Capítulo 15

Izuku trataba de pasar lo más desapercibido posible en sus clases. No quería levantar la atención de nadie, especialmente la de Kacchan.

Todavía le dolía la mejilla, y había tenido hasta el día anterior la cara inflada como un globo. Ochako se rio de él, por supuesto. Pero no le causaba ninguna gracia ser el saco de boxeos del rubio solo porque se había metido con Kirishima.

¿A Kacchan le gustaba Kiri? Ya no le quedaban dudas al respecto de ello. No había otra opción, a menos que el pelirrojo le hubiese pagado para golpearlo contra los casilleros —lo cual Kacchan haría sin pagos de por medios— y estaba seguro que Eijirou no sería capaz por muy horrible que Izuku se hubiese comportado.

Pero en ese momento estaba en una misión.

Sí, sabía que no debía entrometerse en asuntos ajenos —¿cuántos problemas tuvo por culpa de ello en los últimos meses?—; sin embargo, Izuku se excusaba ya que, de alguna manera, el asunto terminaba afectándole a él también.

Y con asunto se refería a hablar con Iida.

Había estado espiando durante la última hora libre antes del almuerzo a su mejor amigo con un par de binoculares que Mei Hatsume le prestó —a cambio de una posible cita.

Iida era simplemente Iida: estaba sentado con un libro leyéndolo furiosamente y espantando con sus movimientos robóticos a todo aquel que osase perturbar su hora sagrada de estudios.

—Por favor, Iida —escuchó la suplicante voz de Kaminari, quien había estado persiguiendo por los últimos diez minutos al muchacho—. Te conseguiré lo que quieras si me haces el trabajo de literatura. Unas, eh... unas nuevas gafas supersónicas para estudiar más veloz.

—¡Kaminari, estás denigrándote a ti mismo con estos intentos de soborno! —Iida vociferó—. ¡Tengo códigos!

—¡Códigos es ayudar a tus pobres y desamparados compañeros con la tarea!

—¡De pobre y desamparado no tienes ni las cejas!

Porfa, Iida. Tanto estrés escolar es malo para el bebé... Y Sero no quiere hacerse cargo...

—¿El bebé? —Tenya bufó indignado—. ¡Ni siquiera te puedes embarazar!

—¡Estoy hablando de mí mismo!

Denki volvió a lloriquear un poco, juntando las palmas de las manos como si fuese a ponerse a rezarle.

Izuku estaba seguro que Iida se convertía en el santo patrono durante la época de exámenes, a los que sus compañeros le ofrecían vírgenes como sacrificio y hacían la danza de las matemáticas alrededor una hoguera.

—¡Anda, hombre...! —Hizo un silencio mientras se pensaba algo—. ¿Y si te consigo una cita con Ochako? Ella te gusta, ¿no?

Midoriya se tapó los oídos justo a tiempo para no escuchar el grito de Tenya. Kaminari salió pitando de allí, tratando de salvarse de las maniáticas manos de Iida que amenazaban con picarle los ojos.

Su amigo estaba enrojecido hasta las orejas. Siguió refunfuñando incluso cuando Denki se fue, tomando otra vez su libro y fingiendo que podría seguir leyéndolo.

Izuku aprovechó ese momento para acercarse de a poco.

—¡Kaminari-kun, si otra vez vienes con tus comentarios indecentes...!

—Soy yo, Iida-kun —Midoriya sonrió con timidez—. Solo vengo en son de paz. Prometo que no traigo comentarios más indecentes que mis pensamientos.

Se balanceó sobre sus talones.

—También quería saber si pudiste planchar tu corbata.

Iida alzó rápidamente la vista. Se le veía sorprendido, incluso si trataba de ocultarlo; el muchacho carraspeó, ajustándose los lentes con indiferencia.

—Buenos días, Midoriya —dijo solemne como siempre—. ¿No tendrías que estar estudiando?

Izuku agitó la mano con desinterés.

—Pues, ¿para qué? Ya sé que en algunas reprobaré vergonzosamente. Estuve ocupado con el trabajo final para Aizawa.

—¡No puedes reprobar! ¡Tu futuro depende de eso...! —Tenya suspiró exasperado—. Mira, te daré los resúmenes, ¡pero será la última vez...! Y ahora déjame estudiar, Midoriya. No planeo vivir bajo un puente como Kaminari.

—Te agradezco, Iida-kun. Pero yo no he venido a eso.

Midoriya tomó asiento al frente de su amigo. Le dejó momentáneamente en silencio, lo cual era tan extraño como los piropos matemáticos de Tomura.

El de aquel día era: Cómo me gustaría ser Pitágoras para poder sacarte el seno.

Izuku había estado cubriéndose sus pechos masculinos toda la mañana desde entonces.

Tenya le observó al costado de la cara un par de veces, desviando la mirada a las milésimas de segundo para no ser atrapado.

—Me dijeron que Bakugo te ha golpeado.

Trató de reírse pero sintió una ligera molestia en la mejilla del golpe.

—¿Ha existido un período de mi vida en donde no escuchemos esa frase, Iida?

—Lamento no haber estado en clases, Midoriya —suspiró cansado—. ¡Soy el delegado del curso y no pude ser capaz de proteger a...!

Las palabras murieron en su boca, la cual Iida cerró al instante. Pero Midoriya supo al instante lo que había querido decir.

—A mi mejor amigo —agregó Tenya finalmente.

Una sonrisa se extendió por el rostro de Izuku. Al menos era una de costado.

—Soy un terrible mejor amigo.

—Claro que no, Id-...

—¡Lo soy! —le interrumpió iracundo—. Tú no tienes nada que ver en todo esto y de todas formas te he ignorado porque soy un cobarde.

—¡No eres cobarde! ¡Golpeaste a Mineta! ¡Eres el superhéroe de toda la Secundaria Yuuei, Iida-kun!

—Pero...

—Pero nada, deberían darte el nuevo Nobel de la Paz. Las chicas te amarán, tendrás un harem y la gente escribirá historias sobre ti...

—Tampoco te pases, Midoriya —Iida se cruzó de brazos—. ¡Quieres sentirte menos culpable de todo lo que haces!

—Oye, que estoy llevando una vida célibe ahora y ya no soy protagonizo una novela torca —Izuku dijo—. La secuela tendrá que ser mexicana y la protagonizará Iida Ricardo Montoya de la Rosa Ramírez...

Tenya parecía decidido a fingir molestia, pero un brillo divertido se asomaba a través de sus ojos.

—¿Alguna vez te han dicho que estás demente, Midoriya?

Izuku jugueteó con sus dedos.

—Antes. Solía tener un mejor amigo que me regañaba por salir con más de un chico a la vez y por dedicarme a hacer fanfics homoeróticos en lugar de la tarea. No sé que habrá sido de él.

Midoriya miró de reojo a Iida, un poco nervioso de lo que podría pasar a continuación.

Tenya le sonrió.

—Estoy seguro que tu amigo ha estado conteniendo sus regaños. Necesita decirlos o tal vez vaya a explotar.

—También gesticular sus manos robóticas o se le van a caer —rió Izuku.

—Ahora te estás pasando de listo.

Midoriya esbozó otra sonrisa. Iida se la devolvió. El pecoso entonces se levantó y se ubicó en el asiento al lado del más grande.

Era gracioso verlos juntos. Años atrás, la gente solía pensar que Midoriya era el hijo demasiado enclenque de Iida el fisicoculturista; no solo por la diferencia de altura sino porque siempre estaba gritándole que se atara los cordones y dejase de babearse por algún trasero que pasaba por allí.

Las cosas no habían cambiado mucho en todos esos años.

—Entonces, ¿estamos bien? —preguntó Izuku temeroso.

No iba a sacar el tema de Ochako todavía. Sabía que su mejor amigo debía asimilarlo y no presionaría más de la cuenta.

Últimamente, Izuku tentaba demasiado a la suerte y no dudaba en que el universo se lo cobraría con disfunción eréctil o calvicie juvenil.

Iida soltó un suspiro, pero de todas maneras le sonrió.

—Estamos bien, Midoriya —dijo—. No me gusta estar peleado contigo, aunque me saques canas y eventualmente me vayas a dejar calvo.

—¡Qué bien! —exclamó el pecoso mientras sacaba su cuaderno donde escribía My Hero Academia—. Ahora no vas a gritarme cuando te diga que en realidad necesito tu ayuda.

—¡Midoriya, al menos finge que no eres un interesado! ¿Qué clase de valores son esos?

Izuku soltó una carcajada que le hizo doler el rostro. Extrañaba a Iida —y no solo a su cerebro súper dotado— sino que en serio se había sentido nostálgico al no tener su voz benévola de consciencia en su mente y en la vida real.

Al menos ahora podría sentirse un idiota con fundamentos cuando realizase una estupidez monumental.

El fin de la primera semana de exámenes y entregas llegó, y con ello también el partido de clausura de la temporada de interescolares de fútbol.

Y Midoriya y Ochako estaban a punto de asistir. Una idea muy estúpida —en palabras que Iida diría.

—Que conste que solo te acompaño para ver todos esos músculos sudados y shorts aprieta-micropenes —declaró Ochako—. Tengo que sanar mi corazón roto.

—Pues no esperaba menos de ti, te lo aseguro.

—Y tal vez para reírme de lo mal que juegan nuestros compañeros —agregó su amiga—. Me contaron que Denki el otro día hizo un gol en contra.

Izuku no estaba prestándole demasiada atención ya que permanecía ocupado secándose las húmedas palmas de las manos en sus pantalones de mezclilla. Estaba sudando más que fujoshi en iglesia.

No tenía idea de lo que iba a esperarle en cuanto pusiesen un pie en el campo de fútbol. Probablemente toda la escuela estaría allí, y ya todos debían saber que Midoriya y Kirishima quedaron en pésimos términos.

Solo esperaba que Kacchan no se apareciese. El chico odiaba multitudes porque le ponían de mal humor —a esas alturas era más lógica preguntar qué no le ponía de mal humor— y porque el director le había vetado la entrada a la cancha por amenazar de muerte al árbitro cuando cobró penal a favor de una escuela rival.

Ochako le apretó el interior del codo —tenía su brazo enroscado con el suyo— y trató de darle ánimos con una simple sonrisa. En momentos así, sentía que su mejor amiga se veía como un ángel.

—¡Ánimo, Deku-kun! Tú también puedes ver los músculos sudados para sanar tu corazón. Sé que te gusta el bara.

—No más, Ochako —negó con la cabeza—. No puedo seguir curando momentáneamente mi corazón con distracciones. Es hora de ocuparme yo solo.

La muchacha asintió resignada, soltando un suspiro de cansancio.

—Pero qué hermosas pueden ser las distracciones.

No iba a negarle aquello. Izuku lo sabía muy bien —pero no podías realmente tapar el sol con un dedo ni con la mano entera, si iba al caso.

Los dos caminaron con el sol ya poniéndose en la tarde, con dirección a la escuela. Era su primera salida nocturna en quién sabe cuántos días por lo que Izuku estaba realmente emocionado.

Se había dado unos minutos para ducharse, incluso.

—Espero que lo valga —masculló Ochako en cuanto las luces de la escuela entraron en sus campos de visión—. Me estoy perdiendo la entrevista de Gran Torino donde hablará sobre qué ship se volverá canon...

Izuku no tenía tiempo de lamentarse. Estaba comiéndose las uñas del nerviosismo, así como también balbuceaba entre dientes sobre todas las posibles cosas que podían salir mal.

Que Kacchan lo golpease otra vez.

Que alguien lo humillase —más— frente a toda la escuela.

Que un niño lo golpease en el escroto —otra vez.

El campo estaba atestado de gente, y las tribunas, histéricas, divididas de acuerdo a las escuelas que jugarían ese día: Yuuei contra Ketsubutsu.

La de Yuuei era una explosión de blanco y azul, los colores emblema de la escuela. El alumnado —e incluso algunos profesores— agitaban sus carteles, banderines y megáfonos mientras coreaban canciones de aliento para los jugadores.

Izuku y Ochako tuvieron que meterse a los empujones para encontrar un lugar en las gradas. Su amiga no tenía ningún problema en dar codazos o pisotones para que les dejasen pasar.

—Se ponen como simios con el fútbol —gruñó ella—. Es como si secretaran una hormona que les hace comportarse como cavernícolas.

—Tienes razón —asintió Midoriya—. ¿Por qué no hacen un deporte tan elegante y hermoso como el patinaje? Gran Torino Nikiforov podría enseñarles.

—¡Ochako-chan! ¡Midoriya-chan! —exclamó una voz muy conocida para ellos—. ¡Por aquí!

Tsuyu estaba agitándoles su mano, al igual que Hagakure, para que se acercasen hacia donde ellas estaban y donde parecía haber un presunto lugar para los dos amigos.

Mientras trepaban por las gradas, Midoriya observó a una persona que parecía más enloquecida que el resto de fanáticos. Tenía una vincha, una camiseta del equipo y agitaba con violencia un cartel que rezaba con mala caligrafía:

BRO, QUISIERA SER ARCO PARA QUE ME METAS ESE GOL

Y el autor no era otro que Tetsutetsu de la Clase B.

Midoriya acababa de recordar un rumor que oyó en los pasillos: el muchacho recibió una patada en la pantorrilla izquierda durante las semifinales, lo que le provocó una lesión que le impediría jugar en la final.

Sintió pena por el muchacho, pero se veía muy decidido mientras le gritaba a los jugadores que entraban en calor en la cancha.

—¡BROO! ¡Kirishima! ¡Patéalos en mi honor! —chilló Tetsu—. ¡Dales en las canillas! ¡Y en las bolas! ¡Lesiónalos!

—¡Tetsutetsu! —exclamó Kendou, su novia, horrorizada—. ¡No digas esas cosas!

Reconoció a una tercera persona gracias a una carcajada diabólica que empezaba a brotar de su garganta.

—¿Para qué quieres que ganen? ¡Si son casi todos los inútiles de la Clase A! ¡Apuesto toda mi tarea a que van a perder!

La mano de Kendou voló veloz a la nuca del muchacho rubio que reía con malicia.

—¡Cállate, Monoma! Deja de ser tan perverso —Kendou chasqueó la lengua—. Además, tu tarea siempre está mal hecha así que yo que tú no me creería tanto.

Neito Monoma no dejaba de reír ante los regaños de su compañera. De hecho, había empezado a señalar a los jugadores —especialmente a los de la clase A— cada vez que trastabillaban al trotar.

Midoriya dejó de prestarle atención a aquel chalado de la clase B cuando Uraraka le hizo una seña para que tomasen asiento junto a las otras dos chicas. Suspiró; al menos, Mina no iba con ella.

No quería probar lo de sus clases de esgrima.

—Hola, Midoriya-chan —saludó Tsuyu—. ¿Cómo estás de la paliza que te dio Bakugo?

—Tsuyu —chistó Ochako—. No se lo digas tan así, se va a sentir debilucho.

—No pasa nada —rio Izuku—. Ya no me duele tanto. Bueno, solo el orgullo, pero eso me duele siempre.

Asui le hizo una sonrisa adorable. Midoriya casi siempre terminaba sonrojándose frente a las mujeres. Y frente a los hombres.

La gente en general le hacía sentirse avergonzado.

—Eso admiro de ti, Midoriya-chan. Por más de que todos te pisotean, no te dejas vencer.

—¿Gracias?

—Midoriya es genial —agregó una enérgica Hagakure con su voz aguda—. Y le diría que escribe muy bien, pero hace tanto que ya no actualiza que yo he olvidado hasta cómo lo hace...

—Lo siento —sonrió Midoriya—. He estado un poco ocupado.

—Sin rencores —rio Hagakure—. Como estuve en abstinencia de tu historia, me puse a leer otras cosas que había en tu blog.

Izuku quería que en ese momento la tierra lo tragase y lo escupiese en... en... vale, mejor que no lo escupiese en ninguna parte y se ahorraba las vergüenzas.

—¿S-sí? —balbuceó nervioso.

Hagakure asintió muchas veces completamente extasiada. No sabía cómo alguien podía estar tan emocionado por todo, pero así era la chica.

—¡Sí! —soltó un gritito—. Los SuperBat estaban geniales, hombre. Y también me leí ese SasuNaru bien suculento...

—¡Por los patines de Gran Torino! —jadeó Izuku horrorizado—. ¿Esa cosa sigue online? ¡Estaba seguro de haber borrado la prueba de todas mis redes sociales!

Hagakure carcajeó con malicia. Midoriya estaba mortificado. Su mejor amiga le dio unas palmaditas en la mano.

—Ya, ya —dijo Ochako—. Todos tenemos un pasado oculto. Yo agitaba el trasero con las canciones de Maluma. Es que los latinos son tan sabrosos...

—Yo leí Crepúsculo —agregó Tsuyu—. Y 50 sombras de Dek-... ¡Digo! De Grey. Y actualmente escribo fanfics homoeróticos, lo cual hace que todos me vean como loca pero me vale.

—Tsuyu, ya te veíamos como loca desde que mandaste todos esos micropenes tan traumatizantes al grupo de WhatsApp. Y los bultos de nuestros compañeros.

Tsuyu ladeó la cabeza algo confundida.

—Esa no fui yo, Ochako-chan. Aoyama me los pasó como un intento de soborno para que le pasase algún chisme sobre el TodoMomo. Por supuesto no se lo dije y me quede con las fotos para compartirlas con ustedes.

—Hasta captó el bulto de Bakugo —susurró Hagakure entre risitas—. Todos pensábamos que sería una Bakuconda y resultó ser una Bakulombriz...

Midoriya estaba seguro que todas esas mujeres diabólicas se lo estaban haciendo a propósito.

Hagakure soltó un grito indignada.

—Yo muevo el trasero con Maluma Baby y leo 50 sombras a día de hoy.

Ochako y Tsuyu intercambiaron una incómoda mirada.

Izuku seguía hundiéndose en su miseria. Si había pensado que era malo que leyesen My Hero Academia, que alguien husmeara en esas cosas tan viejas y que no servían ni para limpiarse el trasero era una tortura.

Él había estado seguro que borró su evidencia de yaoi pecador en cuanto comenzó a hacerse famoso. Echó una mirada de reojo a Hagakure: demasiado vivaracha y enérgica, burbujeante y hasta casi exageradamente inocente.

¿Podría ella...?

No.

Tenía que ser una locura.

Izuku no pudo seguir dejando que su mente divagara ya que la voz del profesor Yamada estalló por las bocinas del campo. La hinchada de ambas escuelas respondió con euforia mientras los dos equipos se posicionaban cada uno en la mitad de la cancha.

No fue difícil encontrar a Kirishima entre todo el equipo. Su pelo rojo destacada, aunque no estaba peinado hacia arriba sino que lo traía lacio y una pequeña coleta. Sus hombros estaban caídos, aunque sonreía —una sonrisa que no le llegaba directamente a los ojos.

Se le apretó el corazón de solo pensar que nadie más que él era el culpable de todo eso.

El partido dio entonces comienzo. Midoriya no podía escuchar los comentarios de Yamada por culpa de los gritos, ni mucho menos podía seguir con la mente lo que estaba ocurriendo con el partido ya que apenas si podía ver a un par de personitas de piernas cortas corriendo tras una pelota.

—Aburrido —exclamó Ochako en su oído—. ¿Cuándo se van a quitar las camisetas?

—Y los pantaloncillos —acotó Tsuyu.

—¡Calmen esas hormonas, muchachas!

Izuku se mordió el labio varias veces durante el partido. Todo lo veía con el corazón desbocado, porque con cada minuto que pasaba era un instante menos hacia el final. Estaba tan nervioso que ni siquiera podía seguir los cánticos cada vez que alguien de la Yuuei se acercaba al arco contrario.

Kirishima daba todo de sí. Incluso si lucía como una estrella que parecía querer apagarse, el muchacho seguía brillando con todo lo que le quedaba.

No por nada Tetsutetsu le gritaba que le hiciera un hijo cada vez que hacía un buen pase. Kendou parecía debatirse si debía darle un coscorrón o no.

—Esto es una desgracia... —escuchó decir a Uraraka.

—¿El partido? —inquirió Asui con una ceja arqueada sin dejar de mirar a la cancha—. Sí. No logran calzar ni una sola.

—Oh, no. Me refería a que no logro ver bien las nalgas redondas de Mirio desde aquí.

—¿Por qué quieres mirarle las nalgas a Togata-senpai? —preguntó Izuku con horror.

—Ya te lo dije, Deku-kun. Necesito curar mi corazón roto.

Midoriya suspiró. Se estaba preguntando si debía hablar de verdad con Iida para sacar a su amiga de aquel estado en el que se encontraba.

Faltaban pocos minutos para que finalizase el partido y ningún gol se asomaba. Eso podría haber sido una esperanza para su escuela, si no fuera por aquel muchacho que parecía hacer temblar la tierra cada vez que sus pies tocaban la pelota.

Se llamaba Shindo Yo.

—¡KIRISHIMAA! —seguía gritando Tetsutetsu—. ¡Te estás comportando poco varonil!

—Oye, que eso no es manera de alentar —regañó Kendou.

Izuku también podía escuchar los gritos de Mina Ashido en alguna parte de la tribuna. Era demasiado gallina para buscarla por si se encontraba con su mirada —y porque sus insultos de marinera borracha le estaban haciendo sonrojar.

Diez minutos para que terminase el partido. Sero hizo un tiro libre demasiado largo como para que Kirishima lo alcanzase.

Siete minutos. A Mirio le quitaron la pelota cuando se acercaba al arco contrario.

Cinco minutos... Denki tropezó con sus propios cordones.

Cuatro minutos. Kirishima lo tenía ahora y corría veloz para intentar salvar el partido.

Tres minutos. Shindo se lo robó. El muchacho esquivó a toda la defensa de Yuuei.

Dos minutos. Ketsubutsu anotó el único gol de la noche al tomar desprevenido a Rikido Sato, el arquero.

Un minuto... ya todos los de la tribuna de la Secundaria Yuuei estaban llorando.

Incluso Midoriya lloraba. Y él no tenía idea de fútbol. Pero le rompía el corazón que Kirishima siguiese siendo miserable hasta en el deporte que le apasionaba.

Tetsutetsu se ahogaba en lágrimas y quería correr por la tribuna con su pierna enyesada. Izuku lo pasó de largo, ignorando los gritos de Ochako para que regresase.

Era una idea terrible. Él lo sabía. Serpenteó entre la masa de alumnos sudados y llorosos. Incluso creyó ver a Toshinori sorbiéndose los mocos —pero no tenía tiempo para consolar a su adorado maestro.

Llegó al suelo y escaneó con la mirada en busca de Kirishima entre los jugadores que estaban saludándose. Podía ver la rabia e impotencia en los ojos de los de la Yuuei y las ganas de salir a festejar de los chicos de la Ketsubutsu. Las autoridades ya tenían la copa y las medallas preparadas para serles entregadas.

Lo encontró casi al instante. Estaba alejado del resto, tirado sobre el césped de la cancha y la cara entre las rodillas. No parecía que más frustración le cupiese en el cuerpo.

Midoriya se sostuvo del barandal que separaba a los fanáticos enloquecidos de la cancha.

Estaba seguro que se iba a arrepentir. Pero no podía dejar a Eijirou allí solo, sintiéndose como un fracaso. No sabía exactamente cuál emoción era la que hacía que su cuerpo se moviese por sí solo, pero estaba seguro que no era amor o pasión.

Era aprecio. Un gran aprecio y cariño, a pesar de todo. Y se lo debía.

—¡Kirishima! —gritó Izuku a todo pulmón—. ¡KIRISHIMA! ¡Eres el mejor jugador de nuestra escuela y no necesitas una medalla que lo demuestre!

Eijirou alzó su cabeza pelirroja. Nadie más se percató de Izuku, porque todos los alumnos estaban vociferando aliento para sus compañeros vencidos y lo suyo no era más de lo mismo.

Pero sí le prestó atención a su voz. Lo miró a los ojos al instante. Ni siquiera vaciló en ponerse de pie, aunque las piernas le temblaban por haber estado corriendo por más de una hora.

Luego trotó en su dirección. Izuku sentía el corazón tronándole en los oídos, y estaba a punto de desfallecer y llamar a Iida para que le trajera un tanque de oxígeno y una camilla porque los nervios iban a traicionarlo.

Kiri se acercó más y más, hasta que lo único que le separaba de Midoriya era la baranda metálica. Podía ver su camiseta sudada, el pecho subiéndole y bajándole por culpa de su agitada respiración.

—Viniste —dijo Kirishima con clara confusión—. No pensé que aparecerías por aquí.

—Sé que no debo —Midoriya se apresuró en decir—. Es hipócrita y retorcido. Pero no podía no acompañarte hoy. Y no he podido resistirme de gritar... sé que pensarás que soy un lunático.

Eijirou alzó una de las comisuras de su boca en una triste sonrisa. Se esfumó rápidamente.

—No debiste venir hoy, Midoriya.

Los ojos de Izuku se llenaron de lágrimas. Sentía la vergüenza por todo el rostro.

—Lo siento...

—Pero gracias por venir de todas formas.

Midoriya contuvo la respiración mientras Kirishima le rodeaba por los hombros y lo atraía a su cuerpo en un cálido abrazo en el que con cada segundo que pasaba le apretaba todavía más.

Sintió el rostro de Kiri enterrarse en su hombro. Estaba húmedo y caliente —había empezado a llorar.

Izuku quería alzar los brazos y devolverle el abrazo y llorar también. Pero alguien tenía que mantenerse firme, y no era su momento de dejar salir todo lo que él estaba sintiendo.

Fue entonces consciente de lo mucho que los dos podían estar necesitando un abrazo.

—¿Podemos hablar? —preguntó Midoriya con un hilillo de voz—. Porque de verdad tengo mucho que decir.

Kirishima solo le apretó más. Pasados unos segundos se separó, secándose todo el rostro con el dobladillo de la ya inmunda camiseta. Probablemente no volvería a usarla, al menos no hasta el siguiente año.

Entonces le miró a los ojos. Sin ningún sentimiento descifrable.

—Vale. Vamos a hablar, Midoriya.

Lo que Izuku había hecho durante el partido podía clasificarse de:

A- Estúpido.

B- Suicida.

C- Idiota.

D- Todas las anteriores.

No iba a negar que todo podría haberse empeorado por ponerse a vociferar como desquiciado en medio de una cancha llena de fanáticos de Kirishima y que podían asumir fácilmente que le rompió el corazón.

En ese momento estaba entonces siguiendo a Kirishima en dirección a los vestuarios de los deportistas, sorteando el camino entre todas las personas que intentaban detener al pelirrojo para darle un poco de ánimos por la derrota. Izuku apenas podía abrirse paso.

Eijirou les sonreía a todos, fingiendo una buena cara para que nadie viese la decepción que tenía consigo mismo.

Pudieron dejar atrás los vítores de Ketsubutsu y los llantos de Yuuei en cuanto dieron un paso adentro del establecimiento. Estaba completamente vacío —ni una sola alma deambulaba por los pulcros pasillos en dirección a los vestuarios.

Ni Midoriya ni Kirishima dijeron una sola palabra. Caminaron en completo silencio —e incluso así se mantuvieron hasta llegar a los vestidores masculinos, en donde todo era un caos de mochilas, ropa informal y otro tipo de objetos.

Kiri dio unas cuantas vueltas por el lugar sin detenerse a mirarle a los ojos. Izuku había tomado asiento en un hueco vacío en una de las bancas, con sus manos apretadas contra el regazo para no empezar a retorcerlas del nerviosismo.

Quería romper el hielo, pero no se le ocurría ninguna manera no estúpida de hacerlo.

—¿Cómo has estado? —preguntó Kirishima finalmente. Todavía no le miraba.

Izuku observó hacia ambos costados solo para garantizarse de que estaban los dos solos.

—¿Yo? —inquirió confundido.

—Sí, tú. O no, espera... no me respondas eso —Eijirou se pasó las palmas de la mano por su rostro todavía sudado y surcado por las lágrimas secas—. Mejor respóndeme: ¿por qué?

Midoriya tragó saliva fuertemente. Su cabeza estaba trabajando a mil para tratar de responderle a la altura.

—Hay muchas cosas que podría responder con esa pregunta, Kiri.

Kirishima soltó un suspiro. Tenía la espalda recargada contra uno de los lockers, y la deslizó lentamente hasta que quedó abatido contra el suelo.

—¿Por qué escribiste esa historia de nosotros dos si en realidad no te gusto?

—Sí me gustabas cuando escribí la historia, Kirishima —Izuku estaba temblando—. Pero mi plan nunca fue que la leyeses.

Pestañeó confundido ante su respuesta.

—¿No?

—No.

—¿Entonces...?

Midoriya inhaló y exhaló varias veces. Estaba esperando poder ser honesto, pero no quitaba que fuera más difícil que la mierda.

—¿Recuerdas que me robaron la laptop? ¿En tu trabajo? —dijo Izuku antes de morderse la uña del dedo meñique—. Alguien subió esa historia desde mi cuenta y cambió todas las claves y correos para que yo no pudiese acceder. No la subí yo. Mi plan nunca fue que todos ustedes la leyesen. Es como ponerles mi corazón en bandeja de plata.

La boca de Kirishima se había abierto ligeramente ante su confesión. Tenía el rostro estoico, casi como si no pudiese creerse lo que Izuku le estaba contando. Luego frunció las cejas

No podía hacer nada si no se lo creía.

—¿Y por qué seguiste el juego? —preguntó algo molesto—. ¿Por qué fingiste que sí lo hiciste?

—¿Qué más podía hacer? —Midoriya preguntó con la voz rota—. Podía negar que lo subiera, pero no quita que sí lo escribí yo.

—Podrías habérmelo dicho a mí —dijo Kirishima poniendo énfasis al final—. Pudiste haberme dicho la verdad y me ahorraba el ilusionarme y desesperarme por salir contigo. Quise no tenerte rencor pero fue inevitable al principio. Se me hacía tan estúpido e inmaduro.

—Sí... —coincidió Izuku—. Podría haber hecho muchas cosas de otra forma.

—Y no lo hiciste.

—No, no lo hice pero...

—Saliste conmigo todo este tiempo. Me dijiste que yo te gustaba. Intentaste que nos acostemos solo para olvidarte de algo que te acongoja en la realidad. Creíste que podía ser tu habitación de escape para lo que sea que te está torturando —siguió narrando—. ¿No es así, Midoriya?

Izuku tuvo que parpadear muchas veces para alejar las lágrimas de culpabilidad que estaba sintiendo en ese momento. No podía mirar a Kirishima o rompería en llanto.

—¿Por qué? —repitió Eijirou.

Midoriya negó lentamente. Incluso se encogió ligeramente de hombros, porque la verdad esa era la respuesta más sincera que podía darle.

—No sé. Supongo que me servía de distracción. No estoy orgulloso de ello.

—¿Fui tu distracción, Midoriya?

Las palabras puestas de esa forma le estaban perforando el pecho.

—Fuiste tú mismo quien me lo ha dicho. No sé si lo hubiese notado por mi cuenta —soltó una risotada amarga—. Te he roto el corazón y aun así debo agradecerte por abrirme los ojos, soy un asco de persona.

Kirishima se agazapó más sobre sí mismo, llevándose las rodillas contra el pecho y abrazándolas.

Midoriya lo miró por un rato. Abrió la boca varias veces pero no conseguía que el sonido se escapase de su lengua.

—Perdóname, Kirishima —pudo decir finalmente—. Perdóname por no haber valorado tus sentimientos. Por pensar que yo pude ser un juego para ti, cuando en realidad fue al revés.

—No pasa nada —masculló el pelirrojo enjugándose las lágrimas—. Supongo que es algo bueno que terminase más temprano que tarde. Puede que duela; hoy, mañana y tal vez todo el mes o el año. Ya no podemos volver atrás.

—¿Volverías atrás, si pudieras?

Se quedaron un instante en silencio. La tensión ya no parecía rajar el ambiente, pero Midoriya seguía sintiendo su corazón bombear a toda velocidad a causa de las fuertes emociones.

—Yo... no. Creo que no —dijo Kirishima finalmente—. No tengo idea, realmente.

—Lo siento, Kirishima —insistió Izuku aunque sabía que debía dejar de decirlo—. Me voy a pasar toda la vida arrepintiéndome de esto. Lamento si llegan demasiados meses después...

—Ya te dije que no pasa nada —dijo brusco—. Agradezco tus disculpas, Midoriya. De verdad lo hago. Pero...

La voz se le cortó unos segundos. Midoriya iba a morirse de solo tener que esperar a lo que le seguiría a esa frase.

Imaginó un montón de cosas horribles que Kiri podría decir. No es como si no se mereciese todas y cada una de ellas.

—Pero tengo demasiadas cosas en qué pensar. Sobre ti. Sobre mí. Especialmente sobre mí. Cosas que tal vez no estaba listo para enfrentar hace unos años, aunque puede que ahora sí que esté listo. O eso creo.

—Entiendo —asintió Izuku—. Yo... te daré tu espacio, Kirishima. No pretendo nada de ti luego de esto. Solamente quería disculparme. Porque aunque sea poco y las palabras no sirvan de mucho, te lo mereces de todas formas.

Kirishima esbozó una triste sonrisa entonces. Se veía abatido, pero todo el peso que parecía cargar sobre sus hombros en el último par de semanas parecía haberse esfumado.

O al menos un poco.

—Cuando termine de pensar en ello que debo enfrentar serás el primero en saberlo, Midoriya. De alguna manera quiero que también lo sepas. Pero por ahora... creo que es mejor que cada uno siga su camino por su cuenta.

—Lo voy a esperar, entonces. Sabes que puedes contar conmigo siempre. Fuiste —eres— una persona demasiado especial para mí; y tal vez no te merezca ni como un conocido que me diga hola en la calle, pero no quita que lo que te digo ahora es cien por ciento sincero.

—Gracias, Midoriya —Kiri se puso de pie con una sonrisa. Izuku le imitó—. Eres una buena persona. Una buena persona que toma malas decisiones. Pero creo que yo también lo soy. Espero que ambos podamos madurar y dejar esto atrás. Algún día.

Midoriya se tragó las lágrimas para poder sonreír hacia Kirishima. No pudo evitarlo. El muchacho merecía mucho más que eso. Podía esforzarse y ser fuerte —al menos para saldar parte de su deuda.

Una deuda que llevaría tiempo de pagar. Pero que parecía tener un acuerdo mutuo pacífico. Sin rencor u odio de por medio, al menos.

—Gracias a ti, Kirishima —Izuku se secó las lágrimas con la palma de la mano—. Yo también tenía cosas que me daban miedo enfrentar pero ahora puedo hacerlo todo diferente.

Kirishima le dedicó una sonrisa de costado. Lentamente se acercó a Izuku, con el puño alzado en su dirección. Midoriya creyó por un segundo que todo fue una farsa e iba a darle el puñetazo que se merecía desde hace rato. Pero comprendió que no era así.

Izuku apretó su mano en un puño también y la entrechocó con el del otro.

Sin decirle adiós, Kirishima abandonó los vestuarios y dejó a Midoriya solo. Solo otra vez con sus pensamientos y todas las cosas que le quedaban por resolver.

La principal de ellas tenía nombre y apellido: Todoroki Shouto.

Y no tenía planes de que fuese tan pacífico.

Al fiiiiin terminé este capítulo entre todo el estrés de las últimas semanas ToT perdonen los errores de tipeo que pueda tener pero me apuré un poquito para poder subirlo antes de salir en un rato haha

El drama sigue pero todos están dispuestos a darle un fin. Aunque ahora se viene la parte más importante de la historia, lo que todos estaban esperando 7u7r estén atentos desde el Capítulo 17, que es donde GRANDES cosas empiezan a revelarse. Probablemente deba dividirlo en dos partes de todo lo que ocurrirá ;;;

La próxima actualización es el extra KiriBaku ♥️ y finalmente veremos una resolución a lo que pasa con Kirishima. Luego de eso viene el Capítulo 16, y después taaal vez el extra IidaOcha (que admito me tiene muy ansiosa hacerlo, sería primera vez haciendo algo de esa ship) haha o el tan esperado Capítulo 17 (?) todavía no me decido.

Ya les dije que había estado ocupada estos días y además quise terminar mi three shot ñoño (?) el cual al fin pude hacerlo así que estoy más libre ;v; de a poco me iré acomodando otra vez, así que les agradezco muchísimo la paciencia que me tienen. Ahora sigue la actualización de De héroes y leyendas ; ^ ;

El capítulo de hoy va con una dedicatoria a ItsAshPirozhky y Sky_Black1999 que son dos personitas que adoro y que siempre me dan ánimos con esta historia ; ^ ; han tenido días difíciles y pues quiero ofrecerles un poquito de amor ♥️ Y ustedes también pueden darles besitos a ambas.

Nos veremos prontito con el extra ~ preparen sus antorchas para golpear a Kacchan (?) yo siempre tengo lista la mía.

Besitos ♥️

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top