29. ¿Qué es eso?
Valentina
Estoy paralizada, temo que cualquier decisión que tome me puede perjudicar. No me atrevo a salir corriendo porque le estaría dando la espalda a eso que no veo pero que sé que está ahí. Por absurdo que me llegue a parecer, creo que la única opción es tratar de comunicarme con los entes. No pierdo nada y tal vez ayude de algo, aunque sea para sentirme más segura de mí misma.
—¿Quiénes sois? —pregunto con miedo—. Presentaos. No es justo, salid del escondite. Yo no he hecho nada. Solo intento ayudar a mi amiga.
Oigo un silencio pasmoso. Los pequeños sonidos cesan, es como si me hubiesen entendido. Se confirma mi sospecha de que ahí, al final del pasillo, hay algo. Me siento más observada que nunca.
—¡Vamos! —¿Qué se supone que puedo hacer sino intentar hablar con estos espectros?—. Me llamo Valentina. ¿Quiénes sois vosotros?
Se vuelve a hacer el silencio. De repente, al fondo del pasillo, se comienzan a materializar en el aire tres figuras hasta que se hacen visibles. ¡Casi me muero del susto! Empiezo a temblar y a tiritar del terror, viendo a los tres seres de aspecto humano a lo lejos.
—Yo soy Aëhl, ésta de mi lado es Mahla y él es Despian —contesta el del centro del grupo señalando a los que están a sus lados.
En ese momento, puedo relajarme un poco. Solo puede significar una cosa: hay más.
A pesar de que sigo en tensión consigo bajar un poco mis pulsaciones que me tenían cerca de un infarto. No les quito ojo por si tengo que salir disparada por las escaleras. De forma mental me hago un plan de escape y decido que si corro, saldré por la ventana que está al lado de la puerta, justo al lado de las escaleras según baje, a mi mano izquierda.
—¿Qué haces aquí? —pregunta el tal Despian.
—No, ¿qué hacéis vosotros en casa de mi amiga? —les pregunto intentando ganar autoridad, como si tuviera todo el derecho a estar aquí.
—¿Eres amiga de Ina? —sigue preguntando.
—Sí. Claro. ¿Y vosotros quienes sois?
—¿Podrías demostrarlo, por favor? —insiste en llevar la voz cantante.
A pesar de la gran educación con la que me habla, prefiero no ceder de mi posición.
—Vosotros primero.
Creo que Despian entiende que estoy muerta del miedo y accede a mi petición cambiando su tono a uno más amable todavía.
—Tranquila, no queremos hacerte daño. Está claro que hemos coincidido todos aquí dentro, ¿verdad? No es la casa de ninguno de nosotros. Has podido comprobar que somos diferentes a ti, y hemos decidido aparecer ante tus ojos, cuando pudimos habernos quedado fuera de tu vista. Entiende que si quisiésemos hacerte algo, mostrándonos, estamos perdiendo nuestra ventaja. Del mismo modo, también hemos arruinado nuestra oportunidad para escapar de ti. Por lo tanto, creo que es justo que seas tú quien ahora aporte más datos acerca de sí misma.
—De acuerdo.
El chico tiene razón, en parte. Supongo que no estoy en posición de desconfiar tanto después de su explicación. Meto mi mano en el bolsillo y desbloqueo mi teléfono. Abro la aplicación de las fotos y busco una en la que salimos Evelin y yo con Ina. Como no me atrevo a acercarme, les digo desde la distancia, haciendo un gesto de que les voy a lanzar el aparato.
—¿Va?
Aëhl asiente con la cabeza al tiempo que coloca las manos en posición de recepción. En ese momento, lanzo mi teléfono con fuerza. Aëhl lo recoge al otro lado del pasillo con facilidad, le da la vuelta y se pone a mirar la pantalla. Los otros dos, se asoman también a la pantalla. Se quedan mirando largo rato a la fotografía y después deslizan el dedo por la pantalla viendo más fotos.
—¿Qué haces aquí, chica? —me dice Aëhl con cierto tono de pena.
—Se han llevado a mi amiga —contesto —. Fuimos juntas a rescatar a Alexandria y la cosa se torció —digo cerca del llanto, en tono muy frustrado. Me cuelgan los brazos, como si hubiese perdido todas las fuerzas.
—Nosotros también somos amigos de Ina —contesta Mahla. Vinimos para ver si conseguíamos encontrarla o saber qué le pasaba.
—¿Está bien si podemos acercarnos? —pregunta Mahla en voz muy suave—. Si quieres nos quedamos aquí y te volvemos a lanzar el teléfono. Lo que tú prefieras.
—Sí, podéis venir —contesto todavía con cierto pánico.
El grupo camina con mucha suavidad hacia mí. Durante unos pocos segundos yo estoy aterrorizada, llegando al punto de que me fallan las piernas, me tiemblan. Avanzan hasta quedarse a un metro de mí. En ese momento, Aëhl extiende su brazo mucho, para no acercarse con el cuerpo y que no entre en pánico, y de él cojo mi teléfono.
—Gracias por identificarte. Entiende que estamos protegiendo a Ina. No podemos decir nada de ella, salvo que sea a alguien que nos garantice que es seguro para ella, o incluso para nosotros.
—Lo entiendo. Yo también he venido para proteger a mi amiga. Me alegra saber que estamos todos en la misma onda.
—¿Misma onda quiere decir mismo objetivo?
—Más o menos, sí. —Tengo que tener cuidado con el lenguaje coloquial, es posible que no me entiendan bien—. Que todos queremos proteger a Ina.
—¡Ah! De acuerdo. —Puedo notar cómo procesan la nueva expresión del lenguaje. Se les ve pensativos.
Al cabo de unos segundos, Mahla retoma la conversación.
—Suponíamos que eras de fiar, pero necesitábamos hacerte unas cuantas preguntas antes. Estamos demasiado indefensos en este planeta como para identificarnos a las primeras de cambio ante cualquier humano. Te hemos visto llorar —dice con voz muy triste—. A pesar de eso tenemos que ser muy cautelosos, incluso así debemos dudar de todo humano.
Mahla se queda callada un poco, esperando que asimile poco a poco sus palabras. Habla con una suavidad muy parecida a la de Ina. El miedo que tenía casi se ha disipado. Después de esa pausa que hace para no abrumarme, vuelve a hablar.
—Has pasado mucho miedo y mucha pena en poco tiempo. ¿Me dejarías hacer algo para que te sientas mejor? —me pregunta.
—Sí.
—Pero para eso tengo que tocarte. ¿Puedo? —Sus palabras suenan con dulzura.
—Vale.
La chica se acerca a mí muy despacio. Mientras lo hace, yo tiemblo un poco. Confío pero no puedo evitarlo. En el momento que posa las manos y las deja quietas en mi cabeza, empiezo a sentir que en realidad no me va a hacer nada. Con sus manos ahí colocadas experimento una sensación que no puedo describir. Es como si mi columna vertebral fuese una fuente de agua fresquita y cálida a la vez, que emite esa agua en todas las direcciones haciéndome sentir muy bien. Noto como el frío que sentía antes por haber llorado tanto, se desvanece. Sigo estando triste pero el desgaste físico se amortigua mucho; es como si me ofreciese un descanso. Algo así como dormir despierta.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top