Capítulo 4

No había buses ya a esa hora, que nos llevara de regreso a Santa Cristina. No teníamos opción, más que pasar la noche en aquella desconocida e inmensa ciudad.

Haciendo frío, nos fuimos a un restaurant a cenar, y luego seguimos conociendo plazas, monumentos, y diversos castillos, que a menudo yo soñaba con que vivía en ellos junto a él.

Era cerca de la madrugada, las calles estaban todas adornadas con luces, y la gente no desaparecía.

Caminando por una plaza, nos acercamos a una laguna y Joey me acomodó en su pecho y yo besé sus labios.

Cansada, él me abrazó y me mencionó que buscaríamos un lugar para dormir...

Las calles, las plazas, los parques estaban desiertos, y al mirar que éramos los únicos deambulando a tales horas de la noche, tuve miedo, y Joey me susurró que me protegería de todo.

Llegamos a una pequeña colina. Ambos pensamos que sería mejor dormir en tal lugar, lejos de todo. Así no nos arriesgaríamos a que nos asaltaran, o algo por el estilo.

Me tiré al pasto y solté un suspiro. Joey se acostó a mi lado y ambos volvimos a mirar el cielo oscuro, lleno de estrellas, que solo se iluminaba con su profunda mirada.

Me miró y comenzó a besarme, muy apasionado. Acaricié su cabello, su suave espalda, y escuché sus susurros, que me decían "Te amo tanto".

_ Yo también te amo mucho.

El sueño me venció y él me cuidó. Acarició mi cabeza y me observó dormir junto a su lado.

Dormida, profundamente en su pecho, Joey vigilaba todo el alrededor. Acariciaba mi cabeza con frecuencia y pensó con seriedad.

Al fin de ese pensamiento, sonrió.

Tomó mi mano para besarla y se acomodó más junto a mi cuerpo. Acarició mi mejilla y cerró sus ojos mirando a nuestro cielo estrellado.

Era plena madrugada y dormíamos en el oscuro paisaje, siendo nuestro único testigo, el cielo y más tarde el viento, que nos rodeó y rodeó también nuestros sueños.

Sentí de pronto mucho frío, y temblando, Joey se despertó. Me miró y me abrasó fuerte. Sentí el calor de su cuerpo, y dormida, me apoyé en su pecho. Él miró nuevamente las estrellas y se durmió otra vez.

Amaneció y bajamos rápidamente la colina, y regresamos otra veza la ciudad.

Recorrimos nuevos lugares. Joey no separaba mi mano de la suya, y con frecuencia, nos tomábamos fotos en cada sitio y monumento que veíamos.

Pasamos por un inmenso museo, con una pequeña laguna a un costado, y ambos nos abrazamos y miramos aquel lugar, para luego él tomarme una foto.

Nuevamente hacía calor; caminábamos por una vereda cubierta de tierra y piedras, que a menudo sonaban con nuestros pasos, y me detuve para mirarlo.

_ Todo lo que hemos pasado juntos, hasta ahora será un bello recuerdo - él sonrío.

_ ¿Quieres tener un bello recuerdo de verdad?

_ ¿Un recuerdo?

_ Si, ya sabes. Regalarte algo.

_ ¡¿En serio, Joey?!

Entusiasmada, él volvió a sonreír y acarició mi mejilla y nos besamos.

Viajamos hacia otra ciudad no lejana, para regresar en la tarde a la estación de trenes.

Caminamos por unos rascacielos, que Joey esta vez si conocía, y llegamos a un parque de diversiones.

Joey compró algodón de azúcar para los dos y después corrimos a los columpios. Nos sentamos en ellos.

Llegamos a una feria artesanal; entramos y vimos cosas muy bonitas.

Me detuve en un puesto y Joey me tomó otra foto. Después nos tomó otra en donde salimos abrazados.

Vimos un puesto con flores, y peluches, y Joey me llevó a él, para que yo viera los tiernos ositos de peluche.

Consultó por los precios de uno de ellos.

_ Escoge uno, amor. El que más te guste.

Le sonreí y tomé un oso blanco, con orejas rojas y que sostenía un enorme corazón.

Joey lo tomó y le pagó al vendedor. Besó mi mejilla y me dio el oso con mucho cariño. Yo lo abrasé y besé sus labios.

Él río por mi actitud, frente a su tierno regalo y me abrazó.

_ Este osito me reemplazara los días en que no estemos juntos – el corazón se me aceleró.

_ Te amo Joey.

_ Y yo a ti.

El día estaba tan radiante. En esas pocas horas, habíamos vivido lo más dulce y hermoso que podía poseer alguien, el de amarse infinitamente.

Caminamos, lento, por una ancha vereda; el viento nos rodeó y jugó con mi solera, y el largo cabello de Joey. Ambos sonreímos, y nos abrazamos fuerte.

El viento nos siguió y llegamos a una florería...

Joey me regaló un bello ramo de rosas, las que me demostraban su amor por mí. Se las recibí y mi felicidad se incrementó aún más, y mí enamorado corazón casi estalló. Me le tiré a sus brazos y lo besé.

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