Capítulo XI

31 de julio de 1994. 6am.
12 de Grimmauld place. Habitación de Harry.

Narra Harry:

Sentí dos pesos extra en mi cama, la sacudida que ésta dió fue lo que me despertó.

—Buenos días, hermano.—oí que decían tres voces al unísono, dos femeninas y una masculina, las cuales podría reconocer donde fuera: Hermione, Luna y Ron.

—Buenos días.—musité, mientras me ponía mis nuevos lentes— Hermanas y hermano.—dije con voz más clara, una sonrisa de medio lado tirando de mis labios—

—Vístete pronto, recuerda que en media hora vendrá Narcissa a ver si ya estamos listos.—Me recordó Hermione— Iremos a hacer lo mismo.—añadió—

—Te esperamos para bajar juntos, no te demores.—dijo Ron antes de salir de mi habitación—

Me levanté con cierta pesadez, pues Narcissa Malfoy es una mujer bastante exigente, y durante las últimas semanas nos ha estado enseñando a mis hermanas y a mí etiqueta y protocolo; claro que Ron y Ginny fueron incorporados a las clases al estar emparentados directamente con tres familias Sangre Pura de los 28 sagrados: Weasley, Prewett y Black. Merlín, sólo pensar en esa dichosa lista hace que me duela la cabeza…

Semanas enteras aprendiendo cómo preparar la mesa, desde el menú hasta los manteles, nunca en mi vida había estado tan agradecido con Petunia Dursley, porque en ese aspecto pude seguirle el ritmo a Narcissa Malfoy, al igual que Ginny quien según Narcissa, tenía un don para poner la mesa; Hermione, Luna y Ron tuvieron un poco más de dificultad, pocas veces he visto a Mione tan frustrada.

Cuando acabamos con la preparación de la mesa, seguimos con las túnicas y el resto de la ropa, qué ocasión requiere qué tipo de ropa y similares; a mí y a Ron nos costó entender eso, pero a las chicas se les dió de maravilla.

Y en medio de todo eso, aprender a caminar, sentarse, moverse en general, con una postura correcta y «gracia digna de un Sangre Pura noble», en palabras de Narcissa. Las lecciones venían acompañadas de movimientos de varita que provocaban una sensación parecida al golpe de una paleta de madera, igual de dolorosos como un golpe dado con una paleta de madera real.

En pocas palabras, no es de extrañar que me sintiera molido, como si una bluddger en miniatura se estrellarse contra mis músculos una y otra vez.

15 minutos bastaron esta vez para arreglarme, no estoy muy seguro de por qué, pero hoy opté por camisa, pantalón y zapatos de vestir; y con el pelo aún un poco húmedo salí de mi habitación.

6:15am
12 de Grimmauld place. Pasillo de habitaciones.

Narra Draco:

Nunca creí que Potter pudiera verse tan bien, por Merlín; la camisa de vestir que llevaba era verde lima, haciendo resaltar sus ojos, si eso no fuera suficiente, le quedaba justa, marcando los músculos trabajados por el Quidditch, el pantalón negro ceñía y resaltaba su muy redondo trasero y sus firmes muslos…

—Draco Malfoy, ¡concéntrate y deja de comerte con la mirada a San Potter!—mascullé para mí mismo, forzandome a apartar la mirada de su cuerpo y enfocarme en lo que ocurría a mí al rededor, sólo para darme cuenta que La Comadreja le abrazaba por los hombros y Granger se había colgado de su brazo derecho.

—¡Feliz cumpleaños, Harry!—oí que los dos Weasley, Granger y Lovegood le decían, mentiría si dijera que eso no había llamado mi atención—

¿Con que es su cumpleaños? Ya le diré a mi madre para conseguirle un regalo de cumpleaños, lástima que me haya enterado apenas hoy, si lo hubiera sabido antes podría conseguirle algo mejor, después de todo, un Malfoy nunca hace regalos mediocres.

Fin del capítulo.

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