9. Una amiga muy lejana

El sistema jerárquico de los terráqueos es muy básico. Se mide sobre todo en la fuerza, la cadena alimenticia y la capacidad cerebral. Es extraño cómo no tienen en cuenta, por ejemplo, las capacidades de inteligencia emocional o la creatividad para establecer sus escalafones sociales.

Valentina y Evelin son dos chicas en las que puedo confiar mucho. Después de este tiempo que he pasado con ellas me han demostrado que no son como los demás. Ambas son especiales. Valentina es capaz de defender a alguien incluso cuando todo el mundo está en contra y Evelin demuestra una ternura y amor que no son fáciles de ver en humanos. Cualquiera de las otras chicas no se habría preocupado una forma de vida tan simple en apariencia como la de un pajarito, estarían hablando de bobadas o haciendo esas cosas raras que hacen.

Nuestra amistad ha ido creciendo con facilidad y en poco tiempo he podido comprobar que son gente confiable. Además, las necesito de mi lado. El Consejo no está en este país ahora mismo y tardará semanas en volver, por lo que estoy sola y sin apoyo. Tengo la necesidad de entregarme más a ellas. A pesar del riesgo que podría suponer, he de hacerlo.

Suena el timbre. Las he citado hoy en mi casa, ya deben de haber llegado. Me asomo por la mirilla para asegurarme y, al confirmarlo, abro la puerta.

—Hola Ina —saludan las dos.

—Mira lo que tenemos. —Valentina extiende las manos y me enseña una caja de galletas—. ¡Hemos traído esto!

Veo que las chicas tienen lo que nosotros llamamos "un campo alto". Puedo detectar su intensidad emocional y afectiva. Son cariñosas y felices. Es amabilidad sincera.

—¡Qué bien! —contesto con mucha ilusión. Haber conocido humanos así me pone muy feliz—. ¡Pasad, pasad!

—¡Hala!, ¡tu casa es preciosa! —exclama Evelin mirando hacia todas partes—. Cuánto espacio libre. ¡Y que ordenada! Ojala mi casa estuviese así de diáfana.

—¿Y tus padres?, ¿no están? —pregunta Valentina sorprendida de que no haya nadie en casa.

—No. Sentaos —contesto escueta para que no siga con las preguntas mientras señalo en dirección al sofá.

Las chicas se sientan a toda prisa en el sofá conmigo y casi sin darme tiempo a colocarme, Evelin comienza a hablar con tono de ansiedad.

—Venga, cuéntanos. Nos has tenido esperando toda la semana. ¿Cómo hiciste lo del otro día?

—A ver cómo os lo explico... No sé cómo empezar.

—No tengas vergüenza. Cuéntanoslo —me invita Valentina.

—Me tenéis que prometer que jamás le diréis nada a nadie.

—Te lo prometemos —contesta Valentina con mucha convicción.

—Pero a nadie, nadie... ¿eh? Por muy sorprendente que os parezca, o increíble que sea, sólo os lo contaré a vosotras dos. Por lo que si veo que alguien sabe algo de esto que os diga, sabré que me habréis fallado.

—¿Cómo puedes pensar que te vamos a hacer eso? —Evelin se muestras un poco decepcionada. —Si me cuentas un secreto yo lo guardaré para siempre. Te lo prometo. Es palabra de amiga.

—Ina —interrumpe Valentina a Evelin—, nosotras no somos como las otras. Ya lo sabes. Si nos cuentas algo, tienes nuestro juramento de amigas que lo guardaremos. Sea lo que sea, incluso si has hecho algo horrible. Nosotras no somos como esas que dicen que guardan un secreto y después se lo cuentan al novio o a su otra mejor amiga.

—Eres nuestra amiga. A pesar de lo popular que eres, te has fijado en nosotras. Eres buena y amable. En nosotras no se fija nunca nadie. Somos las raras del instituto. Tú podrías estar en el grupo de los más interesantes, ir a todas las fiestas y tener cientos de amigos en el instituto. Sin embargo, has preferido ser nuestra amiga a pesar de que los demás te podían mirar raro por eso. Todos están deseando que entres en su pandilla. ¿Cómo no vamos a apreciar eso? Ninguna de las populares nos dirige siquiera la palabra. Tú nos has respetado desde el principio —sentencia Evelin.

—Podías haberte dejado llevar por el grupo y ser una más de las populares. Nunca te has avergonzado de ser nuestra amiga, ni nos has dejado de lado. Te han invitado a unirte a su pandilla y nunca nos has dejado solas. Lo normal es que hubieses pasado de nosotras. Tú eres leal con nosotras. Es imposible que no te correspondamos —continúa Valentina—. Es casi nuestra obligación.

—Veamos... —No sé cómo empezar—, ¿Vosotras qué pensáis de la vida en otros planetas?

Mis amigas me miran extrañadas. No se esperaban una pregunta así.

—¿Extraterrestres?

—¿Te refieres a si existe vida fuera?

—Sí.

—No lo sé. Nunca lo había pensado —contesta Evelin —, supongo que no existen.

—Yo sí que creo que podría haber vida en algún lugar que no sea nuestro planeta —le contradice Valentina.

—¿Qué dices? —pregunta Evelin a Valentina, contrariándola—. ¿Tú crees que hay vida más allá de la Tierra? —dice dirigiéndose a mí.

—Bueno... no es que lo crea. Sé que hay vida.

—¿Cómo lo sabes? —Valentina me mira entrecerrando los ojos.

—Bueno... Es largo de explicar. ¿Y si conocieseis un extraterrestre?, ¿qué pensaríais?

Mis amigas cambian sus posturas. Parece que el tema les resulta interesante.

—¿De esos verdes altos? —pregunta Valentina. Evelin se ríe.

—¡Qué miedo! Yo salgo corriendo si me encuentro uno así —Evelin gesticula con amplitud.

—No. Imaginaos que son como vosotras. Tienen justo la misma forma —digo.

—Sí fuese así... —Se queda pensativa Evelin —, supongo que sería difícil de creer que alguien así viene de otro planeta.

—Bueno. Imaginaos que puede demostrároslo.

—Pues no sé. Si un extraterrestre me demostrase ser buena persona, o buena alienígena, como sea, yo podría ser su amiga. —Valentina se expresa con la audacia que le caracteriza. Evelin se queda pensativa.

—Sí..., si fuese bueno yo también lo sería con él. ¿Por qué no?

Valentina se ríe a carcajadas.

—Una cosa es cierta. En nuestro instituto no hay gente que destaque por su bondad y sin embargo tienen muchos seguidores. Ya sabéis por quien hablo, ¿verdad? Las populares son humanas y son malas y retorcidas. No sé por qué tendría que fiarme más de ellas que de un extraterrestre. ¡Eso sí que ganaría cualquier concurso de popularidad!

Evelin se ríe también.

—Tienes razón. Si ha demostrado merecer la pena ¿por qué no? —dice.

—Claro. Yo a mi perro lo quiero un montón y es un bicho diferente a mí.

—El amor entre especies es bonito —afirmo.

—Sí. —Ambas se muestran conformes.

—¿Y si fuese yo? ¿Y si yo viniese de fuera de este planeta y necesitase vuestra ayuda?

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