22. Nosotras

Desde el secuestro de Alexandria, mi casa se ha vuelto el centro de reunión de todos estos días. Una vez más, como siempre, estamos aquí en el sofá. Valentina ha vuelto a traer galletas, las ha dejado en la mesa y estamos comiendo justo antes de empezar a hablar.

—Ina. Mira lo que tengo... —Valentina tiene un tono de voz muy excitado. Parece que trae algo muy interesante. Mete la mano en el bolsillo de su chaqueta y saca un papel doblado dos veces.

—Toma —dice mientras alarga su brazo con una sonrisa de satisfacción en su cara.

Desdoblo el papel y de repente veo una partitura escrita. En ese momento me doy cuenta de que son varios papeles doblados unos encima de otros.

—Pero —me sale casi sin pensarlo. Antes de darme tiempo a poder elaborar una frase, mi amiga me interrumpe.

—Me he colado en la clase de Alexandria en el recreo. Estaba entre las cosas de su mesa. La tenía dentro del libro de música, espero que sea algo que tú puedas leer y no una canción normal.

—Sí que lo es. Es nuestro lenguaje encriptado... —digo sin quitar la vista del papel.

—¿Qué? —Evelin se inclina hacia adelante, a mirar el papel. Sé que para ella es imposible de descifrar. Aun así, le resulta inevitable asomarse al contenido.

—¿Qué pone? —inquiere Valentina.

Mis amigas están muy quietas y expectantes. De repente, el silencio en la casa es asfixiante. Puede incluso oírse nuestra respiración o el roce de nuestras prendas al movernos. Es un fragmento de tiempo que parece congelado y muerto, leo por encima hasta que por fin puedo leerles el contenido a mis amigas.

"Creo que me han descubierto. Intervine en un conflicto de humanos para ayudar, pero hubo testigos. No estoy segura de si puedo seguir aquí. Mis padres humanos no saben nada, no he contado nada del evento. Necesito vuestra ayuda, quizás tenga que esconderme una temporada. He intentado localizaros, pero me ha sido imposible. Confío en que no haya pasado nada. Creo que últimamente me están siguiendo. He visto a los mismos hombres varias veces en el instituto. Necesito que me protejáis. Estoy preocupada, escribo esta nota con la esperanza de entregárosla yo en persona, pero también lo hago por si algo ocurriese, para que podáis tener toda la información que haya podido reunir hasta ahora."

—Buf... —Evelin resopla y se tapa la boca con una mano.

—No nos aporta mucho —dice Valentina.

—Es verdad, pero sabemos dónde está —contesta Evelin.

—Sí... Si no nos sirve de mucho esta carta es porque nosotras hemos conseguido demasiado. Es una buena noticia.

—¿Qué hacemos ahora?

—Iré a por ella —contesto.

—¿Cómo? —preguntan ambas con mucha expectación.

—Bien, dejadme que os enseñe algo.

Me levanto del sofá y me alejo dos pasos. Antes de hacer nada, mi instinto me hace mirar alrededor para asegurarme de que no hay nadie. Es un gesto sin sentido, pues estamos en mi casa, pero a pesar de todo necesito hacerlo. Nunca está de más asegurarse.

—Antes de nada, quiero deciros que estéis tranquilas. ¿Vale?

—Vale. De acuerdo —responden.

—Todos los de mi especie, podemos volvernos invisibles. Es una facultad biológica que tienen nuestros cuerpos, igual que vosotros aquí tenéis los camaleones que pueden cambiar de color.

—¿Qué? —Mis amigas no dan crédito.

—Sí. Fijaos.

Con suavidad, hago que mi imagen desaparezca, hasta que por fin mis amigas no pueden verme. En ese momento, abren mucho la boca y se la tapan con las manos, como si les costase creérselo. Están tan sorprendidas, que no consiguen emitir palabra. Después, recupero mi visibilidad.

—¡Hala! —exclama Valentina con un suspiro.

—¡Es increíble! —añade Evelin.

—Esta es la idea, vosotras tenéis que timbrar en la casa y distraer a quien esté allí. Yo, mientras tanto, me colaré en el interior e iré en dirección a Alexandria. Una vez allí, le tocaré y le pasaré energía para que pueda espabilarse. Si le paso energía, ella también podrá hacer este tipo de cosas y saldremos juntas.

—¡Hazlo de nuevo! —Mis amigas están tan asombradas, que apenas pueden asimilar la realidad de mis capacidades.

—Claro —contesto con una sonrisa. Hago mi cuerpo transparente de nuevo y una vez más, desaparezco a su vista.

—¿Sigues ahí? —pregunta Evelin.

—Sí. Aquí estoy.

—¿Dónde estás? ¿Puedo tocarte? —duda Valentina.

—Sí, claro.

Valentina alarga la mano moviéndola como si estuviese a oscuras, intentando alcanzarme. Yo alargo mi mano derecha y se la cojo. Ella sonríe.

—¡Vaya! —suelta muy entusiasmada.

—¿A ver? —Evelin alarga su mano también con el mismo gesto de desorientación que Valentina, meciéndola despacio para ver si encuentra el punto en el que hace contacto conmigo. Yo busco su trayectoria y con mi mano izquierda y tomo la suya.

—¡Hala! —Evelin también está muy sorprendida de lo que está experimentando hoy.

—¡Qué locura! —dice Valentina mientras se ríe.

Por unos momentos, nos quedamos las tres cogidas de las manos. Al cabo de un poco, Evelin le coge la mano a Valentina. Se hace un silencio perfecto en el que nos sobran las palabras. Nos quedamos en esa posición, sin pensar, sin nada que decir. Tres amigas, una de ellas yo, extraña para las otras, reunida con otra especie, con otros seres que jamás pensé que podría llegar a aceptar o con los que imaginé que no intimaría jamás. Un momento en el somos nosotras, sin más. Sin importar de dónde venimos, sin importar cómo de diferentes llegamos a ser. Juntas. Unidas.

Amigas.

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