19. Sobre la pista
En los recreos hay un lugar al que apenas va nadie, la parte de atrás del jardín. Es una zona muy poco frecuentada, los alumnos no suelen tener especial interés en ese lugar. Ahí nunca ocurre nada y ni siquiera los chicos a los que llaman "los raritos" van por allí. Es una zona sombría que rodea al instituto. Estar allí es, con todas garantías, estar sola. Por eso hemos escogido este sitio para reunirnos y poder hablar con tranquilidad del tema de Alexandria.
—¿Qué podemos hacer? ¿Has pensado algo? —pregunta Evelin.
—Os cuento con detalle. De la habitación no he podido deducir nada. No había nada que aportase alguna pista como para conocer su ubicación. Pero está la ventana, lo que os había dicho. A través de la cortina pude ver una chimenea muy larga. Eso podría sernos útil. Vosotras conocéis la ciudad mucho mejor que yo, ¿dónde creéis que puede haber una chimenea alta?
Mis amigas se concentran.
—La zona industrial tiene muchos edificios con chimeneas altas —comenta Evelin.
—Podría ser, pero no estoy segura de que sea allí. Allí no hay viviendas y según dice Ina, el sitio tenía todo el aspecto de ser una habitación. Antes de la zona industrial, deberíamos buscar por dentro de la ciudad. Es más probable que la encontremos así —responde Valentina.
—Sí, pero, ¿dónde? —inquiere Evelin.
—No lo sé. Déjame pensar. —Valentina saca su teléfono móvil del bolsillo y se pone a mirar en él.
—El horno, la tienda de globos... —Evelin habla para sí misma. Yo estoy perdida, no tengo ni idea de dónde podría ser. Me apoyo en la verja del instituto y miro hacia el horizonte intentando localizar una chimenea. Nada.
—¡Un momento! —Valentina interrumpe muy alterada el momento—. ¿Y si es la antigua forja?
—¿Cuál es esa? —pregunta Evelin.
—El edificio abandonado que tiene una chimenea. ¡Claro! ¡Podría ser ese! ¿No sabes cuál te digo? El que está más allá de los cines. Donde íbamos antes a patinar.
—No sé cuál dices. —Evelin está muy desorientada.
—Sí mujer, ¿te acuerdas del sitio donde nos sentábamos después de patinar? Pues al final de la calle.
—¡Ah! —Evelin se ha dado cuenta de lo que le dice su amiga—. ¡La casa aquella vieja de la chimenea!
—¡Sí! ¡Esa!
—¿Eso era una forja? No lo sabía. Nunca supe qué era ese edificio. ¡Claro! ¡Podría ser! Alrededor de allí hay casas, ¡está dentro de la ciudad!
—¡Tiene que ser allí! —exclama Valentina mientras a toda velocidad maneja su móvil—. ¿Es esta, verdad?
Valentina gira su mano y me enseña una fotografía de un edificio que, en efecto, tiene una chimenea muy larga. Tiene un color y una construcción muy parecida al que veía desde la ventana.
—¡Sí! ¡Creo que podría ser! — Es, casi seguro, el edificio que se ve desde la ventana de la habitación en la que tienen a Alexandria retenida.
—¡Genial! ¡Ya tenemos algo! —Evelin está pletórica y sonriente.
—Pero este edificio puede ser visto desde muchas casas a la vez. No va a ser fácil encontrarlo. —suspira Valentina.
—No tanto. Mira, fíjate en esta fotografía. ¿Ves esta casa que tiene al lado? —contesto a mi amiga—. Desde donde está Alexandria, su tejado se ve inclinado hacia la derecha. Por lo tanto, la casa tiene que estar en línea recta en esa dirección —explico mientras señalo en una dirección por encima del teléfono, como si la foto fuese una especie de mapa.
—Ah... ¡Qué bueno!
Mis amigas están asomadas al teléfono mirando la fotografía. En ese momento, suena el timbre que da la señal de que se acaba el recreo. Todas giramos la cabeza mirando en dirección al camino de vuelta a clase.
—Ahora sólo nos falta saber qué casa podría ser. Desde ese punto de vista no habrá demasiadas que tengan vistas a esa chimenea, pero todavía podrían ser unas cuantas —concluye Evelin.
—Sí, pero creo que podemos encontrarla con cierta facilidad. Tengo una idea. Si Alexandria está despierta, puede ayudarnos a encontrar el sitio.
—¿De verdad? ¡Qué bien! —exclama Evelin.
—Sí. Pero sería bueno conseguir las partituras de Alexandria. Puede que haya algo en ellas que pueda ayudarnos a encontrarla.
—Sí. ¿Cómo hacemos para conseguirlas sin que se entere Anna? —pregunta Valentina.
—No sé, pero tenemos que pensar algo. —Evelin está dispuesta a llegar hasta el final.
—No estoy segura de que contenga información demasiado útil para saber dónde se encuentra, pero en esta situación cualquier cosa podría venirnos bien.
—Intentaremos conseguirlas —asegura Evelin.
—¿Qué hacemos con Alexandria? —pregunta Valentina—. ¿Esperamos a tener primero las partituras?
—¡No, no! ¡No hay tiempo que perder! ¿Podéis venir a la tarde alguna conmigo?
—¡Claro! ¡Le diré a mi madre que tenemos que hacer un trabajo! ¡Está encantada contigo! El otro día me dijo: "¡Ay, como me gusta esa chica! Esa amiga merece mucho la pena, tienes que cuidarla."
Al oír eso me sonrojo, me da vergüenza escuchar algo así. En especial si viene de un humano, es una situación muy rara para mí.
—Yo haré lo mismo. Diré a mi madre que tenemos que hacer un trabajo. ¿Nos vemos en tu casa Ina?
—Sí. Lo antes posible. Venid tan pronto podáis. Cuando estemos las tres juntas, saldremos, ¿vale?
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