47. Más problemas

Evelin y yo avanzamos entre una vegetación muy frondosa. La zona a la que hemos llegado nos da mucha cobertura visual, lo que es una ventaja para que no nos vean, pero al mismo tiempo nos supone la desventaja de no saber lo que hay a nuestro alrededor ni a más distancia. La verdad es que ninguna condición me parece muy favorable ahora mismo sin saber quién está o dónde está.

Nos desplazamos lo más rápido que podemos, cuanto antes salgamos del bosque mejor. Los árboles no están demasiado próximos entre sí y el suelo aquí está bastante liso por lo que podemos movernos con agilidad. No tenemos noticia de Ina ni de Alexandria, pero no podemos parar. Tenemos que confiar en que están bien.

Está atardeciendo muy rápido. Este último tramo del día sacrifica su luz con mucha velocidad. Cada minuto que pasa se nota la diferencia y pronto tendremos que lidiar con la oscuridad. Llevo el pulso algo alto, nuestro ritmo sigue siendo de trote para acelerar los tiempos y para alejarnos del grupo de cazadores que vimos lo antes posible.

De repente, vemos aparecer entre el follaje a dos personas justo delante de nosotras. Nos han visto y están señalándonos. Empiezan a correr en nuestra dirección. Vienen a venir a por nosotras. Mi amiga y yo nos quedamos medio bloqueadas, sin poder movernos, hasta que yo, en una ráfaga de lucidez, me desbloqueo. Tan pronto como recupero mi conciencia, alzo el arma sin dudarlo, apunto y disparo.

No ha habido dudas y, en el momento que levantaba el arma, el hombre al que estaba apuntando se ha asustado, alzando sus manos en un gesto instintivo de protección. Pero un dardo ya va en su dirección a gran velocidad y al momento, choca con violencia contra su pecho, cerca de su hombro izquierdo. ¡Le he dado! Un gesto de sorpresa se refleja en la cara del hombre, parece que cree que le he disparado una bala. En apenas un par de segundos el hombre se desploma.

Su acompañante, consciente de lo sucedido, se asusta y frena en seco para dar media vuelta y salir corriendo en la dirección contraria. Tarde. Mi amiga, inspirada por mi acción, ha hecho lo mismo y le ha disparado. El dardo le alcanza también en la zona alta de la espalda y su cuerpo también viaja ya hacia el mundo de los sueños.

—¡Bien hecho! —le digo.

— ¡Vámonos! —responde Evelin.

Continuamos la ruta con más velocidad de la que llevábamos, esta situación nos ha hecho mucho más activas, la adrenalina ha inundado nuestro torrente sanguíneo y nos empuja a acelerar el paso todavía más. Ya no trotamos, ahora es una carrera de resistencia, constante, aunque con cuidado de no tropezarnos por el camino. Sin detener la marcha y con cierta dificultad, abrimos las escopetas para introducir en ellas un nuevo dardo, que sacamos de nuestras chaquetas con torpeza. En nuestro desplazamiento, seguimos mirando en todas direcciones, intentando localizar si hay más enemigos a nuestro alrededor. Nos hemos salvado por los pelos, la próxima vez no deberían pillarnos con tanta facilidad.

Con el dardo en la mano y utilizando el tacto de los dedos para localizar el orificio, lo introduzco en la escopeta y la vuelvo a cerrar. Cargada y lista. Miro a mi amiga y veo que ella acaba de preparar también la suya.

En una zona donde varios árboles y vegetación se configuran para crear una especie de puerta natural veo caer del cielo, un gran objeto a pocos metros de nosotras. Ha caído a toda velocidad, tan rápido que me provoca un susto espantoso. Mi amiga y yo nos frenamos al instante, estupefactas. En un momento proceso la imagen y me doy cuenta enseguida de lo que ha sucedido. ¡Es Ina! Nuestra amiga se ha dejado caer a dos metros por delante de nosotras.

—Por allí hay varios —nos dice susurrando, mientras señala en una dirección, muy parecida a la que estábamos llevando —mejor seguid por ahí —continúa diciendo al tiempo que señala otro rumbo.

Ina desaparece al instante delante de nuestras caras. No se había ido, lo sabía. Todo este tiempo ha estado haciendo lo que nos había dicho, nunca dudé de ello. Pero confiar en lo que no se ve no es tarea fácil cuando una está en peligro.

Cambiamos nuestra ruta sin dudarlo y continuamos avanzando por donde nos ha dicho nuestra amiga sin dejar de mirar hacia donde nos dijo que estaba el peligro. No podemos ver a nadie, por lo que ellos tampoco nos habrán visto a nosotras. Estamos a salvo de ser descubiertas, al menos de momento. Seguro que ellas los han localizado desde las alturas.

Mientras corremos nos adelantan los cuerpos de los dos hombres volando por los aires. Al principio nos dan un susto de muerte, pero nos damos cuenta enseguida de qué es lo que está pasando. Ina y Alexandria los están transportando a toda velocidad. Vemos cómo los cuerpos se meten dentro de unos arbustos y quedan ocultos a la vista. ¡Bien hecho chicas! Los han quitado de en medio para que no los encuentren los demás y se alerten.

Después de la extraña escena de dos cuerpos inertes entrando por si mismos entre los arbustos, vuelve el silencio a nuestro entorno. Nada se mueve alrededor. Ina y Alexandria son como el alma del bosque, indetectables. Evelin y yo seguimos corriendo sin parar, atentas a todo lo que pueda estar cerca. Me siento muy nerviosa de la situación que estoy viviendo y todo tipo de cosas se pasan por mi cabeza: "No debería estar aquí", "estás loca Valentina"..., pero de repente me acuerdo de Ina, lo especial que ha sido para mí todo este tiempo, lo pura y buena que es y que había sido secuestrada; eso me hace darme cuenta de que, por mucho miedo que tenga, era lo que tenía que hacer. Nadie iba a venir a por ella. ¡Es una extraterrestre sola en nuestro planeta!

A pesar de mi estado de enorme agitación, me siento tranquila sabiendo que tenemos a dos alienígenas con habilidades muy especiales cubriéndonos las espaldas. Espero que sea una ventaja suficiente como para volver a salvo.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top