Capítulo 1
¡Y nos veremos pronto con la próxima actualización! No olviden dejar sus comentarios acerca de su ship favorita y lo que esperan ver en la historia.
Quien acierte al afortunado ganador del corazón de Deku se llevará un besito. Y si resulta que si eres el chico ganador votando...
Habrá una sorpresa de mi parte ;)
¡Hasta la próxima! I.
No podía dejar de leer aquella nota de autor a su nombre pero que claramente no había escrito él. Estaba entre atónito y ofendido, ya que ninguno de sus lectores habituales parecía haberse percatado de que algo no andaba bien allí.
Pero no importaba realmente. Izuku no salió de la cama en los tres días que le siguieron al incidente, pero el mundo afuera seguía girando.
Y esperándolo para su prematura condena.
Le gustaba fingir que sus sábanas eran una especie de campo protector, que lo mantenían alejado completamente de la realidad y lo dejaban sumergirse en su pequeña burbuja de fantasía donde sus compañeros no habían leído sus historias.
Pero lamentablemente, estaban comenzando a apestar por culpa del sudor y de los mocos. Y su madre ya no sabía cómo suplicarle que se diera una ducha y comiera algo más que no fuese helado directamente del pote.
—Izuku, hijo... —empezó a decir Inko el fin de semana siguiente—. Tienes que levantarte. Ochaco y Tenya han vuelto a venir, ya no puedo seguir rechazándolos...
—¡No! —chilló Izuku en eco, por debajo de sus sábanas—. Mamá, diles que se vayan.
Inko suspiró con pesar y frustración, pero no hizo caso omiso del desesperado pedido de su único hijo.
Cuando la puerta del cuarto se cerró, quedando otra vez en la oscuridad, Midoriya asomó su cabeza para respirar un poco.
—Estoy tan jodido...
No sabía por cuál de todas las cosas lo decía.
Luego de llorar y chillar y enloquecer y quedar al borde de la calvicie en la noche del domingo, Izuku dijo que solo tenía que cambiar su clave en los blogs. Casi sintió que su corazón volvía a latir, pero la vida no era color de rosas como en la mente de uno.
No solo el ladrón había cambiado ya las claves, sino que también todos los correos asociados a sus cuentas. Izuku no tenía manera de recuperarlos, y la única —y nefasta— opción que quedaba era reportar los blogs y que los cerrasen —lo cual tampoco era una solución real, ya que los escritos seguían en posesión de un extraño.
Más él no tenía el valor suficiente para cerrar sus cuentas. Allí estaba todo su corazón y alma volcados, su vida y carrera como escritor. Era su lugar feliz.
Y ahora era un infierno.
Pero Inko no le permitió que siguiese hecho una bola de mocos entre las sábanas y lo obligó a darse una ducha para ir a clases el día siguiente. Hubiera sido más fácil que su madre le pidiese que realizase el seppuku en frente de toda la población mundial o que se bajase los pantalones y le enseñase las nalgas al director.
Ni siquiera tenía idea con qué iba a encontrarse en la escuela. Se había negado a revisar el teléfono, y tampoco hablaba con sus amigos. Quizás y cuando llegaba se encontraba con la gente recitando los fragmentos más vergonzosos de sus escritos, o debatiéndose quién era cada personaje de la historia.
Kirishima lo sabría al instante. Oh Dios, lloriqueaba. Casi podía imaginarse su hermosa sonrisa esfumándose cada vez que Izuku aparecía por culpa de lo que hubiese leído sobre Red Riot.
Y eso por no hablar de...
No, no podía ni pensarlo. Aquella persona debía estar planeando mil maneras diferentes para estrangularlo y otras mil para desmembrarlo dolorosamente. Si imaginar a Kirishima sintiendo asco de él era una tortura, imaginarse a su amigo de la infancia leyendo sus escritos era más arriesgado que vivir en medio de la Inquisición.
—¿Por qué me pasan estas cosas? —preguntó al aire, con la voz quebrada— ¿Por qué? ¿Por qué mi vida es tan miserable?
Pero no pudo continuar con su monólogo de depresión, ya que una piedra se estampó contra la ventana de su cuarto en el segundo piso. Izuku chilló en respuesta al ver un rasguño en el vidrio, pero volvió a gritar cuando una segunda piedra se impactó.
Se arrastró hasta la ventana, buscando al posible agresor de vidrios. Por supuesto era quien él estaba esperándose: Ochaco Uraraka.
Su mejor amiga lucía muy molesta, con las manos en la cintura y frunciendo el entrecejo. No podía verla de cerca, pero estaba seguro que le salía humo de las orejas.
Ella no toleraba que Izuku se encerrase en su cuarto durante sus períodos depresivos. Estaba seguro que le esperaban uno o dos golpes.
Dio un largo suspiro antes de bajar por la escalera de incendios de su cuarto. Solo cuando ya estaba casi en la calle, notó que aun iba con su pijama y no se había cepillado los dientes en dos días.
El gesto de Ochaco la delataba, arrugando la nariz mientras olfateaba el aire.
—Deku-kun, por Dios, ¿te has peleado con el jabón? ¿Y con el peine?
—No estoy para bromas —gimoteó él—. Solo quiero descubrir cuál es la forma más rápida de morirme y desaparecer de esta vida.
El rostro de ella se suavizó. Lentamente se acercó a él, rodeando sus hombros y atrayendo su cabeza contra el suyo. Era un gesto casi maternal, e Izuku apreciaba que lo hiciese aunque apestase más que perro mojado.
—Solo dime que se han olvidado del asunto —suplicó Midoriya.
—No voy a mentirte, Deku-kun —dijo ella con resignación—. Lo llaman 50 sombras de Deku.
Una risita se escapó de la boca de Uraraka, luego de que estuviese tratando de contenerla por segundos.
—No es divertido —espetó Izuku—. Todos deben odiarme...
—No sabría responder a eso —Uraraka dijo con nerviosismo—. Lo que sí puedo decirte es que todos están demasiado curiosos por saber cómo sigue la historia. Algunos hasta se ofrecen a pagar unos cuantos yenes para que la continúes, aunque no tienen idea de lo que realmente está pasando.
—Eso es alentador y horripilante.
—¡Oh, vamos! Deku-kun, tú siempre soñaste con ser un escritor famoso.
—No, Uraraka... ese es el sueño que tú tenías para mí. Yo solo quiero escribir.
—Bueno, tener talento viene con sus consecuencias.
Izuku no respondió más que con otro suspiro lastimero. Su amiga se separó de él —probablemente porque ya no soportaba su olor—, pero aún así le dedicó una de sus sonrisas que no indicaban nada bueno.
—Debería haber continuado con mis fanfics Batman x Superman. Nadie te juzga tanto por escribir sobre dos tipos musculosos y ficticios.
—Oye, que no sabes quién ha estado preguntado por ti —lo interrumpió ella—. O más bien, quiénes.
El corazón de Izuku se emocionó ante la infinita cantidad de posibilidades.
—¿Quién? —preguntó, con los ojos iluminándosele.
Ochaco fingió hacerse la interesante, mientras hacía un gesto con su mano.
—Tendrás que ir mañana a la escuela y averiguarlo.
Había dos cosas importantes sobre la secundaria Yuuei:
La primera de ellas es que no era más que la típica escuela cliché, llena de tóxicos estereotipos adolescentes —Izuku mismo era un cliché andante— y que se regía por un muy estricto código social.
Y la segunda era que sus estudiantes se pasaban de chismosos.
Si ese mismo domingo en que robaron su laptop más de media escuela ya sabía del chisme de sus historias, ya para el jueves se lo sabían hasta quienes limpiaban las aulas y la piscina.
Izuku no podía sentirse más mortificado. Pero había prometido a Uraraka y a su madre que ese día iría a clases.
Intentó repasar la pirámide social en su cabeza. Abajo estaban Izuku y sus amigos —Uraraka e Iida— junto con algunos otros inadaptados del club de lectura o que no pertenecían a un club en absoluto —como Mineta, porque básicamente nadie quiere incluirlo—; más arriba iban los skaters, los metaleros, hipsters y otro tipo de gente que le gustaba mantenerse aislada de la mayoría —como Tokoyami o Tsuyu—; y, para concluir con la mitad no popular, estaban los camellos, esos a los que la gente solo quería porque les vendían droga que los ayudaban a soportar las clases de inglés del profesor Yamada.
Simples prioridades de los adolescentes.
En el medio iba la gente normal, esos que no destacaban por ser una paria pero tampoco por llamar la suficiente atención en la escuela. Solían ser gente agradable, como Ojiro o Hagakure. Eran básicamente el 70% del cuerpo estudiantil.
La cosa se ponía más interesante luego de eso. Primero venían los del club de música, de teatro y de informática —estos últimos porque le hacían Photoshop a los kilos de más o las ojeras del fin de semana por un módico precio —como la tarea hecha durante una semana. Después venía el cuerpo del Centro Estudiantil —liderados por el presidente de tercer año, Mirio Togata— y, más tarde, todos los atletas —como Kiri— o gente con el suficiente dinero para ser más guapo y popular que los perdedores de la parte baja de la pirámide.
Pero allí en la misma punta de la pirámide solamente había dos personas que podían ostentar con ese puesto —aunque no parecía importarles en absoluto. Eran la pareja del año, de la escuela y de la vida misma. Tan perfectos que no había ser humano que no los envidiase ni un poquito.
Incluso Izuku los envidiaba. Tan perfectos y sin una —nula— reputación arruinada. Como él.
—Oh, cielos —escuchó un susurro a sus espaldas en cuanto puso un pie frente a la fachada de la escuela—. Mira quien ha llegado.
—¿Al fin se atreve a dar la cara?
—¡Eh, Deku! —alguien quiso bromear, gritándole a lo lejos—. ¿A quién te vas a follar en el próximo capítulo? ¿A Red Riot o a Blasty? ¿O tal vez a Uravity? Aunque lo hetero ya no está tan a la moda.
—Pero antes debe ser el héroe del día —dijo otra persona con sorna.
Luego le siguieron las risas. Izuku apretaba la correa de su mochila y se mordía el labio inferior aguantándose las lágrimas.
Sabía que había sido una pésima idea ir a clases. No existía otra cosa que quisiera más en el mundo que darse la vuelta y huir, pero lo tomaron con fuerza del brazo, arrastrándolo hacia el interior de la escuela.
No tenía idea de quién era su salvador, e iba a agradecerle con lágrimas en los ojos hasta que vio una mata de cabello rubio despeinado y un ceño fruncido aterrador.
Ay, no.
—¿Kacchan...? —logró murmurar.
—Cállate, jodido nerd —gruñó Bakugo Katsuki, su amigo de la infancia entre dientes— ¡Maldito seas! Ahora debo compartir tu hostigamiento con todos estos retrasados. Eso es mi trabajo. Mío.
Qué amable, quiso bufar Izuku, pero estaba bastante asustado como para confrontar a Kacchan.
—¿No te da vergüenza ser tan patético?
—No soy patético.
—Por supuesto que sí —volvió a farfullar—. Eres un patético sin vida social. Debería cortarte dedo por dedo por atreverte a escribir sobre mí y usar ese nombre tan ridículo...
—¡No es ilegal escribir! —Midoriya trató de defenderse.
—Darte una paliza a la salida de clases tampoco lo es. Si no lo hago ahora es porque el director me tiene entre cejas y no haré ni muerto trabajo comunitario otra vez.
—¡Pero Kacchan...!
—Pero nada. A mí me importa un cuerno si tus fantasías consisten en que te folle la mitad de la escuela mientras estás disfrazado de conejo mutante o lo que sea. Solo no me metas en esa misma bolsa porque me das asco.
Pero fiel a sus impulsos brutos, Kacchan lo arrojó contra su casillero para luego alejarse entre la marea de gente reunida ante el espectáculo —y por espectáculo se refería a su aparición en la escuela más que los golpes del otro.
Había mucho y nada para contar acerca de Bakugo Katsuki. Midoriya lo conocía desde su tierna infancia y desde entonces había sido un abusivo —pero un abusivo que le había permitido estar en su grupo selecto de amigos.
Se saltaba tantas clases que los directivos de la escuela tenían que tomar siempre cartas en el asunto pero luego llegaba el día del examen y Kacchan pasaba todos con un A distinguida. El muchacho era una caja de sorpresas. No era extraño que fuese el primer crush de Midoriya. Y él que más tiempo había durado también. Nadie entendía que le gustase aquel monstruo.
Izuku metió la cabeza adentro del casillero en busca de sus libros, intentando ignorar todos los murmullos.
Patético. Acosador. Sin vida. Ridículo. Desesperado por amor. Egocéntrico. Patético, otra vez.
Y puta. Ser la nueva puta de Yuuei era lo peor de todo. Él escuchaba muy bien los susurros sobre su presunta vida sexual —y presunta, ya que en realidad no tenía ninguna.
No encontró a Uraraka ni a Iida, por lo que no tenía más opción que enfrentarse solo a la jungla que era la secundaria Yuuei. Dio una bocanada de aire y dispuesto a dar un paso adelante, pero sus cordones se enredaron, haciéndolo que se diese de bruces contra el suelo.
Nadie lo ayudó. Todos rieron y lo señalaron fingiendo disimulo.
Su vida era una comedia mal escrita, con drama a raudales, sin verdadero romance y sin el porno tampoco. Nada podía ir peor.
Solo un alma caritativa se apresuró a recoger todos los libros y papeles que habían volado.
—¿Ahí tendrá lo que sigue de la historia? —escuchó la voz de Mina Ashido a un costado— ¡Sero, ve y toma los papeles! Quizás hasta podamos vendérselos a la revista de Aoyama.
Izuku apretó uno de sus libros contra su pecho, con las lágrimas ya saliendo a raudales de sus ojos. Seguía con las rodillas en el suelo, incapaz de levantarse y defenderse de todas esas arpías que se burlaban de lo que más amaba hacer en el mundo.
La persona que se había agachado a ayudarlo se levantó de repente, luego de haber dejado los libros apilados cerca de Izuku. Él lo miró de reojo —solo pudo atisbar un pedazo de cabello rojo y una inmensa cicatriz que cruzaba la mitad de su rostro.
Sus ojos se abrieron con sorpresa. Él no se esperaba que la persona que pertenecía a la clase más alta allí en Yuuei se hubiese detenido a ayudarlo.
Y no luego de todo lo que había escrito de él en su historia.
—Ya basta —dijo. Su voz era grave y firme. O al menos lo suficiente como para que todos se quedasen callados—. Estoy seguro que todos tienen mejores cosas que hacer. Y si no...
Hizo un breve contacto visual con los ojos llorosos de Izuku, deteniendo su respiración por los nervios y la sorpresa. Un pequeño calor y esperanza se instalaron en su pecho ante aquella repentina acción de Shouto Todoroki, el rey del instituto sin siquiera proponérselo.
—Quizás los patéticos sean otros.
Luego abandonó el pasillo, sin esperar un agradecimiento del pobre muchacho al que acababa de salvar.
Izuku no creyó que podría sentirse más mortificado hasta que vio el artículo en la revista escolar Can't Stop Twinkling —o como la llamaban informalmente: Twink— ocupando no solo al menos unas cuatro páginas con fragmentos y babosadas acerca de las parejitas si no también la bendita primera plana:
¿Artista prodigio o loco solitario que busca amor hasta debajo de las piedras?
Por Yuuga Aoyama.
La Academia Yuuei es característica por muchas cosas. Podríamos decir que es por sus excelentes atletas o el maravilloso sentido de la moda de algunos estudiantes —como su servidor— pero no teníamos idea que tenía algunos prodigios en las áreas más artísticas.
Todos saben del blog que se hizo famoso —que no voy a nombrar— escrito por un compañero que tampoco diré su nombre —si no quiero que vuelvan a suspender mi revista— y que ha causado revuelo por su peculiar contenido.
La obra, titulada "My Hero Academia — Los Orígenes" nos cuenta acerca de un muchacho llamado Deku, que nada tiene de especial o brillante pero que de alguna manera consigue ser su lugar en la preciada academia de héroes para así posicionarse como el número uno y luchar contra los villanos. Interesante, pues, pero nada que los cómics no nos hayan otorgado en los últimos años.
El toque mágico viene por otro lado. Sí, ese que ha sido el provocante del revuelo y que todos se quedasen pegados a la pantalla esperando la próxima actualización porque ¡Vamos! Todos queremos saber con quién es que Deku acabará. Nadie puede resistirse a hombres guapos y sudorosos luchando por la pasiva del momento.
No hay como una jugosa historia de amor gay para animar nuestros corazones muertos por culpa de los problemas existenciales adolescentes.
"¿Acaso puedo anhelar a más de una persona?" es una de las citas más célebres de los escasos cinco capítulos que tuvimos al alcance de nuestra mano. Y es que Deku apenas llega a la academia y las citas le llueven. No sé a ustedes, pero me suena a la fantasía de una chica adolescente que no puede conseguir una cita en la vida real y se enamora de la primera cosa sin personalidad que le presta atención.
Ahora, lo que todos deseamos saber: ¿Por quién se decantará Deku? ¿Será el radiante y guapo musculoso de Red Riot? ¿O el explosivo Blasty, con quien Deku ya tenía una interesante historia antes de la trama? ¿Quizás sea el enigmático muchacho de cabello púrpura y mirada penetrante que aun no conocemos su nombre? ¿Surgirá alguien nuevo en los próximos capítulos? Aunque las encuestas en nuestro Twitter se han decantado por...
—Ya no puedo leerlo —dijo Izuku, arrojando la revista a través del suelo en el que él, Uraraka e Iida estaban sentados almorzando.
Estaba comenzando a sentir náuseas. Le provocaba dolor en el estómago ver aquel artículo lleno de malicia y sarcasmo, en donde se mofaban de su amada historia y también de su personaje.
Pero más le dolía que Aoyama y los demás tuviesen algo de razón. Si tan solo Midoriya no hubiese intentado usar aquella estúpida historia para desahogar todas sus penas amorosas...
¿Por qué diablos le había parecido una buena idea en primer lugar?
—Deku-kun, calma —respondió Uraraka, enrollando la revista para guardarla en su bolso—. No es el fin del mundo.
—Tiene razón, Midoriya —intervino Iida luego de terminar pulcramente su almuerzo—. Te esforzaste mucho en tu historia y no deberías tener vergüenza de compartir tu arte. Nuestros compañeros son unos vándalos sin respeto ni moral por el prójimo.
Izuku casi quiso reír ante las palabras tan pretenciosas y formales de Iida. Pero, lamentablemente, no lo hacían sentir mejor.
—¿No es el fin del mundo, me dices? ¡Me dejaron fanart mal hecho en mi escritorio en el aula de química! —lloriqueó—. Estábamos Kacchan y yo en una situación que... oh, Dios.
Las orejas y las mejillas se le habían vuelto a colorear de los nervios.
—¡Cálmate! —exclamó su amiga, molestándose ante la actitud de ameba miserable que estaba adquiriendo— ¿Acaso no pensabas igual hacer todas esas cosas con los personajes? ¡Porque eso son! ¡Personajes! ¡Ficticios! ¡NO reales!
—Bueno, Uraraka, ahí te equivocas —Iida hizo un ademán con la mano—. Midoriya nos ha usado de modelos para sus personajes; por algo todos acabaron reconociéndolos y tomándolo como la telenovela melodramática del momento. Sin ofender.
Izuku volvió a gimotear, pero no le duró lo suficiente porque Ochaco le dio una bofetada —suave, pero que lastimaba en su orgullo ya destrozado.
—No les muestres tu debilidad. Te tomarán de blanco de burlas si sigues mostrando cuanto te afecta.
—No sé si lo sabes, pero ya soy el blanco de burlas. Desde que he nacido, más o menos.
Ella suavizó su gesto severo, acomodando un mechón del cabello de Izuku.
—Ponte orgulloso de que volcaste tu alma y corazón en algo tan precioso como un escrito —Ochaco recuperó unas galletas que tenía—. Y, ¿quién sabe? Tal vez algo bueno salga de todo este embrollo.
—¿Algo bueno? —replicó Midoriya con un chillido indignado— ¿Como que me humillen tanto que deba cambiarme el nombre a Pepito y exiliarme a México a vender tacos?
—¡Ya basta de sandeces! —explotó Iida, dejando su bandeja de forma ruidosa contra el suelo—. Midoriya, lo siento. Pero creo que hay cosas más importantes que deberías atender.
Él intercambió una mirada confundida con Uraraka. Iida suspiró, llevándose la mano los lentes.
—¡Tendrías que estar pensando en atrapar al criminal que robó tu laptop y publicó las historias!
—Vamos, Iida-kun... —masculló Uraraka—. No es como si fuera tan fácil.
—¡Pues hay que abrir una investigación!
—La verdad ahora no estoy de ánimos para eso —Izuku se encogió—. Solo quiero que la tortura termine.
—¡Si atrapamos al rufián...!
—Iida-kun, deja tus fantasías periodísticas para más adelante. Por ahora nos tenemos que asegurar que el rosadito metiche de Aoyama deje de publicarlo en su revista...
La campana para regresar a clases sonó estruendosamente, seguido de los pasos a trompicones de los estudiantes que debían regresar a sus aulas antes de obtener una falta por llegar tarde.
Izuku seguía considerando la idea de exiliarse a México o a Rusia o al sol. Aunque ningún lugar parecía lo suficientemente lejos de su eterna miseria.
Y más todavía porque tocaba la hora de literatura.
El profesor todavía no llegaba y sus compañeros cuchicheaban acerca de quién sabe qué —pero Izuku tenía sus sospechas— hasta que el trío de mejores amigos cruzó por la parte del aula.
Y todo se sumió en silencio.
Midoriya estaba detrás de Uraraka y delante de Iida, formando una especie de Escudo Protector Anti-Burlas Por Culpa Fantasear Homosexualmente Con Sus Compañeros, aunque no se sentía lo suficiente fuerte para salvarlo.
—¡Eh, Midoriya!
Él se encogió más al escuchar su nombre brotar de la boca de Mineta —un ser bastante sexista y despreciable. No quería tener nada que ver con ese tipo y que él no tuviese nada que ver con Izuku.
—¡Midoriya, te estoy hablando! —volvió a chillar Mineta—. Tengo unos consejitos para ti. Te vendrán muy bien cuándo quieras escribir sobre sexo, ¿eh?
—Ya déjalo, Mineta —bufó Sero, un tanto alejado y junto con sus otros amigos deportistas— ¿Cuándo entenderás que si la gente te ignora es por algo?
—Midoriya no sabe acerca de la maravillosa anatomía femenina, y eso se nota en sus escritos plagados de, eh... homosexualidad. Podría pasarle un poco de material —Mineta se relamió, seguramente de solo imaginar un montón de barbaridades.
—Deku-kun, no les respondas —murmuró Ochaco en su oído.
Izuku asintió, apretándose aun más a la tela de su espalda mientras se dirigía hasta su silla. Pero a pesar de que lo escoltaban sus dos mejores amigos —y que hubiesen metido las manos al fuego por él—, los susurros eran lo suficientemente fuertes para molestarlo.
—¿Así que sigues enamorado de Katsuki, Midoriya?
—¿Le tienes ganas a Kirishima?
—Aunque yo diría que hay otros personajes que lo ponían más.
—¡Eh! ¿Cuándo tendremos el capítulo seis?
—Yo creo que es raro y perturbador escribir sobre personas que conoces, como si fueran simples muñeco o algo.
Pero de repente las voces se callaron, seguido de un portazo. Izuku salió de su ensimismamiento, mirando con los ojos brillantes hacia el profesor Aizawa que acababa de llegar.
—Si quieren cotillear pueden irse afuera —dijo monótonamente, arrastrando los pies hasta el escritorio—. En mi clase solo acepto gente que quiere trabajar de verdad.
—De haberlo sabido antes... —escuchó la voz de Kaminari susurrar y luego a Kirishima chistándole.
Aizawa miró hacia el salón, manteniendo un breve contacto con cada uno de sus alumnos. Por alguna razón, se detuvo más tiempo con Midoriya.
Y se sintió horrible, porque estaba seguro que Aizawa lo sabía y le pondría un enorme cero en la frente por haber escrito una aberración como lo era su historia.
—Hoy tendremos un poco de teoría sobre escritura creativa y les dejaré una tarea para el fin de curso. Pueden decir que contará en su nota final.
Sus compañeros rezongaron ante aquello pero Aizawa no cedió ante sus quejumbrosos y flojos alumnos. De hecho, comenzó con su clase teórica de inmediato; enseñando acerca de narrativa o los elementos ideales para crear una historia de ficción.
Estaba tan angustiado que ni siquiera podía seguirle la pista al profesor. No podía dejar de pensar en las palabras de Iida acerca de atrapar al ladrón de su laptop —quizás así se detendrían las cosas.
Pero nadie puede borrar el hecho de que todos lo leyeron y creen saber sobre mi vida privada, se dijo a sí mismo.
Había sido divertido y alentador escribir My Hero Academia. Planear la historia y hacer los paralelismos de los personajes. Y ahora todo ese amor se había ido al mismísimo infierno.
—Y es todo por hoy —dijo Aizawa, calzándose otra su chaqueta con capucha. Era un profesor un tanto particular.
—¡Pero la campana no ha sonado, profesor! —notó Iida con su efusividad de siempre.
—Considérenlo mi buena acción del año.
Tras decir aquello, Aizawa abandonó el aula con su parsimonia de siempre. El lugar permaneció en silencio por una milésima de segundo antes de que el caos estallase otra vez.
Izuku suspiró. Al menos no estaban hostigándolo —pero la gente no dejaba de mirarlo como si quisiese decir algo y no encontrasen las palabras justas.
—¡Pssst! ¡Midoriya!
Dio un respingo ante aquella voz chillona que lo llamaba. Miró hacia todos lados sin poder encontrar a su interlocutora, solo para descubrir que quien lo llamaba era Toru Hagakure.
Bueno, la chica era casi invisible en la escuela. No podían culparlo si se le pasaba desapercibida a menudo.
—Ah, hola Hagakure —dijo desganado, pero su sonrisa deslumbraba.
—Oye, Midoriya, yo solo quería decirte que... ¡He amado la historia! —susurró ella pero su efusividad era extrema.
Aquello le asombró bastante. Por un segundo, su corazón albergó esperanzas otra vez.
—Wow, Hagakure... yo no sé que dec-...
Ella lo detuvo antes de que pudiese terminar.
—¿Puedo llamar a la ship entre Deku y Blasty como BlasDeku? ¿O es muy ridículo? Aunque también me gusta el RedDeku y ¡Oh, por Dios! A mí y a las chicas nos encantó, aunque no se animaban a decírtelo...
Las mejillas plagadas de pecas de Izuku se encendieron. A Hagakure no pareció importarle, ya que siguió parloteando acerca de ships y lemon y... él sabía muy bien lo que esas palabras significaban.
Estaba a punto de chillar, pero una mano en su hombro le hizo dar un salto. Cuando se giró y descubrió que era Kirishima —y que incluso estaba sonriéndole— se replanteó otra vez el hecho de chillar.
Pero Hagakure lo hizo por él. Y luego Ashido la acompañó, y toda la clase estaba prestándoles atención.
Uraraka les arrojó bolitas de papel, furiosa, mientras Izuku deseaba morir en ese mismo momento. Kirishima parecía incluso más atormentado.
—¿Podemos hablar un segundo?
Ya. Eso era todo. Su vida entera pasó fugaz frente a sus ojos. Pensó qué les diría a sus lectores sobre su prematura muerte, pero seguramente el ladrón le haría el favor de seguir actualizando la historia.
Al menos podría haber tenido la decencia de actualizar los fanfics, también. El pensamiento le sacó una risa amarga.
Como Midoriya seguía sin responder, Kirishima lo tomó de la muñeca y lo arrastró —suavemente— hacia afuera del salón y los cuchicheos.
—¡Ese es mi tigre! —coreó una voz. Estaba seguro que era Kaminari.
Kirishima los alejó a través del pasillo, hasta que ambos quedaron frente a frente, demasiado cerca como para ser real. Izuku no quería verlo a los ojos pero mirar ese espacio que dejaba su camisa sin prender no era de mucha ayuda.
No se había equivocado todas esas veces que describió los duros y sensuales músculos de Red Riot.
Le dijo a su cerebro que no podía tocarlos, pero la tentación era infinita.
—Lamento todo eso —Kirishima se rascó el cuello—. Han estado enloquecidos toda la semana luego de... tú sabes.
—No me digas —murmuró Izuku—. Y yo que creía que solo eran las hormonas.
—Bueno, en el caso de las chicas seguro hay hormonas involucradas —rió—. Ashido ha estado como loca.
Hizo una pequeña pausa.
—No ha dejado de preguntarme si entre nosotros ha pasado algo como para que escribas algo tan bonito sobre ello.
—Ah —fue todo lo que Izuku se atrevió a decir—. P-pero bueno, tú sabes lo que dicen... ¡No hay que confundir ficción con realidad!
Díganmelo a mí.
Pero Kirishima no lo miró como si fuese un completo hipócrita. De hecho carcajeó ante su broma.
Izuku quería hacerse para atrás, lejos de toda su calidez que lo abrumaba y su aroma a colonia para después de afeitar que lo mareaba —en un buen sentido— pero Kirishima lo tenía aprisionado contra un muro. Aunque tampoco se quejaba mucho de eso.
Vio como su acompañante bajaba la vista hasta sus labios y se quedaba viéndolos por una fracción de segundo; lo cual fue suficiente para alborotarlo por completo.
—¡Cierto! ¡Lo que iba a preguntarte! —se golpeó fuertemente la frente—. Oye, Midoriya... ¿quieres ir al partido inaugural de mañana?
—¿Eh?
—El partido —Kirishima rió nervioso—. Me gustaría verte allí en las gradas... ¡Digo! Sería un honor que vengas a vernos.
Izuku estaba en una nube. Había esperado por algo así tanto tiempo —principalmente durante el auge de su enamoramiento con Kirishima— pero luego de los hechos ocurridos en la semana... no podía evitar tener miedo de que fuese una trampa.
Pero es Kirishima. Era el chico que le regalaba bebidas en el Starbucks solo porque Midoriya insinuaba con pasarle la tarea.
No quería empezar a desconfiar de todo el mundo.
—P-p-por supuesto —quiso golpearse por su tartamudeo—. Le diré a Ochaco que me acompañe.
—¡Genial! —chilló Kirishima con efusión, pero al darse cuenta de ella trató de optar por una posición relajada—. Cool. Allí te veo, entonces. Si no estás muy cansado tal vez podamos ir a tomar algo... ¡Adiós, Midoriya!
¿Qué diablos acababa de pasar?
Estaba sonriendo como un idiota pero la voz de Iida diciendo la palabra ladrón no paraba de reproducirse en su mente por algún motivo.
Observó a Kirishima alejarse por el pasillo, pero una presencia al otro lado le hacía cosquillear la nuca. Giró sobre sus talones para descubrir a una figura que se alejaba rápidamente de la escena, como si quisiera fingir que no estaba espiándolo.
Y todo lo que pudo ver fue el cabello bicolor de su salvador de la mañana y —no menos importante— también rey de la escuela alejarse.
Todoroki Shouto era un completo enigma para Izuku.
Wuuu al fin primer capítulo ;v;
Lo escribí bastante rápido de la emoción (?) es que el KiriDeku es mi máxima otp crack y también tenía ganas de TodoDeku lento pero seguro ~
Así que no desesperen, porque sí habrá MUCHO TodoDeku. Pero recuerden que la historia de Deku apenas fue publicada y no se mostraron todos los intereses amorosos :0 así que los iremos viendo paulatinamente.
Mientras tanto... pueden teorizar quién se robó la laptop ;)
Muchas gracias por los votos y todos los comentarios bonitos TvT les agradezco en serio. Espero disfruten de este fic loco, porque la verdad disfruto mucho de hacer este tipo de cosas con las ships de BNHA. Cuando este termine traeré seguro más ♥️
¡Nos vemos pronto! Besitos ♥️
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