jirou siempre había sido una muchacha fuerte y que no permitiría que le pasaran por encima.

—Voy a escucharte, Jirou.

Ella asintió. Se veía a punto de explotar. Como si llevara una pesada carga sobre su pequeña espalda, pero la meta de llegada estaba demasiado como para rendirse.

Tal vez decirlo podría traerle un poco de paz.

—Muy bien —suspiró Kyoka—. Antes... creo que debo contar los motivos que me hicieron llegar a esto...

Midoriya se preparó. Se sujetó más fuerte de la laptop que apretaba contra su pecho —por miedo a que la volviesen a alejar de él, tal vez—, y se preparó para escuchar la verdad que llevaba meses queriendo descubrir.

Y, entonces, la historia comenzó a ser contada por la boca de Jirou.

¿O debería haber dicho que finalmente terminaba?

Jirou Kyoka nunca fue de las chicas que llamaron la atención en su clase. Y eso no lo dijo Midoriya, sino la misma muchacha.

Puede que fuese mezquino, pero las constantes comparaciones y, a veces, la nula mención de su nombre por parte de los chicos más guarros del curso, la convirtieron en una muchacha con grandes problemas de inseguridad.

Midoriya podía entender lo que eso se sentía

—Sé que no viene al caso —Jirou se apretó el puente de la nariz—. Y es estúpido, ¿no? Basar lo que yo valgo en estúpidos comentarios. Pero era una niña. A ninguna niña le gusta sentirse olvidada o invisible.

Él resopló una carcajada nerviosa.

—Jirou, créeme que, a veces, ser invisible es lo mejor que te puede pasar.

Se arrepintió un poco de su comentario al ver la mueca en el rostro de ella. No es como si Jirou se mereciera completa bondad de su parte luego de sus acciones, pero tampoco debía condenarlo todo hasta saber la verdad.

¿Era iluso de su parte? Seguramente.

Pero Midoriya había estado esperando peores desenlaces para toda esa situación. Que fuera Jirou Kyoka le trajo otro tipo de sentimientos que no sabía cómo ponerles nombre. Era mejor, y peor, a partes equitativamente iguales.

Tal vez por eso se lo estaba tomando tan a la ligera. Se había preparado para la tragedia y un corazón roto, así que todo eso se sentía como un bálsamo para su alma torturada. Aunque no descartaba lo de echarse a gritar y correr hacia la ventana.

Sin embargo, había otros asuntos que se volvían un millón de veces peor tras descubrir que la ladrona era Jirou y no otra persona.

La ventana empezaba a verse tentadora otra vez.

—Digamos que todo eso fue hasta que... hasta que... —La voz se le fue apagando poco a poco.

—¿Sí? —incitó Midoriya.

Él quería conocer la verdad. Y su corazón no podría aguantar más suspenso si la muchacha seguía tomándose tantas jodidas pausas dramáticas.

¿Por qué estaba sintiendo como si aquella no era su vida? Tal vez el Izuku real estaba muerto, sin piernas ni tampoco memoria y él solamente era un clon malvado que dominaría el mundo.

Nada se sentía real.

Jirou le miró a los ojos cuando lo dijo:

—Hasta que Momo y yo nos hicimos amigas.

—¿Huh?

—Momo y yo nos hicimos amigas casi al final de la primaria —Jirou hizo una sonrisa triste—. No tengo idea de qué vio ella en mí, pero me enseñó a olvidar esas inseguridades por un rato. Me mostró que ella también las tenía, y que era normal; solo tenías que aprender a bajar el volumen con el que las inseguridades gritan en tu cabeza.

Te creo, casi dijo Midoriya.

Él también había vivido con cientos de inseguridades durante la escuela primaria. Los constantes abusos en el patio del recreo, las risitas, los golpes...

Habían sido Iida y Ochako quienes le enseñaron lo que valía. Que todo lo que los demás veían como insulso o sin gracia, él debía tomarlo y volverlo un orgullo para sí mismo.

Jirou bajó entonces la cabeza, esbozando una tímida y melancólica sonrisa, mientras que —Midoriya deducía— todas las memorias se reproducían en su cabeza.

—Fue bonito, ¿sabes? —Ella habló—. Tener alguien que pueda entenderte en niveles que otros no pueden, o que ni siquiera lo intentan.

Él no quiso responder a aquello. No es como se Jirou debiera saberlo, pero...

Tenía bastante razón. Y puede que eso le hiciera sentirse molesto por primera vez en lo que iba de la mañana.

—¿Y qué te llevó a robar mi laptop, entonces? —soltó más brusco—. Que yo sepa, no te he hecho absolutamente nada.

Ella apretó los labios. Midoriya, aunque tuviese el derecho de estar enojado, no debería haber sido tan odioso con la muchacha.

¿No se suponía que merecía una segunda oportunidad, o al menos ser escuchada?

Él mismo había recibido cientos de segundas oportunidades a lo largo del semestre. Bien podía aplicar un poco de lo que recibió, incluso si estaba ante la principal causante de lo ocurrido.

—Todavía no he terminado —Jirou espetó—. Momo y yo nos hicimos amigas, más que amigas; aunque ninguna lo supiera entonces. Algo comenzaba a florecer entre nosotras, ese tipo de sentimientos que no se supone que dos chicas sientan entre ellas. Yo me preguntaba: «¿Por qué pasa esto? ¿Por qué debo enamorarme de mi amiga, mi única amiga? ¿Por qué todo debe verse arruinado por el tonto amor?».

—Puedo entenderte —bufó Izuku, que acababa de tomar asiento en una de las sillas, con los muslos juntos, las pantorrillas separadas y la laptop todavía contra su pecho—. ¿Quién no se ha enamorado de un amigo?

Jirou rió amargamente mientras le imitaba, tomando haciendo encima de uno de los escritorios de la sala de informática.

—Tenía miedo de perderla, ¿sabes? De que ella me viera como una aprovechadora. Supongo que es injusto pensar eso de la persona que más confianza te ha dado, pero no es como si la voz de la inseguridad se callara alguna vez.

—¿Y qué hiciste? —inquirió Midoriya—. Supongo que te confesaste, ¿verdad, Jirou?

La chica asintió con una muy pequeña y triste curvatura en sus labios.

—Lo hice —dijo con un hilillo de voz—. Se lo dije el día de la fiesta de Mina Ashido.

—La fiesta... —musitó Izuku, sin comprenderlo.

Dio un respingo al caer en cuenta a lo que Jirou estaba tratando de decirle. La fiesta —la bendita y estúpida fiesta a la que todo se remontaba.

¡Alguien tendría que haber denunciado a Mina Ashido! Y mejor que vendiera su casa, porque la cantidad de dramas ocurridos bajo sus paredes debían haberla impregnado con unos fuertes aires de culebrón latinoamericano.

—¿Yaoyorozu te correspondió?

Midoriya se mordió la lengua tras preguntárselo. En el fondo, él había sabido que las cosas no podían ser tan bonitas como todos pensaban. Lo sabía, porque en el desarrollo de la historia, no había una Momo Yaoyorozu y una Kyoka Jirou tomadas orgullosamente de la mano mientras paseaban por los pasillos de la Secundaria Yuuei.

Solo hubo una Momo Yaoyorozu y un Shouto Todoroki, blanqueando su relación después de la fiesta de Mina Ashido.

—Ella se fue con Shouto —Midoriya dijo con cuidado—. Tú le dijiste que la amabas, y ella se fue con Todoroki.

El suspiro de Jirou fue confirmación suficiente.

—Momo me dijo que también me amaba. Pero luego se fue con él, y me dijo que solo era un favor para Shouto —habló—. Los días pasaron, después las semanas, y Todoroki demandaba más de la atención de Momo. No estoy segura de pensar que él la quería, pero sí recuerdo sentir que la quitaba de mi lado y yo estaba sola otra vez.

—Jirou... imagino que fue duro... —Izuku balbuceó—. Y lamento de verdad que pasaras por eso... pero...

Se rascó la nuca, buscando las palabras correctas antes de que un gritito tan ronco como un graznido le saliera de la garganta.

—¡¿Qué maldita culpa tengo yo...?!

Podía escuchar la voz de Ochako en su mente: «En serio... ¿qué culpa tiene Dekugul?».

Por más de que lo pensara un millón de veces... Midoriya no lograba dar con la respuesta que más ruido hiciera en su cabeza.

O tal vez el shock lo había golpeado más fuerte que un amo a su sumiso con un látigo, pero... estaba casi seguro que su cerebro todavía no había dejado de funcionar al menos decentemente.

Jirou siguió jugueteando con el cable de sus audífonos. Tenía las mejillas sonrosadas.

—Simplemente me harté de Todoroki y su manía por herir a la gente bajo esa mirada de niño inocente —confesó Jirou—. Ochako me contó lo que te había hecho...

Midoriya cerró lentamente los ojos y con las palmas juntas cerca de su boca como si estuviera rezando por paciencia a todos los santos en los que no creía.

Excepto a San Gran Torino.

—Maldita Ochako —masculló Izuku—. Ya me pedirá que le guarde su secreto del hentai de Gran Torino Nikiforov...

Jirou, que sí lo escuchó, decidió fingir olímpicamente que no se le había escapado semejante babosada. Solo le juzgó en silencio por tres milisegundos.

—Y me enfureció que Todoroki lastimara a más de una persona con su egoísmo —Jirou apretó los labios—. Así que decidí que tenía que saber lo que se sentía que te arrebaten a la persona que tú quieres. Quería que pagara por lo que te hizo a ti, por lo que me hizo a mí, por lo que hacía a Momo al pedirle que mintiera por él...

Ella hizo una pequeña pausa.

—Principalmente porque yo desconocía la verdadera razón por la que ella seguía a su lado —musitó más para sí que para Izuku—. Creí que la estaba usando.

Midoriya no había pensado que Jirou fuese vengativa —aunque sí que era de las que daban un escarmiento cuando alguien se comportaba indebidamente, como Mineta—, pero bien sabía que el dolor te hacía tomar decisiones erróneas.

Como robar laptops. Como herir a la gente para tratar de olvidar el pasado.

Y aquel último punto no era un pecado de Jirou.

—Pero, ¿cómo...? —empezó Midoriya—. ¿Cómo podías saber...? ¿La historia que escribí...? ¿Kirishima...? ¿Y Shinsou...?

—¿Saber que te gustaban? —Jirou arqueó una ceja—. No es como si fuese un secreto que se te volaban los calzones por Kiri. Y Mina no dejaba de repetir que él tenía ataques epilépticos cada vez que subías una selfie. Lo de Shinsou no tenía idea, fue una verdadera sorpresa para nosotras...

Midoriya —que había tratado de calmarse tras escuchar lo de los ataques de Kirishima y lo mucho arruinó el inocente amor del muchacho por él— depositó su laptop en la mesa solo para llamar la atención de Jirou con las manos.

Las movió tan rápido que se preguntó si Iida acababa de poseer su cuerpo terrenal.

—¡Wow, wow, wow! ¡Alto ahí! —Midoriya exclamó—. Espérate un segundo, Jirou...

La chica le miró con tranquilidad y sin curiosidad en los ojos. Ella debía esperarse que Midoriya hiciera la pregunta.

—¿Has dicho nosotras? —preguntó perplejo—. ¿Y cómo diablos supiste que yo escribía una historia con nuestros compañeros...? Fue Ochako, ¿verdad? Ya dime que fue Ochako la que reveló el secreto y así podré tacharla de mi lista de mejores amigos por siempre.

Bueno, eso no era cierto. Pero le haría pagar caro si ella fue la bocazas que reveló su más profundo secreto.

O quizá Todoroki se lo dijo a Yaoyorozu, y esta a Jirou. Pero una parte de él se aferraba a la tonta idea de que Todoroki no revelaría lo que le confió durante sus mensajes tan íntimos.

Tuvo que tragarse las lágrimas al pensar en la nobleza del muchacho a pesar de todo. Y en lo ruin que fue con él.

—No fue Ochako, Midoriya. Puede que ella mencionara de pasada, hace un tiempo, que escribías una historia... pero fue otra persona la que por pura curiosidad te buscó por todo internet hasta dar con tu blog —Jirou suspiró—. Y allí entra lo de que no tengo la culpa completa de todo lo que pasó después...

—¿De qué estás hablando?

—De que cuando robé tu laptop tras rastrear tu teléfono en el Starbucks de Kirishima, para luego subir el comienzo de tu historia... me sentí sucia —Jirou se abrazó a sí misma—. Horriblemente sucia, y no tenía idea de cómo enmendar el terrible error que acababa de cometer. Toda la escuela estaba empezando a hablar de ello... y yo no podía sola...

Midoriya sintió que el corazón le daba un vuelco en el pecho.

—Tampoco podía recurrir a Momo —continuó—. Ni mucho menos a Ochako o Mina... y Tsuyu es la amiga de Ochako...

La idea se le había cruzado por la cabeza, pero ahora solamente empezaba a sentir el terror de no tener que enfrentarse solo a la confesión de Jirou.

«Los SuperBat estaban geniales, hombre. Y también me leí ese SasuNaru bien suculento...».

Midoriya había borrado ese SasuNaru endemoniado de su peor época otaku. Estaba más que seguro, por mucho que lo dudó al principio. Luego conoció a Gran Torino On Ice, y ya ninguna ship se sentía tan maravillosa como la de él y... bueno, no era el momento de pensar en ello.

Y estaba oda la estupidez del RedDeku. Y los obsesivos comentarios que siempre llegaban primero al del resto de sus compañeros, por muy metidos que estuvieran en la historia.

Como si... como si...

Como si dicha persona hubiese sabido la hora exacta en que se publicaría cada capítulo.

—Yo no he subido el resto de los capítulos, Midoriya. Estaba tan ocupada odiándome por lo que hice, y odiando a Todoroki lo suficiente como para hacerlo ver como el culpable...

—¿Tú no subiste el extra de nuestros profesores? —jadeó Midoriya—. ¡Oh, gracias a los dioses...! ¡Y espera! —Sacudió la cabeza—. ¡¿Qué hay con el dibujo que enseñaste frente a Shinsou y Kaminari?! Tú... se suponía que me ayudabas... oh, dios... ¿le mentiste a Shinsou, verdad? ¡Por eso se fue tan molesto esta mañana de la cafetería! ¡Porque se lo dijiste!

Jirou dio un asentimiento algo débil mientras respiraba temblorosamente. Se frotó el rostro.

—Solo necesitaba algo que te hiciera ganar nuestra confianza. Y tuve que pedirle a ella que me diera un archivo, ya que yo no he tenido contacto con tu laptop desde que subí los primeros capítulos desde la red de los Todoroki. Era cobarde para revelarme, pero no sabía cómo obrar. Accedí a la idea de ella para continuar con la historia, porque creí que solo llegando al final es que esto se detendría... —confesó atormentada—. No tenía idea... no pensé lo suficiente... ¡Fui tan estúpida y egoísta!

Midoriya levantó la mano para que Jirou dejase de hablar por solo un instante, en un momento en que la muchacha se jaló de sus cortos y desiguales cabellos.

Su cabeza era un revoltijo. Pero no podía echarse atrás.

Estaba empezando a tocar la verdad con sus dedos, pero seguía quedando un gran trecho hasta que supiera lo que en realidad ocurría.

Aunque en el fondo ya creía conocer la verdad.

—Cuando hablas de ella... ¿a quién te refieres exactamente, Jirou?

Kyoka exhaló fuertemente. Se quitó de un salto de su lugar sobre el escritorio, y Midoriya solo era capaz de escuchar el repiqueteo de las botas que llevaba con el uniforme mientras se dirigía otra vez hacia la puerta.

El corazón se le detuvo cuando giró el pomo y abrió la puerta de par en par, revelando una alegre sonrisa que todos siempre pasaban por alto en el aula.

Ella levantó los dedos, saludándole alegremente.

—¡Hola, Midoriya! —exclamó con su vocecita chillona—. ¡Lamento el daño causado al subir tu historia, pero uf! ¡Está que arde! El mundo entero ya necesitaba salseo del bueno como el que tú escribiste...

Midoriya, que la había estado mirando con los ojos abiertos como platos, de ella a Jirou, y de Jirou a ella, salió de su inicial estupor.

Soltó un chillido de rata que seguro escucharon hasta en la Secundaria Shiketsu al otro lado de la ciudad.

Jirou carraspeó.

—Midoriya, te presento a quien tuvo la maravillosa idea de continuar con la publicación de tu historia —Jirou la fulminó con la mirada.

La chica rió inocente, aunque no tenía nada de ello. Era maquiavélica, y no le quedaban ya dudas. Una amante del drama, tanto o más que Aoyama.

Estaba seguro que ella no dimensionaba todo el drama que se había ocasionado por la bendita historia. Solo le gustaba vivir en un mundo de chismes y fantasía, donde todo terminaba sin daños colaterales como en las películas.

Jirou entonces, abrió la boca otra vez:

—Creo que es tu turno de disculparte de verdad... Hagakure.

Midoriya no escuchó realmente a las disculpas aceleradas y excusas de Hagakure.

Su mente estaba lejos, muy lejos, en algún hermoso universo ficticio donde solo se dedicaba a ver torneos de patinaje sobre hielo y escribir haikus para el profesor Toshinori.

Hagakure hablaba demasiado, y no tenía interés de alguna disculpa falsa de la muchacha. Claramente no estaba arrepentida del todo. Ella hablaba como si fuese todo un juego, y Midoriya no podía decir que era realmente malvada.

Alguien que no dimensionaba las consecuencias de sus actos no podía hacer todo desde una extrema maldad.

Tampoco le importaba. Ya ninguna de esas cosas le importaban lo suficiente —lo hecho, hecho estaba. Midoriya no podía deshacer los desastres, ni tampoco los errores que cometió a causa de los malos entendidos.

Lo único en que podía pensar era Todoroki. Una y otra vez.

En Todoroki, y todo el calvario que debió pasar tras lo ocurrido por la publicación de la historia. En Todoroki, y su mirada de tristeza y decepción tras ser acusado de hacerle algo como eso a Midoriya.

Porque cualquier persona podía hacérselo, pero si fuese Todoroki, todo tendría un significado diferente.

Sin embargo, nada de eso quitaba lo ocurrido entre ellos el año anterior. El coqueteo tímido, el beso en medio de una borrachera y el apabullante silencio que le siguió después.

¿Valía la pena tratar de arreglar algo que llevaba arruinado más tiempo que el problema?

Midoriya aceptó torpemente las disculpas de Hagakure, y se excusó con ambas muchachas para salir corriendo de la sala de informática. Estaba tan débil, que sus piernas no respondían como deseaba y se alejó a los trompicones.

Tenía que encontrar a Uraraka. O a Iida. A quien fuera.

Necesitaba que alguien le diese un abrazo en ese mismo momento y le dijera que no todo era su culpa. Incluso si eso no era cierto.

Porque puede que Jirou y Hagakure fueran las culpables, pero fue Midoriya el que se dejó arrastrar por la histeria colectiva. Él era el único dueño de sus actos.

Se dejó caer en el pasillo vacío ya que el resto de estudiantes continuaban en clases. No dejó de apretar la laptop todavía contra su pecho, sintiendo el frío del plástico aplastándole contra los brazos desnudos.

Estaba murmurando con los ojos cerrados, y no notó que alguien acababa de sentarse a su lado en medio del pasillo. Por un segundo sintió temor de abrir los ojos pero fue la delicada mano sobre su hombro la que le hizo ganar la confianza para hacerlo.

No se sorprendió cuando se encontró otra vez con el rostro de Jirou, observándole con una sonrisa cargada de pena. Llevaba los ojos cubiertos de una película acuosa.

Ella era preciosa. Y siempre creyó —todavía lo hacía— que era una de las chicas con más estilo de toda la clase y toda la escuela. No pensaba que ella era mala, o psicópata —solo Ochako ostentaba aquel título cuando salían capítulos nuevos de sus series—, tan solo la imaginaba como alguien que cargaba tristeza y rencor.

¿Cómo es que el mundo le había hecho creer que valía tan poco? ¿Cómo es que la inseguridad le hizo sentir que podía perderlo todo?

¿Estaba siendo estúpido al no enojarse con ella?

—No hagas caso de Hagakure —suspiró Jirou—. Ella simplemente está loca. No quiero volver a asociarme con ella jamás.

—No me importa Hagakure —Se encogió de hombros. También se le escapó una risa en un resoplido—. Dime estúpido, pero me había esperado tantas cosas más espantosas, que casi estoy aliviado de que las cosas se dieran así.

Jirou hizo una mueca al escuchar aquello. Puede que fuese crudo, pero también era la verdad: nada los unía a ella e Izuku. No eran más que cordiales compañeros de clase, y ningún vínculo los ataba como para que el drama fuese mayor a lo que ya era.

No iba a darle más vueltas al pasado. Ya no.

—¿Le has contado a Momo? —susurró Midoriya—. ¿Lo que hiciste?

Jirou negó lentamente. Los ojos le brillaron todavía más.

—Tú merecías saberlo primero. No he pegado un ojo después de que nos cruzamos en la fiesta, cuando te dije que lamentaba que terminases siendo parte de esto. Lo decía en serio... y en más de un sentido. No dejo de pensar en esto y en lo cobarde que fui.

Midoriya esbozó una sonrisa entre triste e irónica, aunque no lo hacía para mofarse de ella.

—Me estoy preguntando si no hubiese preferido jamás saber la verdad.

—No digas eso, Midoriya —Jirou espetó, más seria y con el ceño fruncido—. Me ha costado horrores venir a decírtelo, y aunque no te guste, tenías que saberlo. Cerrar los ojos no quita que todo esto haya ocurrido. Al menos... no tienes que culpar a otras personas de lo que hice.

—Es solo que no sé si tenga el valor que tuviste tú para abrir los ojos y enfrentarte al desastre que has hecho. Que hemos hecho.

Jirou se recargó más contra la pared, con el rostro enterrado entre sus dedos. La escuchó sollozar tan silenciosamente que parecía el eco de un llanto más que uno real.

Sí, Midoriya podía ser estúpido... pero quería abrazar a Jirou en ese momento.

Y lo hizo. La rodeó de costado por sus pequeños hombros, enterrando la cabeza en el hueco de su cuello y enredando los brazos de ambos.

—Perdón, Midoriya —La escuchó musitar—. Te usé como una herramienta, y eres más que eso. Mucho más que eso. Eres más que una herramienta para lastimar a Todoroki, que tampoco tiene nada que ver en el asunto. He llevado meses estando cegada por todo el asunto.

Jirou se secó las pocas lágrimas que le cayeron con el dorso de la mano. Midoriya supo que era tiempo de alejarse cuando sintió el cuerpo de ella ponerse en tensión. Tal vez se estaban sincerando, pero Jirou seguía siendo esquiva y huraña en cuanto al contacto físico.

—Y Todoroki es un estúpido, pero no ha hecho las cosas para herirme a ni a Momo —continuó—. A ti ya no sé... pero no es mi lugar vengarme de una forma tan estúpida.

—Aoyama la aprobaría —Izuku trató de reír—. Supongo que le has dado material por un año.

—No es como si esta escuela no tuviera más dramas que La Rosa de Gran Torino.

Ambos intercambiaron una mirada seria —¿quién diría que la rockera de la escuela sabía de novelas latinas?— antes de dejar escapar una carcajada que les hizo soltar otra vez lágrimas —de felicidad, de tristeza acumulada, de alivio, de liberación incluso— y doler el estómago.

Midoriya lloró por varios segundos más hasta que pudo recuperar la compostura. Las incómodas palmaditas de Jirou no ayudaron demasiado.

—¿Me harías un favor, Midoriya? —preguntó Jirou de repente.

—¿Huh?

Ella enroscó con un dedo —de uñas esmaltadas en negro— alrededor del cable de su audífono. Se tomó un momento antes de volver a hablar:

—Por favor ve y busca a Shinsou —dijo finalmente—. Él es quien te ha enviado el mensaje para encontrarnos. Le pedí que lo hiciera porque pensé que sospecharías de mí al recibir un mensaje inesperado de mi parte.

—¡¿Eh?! —chilló Midoriya—. ¡¿Shinsou...?!

—Ha estado muy molesto, y sé que nadie más que tú le puede tranquilizar —suspiró Jirou—. Sé que no estoy en condiciones de pedirte favores... pero Shinsou también se siente traicionado y necesita compañía. Y esa compañía que necesita no es la mía. No por ahora.

Se hizo un pequeño silencio entre los dos.

—Tiene hora libre ahora mismo. Está en el cuarto oscuro de fotografía.

Midoriya no requería que se lo dijeran más de una vez.

Sujetó su laptop, se levantó de un salto, y agitó la mano hacia Jirou para despedirse de ella antes de alejarse a través de los vacíos pasillos de la escuela.

Midoriya deambuló un poco, todavía algo desorbitado, hasta que encontró la pequeña puerta cubierta de fotografías analógicas que pertenecía a dicho club. La había cruzado bastante durante el año anterior, pero no fue hasta el primer incidente con Shinsou que dejó de hacerlo hasta que se reencontraron en la semana de San Valentín de aquel año.

Era curioso como la historia de ambos empezó en el cuarto oscuro de fotografía, y también terminaba en el mismo lugar. No, se corrigió rápidamente. Ser amigos no significa que todo termine.

El tiempo a veces pasaba más veloz de lo que le gustaba.

No se molestó en tocar la puerta, ya que sabía muy bien que Shinsou fingiría no estar para no ser perturbado. Por suerte, la llave no estaba echada. Las bisagras que unían la madera con la pared crujieron un poquito, y Midoriya hizo una mueca al ver arruinado su plan de permanecer silencioso.

Solo pudo ver la sombra de la silueta de Shinsou dándole las espaldas y escuchar su resoplido molesto.

—La sala está ocupa-...

—Shinsou —dijo Midoriya con un tono de voz amistoso—. Soy yo.

El sonido de su voz fue reconocido al instante, ya que Hitoshi giró sobre sus talones, casi tirando las planchas de fotografías que estuvo recortando meticulosamente.

La luz rojiza del cuarto no hacía justicia de su cara, pero estaba seguro que acababa de sacarle un buen susto.

—Midoriya. No creí que vendrí-... ah —Shinsou se percató de lo que llevaba contra el pecho—. Vaya. Veo que ya sabes la verdad.

—S-sí —musitó—. Ya lo sé todo.

El silencio que le siguió fue demasiado incómodo. Shinsou hizo un pequeño gesto con la cabeza antes que seguir con lo suyo, aunque sus manos temblaban.

Izuku caminó hasta su lado, parándose junto a su costado para observar las fotografías del final de la temporada de fútbol que debía tener listo para la última revista escolar del semestre.

Ambos se negaban a mirarse a los ojos, pero el carraspeo repentino de Shinsou le obligó a levantar la mirada hasta su perfil.

—Tú... —Volvió a carraspear—. ¿Creíste por un instante que... que podía...?

Midoriya frunció las cejas solo un poco pero ablandó su semblante para inspirarle más confianza.

Sabía muy bien a lo que se refería, pero quería que él lo preguntase con sus palabras.

—¿Ser yo? —completó Shinsou finalmente.

—¿Te molestaría? —inquirió Izuku ladeando la cabeza.

Tragó saliva mientras esperaba la respuesta. Shinsou debía adivinar la verdad en sus sonrosados mofletes; no era ningún estúpido. Además, no sería cuestión de hacer solo dos más dos en una situación como esa.

—Si me molestara, no hubiese accedido a esto —suspiró agotado—. Pero supongo que Jirou sigue siendo mi amiga, y no me costaba demasiado echarle una mano a pesar de todo. Ella parecía arrepentida de verdad.

—Pero no te lo tomaste bien, ¿verdad? —siguió—. Por eso te vi tan molesto esta mañana. Pasaste de mí y de Ochako como si no estuviéramos.

—Lo siento por eso —Shinsou hizo una sonrisa de costado que parecía más amarga que nada—. Y sigo sin tomarlo bien, de hecho. Pero prefiero esperar a que las aguas se enfríen antes de dar un veredicto. Aunque...

Observó de arriba abajo a Midoriya. Por un instante se sintió desnudo, ya que Shinsou tenía la capacidad de mirar dentro de tu alma y saber exactamente lo que uno estaba sintiendo.

Y tenía una especialidad con Midoriya.

—Tú ya tomaste una decisión, ¿verdad?

Midoriya hizo una tímida sonrisa.

—No tengo interés en revelar a toda la escuela lo que ha pasado, si te soy honesto —dijo Midoriya—. Esto ya casi se termina, y seguro pronto habrá un nuevo chisme más interesante que ocupe la atención de los demás. ¿Para que echar más leña a la hoguera...?

Sus palabras se vieron interrumpidas por la cómplice sonrisa de Hitoshi. Era de esas sonrisas extrañas y bonitas, que rara vez podías verlas por lo fugaces que eran.

—Siempre fuiste más comprensivo que todos los demás, Midoriya —habló Shinsou—. Eso te vuelve un iluso el 60% de las veces, pero no quita que termines siendo la mejor persona.

—Incluso si solo hay un 40% de veces en el que todo salga de la mejor forma... pues prefiero soportar el otro 60% de decepciones, Shinsou.

Y lo decía en serio. Midoriya podía pecar de ser iluso e inocente —todos se lo decían, y muy a menudo—, pero estaba seguro que las segundas oportunidades todavía podían ser bien aprovechadas por alguien. Podían ser el cambio.

Lo había visto en Kacchan intentando recuperar a Kirishima. En Iida y Ochako, después de ambos arruinarlo con sus miedos. Estaba seguro que lo vería en Jirou muy pronto.

E incluso en sí mismo.

Se preguntó si podría verlo en aquella otra persona, también.

—¿Por qué luces como si algo más te molestara, Shinsou? —inquirió Midoriya—. Entiendo que te enoje, pero estoy bien. Está todo bien. Estará bi-...

—¿Qué harás con él? —espetó Shinsou de repente—. Porque se lo has dicho, ¿no? ¿Qué pensaste que era el ladrón...?

Se le formó un nudo en el estómago que le hizo tener ganas de vomitar, y otro nudo en la garganta que le obligaría a llorar si decía una sola palabra inadecuada.

—Supongo que debo seguir el ejemplo de Jirou y sincerarme.

—¿Y si no sale bien?

—Pues al menos lo habré intentado...

—Podría no querer hablar, tal vez —Shinsou siguió—. No es que quiera ser negativo, pero no quiero que tengas todas las expectativas por si algo sale mal.

—¡Está bien, Shinsou! —Midoriya rió—. La he arruinado igual de feo, o peor, otras veces... está bien... Te lo juro. ¡Estará todo bien...!

No se dio cuenta que lloraba hasta que Shinsou le secó una lágrima de la mejilla con el dedo índice. Midoriya comenzó a sollozar tan fuerte que tuvo que soltar su laptop y depositarla en la mesa para poder cubrirse el rostro con las dos manos.

—No se merecía lo que le hice...

—Midoriya, ya... —Shinsou trató de consolarse—. Todos hemos caído, y...

—¿Y qué? —espetó Izuku con un chillido—. ¡Él trató de disculparse conmigo, por algo que ni siquiera había hecho! Todoroki me ha...

Se le rompió la voz. Recordó el tulipán blanco que comenzaba a marchitarse en la mesita al lado de su cama. Tan blanco y perfecto, y Todoroki había querido dárselo en son de paz luego de sus errores del año anterior...

De no haber sido porque Midoriya jamás le permitió disculparse. Le acusó sin demasiadas pruebas en el calor del momento.

—Él entenderá —continuó Hitoshi—. Y si no lo entiende, no vale la pena martirizarse por esto. Tú tendrás la consciencia limpia, al menos.

—Pero... —hipó Izuku.

—Midoriya —Le cortó Shinsou—. Prométeme que estarás listo para cualquier cosa que ocurra, ¿de acuerdo? Prométeme que no vas a dejar que esto te tire abajo.

—Yo...

Promételo.

Shinsou lo dijo de una forma tan decisiva que Midoriya no tuvo más opción que asentir. Incluso esbozó una pequeña sonrisa que planeaba tranquilizara al muchacho.

Hitoshi también le sonrió. Y tal vez fuese la sonrisa la culpable de lo que hizo después, pero la verdad es que llevaba semanas queriendo hacer algo como eso.

Midoriya se arrojó hacia su pecho, le rodeó la espalda con los brazos y le abrazó tan fuerte como si lo encadenase con su propio calor corporal. Shinsou se tambaleó, sorprendido, pero Midoriya no le dejó ir tan rápido.

Escuchó que soltaba un resoplido antes de rodearle por los hombros también.

—Gracias por todo, Shinsou —dijo Izuku—. Me devolviste algunas esperanzas que creía perdidas.

—Hm —masculló el chico—. Estaba seguro que acababa de bajarte de un plumazo a la realidad.

Midoriya soltó una pequeña carcajada tras sorber una última vez por la nariz. Shinsou le revolvió cariñosamente el cabello; ya ninguno tenía miedo del contacto físico o de incomodar al otro por cualquier sentimiento que pudiesen estar guardando.

Lo de ellos dos había florecido en una de las amistades más bonitas.

—Midoriya —llamó Shinsou.

—¿Sí?

—¿Soy un capullo si no me siento tan mal por todo esto ya que nos permitió hacer las paces y ser amigos otra vez? Creo que... me hace feliz tenerte revoloteando una vez más en mi vida.

Izuku levantó la vista para encontrarse con sus cansados ojos púrpuras. Antes habían parecido llevar el peso del mundo, como si algo más les tuviese tan apagados. Como si no pertenecieran a un adolescente de casi diecisiete años.

Y, si bien era distinto y Shinsou brillaba más que antes, tal vez, en el fondo, hubiese más cuestiones que lastimasen a su amigo.

Como amigo, podría descubrirlo cuando estuviese listo. Y acompañarlo en el proceso.

—¡Claro que no! —Izuku sonrió—. ¡Porque eres de las personas que más me han ayudado, Shinsou...!

El chico tuvo que alejar la mirada, con las mejillas sonrosadas y cubriéndose la cara con una mano. Izuku estaba más confundió que Iida cuando les acompañaba a ver Sailor Gran Torino.

—Tan brillante... —farfulló Hitoshi.

Midoriya se despidió de Shinsou en cuanto sonó la campana. Se dio cuenta que había perdido toda la hora de clases pero no le importaba. Se alejó a los tropezones de la sala de fotografía, casi estampándose con la puerta por ir despidiéndose de Shinsou en vez de mirar al frente.

—Eh, Sherlock —Shinsou le llamó cuando ya estaba casi afuera—. ¿No crees que te olvidas de algo...?

—¿Huh?

Midoriya frunció las cejas, pero no fue hasta que Shinsou levantó algo que tenía oculto a sus espaldas que logró ponerse a chillar por vigésima vez en el día.

—¡Ahhhhh! —gritó Midoriya corriendo a recogerla—. ¡Mi laptop! ¡Oh, por los patines...!

—Más te vale la cuides, que no queremos una secuela de todo este desastre porque te la dejaste por ahí. Tsk, tienes suerte de no poder perder la cabeza...

Asintió varias veces cuando consiguió apretar la laptop contra su pecho. Shinsou estaba arqueando una ceja con escepticismo mientras empezó a alejarse otra vez hacia la puerta.

—¡Lo juro, Shinsou! ¡Juro que voy a cuidarla y...!

—¡Midoriya, la puer-...!

Se escuchó el ruido seco de una frente golpeándose contra la madera. Después, el suspiro de Shinsou.

—...ta —terminó Hitoshi.

Midoriya se sobó la zona golpeada y se fue con una sonrisa, fingiendo que todavía le quedaba dignidad. Shinsou rodó los ojos antes de seguir con sus fotografías.

El pasillo estaba ya otra vez abarrotado de alumnos y ya nadie reparaba en Midoriya. Se sentía bien ser el chico invisible otra vez.

Pronto podría recuperar su paz.

Sacó el teléfono móvil, solo para encontrarse con una docena de mensajes de Ochako, muchos de ellos que aclamaban ser de Iida por la cantidad de signos de exclamación utilizados. Su mejor amigo nunca hubiese sacado su propio teléfono en clases.

Ochako

¡¿Dónde estás?!!!!!!!!!!!! Firma: Iida

Ochako

Estás haciendo alguna maldad sin mi?

Ochako

Oh, dioses. La estás haciendo. Te odio.

Ochako

Te odio

Ochako

Puedes volver a clases? Iida está amenazando con llamar a la policía

Ochako

Te perdonaré si me traes alguna historia muy jugosa cuando nos encontremos DEBAJO DE LAS GRADAS APENAS TERMINE EL PERÍODO

Ochako

Sí, es una orden o no te pasaré el fic zukulento que encontré de ya sabes quien

Midoriya esbozó una sonrisa al ver la preocupación exagerada de sus dos mejores amigos. Guardó su teléfono, ajustó su mochila y sujetó la laptop más fuerte. Comenzó a correr entre todos los adolescentes quejumbrosos que salían de clases, ignorando los golpes e insultos por casi atropellarlos.

Tenía muchas cosas que contarles a los dos.

Y también tenía mucho que planear para el jueves, cuando presentase el final de My Hero Academia frente a toda la clase.

¡Próximo capítulo y nota de autor a continuación, en la parte II! -->

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