Capítulo 8
Mis nervios se dispararon ante su invitación. La idea de pasar más tiempo a solas con Atlas era tanto emocionante como aterradora. Nunca había sido buena en estas situaciones, y él era tan... intenso e imponente.
—No sé, Atlas. Lo que pasó antes fue un poco... intenso. —Intenté mantener un tono ligero, pero sabía que había algo más profundo en mi respuesta. La verdad es que había algo en él que me atraía y, aunque nunca lo admitiría en voz alta, eso me asustaba.
Él se acercó un paso, rompiendo la distancia entre nosotros. Su mirada era penetrante, y la forma en que me observaba parecía decir que no iba a rendirse fácilmente. Un escalofrío me recorrió toda la espalda. Nunca me había visto en una situación así. No controlaba las respuestas de mi cuerpo ante sus movimientos.
—A veces, lo intenso puede ser bueno, ¿sabes? —dijo con una sonrisa desafiante, como si estuviera tratando de convencerme de que el peligro era parte de la diversión.
No sabía cómo responder. Por un lado, quería creerle, pero por el otro, mi instinto me decía que debía tener cuidado. Había algo oscuro en su mirada, un lado que aún no había visto, y eso me intrigaba. Más de lo que me gustaría.
—Mira, solo quiero... —comencé a decir, pero mis palabras se detuvieron al notar que su expresión se había vuelto seria de repente.
—Lo siento, no quiero presionarte. —Suspiró, volviendo a esa vulnerabilidad que había mostrado antes. —Solo pensé que podríamos olvidarnos de todo lo que pasó y disfrutar un poco. Pero si no te sientes cómoda, está bien.
El tono de su voz me hizo sentir culpable. Había algo genuino en él, y mi corazón se aceleró de nuevo. Quizás era la emoción del momento o simplemente la adrenalina, pero no quería irme sin conocerlo un poco más.
—Está bien —respondí finalmente, sintiendo que mis miedos se desvanecían. —Solo un poco más. Pero no quiero que termine en otra pelea.
—Prometo que no habrá más peleas. —Él levantó las manos en señal de rendición, una sonrisa traviesa comenzando a formarse en sus labios. —Solo diversión.
El aire entre nosotros parecía chisporrotear mientras nos mirábamos. No sabía si eran imaginaciones mías. Sin pensarlo dos veces, me dejé llevar por la decisión que había tomado y le devolví la sonrisa.
—Y ¿qué tienes en mente? —pregunté, sintiéndome un poco más segura.
—Hay un bar no muy lejos de aquí que tiene buenas bebidas y música. Es un lugar más tranquilo, y creo que podríamos disfrutarlo.
Asentí, y antes de que pudiera arrepentirme, me tomé un instante para enviar un mensaje a Kate diciendo que me iba y que estaba bien. No quería decirle que iba con Atlas porque sabía que ella lo malinterpretaría. Aunque malinterpretar no era lo que hacía Kate, era retorcer todo para que fuese vulgar. El frío de la noche me envolvió cuando salimos a la calle, pero la cercanía de Atlas me mantenía caliente. O tal vez eran los nervios.
El camino hacia el bar estuvo lleno de una tensión palpable, pero no era una tensión incómoda. Era una mezcla de emoción y expectativa. Cuando llegamos, el ambiente era mucho más relajado que el de la discoteca. La música era suave, y la luz tenue le daba al lugar un aire acogedor. E íntimo.
—Aquí es —dijo Atlas, sonriendo mientras me guiaba hacia una mesa en la esquina. —Espero que te guste.
Me senté, y él se acomodó frente a mí. La distancia entre nosotros se sentía adecuada, pero su mirada no se apartaba de mí. El hecho de estar en un rincón en un sitio donde apenas había luz me hacía darle vueltas a la situación.
—¿Qué quieres beber? —me preguntó, sacándome de mis pensamientos.
—Lo que tú quieras —respondí, aún sintiéndome un poco fuera de lugar. Tampoco sabía que servían en este sitio y no quería ser una molestia con mi indecisión.
—Te traeré algo especial. —Se levantó y se dirigió a la barra, dejándome sola con mis pensamientos. No sabía qué pensar de lo que estaba pasando, todo iba demasiado rápido.
Observé cómo interactuaba con el camarero, su confianza era casi palpable. No podía evitar sentir que había algo en su vida que no conocía, algo que podría asustarme o, quizás, atraerme aún más. Deseché esa última parte. No quería que alguien como él me atrajera de esa manera. Y mucho menos sabiendo su amplio historial. Cuando regresó, llevaba dos copas en la mano.
—Aquí tienes, el mejor cóctel de la casa. —Colocó la copa frente a mí y se sentó de nuevo.
Lo miré, y una chispa de emoción recorrió mi cuerpo. Había algo en la forma en que me miraba que me hacía sentir especial, como si fuera la única persona en la sala. Pero sabía que estaba siendo una ilusa y que lo utilizaría con cada una de las chicas que conocía.
—Gracias —dije, levantando la copa en un brindis improvisado. Estaba incómoda, no era capaz de mirarlo a los ojos más de tres segundos y seguro que lo notaba.
—Por lo que sea que nos traiga esta noche —dijo, chocando su copa con la mía.
Tomé un sorbo de la bebida, y el sabor era una mezcla deliciosa de frutas y algo burbujeante. Me hizo sonreír, y Atlas se dio cuenta.
—¿Te gusta?
—Sí, está increíble —respondí, sintiendo cómo la tensión se disipaba un poco más.
—Entonces, estamos bien. —Él tomó un trago de su whiskey y se recostó en la silla, como si estuviera dispuesto a compartir más de sí mismo. —¿Y tú? Cuéntame algo sobre ti.
Su interés me sorprendió. Siempre había sido la que escuchaba, pero esta vez me encontraba en el centro de atención. No me gustaba la sensación, me sentía como en una exposición de clase.
—Bueno, en realidad, solo estoy tratando de encontrarme a mí misma en este caos de la vida. —Reí un poco nerviosa. —Soy un poco... aburrida, supongo.
—No te creo. —Atlas negó con la cabeza. —Todo el mundo tiene algo interesante que contar. Te prometo que no soy tan malo como parezco. Y solo seré malo si me lo pides.
—No te veo como malo, solo un poco... intenso —dije, recordando la pelea que había visto y obviando la última parte. Me notaba la cara ardiendo y esperaba con todas mis fuerzas que no notara el efecto de sus palabras.
Él sonrió, pero había un destello de comprensión en sus ojos.
—Lo sé. A veces me dejo llevar por la emoción. No es algo de lo que esté orgulloso, pero... estoy trabajando en ello.
Su sinceridad me hizo sentir más conectada con él. Tal vez había más en Atlas de lo que había visto a simple vista.
—Eso es bueno. Todos cometemos errores, ¿no? —respondí, sintiendo que podíamos compartir nuestras vulnerabilidades. Aunque fuera con alcohol.
—Sí, pero algunos errores son más complicados que otros. —Atlas miró por un momento hacia el suelo, y su expresión cambió.
Quería preguntar más, pero en ese momento, una risa resonó detrás de nosotros, interrumpiendo nuestra conversación. Un grupo de personas entró al bar, y la atmósfera se llenó de nuevo de energía. En cambio, esta energía no me gustaba en absoluto.
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