Capítulo 11

Con el correr de los días, Izuku se dio cuenta que no tenía un solo problema sino que tenía dos.

Bueno, la verdad es que al menos tenía una veintena —pero estaba seguro que diecinueve de ellos derivaban del mismo gran problema—; la cosa es que su vida nunca dejaba de apestar y los problemas caían más que lluvia en Londres o comentarios suplicando que le arrancase la ropa a Red Riot, Blasty o Shouto.

Y esos eran: los exámenes y la entrega de proyectos finales.

Intento no ponerse a gritar y correr en círculos por su habitación para finalmente lanzarse dramáticamente por la ventana. Porque claro, con la suerte que se traía, lo más probable es que sobreviviese a la caída pero se quedaría sin piernas y tal vez hasta sin cabello para sufrir por el resto de la eternidad.

Se abofeteó unas cuantas veces sobre sus mejillas pecosas —totalmente mordibles según Ochako—; Deku no estaría lloriqueando como bebé por un par de —aterradores— exámenes integradores. Deku les pegaría una patada a esos villanescos exámenes con su fuerza superhumana heredada del One for All. Y probablemente saldría victorioso de ello.

Pero como él solo era Izuku Midoriya y tenía menos fuerza que un fideo... solamente le quedaba pegar el trasero a la silla y estudiar.

Al cabo de diez minutos, Izuku estaba seguro que su final se acercaba más y más a lanzarse por la ventana.

Su teléfono dio un timbrazo y él no dudó en responderlo porque, claro, ¿y si era una emergencia? ¿Como que Iida necesitaba ayuda para planchar la corbata? Él no podía dejar a su mejor amigo en un estado tan penoso. El estudio podía esperar.

Pero no era Iida, sino Uraraka. Y debía ser una emergencia porque le decía que abriese su ventana ya que ella acababa de trepar por las escaleras de incendio.

Cuando giró la cabeza y se encontró con los mofletes de su mejor amiga estampados contra el vidrio, Midoriya dio un salto que hizo volar su teléfono por los aires —ese celular debía tener más vidas que un gato— acompañado de un chillido que Kiri calificaría de poco masculino.

—¡Uraraka-san! —exclamó Midoriya abriendo la ventana, usando el mote que le daba cuando quería regañarla—. Pero, ¿qué diablos...?

—Hola, Deku-kun. Traigo chismes. Y galletas.

—Dime que no las hiciste tú...

Ochako apretó los labios en un gesto ofendido.

—Las hice yo y con mucho amor. Les puse tanto amor que terminaron adorablemente bronceadas.

—O sea que las quemaste —pensó Izuku.

Ella ignoró su comentario desdeñoso. La muchacha pasó sus cortas piernitas por el marco de la ventana, agitando su pequeño pie mientras intentaba alcanzar el suelo sin tener que dar un salto mortal. Por primera vez, Izuku pensó que se veía demasiado adorable para ser real; hasta soltó un suspiro.

Pero volvió en sí casi al instante, ¿quién era esa Ochako adorable y dónde estaba su demonio personal? Tenía motivos de sobra para desconfiar de su mejor amiga luciendo como un pajarito indefenso.

Ambos se arrojaron a la cama a intentar comer las galletas sin romperse los dientes. Izuku estaba seguro que vio estrellas cuando dio el primer bocado, sacándole una carcajada a su amiga.

—Mírale el lado positivo, Deku-kun: se te caerán todos los dientes y vas a quedarte sin harem, como tanto querías. Problema resuelto.

—Ochako, tú siempre piensas en mí —llevó una mano a su pecho de forma conmovida—. ¿También masticarás la comida por mí cuando ya no tenga dientes?

—Claro, hombre. Sabes que te quiero. Le pondré un poco de saliva extra solo para ti.

Izuku rio, con la cara retorcida en una mueca de asco.

—¿Qué haría yo sin ti, Uraraka?

—Pues... probablemente sin mí ya hubieses perdido tus florcitas.

—¿No crees que lo lógico sería perderlas por juntarme contigo? —preguntó Midoriya—. Por poco no me haces saltar arriba de... una de esas cosas que nos cuelgan a los hombres.

—Un micropene, Deku-kun. Lo puedes decir —Midoriya gimoteó al escucharla—. Además, no. Soy algo así como un imán de virginidad. Por eso es que nuestro grupo está en la ruina en cuanto a experiencias sexuales se refiere.

—Bueno, tú lees muchos doujinshis y yo escribo sobre un harem. E Iida... él se informa sobre anatomía humana. ¡No estamos tan mal!

Antes de que Ochako le diera una mirada inquisidora, Izuku ya sabía que sí, todos ellos en realidad estaban tan mal.

Maldijo al Deku culisuelto de su interior por no haber sido capaz de patear su virginidad todavía.

—Al menos me enorgullece pensar que esa boca tuya ha pasado por varios lugares —suspiró Ochako.

—Oye, el beso con Shinsou no creo que cuente —el nombre del muchacho le hacía doler el corazón—. Y el beso con... tú sabes, tampoco... ¡Los dos terminaron en catástrofe!

—Pues peor es nada.

Ella soltó entonces un suspiro cansado. Izuku volvió a echarse a su lado, para poder observar con mayor cuidado la mueca que estaba haciendo su mejor amiga. Se veía triste y algo decepcionada... probablemente de sí misma.

—¿Te preocupa nunca haber besado, Ochako?

Ella bufó.

—No... bueno, ¿sí? Digo, ¿a qué chica no le preocupa? Mis amigas ya están perdiendo la virginidad y probablemente tú ofrezcas tu trasero muy pronto y yo sigo aquí... besando a mis pósters de Gran Torino cuando era joven.

—Eso es... inquietante.

Ochako lo ignoró. No parecía tener muchas ganas de ponerse a bromear.

—Además, ¿qué posibilidades tengo de besarme con Iida? O sea, ¿sin que se ponga a chillar que hay demasiada saliva o que va contra su código moral? —chasqueó la lengua—. ¡Lo odio! ¡Odio a ese maldito anciano con cuerpo Bara adolescente! ¿Quién me manda a enamorarme de ese zopenco?

—Yo me hago preguntas similares todos los días y lo único que haces es regañarme.

—Porque te envidio —Ochako se tapó la cara con frustración—. ¡A ti te gustan chicos adorables como Kirishima o misteriosos y cool como Shinsou! Incluso calientes, como Todoroki cuando usa su cuello de tortuga. A mí me gusta... Iida.

—Pensé que no estabas lista para hablar de esto —dijo Izuku con timidez.

—¡Pero es que ya no lo soporto! ¡Quiero lamer y tocar sus músculos pero también quiero meter mi cerebro en cloro por siquiera pensarlo!

—¡Oye, no es algo malo! Es genial que te guste Iida; son mejores amigos, ¿no? Las mejores relaciones nacen de la amistad. Quizás por eso a mí me va como el diablo en el amor.

—Enamorarme de mis mejores amigos fue mi maldición desde que éramos niños.

El corazón de Midoriya se paralizó en ese instante, mientras analizaba a velocidad record las palabras pronunciadas por su mejor amiga.

—¿Uraraka...?

—Sí, Deku-kun —resopló ella—. Tú me gustaste hasta que decidiste que te gustaba la salchicha y no el tamal. No te culpo, las salchichas pueden ser deliciosas...

—Eso es una analogía espantosa.

—Pero es la verdad —lloriqueó Ochako—. ¡Todo sería más fácil si hubiese salido contigo y no con... con...! ¡Ni siquiera puedo decir su nombre sin que sienta que me va a estallar el corazón!

Aquel cuadro pecaba de ser adorable y desgarrador. Izuku estaba feliz de ver a su amiga sintiendo en carne propia lo que era enamorarse de alguien real y no de una fantasía —aunque él también era culpable de esto— pero le dolía ver su sufrimiento por tener miedo a todos esos sentimientos.

No tenía idea de qué decirle. No es que él fuese un experto o tuviese una vida amorosa ejemplar. Había roto un corazón y el suyo se había despedazado un montón de veces.

—Estaba buscando en Google y al parecer resulta que soy sapiosexual, tú sabes, ¿esa gente que se enamora de la inteligencia de otra? Joder, siento que con esa palabra me ponen los sapos —siguió farfullando—. Porque la verdad no me explico que Iida pueda ponerme tan cachonda siendo como es, ¿sabes que hizo el otro día, Deku-kun?

Midoriya hizo un gesto pensativo.

—Hay tantas posibilidades con Iida...

—¡Gritó Eureka luego de que resolvió un problema matemático! ¡Como si tuviera ochenta años! ¿Por qué me hace esto, Deku-kun? ¿Está buscando que yo me mate de la vergüenza o me muera de amor?

—Yo creo que tienes un serio caso de negación, Ochako.

—Me da igual —ella se enjugó un par de lágrimas—. De todas formas, entre Iida y yo nunca pasará nada. No creo que él se fije en mí y, si lo hace, nadie nos garantiza que funcione. Creo que moriré sola y con todas mis florcitas intactas.

Izuku se abrazó las rodillas. Intentaba una manera de consolar a su amiga; se lo debía —incluso si ella lo único que hacía era entregarlo como carne fresca al mejor postor.

Ella había estado con él, desde siempre. Ochako le limpiaba las heridas en la rodilla cada vez que Kacchan lo empujaba y le ayudaba con la odiosa tarea de inglés. Fue la primera en escuchar sus desvaríos sobre escribir fanfics y también la que arregló con cariño y amistad todos sus corazones rotos.

Él podría haber seguido enamorado de ella, si las cosas fueran diferentes. Y no dudaba de que, en otra vida, ambos hubieran encontrado el amor al mismo momento.

Pero en esa vida que tenían, las cosas no eran tan sencillas. Aunque... podía al menos ayudar con algo.

—Oye, Ochako —la llamó Midoriya con la voz temblorosa.

—¿Hm?

Izuku llenó sus pulmones de aire, inflando el pecho como si se dirigiera a la batalla. Estaba tratando de juntar el coraje, porque si se tardaba demasiado estaba seguro que se le escaparía.

Acortó entonces la distancia entre ambos y la besó.

Los labios de Ochako no sabían tan mal —bueno, excluyendo las saladas lágrimas que habían muerto en su boca. Pero ella usaba un delicioso bálsamo de durazno que le encantaba —y sí, Izuku lo sabía porque le había robado un tubo una vez, ¡pero jamás lo había usado en público!— y que le daba ganas de dar un mordisco.

Pero claro, no iba a morder la boca de Ochako. No es que estuviera haciendo otra cosa... de hecho, ninguno de los dos movía un solo músculo mientras compartían un pequeño roce de labios.

Se separó al instante, porque se estaba empezando a sentir incómodo. Su mejor amiga tenía todavía los ojos abiertos de par en par y sus mejillas parecían dos manzanas. Trataba de decir algo, pero de su boca con el labial desordenado solo salían balbuceos.

—Tú...

—¡Lo siento, lo siento, lo siento! —exclamó Midoriya, nervioso—. ¡Pero ahora no tendrás que preocuparte de si Iida te besa o no! ¡Y, como ya tienes experiencia, tal vez te animes a besarlo tú! Créeme que es mucho más fácil la segunda vez que lo haces...

—Me besaste.

—Eh... sí. Puse mis labios sobre los tuyos, que efectivamente a eso le llamamos beso...

—Me diste mi primer beso.

Midoriya comenzaba a alterarse por culpa del gesto serio y anonadado de su mejor amiga. Pensó que acababa de cometer una estupidez con aquel beso, que en realidad no estaba haciéndole un favor.

Entró en pánico.

—¡Oh, por All Might, PERDÓNAME! ¡Ni siquiera sé en que estaba pensando! ¡Uraraka, no me odies...!

Ella sonrió con timidez. No había rastro de la Ochako descarada y llena de ocurrentes comentarios, esa que volvía sus días miserables pero también divertidos. Le recordaba un poco a la niña pequeña que conoció en la escuela primaria y lo acompañó durante casi toda su vida.

—No, Deku-kun. No te odio —dijo su amiga—. Gracias. Cuando éramos pequeños, siempre había soñado que mi primer beso fueses tú.

Ahora fue el turno de Midoriya para ponerse más rojo que las tangas de All Might en su fantasía.

—¡¿Eh...?!

Uraraka soltó una risotada. Se deslizó entre las sábanas para dejar un sonoro beso sobre la mejilla pecosa de Izuku Midoriya.

Maldición, ¿por qué las mujeres hacían esas cosas...? Por eso era más fácil ser gay y fantasear con micropenes.

—Bueno, ¿quieres ver los bloopers de CardCaptor Gran Torino? Allí todavía estaba sexy y no parecía una pasa de uva extra small.

Ella no esperó a que Izuku respondiera, sino que sacó la laptop de su mochila y empezó a buscar algunos videos piratas sobre otro de los éxitos de Gran Torino. En pocos segundos, ya estaba desternillándose de la risa al ver al protagonista en faldas.

Un simple beso había mejorado el humor de Ochako. Joder, se sentía como en una película de Disney. Le halagaba haber ayudado a su mejor amiga pero también se sentía envidioso de que ella pudiese calmarse de sus crisis amorosas como si nada.

Así que... ¿por qué todos sus problemas no podían solucionarse también con un beso?

Izuku pensó que debía implementar la teoría del beso.

Pero como sus situaciones nunca eran perfectas y solían ser... bueno, más bien lamentables, solamente le quedaba agradecer que todavía quedasen personas que quisieran pasar tiempo a su lado sin sacar algún beneficio —aunque no siempre podía confirmar esto último.

Así que cuando Eijirou lo invitó a que almorzasen juntos, Izuku no iba a quejarse. Necesitaba pasar tiempo con alguien que no le alborotase la cabeza en el mal sentido.

Y eso aplicaba a: sus mejores amigos y también Todoroki.

—¡Hola, Midoriya! —saludó Kirishima con efusividad—. Iba a traernos comida pero se me volvieron a quemar las pizzas... y mi tío me vio llorando al lado del horno y me preparó takoyaki.

—Kiri, no es molestia —sonrió Izuku—. Igual traje mi almuerzo. Bueno, o todo lo que Ochako no pudo robarse.

Su madre le había preparado Katsudon, su comida favorita. Pero su mejor amiga aludía a necesitar energías y fuerza mental para soportar a Iida ella sola.

Izuku lo traducía como fuerzas para contener los calzones en el lugar.

Él y Kirishima se echaron sobre el césped a engullir sus almuerzos. Ninguno habló por unos minutos, y no se sentía del todo cómodo. Midoriya tenía miedo de un Eijirou tan silencioso —¿acaso estaba haciendo algo mal? ¿Por qué Kiri no hablaba? Oh, All Might, ¿y si creía que Midoriya estaba aburrido a su lado?

Decidió romper el hielo de la forma más penosa. Aunque, claro, antes de que saliese de su boca se escuchaba como una idea maravillosa:

—¿Qué tal tú y Kacchan? —preguntó Izuku, fingiendo casualidad.

Eijirou lo miró de reojo, todavía masticando su takoyaki. No parecía atormentado por la pregunta, pero sí algo sorprendido.

—Eh... ¿bien, creo? El sábado me ha dicho que tengo un cabello de mierda al menos una docena de veces, así que supongo que eso es todo lo que se puede estar bien al lado de Bakugo.

—Oh, ¿se juntaron para hacer el trabajo final?

—Eh, no —rio nervioso—. El sábado solo nos juntamos a pasar el rato... ¡Aunque también fueron Denki y Sero! Algo así como en los viejos tiempos. Fue bastante divertido. Sero consiguió que Denki arrojase el refresco por la nariz; luego Bakugo nos golpeó a todos por reírnos como idiotas.

La sombra de una sonrisa nostálgica nubló el rostro de Kirishima. La hizo desaparecer al instante, con una más luminosa y emocionada.

—¿Qué tal todo con mi viejo camarada Todoroki? ¿Me ha estado extrañando?

—¡Oh, sí! —exclamó Izuku con seriedad—. Dice que extraña tus brazos Bara haciendo la tarea, ya que entre él y yo no sabe quién es más enclenque como el Chico Percebe.

—¡Ha, ha! No creo que TodoMacho haya dicho eso —rio Kirishima—. Además, él es más varonil de lo que piensa. Si tan solo no usase esos cuellos de tortuga...

Midoriya tuvo que contener un jadeo de horror. Además, iba a ignorar el hecho de que Kirishima no le llamase macho a él también.

Todavía quedaba algo de honor que proteger.

—¿Qué hay de ti, Midoriya? Apenas hablamos sobre nosotros cuando salimos. Y, digo, eh... ¿habría que hacerlo más? Todavía no nos conocemos tanto. Sé que eres genial y que te gusta escribir cosas extrañas, y que eres como una mamá leona cuando se trata de tus dos mejores amigos. Así que, eso; quisiera saber más de ti. Creo que nos merecemos tener tiempo para hablar de los dos y no de los demás.

¿Qué Kirishima quería saber más de él? Bueno, Izuku podía enlistarle su amplia gama de cualidades:

Que era un torpe sin dignidad.

Que siempre salía una babosada de su boca.

Que se la pasaba ideando en maneras de actuar pero, a la hora de la verdad, todo se iba al diablo por su impulsividad.

Que pensaba demasiado tiempo en traseros masculinos y con connotaciones homoeróticas.

Que estaba seguro que perdería los calzones con mucha facilidad.

Cuando él y Eijirou salían, siempre terminaban hablando de cosas de la escuela o temas sin sentido. A veces, solo se sentían como dos buenos amigos que se tomaban de la mano e irían juntos a una fiesta. Tal vez, Izuku lo había malinterpretado todo.

Observó al guapo rostro de Kirishima sin pudor: ¿cómo podía verse tan bien? Incluso con el uniforme desordenado y el cabello bajo atado en una media coleta. Hasta sus dientes afilados se veían atractivos.

Eijirou siempre había tenido esa belleza simple y natural, que cautivaba al instante a cualquiera que lo mirase. Él no había podido evitar pensar en lo atractivo que se puso en cuanto entraron a la secundaria y pegó el estirón.

Así que, ¿acaso era una pura atracción física con Kirishima? Después de todo, tenía razón: apenas conocían del otro. La pasaban bien juntos, pero diferían en algunas opiniones generales —y no, no se refería solo al cuello de tortuga—; lo que le hacía preguntarse hasta qué nivel llegarían.

¿Kirishima pretendía llevarlo como un novio a la fiesta? Él no sabía. Ya no sabía nada. La comunicación era una maldita cosa existente, ¿no? ¿Por qué diablos la gente no podía ser más clara con todo? Incluso él mismo. Aunque claro, el punto tres de las maravillosas cualidades de Izuku explicaba mucho sobre eso.

Cuando abandonó su burbuja mental, Kirishima estaba observándolo detalladamente. Sus ojos parecían zumbar desde sus pecas a su nariz, de sus ojos entrecerrados a su boca demasiado fina.

Aquello le hizo sonrojarse. Eijirou continuaba embelesado.

—¿Kiri-chan...?

El chico agitó la cabeza, bastante apenado de haber sido atrapado. Incluso si había sido Izuku quien comenzó con ese juego de miradas embelesadas.

El pelirrojo jugueteó un instante con un brazalete de cuero que llevaba sobre la muñeca izquierda. Era extraño, pensó Midoriya, que apenas lo notaba luego de haber pasado tantas semanas juntos.

Frunció las cejas, sin embargo. Él estaba seguro de haberlo ya visto, pero no en Kirishima, ¿en dónde, entonces...?

—Oye, Midoriya.

—¿Sí?

—¿Puedo besarte?

Luego de esa pregunta, Midoriya tuvo una nueva cosa maravillosa para agregar a su lista: el chillido de rata que soltaba cuando alguien lo sorprendía.

—¡¿Ehhhh?!

—¡Ah, no te espantes! —Kirishima agitó los brazos—. Yo... no lo pude evitar. Quiero besarte desde que regresamos del partido y te dejé en tu casa pero nunca parece ser el momento adecuado contigo.

—¿A qué t-te refieres? —balbuceó Izuku, abanicándose el acalorado rostro.

—Bueno, nunca pareces estar del todo presente aquí. Siento que siempre hay demasiado trabajo en tu cabeza pensando cosas y... nada, déjalo ahí.

—Kiri...

—Es mi culpa por ser demasiado débil ante las cosas bonitas —rio Kirishima, estrujando un mechón rojo de su flequillo—. Digo, ¿estoy mal? ¿Por querer besarte? Porque en verdad quiero hacerlo.

—¿Aquí en la escuela? —preguntó horrorizado Izuku, aunque estaba seguro que era la voz de Iida que vivía en su cabeza.

—Pues, ¿por qué no? —encogió los hombros—. Ya he perdido la cuenta que vi a Mina y Sero besuquearse antes de la clase de Aizawa. Estoy seguro que él se da cuenta y por eso tiene esa cara de querer lanzarles una chancla.

Izuku rio, nervioso. No podía mirar al rostro de Kirishima, y se odiaba por ello.

—Es que te ves tan adorable y a veces debo contenerme de gritarle a toda la escuela las ganas que tengo de tomarte de esas mejillas pecosas y estamparte un beso. Me haces perder el autocontrol, Midoriya.

¡Esa era su maldita oportunidad perfecta! ¿Acaso él se había mostrado demasiado obvio babeando por sus labios? Debía ser eso. De todas formas, era Eijirou quien terminó diciendo las palabras mágicas.

—Creo que me gustas desde que eras una cosita toda torpe que iba al Starbucks y se tiraba encima el Frapuccino por ser tan distraído. Pensé nadie puede verse tan bien con una mancha de café sobre la playera —Kirishima suspiró—. ¡Pero ahí aparecías tú, sobreviviendo a la humillación con todo el valor y fuerzas que tenías!

Hizo una pequeña pausa, en la que no lo miró a los ojos mientras hablaba.

—Y lamento haber tomado coraje luego de la historia, ¿sabes? He oído por ahí que muchos creían que solo quería tomarte el pelo. Puede que no sea un príncipe azul que te prometa el mundo pero, aquí y ahora, el que me gusta eres tú; y es todo lo que importa.

Izuku tomó valor, también. Inhaló con fuerza.

—Anda, hazlo.

—¿Disculpa? —inquirió Kirishima, confundido.

—Que lo hagas.

—¿En serio? —preguntó el otro, con la mirada brillando por la ansiedad.

Midoriya tamborileaba nervioso los dedos. Si no lo gritaba, estaba seguro que volvería a acobardarse.

—¡Kirishima, ya bésame de una vez!

La boca de Eijirou se abrió en una pequeña y perfecta o, mientras el Midoriya que mandaba todos los planes al garete lo tomaba de la camisa mal abotonada y lo acercaba hasta su rostro para juntar sus labios en un beso algo desesperado y desordenado.

Era la tercera vez en menos de un mes que Midoriya se arrojaba a la boca de alguien sin ningún pudor. Ochako estaría orgullosa de él. Y Deku también.

Ya casi no sabía cuál era la línea que lo separaba de su personaje.

Kirishima salió más rápido de su estupor y no dejó quietas sus manos. No era inexperimentado ni, mucho menos, tímido; escurrió sus dedos desde los desordenados y esponjosos cabellos de Izuku hasta su espalda, donde le apretó fuertemente la ropa para poder atraerlo contra su duro pecho mientras se recostaban sobre el césped.

Si existía un cielo, Izuku estaba seguro que las camas se sentirían como estar sobre los músculos de Kirishima Eijirou.

Fueron encontrando el ritmo metódicamente. Por primera vez, Izuku no tenía que preocuparse de hacer todo el trabajo con un compañero de besuqueos y podía disfrutarlo con mucha más tranquilidad.

Porque sí, lo disfrutaba. Se sentía bien. Malditamente bien.

Pensó que podría besarlo por siglos y no se aburriría.

Sus afilados dientes le rozaban el interior de su labio, pero Kirishima tenía tanto cuidado que en ningún momento sintió que fuese a lastimarlo. En serio, ¿cuánta práctica había tenido ese chico para besar tan bien como si fuese un dios griego?

El corazón le martilleaba contra las costillas, o puede que fuese el del mismo Kirishima. No tenía idea. Solo sabía que estaba besuqueándose en la escuela, en pleno campus, totalmente indefenso de que apareciese algún profesor a sancionarlo o algún chismoso para tomar fotografías.

Podrían haber aparecido todos los villanos de su historia y a él no le hubiese importado en absoluto.

Cuando se separaron, Izuku siguió quedando a escasos metros de Kirishima. Podía apreciar el perlado sudor de su frente y su respingada nariz chocando contra la suya.

—Wow —exclamó Kirishima—. Tienes muchas más pecas de las que pensaba. Parecen estrellitas.

—Eh, ¿gracias? —No podía decir que se sonrojaba porque todo su cuerpo estaba caliente.

—Y... —el pelirrojo rio; Izuku sintió la vibración de su cuerpo contra el suyo—. Es gracioso como tuerces los ojos para verme de cerca.

Izuku se sintió tan mortificado que acabó escondiendo el rostro en el hueco de su cuello.

Kirishima volvió a reír estruendosamente, apretando la palma contra la espalda de Izuku. Aquellas carcajadas terminaron contagiándose a él también hasta que ya ninguno supo si se reían de algo divertido o simplemente por los nervios de haber tenido la lengua adentro de la boca del otro.

—Creo que tanta emoción me va a terminar matando.

Asqueroso, diría Iida. Y también vergonzoso. Pero un sentido que no le molestaba en absoluto.

Por un par de horas, ninguna otra persona o preocupación consiguió introducirse en los pensamientos de Midoriya.

Midoriya flotó por los pasillos como si estuviera en una nube hecha de algodón de azúcar. Era cursi, tan cursi, que agradecía no haberse cruzado a sus mejores amigos o jamás dejarían que olvidase la estúpida sonrisa que tenía plastificada en el rostro.

Aunque se moría por contárselos, también.

Ni siquiera recordaba cuál era el aula en la que tendría clases, ¿sería la de Aizawa? ¿O Toshinori con sus calculadoras científicas? Estaba tan inspirado que podría haber escrito una docena de haikus para su maestro.

De hecho, se sentía tanta fe que podría haber planeado una boda para esos dos.

Mío, Aizawa

Tú haces que yo arda

Más que una fragua.

Bueno, eso último tenía seis sílabas. Pero, ¿quién se ponía a contarlas? Aizawa debería simplemente tomar el amor de Toshinori y besuquear aquellos músculos que llevaban su nombre por todas partes para luego vivir felices rodeados de gatos y calculadoras científicas.

Besarse era tan maravilloso.

Estaba fantaseando tan fuerte con un beso entre EraserHead y All Might que Izuku no se dio cuenta cuando una presencia le apareció de frente y casi lo dejó ciego con toda su ropa resplandeciente. Por un segundo creyó que el sol estaba a punto de chocarse contra la tierra.

Bonjour, Midoriya Izuku.

La fantasía se aplastó al instante. Él observó con horror a su interlocutor, que acababa de traerlo de una bofetada imaginaria a la realidad.

Porque claro, nada bueno podía salir de cruzarse con Yuuga Aoyama, el editor del periódico escolar, luego de haber estado besándote con el capitán del equipo de fútbol en el campus.

Estaba jodido. Mierda, lo estaba.

Lo sancionarían. Iida iba a gritarle. Kacchan... probablemente lo patearía. A Shinsou se le rompería más el corazón.

A su madre... probablemente le diese un infarto.

—¿Por qué me miras como si acabases de ver un macropene de 25 centímetros? —preguntó el muchacho, agitando su cabellera rubia—. ¿Tan radiante soy?

—Aoyama, ¿acabas de compararte con un...?

—Como sea —Yuuga puso la palma de la mano sobre su rostro para que se callase—. Vine a hablar de algo más importante contigo.

Izuku comenzó a hiperventilar.

—¡Te juro que puedo explicarlo! —chilló—. ¡No me extorsiones porque no tengo nada para darte.

—Pero, ¿de qué...?

—¡Soy inocente aunque no lo pareciese!

Después de su perorata, Aoyama lo miró algo con aquella sonrisa y hoyuelos enigmáticos que él tenía —¿acaso era la única cara que tenía?—, haciéndolo sentir otra vez como un torpe sin dignidad.

Ojalá Kirishima le hubiese cortado la lengua.

—No sé de que hablas, Midoriya Izuku, pero lo averiguaré —dijo con una risita—. Pero ahora...

Tragó saliva con dificultad. No entendía los motivos para que ese loco amante de los brillos y los chismes y que se creía Paris Hilton pudiese buscarlo antes de entrar a una clase.

—Te traigo un chisme que podría interesarte.

Terminó soltando un gruñido de frustración. Él no tenía tiempo para esas cosas —debía llegar a tiempo a clases antes de que Iida comenzase a mandarle mensajes apurándolo y luego lo regañase por haber tenido que sacar el móvil en clase por su culpa.

—No me interesan los chismes, gracias.

Aoyama usó su brazo como barrera para que Izuku no pudiese escapar.

—¿Oh? Pero es que es algo de interés público.

—Creo que tú y yo tenemos diferentes conceptos de interés público, Aoyama.

—Ah, ustedes todos moralistas. Me tratan como un monstruo metiche pero luego se pelean como pirañas cuando sale un chisme jugoso.

Midoriya lo miró con el ceño fruncido; él no se pondría a insultar a Aoyama —no valía la pena y él no era un irrespetuoso, a menos que mirar traseros lo fuese— pero estaba empezando a colmarle la paciencia.

No le gustaba que la gente le pinchase su burbuja de felicidad.

—Pues yo no soy de esos, ya ves. Solo soy víctima de las tan llamadas pirañas. Y creo que es gracias a que tú lo alimentaste.

—Tonterías —Aoyama rodó los ojos—. Llamas la atención hace rato, Midoriya, pero tú no te das cuenta. Crees que pasas desapercibido y que eres un chico corriente, pero más estuviste bajo el radar de más de una persona durante todo el año. Kirishima, Shinsou, Bakugo...

Hizo un pequeño silencio.

—Todoroki.

—¡No es cierto! —chilló con voz aguda—. Todoroki tenía novia y Kacchan... bueno, yo creo que molestarme le rejuvenece algo porque no tengo otra explicación.

—¿Tenía? —rio Aoyama—. Creo que hablas en el tiempo verbal equivocado, Midoriya.

Empezó a analizar con detenimiento lo que estaba queriendo decirle Yuuga, pero él continuó hablando.

—Hoy vi cómo Todoroki y Yaoyorozu se arreglaban. Se pusieron hasta pasionales y todo.

Midoriya sintió que se le cerraba la garganta. Él debía estar feliz por Shouto, ¿no? No importaba lo que hubiese ocurrido antes entre ellos dos. Estaban comenzando a ser amigos y llevarse bien, y todo lo que él quería era ver al chico de pelo bicolor con una sonrisa de verdad.

Pero no podía evitar recordar el rostro miserable y confuso de Todoroki la otra tarde en su casa, cuando no supo responderle si es que estar con Momo era para complacer a su padre o no.

—No sé por qué pensaste que me importaría saber eso, Aoyama —dijo Izuku—. Esos son temas de pareja que no me incumben. Y que no deberían incumbirte a ti ni a nadie.

—Oh, mala mía, entonces —rio Yuuga, observando la hora en su móvil rosado—. Bueno, creo que debo volver a clases y entrar fabulosamente tarde. Adieu, Midoriya Izuku.

Lo observó girar dramáticamente, agitando su dorada cabellera mientras desaparecía por el pasillo. Izuku se quedó allí, parado, intentando recordar lo que le había puesto feliz unos instantes atrás.

Pero no pudo.

Tuvo que tragarse el malestar y la amargura para dirigirse a clases —y tal vez soportar los piropos nerds de Tomura, incluso si no estaba de humor—; quería olvidarse de toda la situación.

Al final, la teoría del beso que solucionaba los problemas no se aplicaba a él.

Tal vez me odien por este capítulo (?)

Pero bueno, ya conocen el mantra de esta fic hahaha mucho drama adolescente y muy awkward. Admito que me gustó escribir sobre el besito KiriDeku. Últimamente tengo muchas ganas de hacerles un OS o algo, así que reavivar a estos dos aquí se sentía como buena práctica. Espero que tampoco me maten por el beso IzuOcha. Al principio, pondría a Uraraka como otro miembro del harem pero al final terminó evolucionando en Iidachako. Pero quería incluir de ellos y les puse algo pequeñito ;;;

Disculpen si me retraso a veces haha es que estuve súper inspirada con mi otro fic, y ahora que sé que a esa historia le quedan 11 capítulos pues quise adelantar un poco para ver si logro terminarla antes que esta.

Estoy planeando una historia cortita y con mucha comedia romántica cursi para subir estos días, también. Estoy on fire (?)

Muchísimas gracias por todos los votitos y comentarios. Me llena de amor ver como crece esta fic cada día ♥ y que encima les guste, siendo que es bien absurda.

Nos estamos viendo muy pronto. Besitos ♥

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