Capítulo 17 - Parte I
Atención:
1- El capítulo se dividirá en dos porque está muy extenso y para que no haya sobrecarga de información (?)
2- Lean la nota de autor porque hay noticias que les interesarán ♥️
La primera vez que apareció una grieta en el corazón de Todoroki fue cuando murió su madre.
Todavía recordaba con claridad y mucho dolor aquella tarde en el verano de sus siete años cuando Rei Todoroki perdió la vida. No le gustaba ahondar en los detalles —porque los detalles significaban gritos de dolor en la noche, pérdida de cabello, mejillas ahuecadas y ojos saltones que parecían no mirar a ninguna parte—, por lo que simplemente prefería recordar a su dulce madre con la juventud y vitalidad que alguna vez tuvo.
Todo se desmoronó cuando Rei ya no estuvo.
Ninguno de sus hermanos parecía llevarlo bien: Natsuo no se levantaba de la cama, Fuyumi explotaba ante la más mínima cosa y Dabi —oh, Dabi— se había puesto su máscara de «a mí nada me importa», eligiendo ser un mocoso rebelde que llevaba la contraria en los momentos menos indicado.
Pero quien, sorpresivamente, parecía estarla llevando peor era Enji. Su padre.
Para Shouto eso era insólito y se negaba a creérselo. No es que su padre hubiese estado mucho en casa o tratado a su mujer como se lo merecía. Desaparecía a menudo —y eso siempre les traía peleas a sus progenitores así como de objetos volando por los aires que se estampaban contra la madera que predominaba en la casa.
Por eso, el ver triste y tan dejado —con la barba crecida y ropa del día anterior— a Enji Todoroki se le hacía más bien una puesta en escena que su padre quería dominar.
—No puedo soportarlo más —escuchó gruñir a su padre a la abuela, varias lunas después del funeral—. Es como ver su fantasma en cada una de estas paredes.
Lo cierto era que Enji jamás había hecho ni el más mínimo intento por criar a sus hijos. Aquella tarea siempre había sido relegada a Rei, a las criadas y, algunas veces, a su estricta madre que parecía desaprobar cada cosa que hacían sus nietos.
—Entones cámbialo —respondió su abuela como si nada—. De todas formas, el estilo japonés tradicional está pasado de moda.
La casa estaba perfecta. Con sus pisos de madera flotante cubierta de tatami —las alfombras de paja tejida—, las puertas corredizas cubiertas con vinilo de arroz, los bonsáis en la ventana y simplemente todo aquel aire de calma que desprendía su dulce hogar que Rei decoró con tanto amor.
Shouto, que ni siquiera llegaba a la década de edad, podía captar algo de lo que las maliciosas palabras escupidas por su abuela Todoroki significaban. Allí, escondido entre las sombras del pasillo en medio de la noche, Shouto comprendió que seguirían despedazando su mundo ladrillo por ladrillo, escombro por escombro.
Querían borrar la presencia de Rei. Extirpar lo poco que quedaba de su esencia rondando por la hermosa casa de estilo tradicional, aquella en la que al menos habían intentado ser felices mientras tuvieron la oportunidad.
Sintió un par de manos que le apretaban los hombros. Se encontraba tan contrariado y asustado que ni siquiera tuvo energías para dar un brinco por la sorpresa. Estaba demasiado ocupado en tragarse las lágrimas de frustración y en aflojar solo un poco el nudo que le asfixiaba la garganta.
—Ya deja de llorar, tonto —era Dabi quien seguía apretándole los hombros—. ¿Crees que a mamá le gustaría?
Shouto se removió inquieto entre su agarre. Su cuerpo dando pequeños espasmos por el esfuerzo de contener el dolor que venía tragándose.
—Tú no sabes lo que a ella le gustaría —musitó Shouto—. Lo único que hacías era hacerle la vida imposible, incluso cuando ya estaba a punto de fallecer.
Dabi no respondió a sus ataques. No podía hacerlo, de todas formas. Su hermano mayor sabía más que nadie las actitudes desagradables de pre-adolescente que había tenido y que ya no podía deshacer.
Solo quedaban los arrepentimientos.
Enji había comenzado a gritar en la sala; peleando con su abuela, que ofrecía ideas exageradas y extremas cómo enviar a los niños a un internado. Que necesitaban disciplina y Enji no podía abandonar su trabajo porque ¿quién alimentaría a cuatro boca que había engendrado una mujer muerta?
Shouto ya no quería escuchar el veneno de aquella vieja mujer. Quería correr a su cuarto y enterrarse bajo las mantas de su cama que tanto amaba —y que tal vez le quitarían— mientras se consolaba a sí mismo con pensamientos y recuerdos bonitos.
Dabi pareció entenderlo. Las manos de su hermano se deslizaron por sus hombros hasta los pequeños oídos de Shouto. Presionó con fuerza sus palmas a cada aumento en el timbre de voz de los mayores.
Todoroki le miró con lágrimas en los ojos. Dabi, que entonces había tenido el pelo rojo fuego, le sonrió.
—¿Por qué lloras, gremlin? —preguntó Dabi—. ¿El viejo te pilló robando otra vez las galletas? Puedo conseguirlas por ti y nos colamos en el cuarto de Natsu.
Shouto negó con la cabeza mientras se tallaba los ojos enrojecidos.
—No... es solo que papá y la abuela... los escuché hablando d-de... —La voz se le rompió—. Quieren llevarse nuestra casa...
—¿Cómo se van a llevar la casa, tontito? El viejo tendrá músculos pero no es que pueda cargarla o lo que sea.
—Quieren cambiarlo todo... —Shouto siguió sollozando—. Papá no quiere ver a mamá en los rincones de la casa...
Dabi suspiró algo cansado. Sus hombros se encorvaron ligeramente; como si se quitase de encima todo el peso que cargaba de su imagen de joven problemático.
Ahora, en ese momento, podía verlo como Dabi realmente era: un hermano molesto pero que haría explotar la luna por Shouto, Fuyumi y Natsuo.
—Te dejaré abrazarme esta noche —dijo con una sonrisa socarrona—. Me voy a aguantar tu olor a trasero de mono, mira las cosas que hago por ti...
Shouto sintió que el labio le temblaba. Su hermano trató de callarlo.
—Dabi —Shouto balbuceó con la voz rota—. Extraño a mamá.
Antes de que rompiese en un llanto histérico, Dabi lo tomó por las piernas y lo alzó entre sus brazos. Su hermano se había puesto más alto —era más bajito que Natsuo, pero ahora era flaco y larguirucho— y, por alguna razón, también más fuerte. No le fue ninguna dificultad tener cargado a un pequeño Shouto de siete años contra su cuerpo.
Escondió la cara entre su cuello mientras sollozaba en silencio. Sentía una de sus manos darle palmaditas por la espalda como si algo en aquel mundo pudiese consolarlo.
—Yo también la extraño, Shou —Dabi le susurró—. Yo también.
A su padre y a la abuela no les importaron demasiado las súplicas de los niños de dejar la casa así como estaba.
De pronto, las paredes habían cambiado al igual que el amueblado. Cada centímetro que destilaba tradicionalidad japonesa en su hogar había desaparecido en pos de un montón de chatarra nueva que se consideraba moderna.
Para Shouto y sus hermanos aquello ya no era nada como un hogar.
Poco a poco las cosas cambiaron en su mayoría. Rei ya no les preparaba el desayuno con amor —lo hacía una criada. Fuyumi ya casi no podía jugar con todos ellos ya que había sido relegada —por su abuela— a ayudar en cosas del hogar. Enji solía llevarse a Dabi a hacer cosas de hombres para corregir un poco su carácter tan peculiar y que con los años parecía hacerse más y más notable.
El Shouto niño todavía no lo entendía del todo.
Así que lo único que Todoroki tenía era a Natsuo —pero que dentro de poco alcanzaría la edad de Dabi y probablemente su padre se lo llevaría de su lado también.
Bueno... tenía a Natsuo y también a los tulipanes.
Él nunca había prestado mucha atención al jardín delantero. Solo sabía que era colorido y que las señoras que pasaban quedaban admirándolo como si fuese alguna de las maravillas del mundo. A Shouto nunca le había interesado —solamente le gustaba aquel brillo en la mirada de su madre cada vez que alguien elogiaba su jardín de tulipanes.
Ahora las flores estaban solas.
Shouto se preguntó qué pasaría con ellas. Si morirían rápidamente y se reunirían con Rei; o si se aferrarían lo suficiente y desesperadas a la vida para resistir tal como su antigua dueña lo había hecho hasta el final.
Fue una mañana que encontró a Fuyumi trabajando con ellas —manos llenas de tierra húmeda, rodillas manchadas, gafas deslizándose por el puente de la nariz y sudor pegándole el cabello a la frente— que la mirada de Todoroki se posó de verdad sobre las flores.
Su hermana pareció notar su silenciosa presencia en el jardín ya que habló sin siquiera levantar la vista de la tierra.
—Son preciosas, ¿verdad? —inquirió ella con una sonrisa nostálgica mientras acomodaba la tierra alrededor de un tallo de tulipán rojo.
—Supongo... —balbuceó Shouto, avergonzado de que lo descubriesen espiando.
—Es entendible. Mamá les puso mucho amor.
—¿Amor? —Todoroki preguntó con una mueca—. Las plantas necesitan agua y luz, Yumi. Eso lo dijo el maestro en la escuela...
Su hermana rió como si ella supiera alguna verdad que Shouto no. Bueno, debía saberlas mucha —Fuyumi lucía mucho más madura y adulta desde la muerte de Rei.
Su mente infantil no lo había comprendido entonces: a la carga que su hermana llevaba sobre los hombros. A cuidar a sus hermanos pequeños —y a Dabi, que a pesar de los intentos de Enji seguía comportándose como un niño berrinchudo— y llenar el hueco de su madre.
De ser obligada a crecer de repente y perdiendo toda su infancia e inocencia.
—¿Me ayudas? —Fuyumi dijo con dulzura—. No tengas miedo, los tulipanes no tienen espinas.
—Vale... —Todoroki dijo temeroso.
Cauteloso, arrastró los pies desde el camino de entrada hacia el pequeño jardín de tulipanes que Fuyumi cuidaba con mucho esmero. Era extenso, y las flores variaban en diferentes tonos y gamas de las más brillantes y hermosas.
Rosa. Rojo. Amarillo. Naranja. Morado. Algunas incluso tenían dos colores mimetizándose entre ellos para crear un único estallido sobre los pétalos. Todo un arcoíris dentro de algo tan diminuto y frágil pero lleno de belleza.
Shouto las miraba embelesado, al igual que el automático trabajo de su hermana de regar los bulbos y asegurarse de que la tierra sostenía bien sus delicados tallos. Fue entonces que descubrió un pequeño grupo de tulipanes blancos que no parecían destacar entre los demás; ni siquiera eran tan abundantes.
—¿Estás prestando atención, Shou? —Fuyumi dijo con una sonrisa ladeada como la de Dabi—. Te toca ahora a ti.
—Eh... sí.
Todoroki era un verdadero fiasco, tal como podía esperarse de un niño que nada sabía de labores al aire libre. Terminó salpicando tierra húmeda sobre su ojo y casi dañó los tallos de un par de tulipanes.
Casi quería echarse a llorar por su torpeza mientras Fuyumi carcajeaba con cuidado. Ella le acarició la mandíbula con uno de los dedos llenos de tierra.
Al final terminó cruzándose de brazos completamente frustrado
—Deja, mejor mira como le hago yo.
—Esto es imposible —refunfuñó el pequeño.
—Te escuchas igual que Dabi.
—¡Los tulipanes apestan!
—Definitivamente pasas demasiado tiempo con nuestro hermano mayor, Shou.
El niño se agazapó sobre sí mismo abrazando sus enlodadas rodillas. Fuyumi seguía viéndose divertida con su tarea de acomodar tierra alrededor de algunas flores.
—Además —agregó la chica—. Los tulipanes no apestan. Son maravillosos.
—Dame una razón —exigió Shouto con la boca apretada como un patito; eso solía decirle Natsuo.
—Mamá los amaba.
—Aparte de eso...
—Bueno, los tulipanes pueden significar muchas cosas —continuó Fuyumi—. Cada color significa algo diferente.
—¿Ah... sí? —Shouto se sorprendió de que su voz se escuchase ligeramente interesada.
—Por supuesto —Fuyumi señaló entonces un grupito de flores naranjas—. Esas significan deseo, felicidad y energía. Cuando alguien está triste, le das unos tulipanes naranjas.
—¿De verdad?
Todoroki se preguntó en algún lugar de su mente infantil por qué nadie le había regalado tulipanes naranjas cuando sentía morirse por dentro tras la muerte de su madre.
Fuyumi asintió.
—Pero debes tener cuidado. También pueden significar un amor prohibido.
—Oh... —musitó algo desanimado.
—Las amarillas también son algo contradictorias —su hermana las señaló—. Pueden significar alegría radiante pero también significan rechazo en el amor. O amores desesperados. De todas formas, si necesitas dar un regalo a un amigo... las amarillas son la mejor opción.
Shouto hizo un mohín al escuchar sobre amor y romances.
—¿Por qué todas tienen que ver con el amor? Eso es asqueroso.
—Porque el amor es lo que nos mantiene vivos —Fuyumi le pellizcó la mejilla—. Yo no podría estar aquí si no fuera porque ustedes me aman. Bueno, Dabi a su manera...
Todoroki empezó a sentirse algo incómodo. Carraspeó mientras apuntaba su dedo hacia el grupo de tulipanes morados.
—¿Y estos?
—Significan buena fortuna, abundancia y renacimiento —Fuyumi dijo tras regar otro par—. Es lo que le daremos a Dabi si consigue graduarse de la preparatoria.
—¿Y las rojas?
Fuyumi de repente se puso un poco colorada. Shouto, en su inocencia, creyó que era por el sol pegándoles en sus pálidas pieles.
—Creo que no me acuerdo, Shou...
—Vale —accedió sin dar muchas vueltas.
Por supuesto, años después descubriría que los tulipanes rojos estaban ligados a los amantes y el amor pasional. Por algo se usaban sus estampas en sábanas u otros objetos íntimos.
Fue luego de una muy incómoda charla acerca de flores y abejas que tuvo con Fuyumi a los trece años.
—¿Y las rosas?
—¡Son mis favoritas! —Su hermana suspiró—. Se regalan cuándo quieres salir con alguien y pedirle que sea tu pareja.
—Nunca voy a usar tulipanes rosas —Todoroki dijo solemne—. ¡Nunca!
—Va, va —Fuyumi rió para calmarlo—. Y nos quedan...
—Las blancas —completó Shouto. Vio entonces el gesto nostálgico de la muchacha—. ¿Qué pasa con ellas?
Fuyumi se tomó su tiempo para responder. Prefirió limpiarse las manos sucias sobre su delantal para así poder tomar sus gafas y frotar suavemente el cristal con la tela suave de algodón de su ropa.
—Perdón —dijo Fuyumi finalmente.
—¿Eh?
—Eso significan los tulipanes blancos.
—¿Perdón?
—Claro. Los tulipanes blancos se regalan cuando cometiste un error y quieres remendarlo. Significan paz y tranquilidad; porque eso es lo que trae cuando te disculpas por lo que hiciste.
Shouto se quedó procesando lo que aquello significaba. Fuyumi decidió cambiar a algún tema trivial de conversación mientras alentaba a su hermanito a cuidar mejor de las plantas pese a que fallaba en cada uno de sus intentos. Luego escucharon el grito de Natsuo para entrar a comer y la conversación quedó zanjada.
Pero no para el pequeño Shouto.
Él no dejó de darle vuelta al significado de los tulipanes. Especialmente a los tulipanes blancos. Había algo que le hacía ruido en la cabeza pero no estaba del todo seguro.
Tal vez porque los tulipanes blancos eran la masa menos abundante. O porque no brillaban tanto como el resto: ¿por qué pedirían perdón con algo tan insulso y común?
Decidió que estaba preguntándose cosas muy tontas e irrelevantes. Había más por lo cual preocuparse.
Shouto no vio esa noche —ni la siguiente ni todas las que sucedieron en ese año; solo lo supo con quince años— cómo su padre se escabullía de la casa tras robarse dos tulipanes del hermoso jardín de Rei.
Una de ellas era blanca y siempre terminaba junto a la lápida de su madre.
La otra era roja... y nadie sabía en dónde es que yacía la flor.
En algún punto cercano a su adolescencia, Todoroki descubrió que no tenía ningún amigo.
No es como si los fines de semana encerrado en su casa, las nulas llamadas telefónicas o el hecho de que no tuviera a quien mirar cada vez que el maestro decía para trabajar en grupo, no le hubiesen dado una pista.
A él no le importaba. Para nada, en realidad. Él estaba bien con la comodidad de su residencia —no un hogar— y la soledad de solo tenerse a sí mismo.
Pero Enji también lo notó. Y no parecía estar muy de acuerdo con cualquier cosa que hiciese feliz a Shouto —para variar.
Nada de lo que su hijo menor hacía le caía bien. No había aceptado que Shouto quería empezar a tocar un instrumento, sino que lo metió a practicar defensa personal y quitó el viejo piano de la casa donde Rei solía practicar. Shouto anhelaba aprender inglés y su padre acabó inscribiéndolo en francés. Si Shouto quería usar un sweater rojo, Enji obligaba a Fuyumi a que le pusiese el azul.
¡Ni siquiera aprobaba las inocentes caricaturas que veía! CardCaptor Gran Torino era de lo mejor en el mercado infantil... pero para Enji era solo basura poco educativa.
—Invité a la hija de los Yaoyorozu a almorzar —le dijo durante un desayuno en día sábado. Sus hermanos andaban fuera.
—¿Para qué? —preguntó Shouto sin ninguna remota pista de por qué esa niña podría estar invitada a almorzar con ellos.
—Para que hagas amigos. Ahora ve a bañarte y sacarte ese pijama.
—Yo tengo amigos —dijo en defensa, incluso si sabía la verdad.
—Natsuo no cuenta como amigo.
Shouto dejó su taza con parsimonia sobre la mesada. Intentó fulminar a Enji con la mirada pero el viejo siempre era mucho más intenso.
—¿Y por qué no? —espetó Todoroki—. Que tú te lleves mal con tus hermanos y no los consideres amigos no significa que yo sea igual.
Ni siquiera le dio el beneficio a Enji de dedicarle una segunda mirada; solo se limitó a seguir sorbiendo ruidosamente su té como le molestaba a su padre. Pero por la forma en que golpeó la mesada supo que estaba molesto.
—Que vayas y te cambies, Shouto —dijo entre dientes—. No te conviertas en un mocoso inescrupuloso como Dabi.
Dabi es el único inteligente de todos nosotros, pensó Todoroki mientras volvía a depositar su taza en la mesada para retirarse al cuarto sin seguir chistando. Con aquel hombre había que saber cuándo parar.
Él conocía a Momo de la escuela. Era una niña linda, amable y agradable; pero a Todoroki le caía mal. Él no quería ser obligado a interactuar y depositaba todo su odio sobre una pobre muchacha inocente; demasiado alegre y cortés, dulce y educada, bonita y delicada. No entendía cómo es que el resto de sus compañeros —como Mineta, Denki o Sero— se obsesionaban en hablar con alguna de las niñas.
Bah, pensó. Ni que fueran la gran cosa.
Se encargó de hacérselo notar.
—¿Te gustaría jugar a algo? —preguntó una temerosa Momo con una sonrisa tímida—. Me encanta el Scrabble.
—Aburrido —Shouto bostezó.
La niña puso la boca en una o sorprendida. Las mejillas se le habían sonrojado. Todoroki hacía su mayor esfuerzo en no mirarla ni a su tonto vestido rosa con volados o sus coletas de color azabache que combinaban con sus zapatitos de charol perfectamente lustrados.
Momo Yaoyorozu tenía la clase de perfección que él detestaba. Esa que a Enji le encantaba y quería imponer en todos sus hijos... especialmente en Dabi.
—¿Y al Monopoly?
—¿La gente sigue jugando a esas cosas? —dijo Todoroki con monotonía.
—Podemos jugar afuera, Todoroki-san...
—O puedo quedarme aquí sin hacer nada como a mí me gusta, Yaoyorozu.
Debió haberse sentido culpable tras ver el rostro totalmente avergonzado de la niña. Él no quería juntarse con esa niña sonriente y perfectamente perfumada. No le gustaba; era como si una especie de presión silenciosa en el aire lo acorralase hacia ella. Como si el simple hecho de ser niño le obligaba a estar cerca de la niña.
No es que a Shouto le gustase pasar mucho tiempo con otras personas, en general. Se mantenía apartado cada vez que podía. Pero no podía mentirse que odiaba menos cuando le tocaba trabajar cerca de otro niño —como Izuku Midoriya, por ejemplo.
Él olía bien y tenía divertidas camisetas y siempre estaba lleno de tierra por jugar en el patio. Su sonrisa iluminaba hasta las mañanas nubladas en que la lluvia y el granizo amenazaban con azotar. Su voz era demasiado aguda pero como un canto de las aves que te recibían tras regresar del mundo de los sueños.
Midoriya le provocaba un calorcito el pecho allí donde Momo solo dejaba frialdad.
Algo, en el fondo, se aterraba por comportarse de esa manera. De igual manera lo odiaba.
Pero más odiaba la vida que tenía. Y algunas cosas no podían cambiarse ni aunque lo deseara con todas las fuerzas de su alma.
Para cuando Shouto transitaba sus nueve años, empezó a dormir con más intranquilidad.
No eran solo las pesadillas —que lo asediaban desde la muerte de Rei— ni tampoco su propio bloqueo emocional que se ponía a sí mismo para no echarse a llorar cada vez que extrañaba a su madre. Tampoco era el pegajoso sudor de su piel que se pegaba contra la almohada ni los ronquidos de Natsu en la habitación de al lado.
El cerrojo de su ventana hizo click una noche. Shouto se levantó agitado y con el corazón desbocado creyendo que tal vez un ladrón —o un espíritu, ¿quién decía que no existían?— iba a irrumpir en la residencia Todoroki.
Se llevó una gran sorpresa al ver a Dabi: vestido completamente de negro como la misma noche y con un pie fuera de la ventana.
—¿Hermano? —susurró Todoroki entre jadeos—. ¿Qué...?
—Estás dormido, Shou —dijo Dabi con su sonrisa de lado—. Soy parte de un sueño y en la mañana no recordarás nada.
—Dabi, no seas gilipollas —Shouto insultó con aquella palabra divertida que escuchó decir a Natsuo por teléfono—. Tengo nueve y sé que estás aquí.
Dabi soltó una carcajada baja. Shouto miró hacia la puerta por temor a que Enji —o su abuela, que dormía varias noches a la semana en la casa; como la de ese día— entrase para dar a Dabi la paliza y castigo de su vida por encontrarlo escapándose.
—Casi olvidé que no eres el hermano tonto —Dabi negó divertido—. Pero también te escogí porque eres el menos ruidoso.
—¿Por qué te vas? —inquirió Shouto curioso aferrándose a las mantas. Una fuerte brisa veraniega los azotó.
—Porque estar en esta casa es un asco.
Se formó un pequeño silencio entre ambos que acabó por sorprender a Dabi.
—¿No me contradecirás, Shou?
—Claro que no —dijo el niño—. Este lugar es horrible.
Dabi metió otra vez su larga pierna en la ventana. Caminó entonces hacia la cama de Todoroki solo para sentarse a su lado y revolverle los cabellos bicolores.
—Ese es mi tigre. Mi legado está en buenas manos.
Shouto alejó la cabeza ya que odiaba que le tocasen los cabellos. Y Dabi lo sabía.
—¿A dónde vas? —preguntó como reprimenda.
—A pasarla bien por una noche.
—¿Con quién? —inquirió Todoroki con los ojos bien abiertos y curiosos.
—Con Hawks. Mi... amigo —respondió Dabi como si no estuviera conforme con la palabra.
—¿Puedo ir contigo?
—Claro que no —Dabi bufó poniéndose de pie—. Solo eres una larva, Shou.
—Pero yo también quiero pasarla bien por una noche... —dijo cabizbajo. Dabi pareció ablandarse.
—Todavía eres pequeño —carraspeó—. Y, además, espero mejores cosas de ti.
Todoroki abrió la boca para responder algo —o suplicar con que lo llevase— pero Dabi se le adelantó y le corrió el flequillo de la frente para depositar un beso en ella.
Debía ser la primera vez que Dabi mostraba afecto real hacia su familia en más de un año.
—No digas nada a papá.
—Como si quisiera dirigirle la palabra... —Shouto rodó los ojos.
Dabi sonrió mientras se encaramaba otra vez por la ventana y la atravesaba para escaparse a quién sabe dónde. Su silueta se perdió entre los árboles de la vereda y poco a poco se fundió con la negrura de la noche.
Vaya suertudo, pensó Shouto.
Antes de quedarse dormido, se preguntó si él también podría escaparse para pasarla bien alguna noche.
O si al menos alguna vez la pasaría bien.
Eventualmente, el viejo descubrió a Dabi escabulléndose por la ventana. No es que su hermano fuese muy discreto.
A veces hasta se preguntaba si en realidad lo hacía con el solo propósito de ser atrapado y poder hacer rabiar a su padre. Dabi era campeón olímpico en fastidiarlo.
—¿No te cansas de ser una desgracia? —preguntó Enji hacia su primogénito.
Su tono no era tan duro como otras veces, pero el desprecio por las acciones de su hijo —¿o por el hijo en sí?— eran palpables. Ya ni siquiera le importaba regañarlo en frente de Natsuo, Fuyumi y Shouto —que ninguno se atrevía a decir una sola palabra.
—¿Acaso tú te cansas de ser un viejo amargado y arruina-vidas? —Dabi dijo divertido—. Ahí tienes tu respuesta.
Fuyumi ahogó un jadeo ante las palabras del mayor. Natsuo tomó la mano de Shouto dispuesto a llevarlo lejos de la sala.
Las orejas de Enji se tiñeron de rojo furioso. Dabi había traspasado un límite. El muchacho parecía buscar superarse a sí mismo cada vez más.
—¡Pues estarás castigado, mocoso desagradecido! Nada de teléfono móvil ni...
Dabi hizo un ruido de exasperación. Incluso rodó los ojos.
—Ya me quitaste el móvil la otra vez —encogió los hombros—. Tampoco es que lo necesito, viejo...
El hombre de la familia se puso de pie para enfrentar a su hijo. Los hombros huesudos de Dabi no eran ninguna amenaza ante el cuerpo fornido de su padre ni sus casi dos metros.
Pero tenía una voluntad de acero que no iba a doblegarse ante alguien que no solo tenía poder físico sobre él sino también psicológico.
—¡Pues a ver si consigues escaparte de la casa cuando ponga barrotes en cada cuarto! —vociferó Enji. Se dirigió entonces a los otros tres que estaban agazapados entre sí—. Agradézcanle a Dabi el hecho de que vivirán en una cárcel.
—Viejo, ya los tienes viviendo en una cárcel —Dabi gruñó—. ¿Ahora me echarás la culpa a mí...?
Enji pareció hartarse de Dabi ya que lo jaló del cabello ahora negro —el cual se había teñido hacía unas semanas y le había costado su computador como castigo— mientras lo arrastraba fuera de la sala ante los chillidos de Fuyumi.
Dabi solo parecía divertido. Fingiendo que Enji usando la fuerza bruta con él y humillándolo frente a sus hermanos no era algo demasiado grave. Shouto estaba al borde de las lágrimas abrazado a Natsuo.
—¡Papá, ya déjalo...! —Fuyumi suplicaba con lágrimas.
—No pierdas el tiempo con un descarriado como tu hermano, hijita —Enji dijo sin soltar el cabello de Dabi—. No vale la pena, este niño necesita que lo corrijan.
—Pues tú no hiciste un gran trabajo, viejo... ¡Ah!
Enji volvió a arrastrarlo fuera de la sala. Ya desde el pasillo Shouto podía escuchar todos los improperios de su padre hacia el hijo que no podía manipular como a los otros. Fuyumi golpeaba frenética hacia la puerta en la que ambos se encerraron.
El hijo que era valiente y hacía lo que se le daba la gana ante su tirano padre.
Shouto no sabía que había estado cubriéndose los oídos con sus manos hasta que Natsuo le tomó suavemente de las muñecas y se las alejó. Le dio una sonrisa triste.
—¿Vamos por un helado?
—Pero Dabi...
—Venga, Shou —Natsu rió un poco más alegre—. Le traeremos helado a Dabi también.
Pero Shouto y Natsuo no encontraron a Dabi en la tarde cuando quisieron darle su helado de cereza —el favorito de su hermano— ni tampoco lo vieron en la cena de la noche.
Y lo vio a la mañana siguiente, luego de una noche de desvelo —un moretón rodeado de cardenales rojos del tamaño de una manzana le decoraban el ojo izquierdo.
Pero Dabi sonreía. Siempre sonreía.
—¿Qué hay, Shou? —preguntó su hermano—. Gracias por el helado. No puedo decir que estaba bueno ya que tuve que usarlo en mi ojo.
Pero Shouto empezó a preguntar por qué él mismo no podía sonreír como Dabi. Y la sonrisa desapareció de su vida con un solo chasquido.
Las cosas estuvieron lejos de mejorar con Dabi. En otras palabras... fueron de mal en peor.
Su padre lo había encontrado en el patio una vez. Y en otra ocasión llegó borracho a la casa. Los reportes de sus calificaciones no conocían otro color que no fuese el rojo.
Pero todo aquello era nada comparado con la tormenta que iba a desatarse meses después. El día que todo cambió en la vida de Shouto. No precisamente para bien. Una sola noche que alteró para siempre el curso de su vida y lo arruinaría todo.
Había estado haciendo la tarea de informática con la puerta abierta de par en par —sus hermanos no estaban en casa— cuando sintió un par de golpecitos. Enji le sonreía desde el marco y con los nudillos levantados.
—¿Necesitas ayuda, Shouto? —preguntó su padre.
—No —contestó seco—. Estoy bien.
Enji tomó las libertades de meterse en el cuarto de Shouto, caminando con pasos pesados hasta que se posó detrás de la silla de su escritorio. El pequeño tensó la espalda ya que no era un fanático de tanta cercanía con su padre.
Su padre frunció las cejas.
—Shouto.
—¿Sí, padre?
—¿Por qué escribiste en Google sobre cómo buscar en Google?
Todoroki sintió las mejillas sonrojadas. Trató de tapar la pantalla pero fue inútil. Enji soltó una carcajada mientras le desordenaba los cabellos bicolores.
—Descuida, muchacho. Aprender a usar ese cacharro fue peor que pasar por la universidad —dijo Enji divertido.
—Lo dices para que me sienta mejor...
—No, en serio —Enji se frotó la barba—. Casi prendí fuego mi primer ordenador. El segundo por poco y lo arrojé por la ventana.
—Espero que sí cuidases el tercero, padre —Todoroki dijo—. Siempre me regañas cuando le hago daño a este.
—Vaya, eres un muchacho inteligente, ¿verdad? —exclamó mientras le apretaba uno de los hombros.
—Lo saqué de mamá —contestó Shouto con velocidad.
Enji hizo un minuto de silencio. No sabía qué gesto estaría haciendo, pero Todoroki estaba casi seguro que era una sonrisa.
—No tengo dudas de ello, muchacho.
Shouto le miró de reojo. No entendía por qué su padre se comportaba de esa forma pero en el fondo le apreciaba. Se preguntó si aquello podría ser un atisbo del potencial que Enji Todoroki podía tener.
Una señal de que un hombre mejor yacía bajo toda esa capa de dureza.
Pero cualquier tipo de bondad que su padre tuviese quedó enterrada otra vez. Su sonrisa se borró cuando un par de golpes retumbantes provinieron del cuarto de al lado del de Shouto.
Dabi, pensó Todoroki conteniendo la respiración.
¿Qué estaría haciendo su hermano ahora? Fuyumi y Natsuo no estaban en casa. Bueno, nadie esperaba que Dabi también lo estuviese, pero...
Un par de golpes rítmicos golpearon la pared de Shouto. Una y otra vez, como un eco que igualaba a su intranquila respiración. Si Dabi estaba en casa, haciendo ruido adrede, eso no podía significar nada bueno. No cuando algo golpeaba la pared y el colchón de la cama daba más saltos que su corazón.
Shouto tenía miedo de verdad por su hermano mayor.
Shouto miró a su padre con la pregunta dibujada en su rostro. Enji levantó la palma de la mano justo en el instante en que su hijo iba a interrogarlo por el tema.
—Shouto, quédate aquí.
—Pero, papá...
—No insistas —dijo otra vez con su tono cargado de dureza—. Espérame.
Shouto apretó las palmas al borde de la silla mientras su padre salía del cuarto y se dirigía a la habitación del lado derecho que pertenecía a Dabi. Escuchó sus puños golpear la puerta.
—¿Dabi? —dijo Enji—. Más te vale que abras ahora mismo.
Más golpes en la pared. Enji intensificó los suyos contra la madera de la puerta.
—¡Oblígame, viejo! —escuchó lejana la voz de Dabi con una carcajada grave y agitada.
—¡Abre la maldita puerta!
Enji aporreó otra vez la madera. Shouto se puso de pie por el susto. Sentía las piernas de plomo contra el suelo. Deseaba correr y suplicar a su padre que dejase de insistir. Que Dabi era Dabi y no ganaría nada acorralándolo y gritándole otra vez.
Aunque fuese conflictivo, Shouto amaba a Dabi. Y no quería que algo malo le pasara.
—¡Dabi!
Los golpes siguieron retumbando.
—¡Mocoso insolente! ¡Soy tu padre y puedo derribar esta puerta si quiero!
—Papá... —Shouto se encontró suplicando pero su voz era demasiado suave y rota frente a los gritos y golpes sobre el material.
Dabi siguió riéndose.
Enji aporreó la puerta una última vez antes de alejarse por el pasillo hacia su propia habitación. Por el ruido del ajetreo entre cajones, Todoroki sabía lo que buscaba: aquel viejo manojo de llaves que abría cada cerradura de la casa.
Shouto estaba en el marco de su propia puerta, sin ser avistado por su padre, viéndolo insultar entre dientes y forcejeando con la puerta de Dabi.
El cerrojo cedió sin esfuerzo, pero Enji de todas formas la empujó.
Lo siguiente ocurrió demasiado rápido para procesarlo. Todo lo que Shouto recordó fueron gritos. Gritos, gritos y más gritos.
Y sus lágrimas.
—¡¿Qué mierda significa esto?! —La voz de Enji explotó desde el cuarto—. Dabi, ¿qué mierdas haces...?
—¿Acaso no reconoces el sexo cuando lo ves, viejo...?
Algo voló y se estampó contra otra superficie con un ruido seco. Shouto estaba seguro que debía ser el rostro de su hermano. Comenzó a agarrarse los cabellos de la frustración.
—Escúcheme, señor... —empezó una nueva voz.
—¡Y tú...! ¡FUERA de mi casa, maldito degenerado!
Más cosas siguieron volando en el cuarto. Shouto vio como esa figura desconocida —de pelo rubio hasta la barbilla y barba incipiente e irregular de adolescente— emergía del cuarto de su hermano, tratando de subirse los pantalones con una mano y sujetar el resto de su ropa con la otra.
Se percató de Shouto también. Intercambió miradas con el niño por un segundo. Casi pensó que le estaba sonriendo maravillado por descubrir su presencia allí también.
—Así que tú eres el pequeño Shouto...
Los fuertes pasos de su padre se escucharon otra vez. El chico rubio se sobresaltó.
—¡NO le hables a mi hijo! —Enji rugió con la voz ronca apareciéndose por la puerta—. ¡LARGO!
—¡Viejo, deja en paz a Hawks!
Hawks no se quedó para que le repitiesen la orden. Sin dar una nueva mirada a Shouto, escapó por las escaleras en dirección a la puerta de entrada.
Todoroki tenía miedo de verdad en ese momento. Las cosas estaban a punto de torcerse todavía más, y su voz ni las piernas le respondían como para hacer algo al respecto.
Enji, hecho una furia, regresó al cuarto en busca de Dabi. Arrastró al muchacho con la ropa arrugada —al parecer, apenas puesta a las apuradas— hacia el pasillo.
Por primera vez en años, Shouto vio algo diferente en Dabi. Su mueca ya no era burlona. Nadie podría verse tan sereno como su hermano cuando Enji parecía querer explotar el mundo.
—Y tú...
—Papá, te lo puedo explicar... —Dabi empezó con las manos en alto.
—¡Una mierda lo vas explicar! He soportado todas tus estupideces de adolescente rebelde y busca atención. Tus escapadas, el cabello, la borrachera... pero esto...
—Papá, Shou está aquí —siguió diciendo Dabi—. Dime lo que quieras pero no en frente de él...
Enji tenía las orejas rojas y los puños apretados. Dabi se veía completamente empequeñecido. Shouto quería correr hacia él y usar sus pequeños brazos de barrera.
Aunque no sirviera de nada, él quería protegerlo.
Di algo, obligó a su lengua. Lo que sea.
Pero la misma era una masa pastosa en su boca y su voz parecía haber sido robada. Cualquier cosa hubiese estado bien en esa situación. Cualquier cosa era mejor que soportar todo ese infierno.
—No, al contrario... quiero que Shouto vea la desgracia en la que te has convertido.
—Padre...
—Quiero que te vayas de esta casa —lo cortó Enji—. ¡No quiero verte ni hoy ni mañana ni probablemente en toda la semana!
Shouto casi se sintió desfallecer al escucharlo. Hasta el mismo Dabi no parecía creérselo.
—¿Me vas a echar? —Dabi bufó como si la situación fuese irónicamente divertida—. ¿A mí, que soy tu hijo mayor?
Algo centelleó con ira y decepción en los ojos celestes de Enji Todoroki. Y Shouto, su hijo menor, nunca olvidaría el desagrado pintando su mueca mientras miraba a su hijo como si fuera un pedazo de basura maloliente.
—Ningún hijo mío es un marica.
Marica.
Marica.
Marica.
La palabra rebotó en la mente de Shouto sin parar. No era la primera vez que la escuchaba. Algunos de sus compañeros la decían en clase, pero nunca destilando tanto odio y decepción como Enji en ese instante.
Lo siguiente que Shouto supo fue que Dabi atravesó su cuarto hecho una furia mientras recogía algunas cosas en su destartalada mochila. Enji lo observó, imperturbable, guardando algunas pertenencias y tragándose las lágrimas de odio y dolor.
Shouto miraba de uno a otro sin dar crédito a la espantosa escena que se llevaba a cabo.
Quería suplicarle a su padre que retirase lo dicho.
Quería pedirle a Dabi que prometiera no volver a hacerlo.
Quería despertar de la pesadilla.
Dabi zumbó por el marco de la puerta golpeando a su padre en el proceso. No se atrevió a mirarlo a él ni tampoco a Shouto; solo bajó la escalera de dos en dos y a toda la velocidad que podía.
Las piernas de Todoroki funcionaron por sí mismas. Algo en su mente lo empujaba a correr escaleras abajo también.
—¡Dabi! —chilló Shouto—. ¡Dabi!
Casi se tropezó en los últimos escalones pero no le importó. Corrió hasta la puerta de entrada, en la que Dabi ya tenía su mano sobre el pomo y se disponía a girarlo.
—¡Dabi, por favor!
—Shou... —musitó Dabi sin mirarlo—. Yo te lo pido por favor, ya para.
Shouto se prendió de la tela de su pantalón, escondiendo la cabeza entre los pliegues de la camiseta que le cubrían la cadera. La mano de Dabi, temblorosa, se posó en sus cabellos.
—Dabi —lloró contra su cuerpo—. Por favor no me dejes.
Dabi le apretó más fuerte los cabellos. Sintió todo su cuerpo tensarse.
—Por favor no me dejes solo con padre.
Tras un amargo silencio en el que solo su llanto llenó la sala, su hermano volvió a hablar:
—Lo siento, Shou.
Después se soltó con dureza. Las pequeñas manos de Todoroki quedaron suspendidas en el aire sin encontrar un lugar del cuerpo de su hermano que sujetar, al igual que su corazón al borde de partirse finalmente tras tanto dolor.
Y así, la larguirucha figura de Dabi desapareció en la noche como tantas veces lo había visto hacer desde su ventana para regresar horas más tarde.
Solo que esa noche, Shouto no tenía más certezas de que Dabi regresaría a casa.
Y tal como Shouto lo había esperado, su hermano no volvió. No al día siguiente, no a los meses que le siguieron a aquella noche.
Lloró cada noche desde que Dabi se fue. Cuando el sol caía, Todoroki podía sacarse la máscara de fortaleza y dureza que se calzaba cada mañana para no atormentar más a Fuyumi y Natsuo.
Además porque, mucho menos, quería darle el lujo a su padre de que lo viera sufriendo.
Shouto se quitaba su disfraz cuando salía la luna y lloraba. En silencio, con las lágrimas formando un charco sobre la almohada y los dientes apretando las sábanas para que no se escucharan sus sollozos.
Cada noche, desde que Dabi se fue, se preguntó qué hubiera pasado de tener el valor para enfrentar a Enji. Aunque fuese un niño pequeño y sin fuerza que solo pudiera patalear para que su padre recapacitara —cualquier cosa era más válida que quedarse clavado al suelo y mirando anonadado cómo le arrebataban a su hermano mayor.
Se culpó cada día de aquel año y del siguiente. Y del otro. Y el que le siguió. A veces con más intensidad; otras, con menos. Pero siempre con el alma acongojada de preguntarse qué tan distinta podría ser la vida para los Todoroki si Shouto hubiera dicho algo esa noche.
Durante muchas noches, Shouto arrancó un tulipán blanco del jardín y lo depositó en el antiguo cuarto de su hermano. Esperando que su perdón silencioso fuese lo suficiente. Pero no lo era. Nunca lo era.
La siguiente vez que vio a Dabi fue cuando se escabulló por la ventana del ático. Todas las ventanas de los cuartos tenían enrejado y la puerta de entrada tenía doble cerradura.
Se preguntaba si era para que nadie volviese a salir o para que no se atrevieran a entrar jamás.
—¿Qué hay, Shou? —dijo Dabi con su sonrisa socarrona.
Todoroki observó la silueta de su hermano como si fuese un espectro. Por un momento casi no creyó que fuese real. Ese Dabi estaba más esquelético, más ojeroso. Su tersa piel se había llenado de tatuajes en la mandíbula y los brazos que le daban un aspecto aterrador a simple vista. Hasta tenía su oreja llena de aretes metálicos que centelleaban.
—¿Dabi?
Sintió que el corazón se le hinchaba de regocijo. Las lágrimas, que hacía meses que ya no salían —como si estuvieran secas— se agolparon con facilidad en sus ojos. Después de más de dos años sin tener ni una sola pista de lo que ocurría, su hermano estaba allí otra vez. Moría de ganas por preguntarle dónde estuvo, si finalmente estaba teniendo un buen rato o simplemente si los extrañaba a ellos tres.
Quería gritar de alegría.
Quería llorar.
Quería suplicarle que lo abrazara y jamás lo abandonase otra vez.
Pero aquella noche el corazón de Shouto se resquebrajó una vez más. Una nueva grieta que casi amenazó con partirlo en dos de la manera más dura y fría posible.
Porque Dabi no estaba allí para gritar de alegría, llorar o abrazarlo para siempre. Pensar eso había sido muy ingenuo de parte de Shouto.
—No digas nada, ¿vale? —Dabi susurró—. Le sacaré algo de dinero al viejo. Algo así como una venganza.
Ni siquiera esperó a que su hermano, de ya doce años, le respondiese. Solo se movió como una sombra fantasmagórica y silenciosa a través del cuarto hacia el oscuro pasillo de la casa Todoroki.
Dabi no miró atrás.
Y Shouto no podía dejar de mirar hacia donde su hermano desaparecía una vez más.
No solo se resquebrajaron su corazón y esperanzas aquella oscura noche de otoño.
También se llenó de rencor.
No fue hasta que Todoroki tuvo una profunda charla con Momo que empezó a cuestionarse —mínimamente, al principio— muchas cosas sobre sí mismo.
Habían pasado otros pares de meses desde la noche del regreso de Dabi. Aquella noche se repitió un sinfín de veces más. Shouto, que apenas pegaba el ojo por la noche, sentía los crujidos en el ático de vez en cuando. Aquella era la señal de que Dabi andaba en casa para birlar alguna cosa: dinero, comida, chucherías solo por hacer daño...
Al principio, Enji notó la falta de unos pocos yenes que atribuyó a su despiste y haberlos dejado en la oficina. Después, Fuyumi descubrió que algunas sobras desaparecían mágicamente y el gato de la familia no podría haberlas robado. Hasta incluso escuchó a Natsuo quejándose de que algunas camisetas le faltaban pero culparon a la lavandería.
Solamente Todoroki conocía la verdad.
Con el tema de Yaoyorozu Momo, su padre seguía casi obligándolo a juntarse con la chica. Había empezado a tolerarla. Al menos no era irritante y soportaba demasiado bien los vacíos que dejaba el eterno silencio de Shouto.
Además, con mucho dolor de tener que admitirlo... Yaoyorozu podría ser la única niña que debía considerarlo su amigo en toda la escuela.
—Todoroki-san, quiero hablar contigo de algo —Momo arrugó el dobladillo de su vestido—. Bueno, es más bien una duda que tengo...
Shouto dejó de remover su taza de té para mirarla. No iba a mostrarse curioso.
—¿Sí? —preguntó finalmente con tono aburrido.
—No quiero que pienses nada raro...
—¿Por qué pensaría que es raro? —Todoroki arrugó la nariz.
Las mejillas de Momo se veían regordetas y sonrosadas. Parecía una muñequita de porcelana —pero a Shouto poco le importaban las muñecas.
—Es que... no me atrevo a decírselo a nadie más... —Momo respiró nerviosa—. Además... no es que sea completamente confirmado...
—¿Tus amigas, tal vez? —Todoroki agregó con hombros encogidos—. ¿Tus padres?
La mirada de Momo se transformó en completo horror cuando dijo la última palabra. Ella negó con la cabeza y agitó sus brazos furiosamente frente al rostro de Todoroki.
—¡NO! ¡Ellos no pueden saberlo, Todoroki-san! S-se... se van a preocupar y tal vez no sea nada...
—No parece ser nada si tú estás tan alterada —Shouto levantó una ceja.
Momo soltó un suspiro. Lucía bastante resignada.
—Es que... verás... —siguió balbuceando y jugueteando con sus dedos.
—Anda, Yaoyorozu, puedes decirm-...
—Creo que me gustan las niñas.
La boca de Todoroki quedó abierta a medias antes de que terminase su frase. Debía tener el rostro tallado en piedra por la sorpresa —y la conmoción— que una confesión tan simple le causó.
Podía fingir que no lo entendía del todo. Que el concepto era algo nuevo para él. Podría haberle dicho a Momo que se explicase más; que tal vez lo que ella estaba insinuando no era más que una confusión que no debía acongojarla tanto.
Pero los recuerdos desfilaron delante de sus ojos. De Momo, en el patio, sonrojándose cada vez que alguna de sus amigas le daba un abrazo. Sonriendo embobada cuando alguna de ellas le besaba en la mejilla. Ignorando cada carta de amor de los muchachos de la clase con una sonrisa triste, incómoda y cortés.
¿Cómo nunca se le había ocurrido? ¿Por qué terminó asumiendo cosas que no eran?
Después recordó a la fatídica noche en que Dabi se fue de casa. Hacía poco, Shouto tuvo la incómoda charla con Fuyumi tras cumplir los trece años. Y fue entonces que entendió —al menos, en parte— lo que estaba ocurriendo en el cuarto de Dabi con su amigo Hawks.
La ropa mal puesta. Los ruidos agónicos del colchón y el azote contra la pared. La furia de Enji por encontrar a su hijo mayor haciendo lo más íntimo que un hombre podía hacer... pero con otro hombre.
También recordó la palabra marica escupida tan despectivamente como si de una enfermedad se tratase. Acompañada de esos ojos decepcionados que escrutaban a un hijo a irse de su casa, del seno familiar, solamente por atreverse a ser quien realmente era.
Y Shouto no quiso aquello para Momo. No quería eso para ninguna persona, ni siquiera para las que le caían pésimo como Bakugo Katsuki o Mineta Minoru.
No había sido adepto de Yaoyorozu al principio. Era solo una niña y, por alguna razón que él no comprendía todavía, las niñas le parecían tontas. Pero antes de ser una niña más, ella era una persona. Y había sido la única que se atrevió a llamarlo amigo.
Un poco torpe y vacilante —y completamente nervioso— se arrastró hasta Yaoyorozu —que le miraba con terror a lo que pudiese decir— por el césped y envolvió sus brazos alrededor de su cuello.
Al menos así pensó que los abrazos funcionaban. No recibía uno hace años.
Momo se sorprendió por aquel gesto pero fue mucho más veloz que él al prenderse de la espalda de su camiseta y sollozar despacito contra su hombro.
—Gracias, Todoroki-san —dijo Momo con una sonrisa.
Debió haber dicho algo como consuelo. O, al menos, responder que no era nada y que él estaría siempre para ella. Eso era lo que hacían los amigos, ¿no...?
Pero Todoroki no tenía amigos. No hasta Momo, así que no estaba seguro de lo que había que decir:
—Creo que me manchaste la camiseta.
—¡Lo siento! —exclamó Momo alejándose de él—. Se la llevaré a mi mamá para que la limpie...
—No importa —Shouto dijo estoico—. De todas formas la odio. La eligió mi papá.
Yaoyorozu soltó una carcajada suave cubriéndose la boca. Incluso él mismo le devolvió el gesto —pero debió verse aterrador al sonreír ya que Momo dio un respingo.
—Y dime Shouto.
La muchacha asintió. Y el tema ya no volvió a tocarse, solo para regresar a lo hacían antes de que todo comenzase. Solo que ahora todo se sentía diferente —algo nuevo unía a Shouto Todoroki y Momo Yaoyorozu.
Confianza, pensó él. Esto debe ser lo que llaman confianza.
Todoroki tuvo entonces una idea. Debió atravesar toda la casa hasta llegar al jardín de entrada donde los tulipanes descansaban. Recordó las palabras de Fuyumi; sobre cuál tulipán necesitabas para regalar a un amigo.
No sin antes pedir disculpa a la flor, arrancó una amarilla y regresó para regalársela a Momo. La sonrisa que la chica le regaló era de esas que uno querría atesorar por siempre.
Cuando se despidió de la muchacha —que llevaba su tulipán contra el pecho— y regresó adentro a su casa, Enji le sonrió con picardía mientras trataba de sacarle información acerca de su momento con la hija de los Yaoyorozu.
—Es agradable —Shouto comentó—. Y no apesta a perfume.
—Sería una bonita novia, Shouto —Enji soltó casualmente. Como si no hubiese esperado desde la tarde para decírselo—. Se ve que se llevan bien; harían una buena pareja.
Todoroki solo rodó los ojos. Por suerte estaba dándole la espalda a Enji.
—Lo que digas, viejo.
A él no le interesaban las novias. De momento se sentía más tranquilo de poder ser un amigo para Momo en aquella instancia de su vida.
Todoroki vivió el siguiente par de años como pudo. Soportando a su padre en casa y con el fantasma de Dabi en la misma. No solo eso —sino la idea de que ya no le importaba, o tal vez nunca lo hizo, a su hermano mayor.
Natsuo se había mudado el año anterior para asistir a la universidad en otra prefectura. Casi no regresaba a la casa a menos que fuese una fecha extremadamente especial.
De repente, la residencia Todoroki era demasiado espaciosa solo para ellos tres.
Incluso si invitaba a Momo a menudo. Habían empezado a pasarla bien desde que la muchacha confió en él y Shouto decidió darle todo su apoyo. Lo único que odiaba era la sonrisa victoriosa de su padre —y él sabía lo que significaba la misma.
Su padre debía sentirse muy genial por haber unido a Shouto y a Momo.
Pero él no sabía la verdad de su mejor amiga. Y se aseguraría de que nunca lo supiera, porque no iba a permitir que Enji le arrebatara a otra persona más en su vida.
Y, de todas formas, él no iba a enamorarse. Ninguna de las chicas de su escuela eran de su agrado y estaba bastante bien con su soledad. Sencillamente cómodo y sin ataduras —sin nadie que pudiera romperle el corazón cuando se fuera.
Sin embargo, un mensaje de un número desconocido en su celular dio vueltas el mundo como lo conocía.
+81-80-7664-1409
Todoroki!! Espero no estar siendo una real molestia pero necesito URGENTE tu ayuda!!!
Frunció las cejas al leer aquello. Shouto no tenía a demasiados de sus compañeros en el teléfono, por lo que no tenía absoluta idea de quién se trataba. Era alguien que tenía la suficiente familiaridad como para mandarle un mensaje casual pero no lo suficiente como para que Todoroki guardase su número.
Shouto
¿Qué?
+81-80-7664-1409
AHHH! Estás ahí!!! Es que... verás... me va fatal en historia y pues vi que eras el tercero de la clase y quería ver si me prestabas tus notas. Iida me ha dicho que no progresaré si no las hago yo y me apena hablarle a Yaoyorozu... no quiero que piense que lo hago como Mineta para acercarme a sus bubis...
Shouto
Repito: ¿qué?
+81-80-7664-1409
Que si me prestas tus notas de historia, Todoroki...? Porfis ToT
Shouto
Deja, eso lo entendí
Shouto
No quiero sonar grosero, pero tendré que serlo: ¿quién eres?
Shouto
No tengo tu número
+81-80-7664-1409
Eso es cruel hasta para ti, Todoroki ;-; somos compañeros desde kínder...
Shouto empezó a calcular las posibilidades. La mayoría de sus compañeros eran desde el kínder. Y era claramente un hombre, uno muy confianzudo...
Iida y Mineta estaban descartados, ¿sería Kirishima? No, Kirishima solía llamar «hombre» o «colega» a todos de forma cariñosa... ¿Tal vez Kaminari? Shouto chasqueó la lengua; a Kaminari seguramente no le importaban las notas de historia. Aoyama se creía francés, con Sero nunca habían intercambiado palabras...
¿Quién, entonces? La duda le estaba carcomiendo pese a no ser una persona curiosa realmente. Nada le importaba lo suficiente en el día a día; pero, en ese momento, Shouto se moría de curiosidad.
Shouto
¿Me vas a decir...?
La respuesta al otro lado no demoró realmente. Había empezado a sentir palpitaciones, y no entendía por qué. Aunque, era probable, que estuviese presintiendo quién estaba del otro lado.
No estaba seguro de si quería estar en lo cierto o equivocarse.
+81-80-7664-1409
Soy Izuku :D
+81-80-7664-1409
Izuku Midoriya
Aquel fue entonces solo el inicio de un turbulento y casi apasionado viaje en montaña rusa que Shouto e Izuku vivieron después.
Tras un simple e inocente pedido de auxilio en forma de mensaje de texto.
Pero todo viaje siempre tiene un final. Y algunos finales —los más realistas— no siempre eran felices.
Al fin... ¡AL FIIIIIIIIIIIN LO TERMINÉ...! Bueno, solo en parte (?) porque se viene la segunda parte y esa viene con TODO en serio ; u ;
Les juro que esto me agarró mis peores épocas: la TodoDeku Week, la votación por la torre, el hecho de que tenía mucha inspiración para DHYL... (???) y les juro que siempre surgía otra cosa en vez de poder escribir esto ;-; y cuando finalmente me senté a hacerlo... ¡Boom! Ya iba más de 6K y faltaba UNA ETERNIDAD para que terminase lo que quería contar
Así que antes de que me odien... partir el capítulo en 2 fue inevitable </3 sé que todos querían ver YA los recuerdos de la fiesta pero no quería recortar partes y pensé que sería más bonito si muestro toda la evolución de Deku y TodoFifi ;v; además veremos algunos desmadres de los otros personajes HAHA
Y... buenas noticias c: ¡La segunda parte la subiré la semana que viene! Esta vez si que no demoraré, ya que ahora mismo estoy escribiéndola. Será mi próxima actualización, en recompensa por las demoras y porque subí dos seguidos de DHYL. Se lo merecen ;v; Otra cosa es que después de ese capítulo, viene la última parte del extra KiriBaku. Yyyyyy de ahí regresamos al presente :D
Me limito a hacer comentarios sobre todo lo que está pasando hasta que suba la parte 2 (?) pero claro, ya pueden ir sacando conclusiones haha y sí, Enji es una kk. Lo fue, lo es y lo será, así que nunca tendré piedad en mis fics porque la verdad odio a los abusadores por mucho que digan que van a cambiar.
Quiero agradecerles a todas las personas bonitas que siguen y van llegando a esta loca fic para leerla ; v ; ♥️ ya transitamos la recta final. Me duele decirlo, porque amo escribir esta cosa haha pero se vienen muuuuchas ideas nuevas y pues hay que darles paso ya (además, recuerdan la encuesta que hice en el cap 16? Pues la verdad es que haré ambos fics! Solo que uno antes y otro después) TuT
Ah, y si votaron por la Torre de Kyoto que no ganamos, les invito a leerse un OS todo fluffy y alusivo que hice (?) está en mi libro Summer Nights ♥️
Nos vemos muy prontito bbs, besitos ♥️
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