17. "O no"


Veía su hermosa piel erizarse con cada rocé, su respiración agitada, su hermoso cabello negro alborotado.
Su voz llenaba la habitación, mientras sus cuerpos chocaban por las embestidas, sus labios se habían vuelto tan adictivos como la primera ves que los probó, estaba seguro de lo que hacia.

Se levanto un poco y miro sus ojos, sus hermosos ojos negros, brillaban de una forma especial, que hipnotizaban, pudo verlo alzar sus brazos y sujetarlo del cuello, acerca dolo a él.
Pensó que lo besaría, pero en ves de eso, se acerco a su oído, donde su cálido aliento chocó a su oreja y oyó...

—Te amo tanto... Austria...”

Despertó de golpe, sudando y agitado, ya estaba sentado en la cama y trataba de regular su respiración.

—Solo... Solo fue un sueño... —Dijo Alemania para si mismo. Se cubrió con sus manos su rostro y suspiro. No podía dejar de pensar en lo que le había dicho Rusia.

Después de que llegara a su piso por el elevador, trato de hablar con su primo, pero, simplemente el pequeño cartel de "No molestar" estaba en la perilla de la puerta, así que no insistió.

—¿Lud? ¿Estas bien? —Se oyó la voz de su hermano mayor, el germano quito sus manos de su rostro y vio al albino caminando hacia él.

—Gilbert... Si, si, estoy bien, solo tuve un mal sueño. —Contesto, el de ojos rojos, se sentó en la orilla de la cama y acaricio la cabeza de su hermano con una pequeña sonrisa.

—¿Otra ves volviste a soñar con el muro de Berlin? —Pregunto, pues el prusiano también llegaba a soñar con esos malos años en los que lo separaron de su hermano.

—No, fue otra cosa... Olvidado Gilbert, solo cosas mías. —Dijo de un modo comprensible, antes de que el mayor le pudiera decir algo, el alemán se adelanto. —¿Estabas... Con Austria?

—Si... Es que la noche se acorto un poco, dice que debe descansar bien para el vuelo de mañana, pero... Solo lo deje dormir la mitad. —Dijo algo divertido el prusiano mientras se rascaba la mejilla. El fornido hombre asintió, sabia que su primo estaba con su hermano. —Bien pequeño Lud, descansa, mañana debemos partir junto a los demás.

No importaba la edad que tuviera Alemania, a Prusia le encantaba arropar a su hermano menor, algo que el rubio no protesto, cuando estuvo bien a cobijado lo vio dar media vuelta.

—Gilbert. —Llamo el alemán a su hermano, el cual se volteo al oír su nombre. —¿Puedo preguntarte algo?

—¿Qué sucede pequeño Lud? —Pregunto para sentar nuevamente a la orilla de la cama, el alemán suspiro.

—¿Tú sabias que Austria y... México estuvieron casados?

—Si, Roderich me lo dijo, que fue un matrimonio de unos tres años si mal no recuerdo. —Contesto el albino mientras llevaba su mano a su cuello para rascarse. —¿Por qué la pregunta? ¿Acaso tú no lo sabias?

El germano negó con la cabeza no tenia mucho que se entero de eso, del matrimonio de ellos dos. Prusia miro el techo y antes de poder decirle algo a su germano menor, este volvió a ser uso de la palabra.

—¿Y tú, no tienes miedo de que aun se puedan... Amar o algo así? —A pesar de estar acostado, el alemán tenia la mirada baja. Los ojos rojos de Prusia lo voltearon a ver. Luego quito la mirada de su hermano y volvió a llevar su mano a su cuello.

—No, porque, Roderich me lo dijo en un principio. Después de que yo me le declarara.—De donde se encontraba su mano saco una pequeña cadena. "—¿Qué te dijo?" pregunto el alemán mientras lo veía. El albino suspiro y recitó aquellas palabras. —“Hare lo posible para amarte, te lo juro por lo mas importante que tengo.”, y me dio aquel pequeño objeto para probar que lo juraba.

El alemán se había vuelto a sentar en la cama, podía ver una pequeña sonrisa en su hermano. Lo veía jugando con el cuello de su camisa... O, al menos eso pensó hasta ver bien lo que era. Una cadena de plata simal no veía, vio que su hermano se lo quito y se lo enseño.
Ludwig lo tomo en sus mano y lo miró.

—¿Un anillo? — Preguntó, analizándolo, era de oro con detalles de plata, algo muy lujoso inclusive para ser Austria.

—El anillo con el que se caso con aquella persona que tanto amo. —Respondio Prusia viéndolo, esa sonrisa no se desvanecía. —“Este anillo, es importante, te lo doy como una promesa Gilbert, porque, tu me estas dando la oportunidad de ser feliz, yo haré lo posible para hacer lo mismo. Tal ves, haya peleas, pero no dudes, ni por un segundo que te estoy amando.” Eso es lo que me dijo y hasta el día de hoy lo a cumplido.

El germano le devolvió el anillo a su hermano, el cual volvió a ponerlo en su cuello, Alemania no sabia que decir, podía ver la confianza que sus parientes tenían en si. Y Gilbert no se veía dudoso.

—Todo se solucionará pequeño Lud, ahora descansa, que en unas horas debemos ir al aeropuerto. —Dijo con su voz energética de siempre el albino. El alemán asintió y se acostó, viendo como su hermano se iba amhacia su cama.

Suspiro, trato de calmarse, bien se lo había dicho México, lo amaba a él, así que, no debería preocuparse por lo que le había dicho iban. Además, Austria estaba con su hermano, todo estaría mejor en la mañana.







[...]





Muchos países estaban en el aeropuerto, las juntas habían terminado y era hora de volver. Los latinos se encontraban en un solo lado, como europeos, los asiáticos se irían mas tarde junto los del continente africano y Oceanía.
Alemania busco con la mirada a su pareja, lo diviso sentado en una de las mesas de un Starbucks, le extraño, pero se acerco a él. Podía ver que tenia lentes oscuro, algo extraño para estar en un lugar sin tanta lux como afuera.

—¿No es muy oscuro como para usar lentes de sol? —Comento, el moreno lo volteo a ver y sonrió.

—No, así no me lastima tanto la luz. —Respondio invitando a sentarse al alemán, el cual se sentó frente a él. —¿Listo para volver?

—Tengo muchos papeles pendientes. Así que... Supongo que si. —Respondio, el moreno asintió. —Crei que no te gustaba el café de aquí.

—No lo tomo muy seguido. Además... —Antes de poder decir algo, una voz algo aguda lo interrumpió, haciendo que el mexicano cerrara los ojos con fuerza aunque no se veía por los lentes.

—¡Juan! ¡Aquí esta tu café! —Era la voz de Estados Unidos, Alemania lo miro. Llegar con dos vasos en las manos. —Lo pedí lo mas cargado que podían hacerlo. Oh ¡Hello Germany!

—Buenos días Alfred. —Respondio al saludo. El otro rubio de sonrió y se sentó, el mexicano parecía taparse los oídos. —¿Estas bien México?

—Tiene resaca. —Respondio Alfred por el latino, la mesa se movió un poco. —¡Ay! ¡No me pises!

—Te dije que no se lo dijeras... Además estas siendo muy ruidoso. —Se oía algo molesto el moreno. "—¿Tomaste?" Pregunto serio el alemán recordando como se puso la ultima ves que lo vio ebrio. —Solo un poco. Casi nada, mis primos me invitaron y... No podía negarme.

Alemania negó con la cabeza, iba a decir algo, pero de reojo vio como Alfred se ponía serio, algo tan extraño en él.
Volteo a donde estaba, estaba viendo a Rusia... ¿Qué hacia él aquí? Si el eslavo siempre se iba con los asiáticos.

Luego volteo a ver al moreno, este bebía el café que le habían traído, así que no se había percatado de la presencia de Rusia.
Pero, el mas alto si lo había hecho y se dirigía hacia donde estaban. Se estaba por levantar, pero Estados unidos se le adelanto.

—Nada tienes que hacer aquí. —Dijo con voz seria cuando estaba a menos de un metro de todos. México volteo viendo a Rusia.

—México, ¿podemos hablar? —Dijo con una voz infantil. Alemania creyó que él tenia tensión con el eslavo, pero la de Ivan y Alfred se sentía mas fuerte.
Una ves mas volteo a ver a su pareja, este se le veía cansado, lo vio suspirar.

—No creo que sea el momento Ivan. —Respondio a la distancia. Se sintió aliviado al oírlo. Rusia camino otro poco. "—Por favor, prometo no hacer nada malo.", comento como sino fuera a hacer travesuras como niño pequeño, el mexicano volvió a suspirar. —¿Sera rápido?

Un "Da" se escucho de su parte, Juan se disculpo y se levanto. Ahora Alemania se había levantado de su lugar, no estaban muy lejos... Metro y medio. Pero hablaban muy bajo como para oír lo que decían.
Vio a su pareja negar unas cuantas veces, pero luego vio como el eslavo le daba un ramo de girasol, que había sostenido uno de los primos del latino.

—Tú sabes que nunca te haría daño, me disculpo si te e causado problemas. —Le decía al mexicano, Juan no sabia si aceptar o no el ramo. —Pero, él te a lastimado Juan, no puedo estar seguro si sigues con él... Que tal si pasa lo mismo que con Allistor...

El mexicano veía el ramo, volteo para otros lados, no quería que España estuviera cerca.

—No, él es distinto. —Le respondió después de ver un pequeño perímetro.

—Pero, ¿que tal si lo hace otra ves? Tú sabes que aun puede sentir algo por Italia. No quiero verte sufrir. —Cuando el alemán vio que Rusia acaricio el rostro del moreno estuvo dispuesto a ir para allá, pero, a la ves quería ver que hacia Juan.

—No Ivan, yo estoy bien con él, y si algo así pasa, será consecuencia mía y yo deberé resolverlo, así que, por favor... Dejame estar con quien yo quiera.

—Claro, para que te llame por otro nombre cuando tienen sexo. —Dijo secamente, el mexicano estaba por decir algo cuando oyeron que algo detrás del eslavo calló.

Ambos voltearon.

—¡¿QUE COÑO HABEIS DICHO?! —Exclamó España volteándolos a ver. Alemania miro con horror a su suegro.





—Ohayo Perez.

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