52. El fin
El hombre pega un tirón fuerte hacia atrás que me levanta un poco del suelo y me empuja con fuerza de vuelta al suelo para acabar de debilitarme. El golpe me sacude los pulmones y vacía el aire de mis pulmones.
El hombre de repente es sacudido hacia un lado con fuerza y se me libero. Veo cómo se alza por los aires y sale disparado contra un árbol, golpeándose con violencia la espalda. Su cuerpo se dobla como si fuese de trapo al impactar contra el tronco y se desploma después cayendo de bruces contra el suelo. Al momento se incorpora de rodillas y levanta la vista intentando ver qué está ocurriendo. Mira con miedo alrededor, balbuceando e intentando entender por dónde le ha venido el ataque. Sus ojos se clavan en mí. Jamás había observado una mirada con más contenido de terror. Intenta levantarse para salir corriendo y escapar, pero en ese momento, vuelve a caerse de frente contra el suelo y, como si alguien tirase de él por los pies, sale despedido por los aires cayendo a varios metros de distancia. El golpe produce un horrible crujido. Creo que ha sido algún hueso que se le ha roto y se queda en el suelo retorciéndose, dolorido y asustado sin atrever a moverse.
Contemplo toda la escena desde el suelo sin poder moverme, con el cuerpo inundado por el dolor y estupefacta por lo que acabo de ver. Apenas a un metro de mí, delante de mi vista se materializa una figura mí. Una cara de una chica, muy dulce y sonriente interrumpe mi visión del resto del bosque.
—¡Hola! —me dice.
—¡Mahla! ¡Estás aquí! —En ese momento me alegro de verla como si viese a una amiga de hace muchos años.
—¿Estás bien? Perdona por llegar tan tarde. —Su tono es muy cariñoso. Se agacha a mi lado para ver si estoy entera.
Mahla me mira todo el cuerpo chequeando si me he hecho daño. Sé que ven de manera diferente y que, aun con la ropa puesta, puede comprobar si tengo alguna lesión. Mientras comprueba mi estado, desliza la mano por el lugar donde va mirando.
—Sí, me encuentro bien.
Me agarro de la mano que me tiende Mahla y me pongo en pie. Me abraza con mucha dulzura y me suelta sonriendo. En ese momento me inclino a recoger la escopeta que me había caído de las manos con el derribo.
—Arreglemos esto —dice haciendo un gesto con la mano refiriéndose a la situación.
—De acuerdo —asiento.
—Vete en aquella dirección, el camino estará libre. No tengas miedo, ya estamos todos aquí aunque no puedas vernos. Estamos los cinco en el bosque. Nos comunicamos por telepatía, así que tenemos todo controlado. Te tendremos controlada a ti también en todo momento.
—¿Y Evelin? ¿Está bien? —le pregunto preocupada.
—Sí. Despian le ha quitado de encima a todos los que la seguían. Ahora mismo está corriendo sola. Estamos todo el tiempo hablando entre nosotros para vigilaros, puedes estar tranquila. Os vemos desde las alturas, pero también a ras de suelo. De hecho, te has cruzado conmigo cuando te separaste de Evelin. En ese momento yo fui a anular a los que os estaban persiguiendo. —Mahla se ríe con picardía como si le pareciese divertida la idea de que haya pasado cerca de ella y que no me haya dado cuenta. Tiene un toque un poco infantil que la hace muy divertida incluso en una situación como esta.
—Perfecto —respondo muy contenta de saber que mi amiga está bien. La noticia de han llegado todos al bosque todavía es más excitante, nuestra situación mejora mucho ahora mismo.
—Tú, si puedes disparar, dispara. Nos ayudarás a anular a la gente. Pero intenta irte de aquí, hemos venido a protegeros y que salgáis del bosque es la prioridad. Hazlo tan sólo si te cruzas con alguien, no te preocupes por nosotros.
—De acuerdo. —Le doy la conformidad mientras salgo corriendo hacia donde me indicó Mahla.
Corro a trote, apabullada por todo lo que acaba de ocurrirme. El cansancio y las magulladuras del golpe no me dejan moverme con más velocidad, pero estoy tranquila de saber que ya están todos aquí.
Ina
¡Bien! Mahla ha llegado a tiempo a socorrer a mi amiga. ¡Qué rabia me ha dado ver cómo ese energúmeno la derribaba! Pero no le ha hecho nada, me acaba de decir que está bien.
Con mis tres amigos aquí, la balanza se ha dado la vuelta por completo. Los cazadores no saben que hemos aumentado en número, porque no pueden contabilizarnos siendo invisibles. Pero sí que notan que su situación es desfavorable. Algunos de ellos han dejado de perseguirnos y abandonan el campo de batalla despavoridos. Los que se quedan están muy asustados, han perdido la poca organización que les quedaba y actúan con precipitación y desorden.
—¡Ina, cierra a esos! —me comunica Aëhl. Salto del árbol y caigo justo detrás de las personas que me indica. Las agarro por sus ropas y las zarandeo con mucha fuerza, desequilibrándolas hasta que se les caen las armas de las manos. Después los lanzo con fuerza a diez o doce metros.
Lo hacemos con moderación, de manera que el lanzamiento no sea letal para ellos pero con la suficiente fuerza como para que los inutilice. A pesar de que nuestras intenciones son defensivas, sé que son golpes fuertes para ellos y, en algunos casos, les van a suponer lesiones. Detestamos tener que hacerlo, pero es la única opción viable para esta situación.
A cierta distancia localizo a un hombre andando solo. Corro con todas mis fuerzas en su dirección. La vegetación se sacude a mi paso, movida por la corriente de aire que genera mi movimiento y las plantas que encuentro en mi camino, a pesar de ser flexibles, se rompen por mi gran velocidad.
Cuando estoy a pocos metros, reduzco mucho el ritmo para no colisionar demasiado fuerte y causarle un daño severo. Aun así, el placaje es violento y lo derribo con facilidad. En el momento de la colisión emite un leve sonido causado por el aire que se le vacía de los pulmones por el golpe.
—¡Bien hecho! Evelin está a punto de ser descubierta. ¡Corre! —me indica Mahla en mi mente.
Desde aquí abajo no puedo verla, pero sé en qué dirección está así que salto y voy rebotando de tronco en tronco, hasta que, por el camino, localizo a una persona cerca de Evelin. Con velocidad llego hasta él y le lanzo al suelo haciéndole una llave. Se intenta retorcer pero no puede, está indefenso. Le quito la escopeta y pisándole en un hombro para que no se levante, le disparo en la espalda. Se le clava el dardo y lo deja dormido casi al instante.
Levanto la vista. Miro alrededor y veo movimiento por todas partes. Vegetación que se mueve a toda velocidad, árboles arrancados, personas que huyen, gente por los aires... El bosque es una sinfonía del caos y nosotros somos los compositores. Todo es desorden y confusión, una batalla que nunca buscamos donde el cazador ha perdido. Indefensos, como las presas que había escogido, se mueven intentando controlar una situación que él mismo ha creado. Pero no hay marcha atrás, no para los cazadores.
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