28. Cada vez más lejos

Ina

"Ina, Ina..." Me siento como dormida y despierta a la vez. No consigo salir bien del estado de sueño, estoy embotada. Poco a poco empiezo a despertarme, no del todo, pero al menos lo suficiente como para enterarme de lo que hay a mi alrededor. Abro un poco los ojos, me molesta la luz. En ese momento me doy cuenta que estoy en el interior de un coche, mi cabeza está colgando hacia delante y tengo las manos atadas detrás de la espalda. Noto a mi derecha la presencia de un hombre. Abriendo los ojos un poco más, veo por el rabillo del ojo a una chica. Creo que es Alexandria. El coche está en marcha, todas las plazas están ocupadas. Sus ocupantes van en silencio.

—Alexandria, ¿eres tú? —le pido confirmación a Alexandria de que es la persona que viaja conmigo en el coche. Estoy casi segura de que es ella, pero no puedo verla bien.

No consigo mover la cabeza. A pesar de que entre nosotras dos hay un hombre, usamos la telepatía entre nosotras. No estoy segura de que sepan que podemos hacer esto, creo que no. La conversación transcurre entre nuestras cabezas.

—Sí, soy yo. ¿Cómo estás?

—Bien, gracias. ¿Y tú? ¿Estás bien?

—Sí, aunque agotada. Como tú supongo. Gracias por venir a por mí —contesta con fuerza—. Aunque todo haya salido mal.

—No importa. No saben con quién se están metiendo. Saldremos de aquí seguro.

—Desde luego. Es cuestión de tiempo.

—Oye, ¿sabes hacia dónde vamos? ¿Han dicho algo?

—No se hablan entre ellos. No en el coche. No se fían nada de nosotras, creo que nos están cogiendo miedo.

—¿Desconfían?

—Sí —asegura Alexandria—. Hicimos una parada en medio del camino, se bajaron todos y se pusieron a hablar fuera del coche, estuvieron un buen rato. Pararon solo para eso. Así que sí, desconfían de nosotras.

—Entonces no tienes ni idea de dónde estamos, ni aproximadamente.

—No, estoy perdida.

Nos quedamos calladas un poco, inmóviles, sabiendo que tenemos comunicación continua entre ambas. Es una sensación agradable saber que siempre podré hablar con ella si lo necesito. Quizás eso nos dé gran ventaja para escaparnos. Cualquier cosa que reciba o descubra una, se lo puede transmitir a la otra. A pesar de nuestra situación, no dejo de pensar en posibles soluciones. Sé que tenemos muchas alternativas en nuestra mano todavía.

Observo con discreción alrededor. Los hombres están muy callados, no se comunican nada. El hombre que viaja entre nosotras nos mira todo el tiempo. Es el mismo que he lanzado por los aires. Por el estado de su ropa parece que se ha hecho bastante daño con la caída, pero todavía parece muy operativo y en mi estado no podría forcejear con él. Los otros dos no están atentos, pero al más mínimo movimiento intervendrían. El camino por el que discurrimos es un trayecto alejado de la civilización. No se ve ningún tipo de edificio alrededor y apenas nos cruzamos con otros coches. El tipo de vegetación que rodea la carretera es de pinos altos. Está todo en un estado muy natural, por lo que deduzco que debemos estar muy lejos de cualquier núcleo urbano importante. Si el vehículo parase, salir corriendo tampoco parece una buena opción. No me queda más remedio que esperar a una mejor oportunidad, me quedaré quieta mientras tanto.

—Alexandria, ¿qué tal estás de fuerzas?

—Regular, no estoy muy bien.

—Me han quitado el teléfono, ¿verdad?

—Sí. Te revisaron los bolsillos y lo tiraron antes de montarse en el coche. No te han dejado nada encima.

—¿Te has fijado? Estamos llegando a zona boscosa. Lo encuentro beneficioso. En el bosque los humanos están en total desventaja con nosotras.

—Eso mismo estaba pensando. Tenemos que salir como sea. Los humanos son muy torpes sobreviviendo sin su civilización. Dependen demasiado de la comida y de funciones corporales internas. No aguantan más de tres días en buen estado sin comer, no digamos la dependencia que tienen hacia el agua potable. Si conseguimos salir, corriendo campo a través, no tendrán manera de alcanzarnos. Aunque para eso tendremos que librarnos de los efectos de estos venenos que nos inyectan todo el tiempo.

—Sí, lo de las drogas es mi mayor preocupación. Hay una cosa que necesito saber. ¿Cómo saben que no eres humana?

—Intervine en un conflicto entre humanos. Utilicé una de las capacidades que tenemos prohibido mostrar. Lo siento mucho —se disculpa—. Resultó que me vio ese de ahí, el copiloto. Luego debieron seguirme hasta darme caza. No tuve defensa. Me dispararon un dardo tranquilizante que me dejó muy debilitada.

—Pero eso es todo, ¿no? Es decir, ¿saben de dónde eres?, ¿saben qué cosas podemos hacer?

—Les he oído hablar una vez sobre el tema. Para ellos, todo eran rumores. Hasta ahora no creían en la existencia de extraterrestres, pensaban que somos una leyenda urbana. Cuando me vieron confirmaron su leyenda, pero eso es todo. Les oí intentar dilucidar qué podría ser exactamente, qué especie. Pero en realidad no tienen ni idea, no saben siquiera el planeta del cual venimos.

—Por lo tanto, no saben nada de nada de nada acerca de lo que podemos hacer más allá de los humanos ¿no?

—En absoluto. —me dice Alexandria con su pensamiento en un tono de picardía. Ella también sabe que esto nos da mucha ventaja en cuanto encontremos algo de descanso entre las dosis de los químicos que nos inyectan.

—Eso es una muy buena noticia. Nos vamos juntas, ¿verdad? —le digo bromeando. Sé de sobra que Alexandria va a decir que sí.

—¡Claro! Además seguro que en este bosque hay unas heladerías buenísimas —bromea.

—¡Estupendo! Podremos pedirnos un helado de chocolate.

—¿Chocolate? ¡Qué asco!

—¿A ti tampoco te gusta?

—No. Me parece horrible.

—A mí tampoco, me resulta espantoso —contesto sorprendida. Pensaba que yo sería la única a la que no le gusta el chocolate. De hecho le hice la oferta de pedirse un helado de chocolate porque es tan popular que jamás pensé que encontraría a alguien más que no le gustase.

—¡Anda! A lo mejor a nuestra especie no le gusta a ninguno.

—No lo sé, pero cuando lo probé me llevé una gran decepción.

—Mira, cuando salgamos, soy capaz de pedirme uno de chocolate. Sólo por celebrarlo. —Puedo notar cómo se ríe por dentro.

—Ahora sí que tenemos que salir. Sólo porque eso quiero verlo.

—Lo verás.

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