Capitulo 12
— Oye, ¿como pasa el tiempo verdad? — decía Linda.
— Así es. — prosiguió su esposo.
— Aún recuerdo cuando fuimos a Shemvilla, deberíamos ir otra vez, ¿no crees? — Linda.
Al escuchar esa pregunta, pensó y se quedó en un momento obsoleto.
— Linda, tengo que hacerlo. — le contestó su esposo.
— ¿Hacer que Reldob? — Linda.
— Tengo que marcarle a Felipe, necesito saber como ha estado, que ha sido de él, ya que me pareció muy extraño que la segunda vez que fuimos a Shemvilla no lo hubieramos visto. — Reldob.
— Si, deberías marcarle. — Linda.
Don Reldob marcó al teléfono y fue así como rápidamente le contestó un hijo de Felipe.
— Bueno. — Reldob.
— Buenos dias, con quién hablo?.
— Soy Reldob, amigo de Felipe, ¿eres su hijo? — Reldob.
— Si, yo soy hijo de Felipe, que se le ofrecía, ¿quería saber en dónde se encontraba la tumba de mi padre? — le preguntó.
Al escuchar lo ultimo que le mencionó su piel se puso chinita, no podía creer y pensar que lo que pronto le iba a preguntar sería una misma realidad.
— ¿Tu padre murió? — Reldob.
— Si, hace mucho tiempo que falleció. — dijo en tono sentimental.
— Y eso, ¿a que se debió?, ¿porque no nos avisaste hijo?. — le respondió casi saliendose el corazón.
— No lo se, no encontraba su numero y no quería molestarlo, en realidad, poca gente fue a su entierro, el hace mucho tiempo que lo decidió así, que unicamente su familia asistiera y pues solamente estuvimos presentes yo y mi hermano.
La paralisis del adiós afectó de forma emocional a Don Reldob, fue tanto dolor, que la herida se le colmaba en llanto y arrepentimiento, pues de tanto tiempo, nunca se dio cuenta del suceso.
— Mi amigo, momentos agradables pasamos juntos, como es que te marchaste y nunca me avisaste. — Reldob.
Su esposa trataba de calmarlo, pero era imposible, no quería comer, mucho menos dormir y siempre estaba en una silla del comedor sentado, observando a la nada, poco le importaba su salud, era mas importante si Felipe regresaba, aunque claro, ya no había regreso para pedir tal petición. Los niños corrían a contentar al abuelo pero era absurdo, ese carisma, esa magia, esa felicidad, ¿cómo es que apaga tan repentinamente a una persona?.
— Los días son grises, pero si el sol brilla abuelo, quiere decir que tu debes hacerlo. — Ortelo.
— Mi pequeño, que razón tienes. — Reldob.
— Debes levantarte abuelo, vamos, el mundo es bonito pero tiene su lado negativo. – Ortelo.
— Si, abuelo, hay que sonreír. – Adeline.
— Pues si no lo hace, yo ya tengo el método para hacerlo, unas cosquillas. (Jajaja) reía el abuelo.
— No le vendrían mal, ¿o si? — Aminela.
— Jajaja, basta niña, basta, jajajajaja. – reía a tremendas carcajadas mientras que la abuela le hacía un guiño a sus nietos y levantando un pulgar indicandoles de forma verbal que lo hicieron excelente.
— ¿Ya te sientes mejor? — Linda.
– Si, un poco mejor mi amor. — Reldob.
— ¿Quieres salir a caminar? — Linda.
— Si, vamos juntos. – Reldob.
— El día de hoy, ¿no te haz sentido tan raro? — le pregunta Linda a Reldob.
— No, ¿porque lo dices? — Reldob.
— Es que tú nunca estás así, de ese humor, siempre te veo sonriente, de jugueton, ¿quieres decirme que te sucede? — Linda.
— Está bien, lo diré. — aclaró su esposo.
— Es mi colega, Felipe, como es que me di cuenta de su partida después de tanto. — Reldob.
— No te sientas así cariño, el descansa en paz... así que,... tu y yo,... para vivir más felices, necesitamos dormir en paz, es por eso, que te abrazaré durante toda la noche. — Linda.
— Gracias Linda, haces honor a tu nombre. — Reldob.
—Jaja, Rel, por favor, yo te amo mucho mucho. — le comentaba su esposa.
— Y bien, ¿ya es noche no?, ¿quieres ir a casa?, yo ya muero de sueño. — Linda.
— Claro, vamos a casa querida. — Reldob.
Después de haber pasado un tiempo en aquel parque de la ciudad, llegaron a casa y se fueron rápidamente a la cama.
— Buenas noches Linda... gracias por ser parte de mi vida, no se que haría sin ti. — Reldob.
— Gracias, yo no sería nada sin el hombre que tengo a mi lado... buenas noches, mi amor. — Linda.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top