Vamos caminando. Eso permitirá que Alexandria reúna fuerzas lo antes posible. Ya estamos a una distancia más que considerable de la cabaña y nuestra prioridad ahora mismo es, sobre todo, que Alexandria recuperar sus funciones normales.

-¿Tienes hambre? -me pregunta.

-Yo todavía no. Me queda mucho para tener hambre y sueño. ¿Y tú?

-Estoy como tú. Puedo resistir bien varios días más sin comer ni dormir, así que perfecto. Podremos estar las dos al máximo en la huida.

-¿Dónde estaremos? -El terreno no ayuda a orientarme.

-No tengo ni idea. ¿Has tenido tiempo de aprender a leer las estrellas de este planeta?

-No. Solo tengo claro que seguimos en el hemisferio norte -le contesto mirando hacia el cielo.

-Sí. De eso no hay duda. -Alexandria habla mirando hacia el cielo también.

Nos desplazamos sin descanso, caminando, todo el rato en la misma dirección para poder alejarnos lo máximo posible de nuestro punto de partida. Nuestro interés ahora mismo es alejarnos. Al no saber dónde nos encontramos, decidimos que lo mejor alejarse de cabaña y ganar terreno y tiempo a nuestros captores.

-No parece que haya muchas cosas para comer por aquí -le digo a Alexandria.

-Frutos no, pero quizás alguna raíz o tubérculo sí. He visto algunas setas por el camino.

-Sí, alguna también he visto. No hay gran variedad, pero es suficiente para alimentarnos si nos hace falta.

-¿Crees que habrá animales salvajes por aquí? -inquiere.

-No creo. Al menos no peligrosos para nosotras. ¿Sabías que la mayor parte de los animales terrícolas detectan nuestro campo bioeléctrico?

-Sí, me informaron los del Consejo. Tengo entendido que les impresionamos mucho y no se atreven a atacarnos.

-¡Ah! ¡De acuerdo! Pensaba que te preocupaban.

-¡No! Más bien al revés -explica Alexandria riéndose-. Me encantaría que hubiese muchos animales peligrosos por aquí. Si deciden venir a buscarnos bosque a través, sería perfecto que tuviesen más cosas de las que estar atentos que no seamos sólo nosotras.

-¡Es verdad! -No lo había pensado, pero su idea es genial-. Pues no estaría mal que hubiese animales que les mantengan entretenidos. Pero creo que no estamos de suerte...

-No importa, creemos nuestra propia suerte. Sigamos caminando -dice muy animada.

Hace mucho tiempo que en el interior del bosque solo nos acompañan los sonidos de la naturaleza. Aun sin saber nuestra ubicación exacta, estoy segura de que estamos lejos de cualquier núcleo urbano. Desde aquí no se puede ver ningún signo de civilización alrededor. El bosque es muy tupido aunque nos orientamos con facilidad.

-Oye Ina, mira allí -me indica Alexandria en la mente.

Miro a Alexandria y la veo señalando en una dirección, mientras con la otra mano me coge con cuidado y me retira hacia un lateral. En la dirección que me marca, podemos ver a un hombre con una escopeta en la mano que camina como buscando algo en el bosque. Alexandria y yo nos metemos detrás de un árbol para impedir que nos vea.

-¿Qué crees que está haciendo aquí? ¿Nos estará buscando? -le pregunto.

-No tengo ni idea -responde-. ¿Será un cazador?

-Podría ser, pero no podemos arriesgarnos. En cualquier caso, si intentamos pedirle ayuda, encontrará rarísimo que dos chicas como nosotras estemos en el bosque a estas horas de la madrugada. Podría pasar cualquier cosa. La idea es que evitemos todo contacto con cualquier persona hasta que volvamos a un núcleo urbano donde podamos ser unas chicas más.

-Es verdad. Hagamos que no nos vea. Todavía no puedo hacerme invisible, así que será mejor vigilar sus pasos y movernos acorde a sus movimientos.

-Espera, me ocultaré yo. Voy a avanzar para coger ángulo y ver cómo está la cosa.

Me hago invisible y avanzo en lateral, intentando no mover arbustos para no alertarle y que pueda pensar que hay un animal. Debo evitar despertar su interés y que se acerque aquí a husmear. Llego a una zona donde hay grandes arbustos, avanzar implicaría zarandearlos, así que me agarro a un pino muy alto y haciendo presión con las piernas y las manos contra su tronco, comienzo a escalarlo. Usando pies y manos como si caminase en cuclillas, me resulta muy sencillo trepar. Mis fuerzas están bastante recuperadas y se nota en la agilidad con la que puedo escalar.

Llego hasta arriba, a unas ramas gruesas que pueden contener mi peso. Desde aquí, ahora mismo, no puedo ver al hombre. Miro hacia delante y veo otro árbol, a una distancia como de seis o siete metros de éste. Salto hacia él con un fuerte impulso. Tan pronto llego al árbol, me agarro al tronco, y vuelvo a mirar. Ahora sí que veo al hombre, desplazándose y buscando.

-Alexandria, ¿ves aquel árbol inclinado que está al lado de la roca que parece que tiene una madriguera debajo?

-Espera... ¡Sí! Lo veo -me dice al localizarlo.

-Avanza hacia allí, no podrá verte.

-¡Vale!

Desde mi posición privilegiada puedo controlar los movimientos de Alexandria con facilidad. La observo desplazarse con cautela hacia donde le he indicado.

-Ahora avanza por detrás de ese grupo de árboles, recto. Agáchate, hay un tramo en el que serías muy visible.

-Voy.

Alexandria se agacha y camina en esa posición, mirando siempre en la dirección del hombre. Yo al mismo tiempo sigo controlando que todo esté bien.

-Tranquila, creo que está él solo. No veo a nadie más.

-Perfecto -aprueba mi amiga.

Según avanza Alexandria, su trayectoria y la del hombre se abren, cada vez están más lejos y pronto no hay línea de visión de uno hacia el otro.

-Continúa adelante -le digo.

Alexandria mantiene su dirección tal cual le he indicado. Mientras tanto, el hombre alcanza una roca alta que desciende de un salto. Al otro lado de la gran piedra, cambia de dirección. Ahora lleva la opuesta a la de Alexandria. Perfecto, ha definido la ruta perfecta para que nos vayamos.

-Sigue avanzando, el hombre ya no puede verte y se está alejando de ti. Yo te sigo desde las copas de los árboles.

-OK -responde.

Echo un último vistazo al hombre y confirmo que sigue yendo en dirección contraria a Alexandria. Ya está lo bastante lejos como para caminar de manera segura y comienzo a saltar de árbol en árbol para poder alcanzar a mi amiga.