15. Contacto


A la salida del instituto nos vamos mis amigas y yo a una de las cafeterías del instituto tal y como habíamos quedado. Nos sentamos en una de las mesas del fondo, para que nadie pueda oír nuestra conversación. Elegimos la más apartada de todas, una en la que no hay nadie ocupando las mesas contiguas. El camarero se acerca a nosotras.

—¿Qué va a ser? —pregunta.

—Un cacao caliente.

—Otro.

Me quedo pensando un poco y respondo.

—Lo mismo. —Me gusta el cacao caliente de la Tierra. Aunque no debo tomar mucho. No le sienta muy bien a mi organismo todavía.

En cuanto el camarero vuelve a la barra, mis amigas y yo nos inclinamos mucho sobre la mesa, para hablar en voz baja.

—¿Qué hacemos? —pregunta Valentina.

—Creo que puedo contactar con ella —les aseguro.

—¿Cómo?

—Entre los de nuestra especie, podemos ejercer la telepatía. Voy a intentar comunicarme con ella.

—¿Puedes leerme la mente? —pregunta sorprendida Evelin.

—No. —Sonrío—. Puedo "hablar" con gente de mi especie. Sólo con ellos y no con humanos. Y para eso, sólo si me dan permiso. Ella sentirá que alguien está intentando llamarla; a partir de ahí podrá decidir si quiere escucharme y contestarme o no.

—¡Hazlo, hazlo ya! Pregúntale a ver si te puede decir algo. —Evelin está muy nerviosa.

Cierro los ojos y me concentro. Intento establecer el contacto con ella. La busco..., intento sentir su campo bioeléctrico. Tengo las referencias de las veces que me la he encontrado. Eso me supone una ventaja única, porque sé cómo es su campo bioeléctrico. Cada miembro de nuestra especie tiene uno bien diferenciado, es una especie de huella digital. De no ser por eso, me sería imposible poder establecer contacto. No puedo comunicarme con alguien si nunca he visto la energía que le rodea.

Sigo buscando en mi memoria cómo se sentía su campo bioeléctrico. ¡Ya lo tengo! Empiezo a sentirlo. Ahora intento amplificarlo hasta que consigo sentirlo en todo mi cuerpo. Me concentro mucho... cada vez siento más su energía. Creo que ya está. Voy a establecer contacto.

—Alexandria, soy Ina. Anna está muy preocupada por ti. Estamos intentando saber si estás bien —transmito.

Se hace un silencio. Intento escuchar algo. Al mismo tiempo, desde fuera, oigo cómo el camarero ha posado cosas en la mesa. Está colocando las tazas.

—¿Se encuentra bien? —pregunta el camarero. Supongo que se refiere a mí, pero no puedo saberlo con los ojos cerrados.

—Sí, sí —contesta Evelin—. Estamos jugando a una cosa. —¡Bien hecho chica!

—Ah. De acuerdo. —El camarero cambia su tono de voz a uno más confidente. Puedo oír cómo se retira de la mesa.

Vuelve el silencio. Mis amigas no hacen ningún ruido. Intuyo que están pendientes de mí. Creo que tengo algo... empiezo a sentir su respuesta. Pero no me llega. Ha aceptado mi contacto, pero no consigo recibir su mensaje. Me llega distorsionado. No dice nada, no lo dice claro... No sé qué está ocurriendo. Algo no va bien.

De repente se me ocurre una idea.

—¿Me dejas entrar? —transmito a Alexandria pidiendo permiso para entrar a sus sentidos. Noto como su respuesta es amigable, parece contenta de que se lo haya pedido. Pero sigo sin oír ninguna voz ni ningún mensaje. Es como si no pudiese hablar. Poco a poco, empiezo a ver algo, aunque borroso. Está mirando hacia abajo, veo sus piernas. Está en una silla. Su cuerpo se siente pesado y lento... No se ve casi nada, todo está nublado. Tampoco es capaz de escuchar muy bien.

Ahora está levantando la cabeza, está mirando hacia adelante. Al hacer ese gesto, puedo ver lo que tiene por delante de ella. Veo una silueta de un hombre de mediana edad pero la imagen es muy difusa, no puedo reconocer su cara. Tampoco puedo sentir el campo bioeléctrico del hombre a través de los ojos de Alexandria. Su cuerpo no está funcionando bien. El hombre no distrae su mirada de ella mientras habla por teléfono. Ahora ella baja la vista de nuevo, como si estuviese muy cansada. En el recorrido de su vista, veo su brazo izquierdo. ¡Está atado al mango de la silla! ¡Alexandria está secuestrada! Eso explica todo. ¡La han drogado!, ¡por eso no puede ver ni oír bien, ni comunicarse conmigo!

—Chicas. Alexandria está viva —informo a mis amigas.

—¡Qué bien! —Están nerviosas pero aliviadas.

—Pero tenemos un problema. La han secuestrado y la han drogado.

—¿Cómo? —pregunta Evelin.

—Lo que oís. No he podido hablar con ella, porque está drogada y no puede comunicarse. Pero me ha dejado usar sus sentidos.

Mis amigas están boquiabiertas mirándome con cara de pánico. Yo continúo hablando.

—Se veía todo muy borroso por culpa de lo que le han dado. He podido ver que estaba atada en una silla y que tenía a un hombre justo delante de ella hablando por teléfono. Creo que se la quieren entregar a alguien o algo parecido. Las pocas sensaciones que he recibido son como si el hombre estuviera comunicando con alguien que tiene interés en Alexandria. Pero no pude oír la conversación, la pobre está muy perjudicada por la sustancia que le han dado.

—Tenemos que enterarnos de dónde está —Valentina está muy alterada.

—Sí, tenemos que hacer algo pronto. Me temo que se la quieren llevar a otro sitio. Es probable que todavía esté cerca. El enlace telepático era fuerte. El problema son sus sentidos y sus energías. Está bajo mínimos.

—¿Cómo vamos a hacer? —pregunta Evelin.

—Supongo que se comunicará conmigo si le baja el efecto de las drogas. Pero no sé si pretenden tenerla drogada todo el tiempo, quizás saben que puede comunicarse mentalmente con otros como yo. Mientras tanto, tenemos que intentar recopilar toda la información posible. Cualquier cosa que pueda darnos una pista de dónde podría estar.

—¿Por dónde podemos empezar? —vuelve a preguntar.

—No tengo ni idea —contesto con desesperanza.

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