21.
La mañana siguiente llego con calma, como si no hubiera llovido la noche anterior. Alemania se encontraba haciendo el desayuno, su hermano estaba en la barra de la cocina, mientras el mexicano dormía.
---Entonces... ¿Hubo hicieron el delicioso anoche? ---Pregunto risueño el albino con una sonrisa pícara. El alemán al principio no entendió, de hecho, no lo hubiera entendido, de no ser que México le explicó los albures la ves que se quedo en su casa.
—¿E Italia? —Pregunto, evitando la pregunta de su hermano, pues, no quería hablar de ello.
—Se fue esta mañana, dijo que tenia cosas que hacer. —Comento algo aburrido Prusia. Alemania solo pensó, que Italia se había ido para no contestar la pregunta que le había hecho; el timbre en la casa de los hermanos sonó.
Algo que los extraño, pues no esperaban visitas, el albino fue, pensado que se trataba de su pareja.
Alemania sirvió el café, cuando escucho la voz de su hermano quejarse. Dejo las cosas y se acerco.
—¡Joder! ¡Que no le voy a hacer nada! —El fornido hombre abrió los ojos a modo de sorpresa, pues, en la entrada estaba su suegro. —¡Ah! ¡Ahí estáis tío!
Exclamo Antonio entrando en la casa, pasando por encima de su amigo. Ludwig retrocedió al ver al mayor, no quería otra ronda de golpes con él.
Cuando España estuvo lo suficiente mente cerca, el germano pudo apreciar su expresión molesta.
—España... ¿Qué te trae por aquí? —Preguntó nervioso. ¿Acaso sabia que México estaba ahí? No, eso era muy poco probable.
—Quiero hablar con vos. —Comento con seriedad, Ludwig asintió y señalo con su brazo la cocina invitándolo a pasar, el ibérico se encamino a ella y se sentó en la barra.
Los hermanos solo se miraron. Preguntándose mentalmente ¿qué hacia Antonio ahí?
Cuando entraron el germano le sirvió una taza de café, que el castaño se tomo sin echarle azúcar.
—¿En que puedo ayudarte? —Pregunto con algo mas de calma.
—Quiero hablar sobre lo que paso en el aeropuerto y a lo que se refería Rusia. —Comento, antes de poder seguir, unos pasos se oyeron, cuando ambos voltearon la morada a la entrada, apareció México algo somnoliento. Pero se quedó parado al ver a su tutor ahí. —¡México ~!
Exclamó España levantándose de su lugar corriendo con los brazos abiertos al pelinegro, que, cuando su padre estuvo lo bastante cerca, le dio un puñetazo en la cara, mandándolo al piso. El ibérico se cubrio la nariz y México se inclino un poco, sosteniendo sus manos en sus rodillas.
—¿Estas bien? —Pregunto con una voz amable. "—Creo que casi me rompes la nariz" respondió Antonio, el menor cubrió su boca con su mano y con esa voz amable y algo dulce. —Oh... Que mal que no lo hice. Buenos días señor Alemania~
Dijo con una sonrisa y se acerco a su pareja, cuando estuvo lo bastante cerca, se puso de puntillas y beso la mejilla del nombrado, que se sonrojo ligeramente por el dulce gesto.
Prusia le dio un pañuelo a España para contener la hemorragia, el ibérico cerro los ojos aun estando en el piso, los abrió de golpe al darse cuenta de una cosa.
—Esperad un momento.... —Comento mientras se levantaba. —¿Qué hacéis vos aquí?
—Vine a visitar a mi novio. —Contesto Juan que ya se encontraba sentado. Los hermanos vieron como Antonio fruncía el ceño.
—Pero tenéis prohibido volar. —Comentó, México bajo la mirada. Y contesto.
—Igual que tú. —Refiriéndose a que España tampoco podía salir de su país. Ambos solo se miraron, hasta que "La bikina" empezó a sonar, el mexicano saco su teléfono y vio que era una llamada. —¿Bueno?
Aparto rápidamente la oreja del aparato, todos escucharon casi como un murmullo "—¡¿Donde chingados estas?!".
Antonio tomo el teléfono de su ex colonia, que se quejo levemente. Puso el altavoz y dijo.
—¿Yahir? —No se escucho nada en unos breves segundos y luego la voz de la madre de México se oyó por la cocina.
—¡¿Qué diablos haces en Europa?! ¡Por eso no encontraba mi pasaporte y el INE, ¿verdad cabrón? —Todos voltearon a ver a México que solo tenia los brazos cruzados. —¡Mira Juan! ¡Donde le partasla a alguien otra ves la madre, juro que...!
—¡Él tuvo la culpa de ir! —Interrumpió el menor con un tono de voz alto. Prusia tomo el sándwich que su hermano le había hecho para poder irse del lugar.
—¡No me importa si Rusia tuvo la culpa, no debías golpearlo! —Exclamo la capital, Gilbert que se había levantado volvio a su lugar al oír que Rusia fue golpeado. —¡Y si le haces algo a tu padre! ¡Yo me encargó que no salgas durante mucho tiempo!
México gruño y le quito el teléfono a España, que no había podido hablar con su ex esposo a causa de la pelea de los otros dos integrantes de su familia.
—¡Volvere cuando pueda! —Exclamó una ves más el latino mientras colgaba la llamada y se sentaba en su lugar. Todo se quedo en un incomodo silencio hasta que el albino pregunto
—¿Golpeaste a Rusia? —Se le oía algo sorprendido. A lo que México volteo a verlo.
—Si. —Contesto. —No es tan difícil. ¿Acaso no lo han hecho?
El fornido hombre miro el techo como si eso fuera algo muy importante en esos momentos y Prusia solo llevo su mano al pecho mientras murmuraba un pequeño "ay". Pues el recuerdo de haber perdido por querer atacar a Ivan en pleno invierno seguía ahí.
—¿Cómo que habéis golpeado a Ivan? —Dijo Antonio, acercándose. México no le volteo a ver, solo dejo salir aire de forma pesada y comento.
—Si... No somos los únicos que les gusta romper la ley. —Comento, refiriéndose a España y él con el hecho de estar en un país ajeno en pleno castigo. —Ivan fue a mi casa hace dos semanas... Yo seguía molesto...
«—Dos semanas atrás, Frontera con el Estado de México—
Me encontraba solo en la hacienda, ya había terminado mis trabajos y solo decidí quedarme tirado en el sofá, hasta que alguien toco la puerta. Pensé que se trataba de Yahir o de Cesar.
Pero cuando fui a preguntar.
—¿Quién? —No recibí respuesta, así que, solo suspire. —¿Quién?
Nuevamente todo en silencio, ya algo fastidiado decidí abrir, comentado que no tenia pan duro ese día. Pero... Me encontré a Rusia del otro lado.
—México... —Dijo y quise cerrarle la puerta en la cara. Pero no me dejo y con voz casi suplicante me dijo. —Mexico, por favor, solo quiero hablar.
—Vete a la chingada. —Conteste yo, queriendo cerrar la puerta, pero Ivan no me dejaba cerrarla. —¡AHG...! ¡No estoy de humor Ivan! ¡Vete si no quieres que te parta la mandarina en gajos!
—¡Golpeame si quieres, pero quiero que me escuches! —Exclamo él, mientras me veía a los ojos. Sus ojos se veían tristes, pero, solo lograron molestarme de alguna forma. —¡Se que no debí decirle a España lo que paso entre tú y Alemania, pero el idiota capitalista...!
Rusia no termino lo que me decía, cuando yo, ya le había soltado el primer puñetazo, ambos nos miramos, el tenia la mejilla roja y yo el puño en el aire. El aire se lleno de un tenso aire, aunque yo ya se lo había advertido.
Creo que fue más por reacción que otra cosa, pero Ivan me devolvió el golpe justo en la cara.
—Ahg... —Me queje, pero me levante para volver a darle otro golpe...»
—Y así seguimos hasta que Yahir llego y nos separo. Ahora puedo enfrentar una demanda de parte de la Federación Rusa por golpear a su representante. —Finalizo el menor mientras recargaba su mejilla en su mano que estaba apoyada en la mesa.
—Para la próxima guerra, tu novio se tiene que aliar con nosotros. —Murmuró Prusia a su hermano menor mientras ambos lo veían y España negaba con la cabeza.
—Ohayo Perez.
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