Capitulo 3

Los personajes de Naruto no me pertenecen, yo solo los uso para escribir esta historia sin fines de lucro.

Izuna Uchiha, hermano menor del siempre admirando Madara Uchiha, tenía una vida tranquila. Vivía con su hermano y a diferencia de él, que optó por unirse al ejército, Izuna se encargaba de las empresas familiares ayudado por Fugaku y dos de sus sobrinos.

Siendo un hombre muy apuesto, ademas millonario, tenía a cuanta mujer quisiera y por nunca se interesó por la prometida de Madara, la cual se mudó a vivir con ellos. Mantenía una convivencia cordial con Mei y aunque sabía que su hermano no la amaba, prefirió no interferir cuándo esté, anunció que al regresar de la misión que le encomendaron se casaría con ella.

Con Madara fuera del país, su convivencia con la fémina era nula, ya que él estaba más centrado en el trabajo y en las mujeres que compartían su cama, sin embargo, la desgracia llegó a su vida cuando le informaron sobre la muerte de su hermano. Madara era su mentor, su ídolo y ejemplo a seguir.

No encontraron su cuerpo, el cuál se presumía pulverizado por la explosión y lo único que recibió de él, fue la placa metálica que siempre llevaba colgada en su cuello. En una forma de guardar su recuerdo y esencia, se colgó la placa y desde ese día no se la quito.

Los días que prosiguieron fueron oscuros y sólo el alcohol aminoraba su dolor. Mirar a la mujer que iba ser su cuñada, le traía más dolor, así que una mañana cuando estaba sobrio le pidió que se marchara, después de todo, su hermano ya no iba regresar y ella ya no tenía nada que hacer allí.

Esa misma noche como ya se había hecho costumbre, se embriagó y de nuevo derramó amargas lágrimas. Estaba devastado y no supo en que momento, Mei lo estaba consolando. Por primera vez repasó en su aspecto y notó las diminutas prendas que vestía. Una cosa llegó a la otra y cometió el error que lo llevaría al límite de su cordura.

En la mañana siguiente, habló con Mei y le pidió que olvidara lo sucedido, sin embargo, ella volvió a su habitación noche tras noche. Estando con ella, se olvidaba de su dolor, pero apenas amanecía y la culpa lo consumía.

Cansado de la situación, habló seriamente con ella y le pidió que se marchara. Ella lloró diciendo que se había enamorado de él, no obstante, Izuna no retrocedió a la petición.

Días después, ya se había recompuesto y ya no bebía. La partida de Mei, le trajo tranquilidad a su vida, sin embargo, todo estaba por cambiar, ya que mientras realizaba sus labores en la oficina, Mei entró sin ser anunciada y le lanzó unos análisis, donde se veía claramente su estado actual... Ella estaba embarazada y de acuerdo a las fechas, él era el padre. No se dejó engañar y pidió la prueba de paternidad, sólo para que le confirmaran lo que temía, el bebé era suyo.

Luego de hablar con su familia, hizo lo que creyó correcto y se caso con ella para darle una familia a su hijo. Siendo marido y mujer, se permitió conocer más a su ahora esposa y comprobó que era soberbia y altanera, no obstante, logró superar los obstáculos y se enamoró de ella.

El nacimiento de su hijo le trajo inmensa felicidad y trató de vivir en armonía. Lo que no sabía, era que su hermano regresaría de la muerte y aunque se sintió muy feliz, también sintió un gran pesar por tener que darle la cara luego de haberlo defraudado.

El carácter de Madara era impredecible y reaccionó de la peor manera. Tampoco podía culparlo, cuando él mismo, se sentía un miserable traidor. Su hermano se molestó tanto, que decidió marcharse a la mañana siguiente, de la que había sido la casa de ambos.

Sabiendo que Madara estaba en una de las habitaciones y no podía acercarse, le trajo un gran pesar. Esa noche no logró dormir y le informó a Mei, que iría a dormir con su hijo, pues el pequeño había estado inquieto por escuchar el enfrentamiento que tuvo con su hermano.

En la madrugada comprobó que el niño dormía y decidió regresar a su propio dormitorio. Su corazón dio un vuelco al presenciar lo que sucedía. Su esposa, la mujer a la que defendió de los insultos de su hermano y por la cual, se separaron, entraba con lencería a la recámara de invitados, precisamente donde dormía Madara. Se acercó a la puerta sin hacer el menor ruido y escuchó todo lo que se dijeron.

Seguramente lo que sucedió fue un castigo por lo que le hizo a su hermano y supuso que se lo merecía por dejarse envolver por esa cualquiera. Mei supo como manipularlo y el, cayó como un idiota. Nunca lo amo y la prueba era, que apenas regresó Madara y quiso seducirlo, sin importarle el matrimonio, ni tampoco su hijo.

La fidelidad que le guardo, se hizo a un lado y desde la mañana que se enfrentaron, las máscaras cayeron. Mei le gritó que al único que amaba era a Madara y que a él, sólo lo utilizo para no perder el estilo de vida que tenía.

Sintiéndose como un fracaso, quería pedirle perdón a su hermano, sin embargo, no sabía cómo y fue entonces que se le ocurrió hablar con Hashirama. El castaño era el mejor amigo de Madara y quien lo podía ayudar.

El Senju le dijo que Madara necesitaba vacaciones, que debía alejarse a un lugar tranquilo para que pudiera relajarse.

Durante días pensó en lo dicho por el Senju y recordó el rancho que Madara tenía en Konoha. La propiedad estaba en mal estado por los años de abandono. Se puso de acuerdo con sus sobrinos para que lo cubrieran en su ausencia y viajó a Konoha con la idea de renovar el rancho en su totalidad. Una vez concluida su labor, pensaba divorciarse y dar el paso a derribar las barreras entre Madara y él.

Llegó a Konoha como lo planeó y se fue directamente al rancho. Se puso en contacto con las personas que se encargaban de construir, también se aseguró de dejar todo en orden para comprar ganado y por último, contrato los mejores diseñadores de interiores, los cuales se ocuparían de amueblar la casa principal. Todo iba de acuerdo a lo planeado y se sentía feliz, sin embargo, todo su razonamiento y cordura se fueron a pique cuando se le ocurrió buscar un lugar para cenar.

Apenas puso un píe en el restaurante, quedó preso de esos hermosos ojos lunas. Esa chica era todo lo que hubiera querido tener antes de enredarse con Mei.

No pudo dejar de admirarla y cuando se acercó a escribir su pedido, la observó por completo, quedando más fascinado con ella. La chica no parecía interesada, mientras que las otras lo acapararon y fue entonces que todo se enredó. La placa que siempre llevaba estaba por fuera y las personas incluyéndola a ella, lo confundieron con Madara. Trató de aclarar la equivocación, sin embargo, no lo hizo y gracias a esa confusión, las personas lo veían como una celebridad.

Quedó tan prendado de esa joven y quería llevársela a la cama, pero de nuevo sus planes se hicieron montañas y terminó enamorándose como nunca antes lo estuvo de otra mujer. Ella no iba acceder a entregarse sin tener lazos. Se arrepintió mil veces de no aclarar la confusión, pues si ella se enteraba, seguramente lo iba mandar al demonio.

Pasó noches en vela pensando que hacer para solucionar las cosas y no perderla, pero ya era muy tarde y se había aprovechado de la confusión. Cada día se enamoraba más de Hinata y arriesgando todo, le pidió matrimonio.

Con un arriesgado plan, regresó a su casa para acceder a los documentos de su hermano y logró meterlos en la corte, mediante algunos sobornos. Tenía la esperanza de que una vez casados, se divorciaría y le explicaría a Hinata sus verdaderas razones. Luego se podía casar con su verdadera identidad. Estaba dispuesto a todo para no perderla, pero de nuevo cometió la idiotes de dejarse envolver por Mei.

Durante la semana que pasó en la casa, le pidió el divorcio y le ofreció una muy buena pensión, ademas de la de su hijo, con el fin de deshacerse de ella y compartir la custodia de Kento. A pesar de los gritos e insultos, Mei accedió a firmar todo cuando estuvieran listos los documentos, o eso fue lo que le hizo creer, ya que al siguiente día, su niño se "enfermó" y trajeron al médico, no era nada grave, solo un resfriado, pero la pelirroja comenzó a llorar diciendo que temía estar sola y no poder cuidar bien del bebé, sin un padre que la respaldara.

Suspiro cansado y trató de consolarla, después de todo, en poco tiempo debían verse sólo por Kento. Cuando logró "tranquilizarse" sirvió unos tragos como despedida y en recuerdo de los viejos tiempos... irónicamente, regresó a los viejos tiempos, en los cuales la amaba.

Desde que conoció a Hinata, no volvió a estar con ninguna mujer y esa noche sucumbió al deseo. Cuando despertó y miró a Mei, durmiendo desnuda sobre su pecho, se sintió deshonesto, pero no con su actual esposa, sino con Hinata. Ellos no tuvieron sexo solo una vez. Literalmente apenas habían dormido.

Salió de la casa y Mei le dijo que se iría a Suna con unos familiares y donde esperaría por la demanda de divorcio. Pretendió olvidarse de ese error, continuó con su boda. Los días luego de casarse con Hinata fueron los más felices de su existencia. Ella era la mujer perfecta, sin embargo, todavía no era prudente que nadie la conociera y sabiendo que su hermano nunca iba a la casa a las afueras de la cuidad, optó por arreglarla para su princesa.

No podía evitar sentirse culpable, sobre todo cuando literalmente la aíslo de todos sus amigos y seres queridos, ademas le cortó sus sueños de ejercer su carrera. Hinata era tan inocente y tan comprensiva que ni cuando la dejó sola para regresar a su vida y continuar con el proceso de divorcio, sospechó nada.

Apenas regresó y como si se tratara de un dejavú, Mei estaba en su casa y le soltó la noticia de un segundo embarazo. De nueva cuenta sus malas decisiones tenían consecuencias, de nueva cuenta se había dejado engañar por esa mezquina mujer.

El embarazo trajo algunas complicaciones y Mei, estaba aprovechando para retenerlo, lo sabía, pero no podía simplemente abandonarla cuando un hijo suyo crecía dentro de ella. En una de las idas a verla, ella le dijo que estaba muy cansada y no podía caminar a su cama, así que la tomó en brazos y ella aprovechó para besarlo y sin darse cuenta, le hizo marcas en el cuello, sin embargo, las cosas no concluyeron, ellos volvieron a tener relaciones sexuales y en esa ocasión, no podía culpar al alcohol.

El problema en el que estaba metido, era como una bola de nieve que baja de una montaña y va ganando cada vez más proporciones. Amaba a Hinata, pero Kento y Mei, dependía de su protección.

La culpa de hacerle esa canallada a su princesa, lo estaba consumiendo, verla llorar le rompía el corazón, sin embargo, no estaba dispuesto a dejarla ir.

Su cordura estaba al límite... Mei no dejaba de llamarlo y la ojiperla, comenzaba a sospechar que tenía otra mujer. Luego de lograr tranquilizarla, le prometió estar más tiempo con ella y regresó a su hogar. Mei sufrió un pequeño resbalón y le fue imposible regresar al lado de Hinata.

Su esposa comenzó a preguntar quién era la zorra que lo estaba alejando de su familia y tuvo que tener mas cuidado en mantener la identidad de su princesa bien oculta, incluso bloqueó su número telefónico de esa forma las llamadas no aparecerían y Mei, no averiguaría nada.

Sabiendo que todo era una bomba de tiempo, no soporto más. Primero la llamó y después de engañarla de nuevo, la fue a buscar. Su Hinata debía pensar que algo no estaba bien y tenía que estar con ella, para poder pensar en algo.

Apenas llegó y fue recibido con alegría. Le fascinaba que ella corriera hacia él y se trepará sobre su cintura mientras se daban los primeros besos, pero cuando pensó que estaba en su lugar seguro, una tercera persona se hizo presente y a partir de ese momento, todo se salió de control.

—¿Que se supone que fuiste hacer? Aseguraste que estabas delicada de salud y ahora no sólo andas como si todo estuviera bien, sino que hasta conduces el largo trayecto—Izuna negó con la cabeza y sonrió con amargura al entenderlo—Todo lo inventaste ¿no es cierto? El embarazo esta en orden, pero fingiste estar delicada—la fémina comenzó a llorar fingiéndose ofendida, antes de responder con "dignidad"

—No pensaba quedarme de brazos cruzados y coloqué un rastreador en tu auto, para saber a dónde vas, cuando no estas con tu familia, que somos nosotros.

—¡Estas loca!—le soltó y se dio la vuelta para irse.

—¿Desde cuando te estas viendo con Madara? ¿Porque no me habías dicho nada?—la ira de Izuna aumentó significativamente, luego de recordar el pequeño cuerpo inerte de Hinata, siento sostenido por su hermano.

—No creó que tengas que saber cada paso que él da ¿o si?—estaba muy frustrado y debía encontrar la manera de verla para poder explicarle todo... aunque ¿que se suponía que le iba explicar? ¿Que podía decir a su favor?

—Pues no, pero sigue siendo parte de la familia y ni siquiera sabíamos que se había casado, aunque creo que esa chica es muy joven para él—levantó a su hijo en brazos y se retiró a un lugar a donde no tuviera que escuchar, ni mirar a esa mujer.

[...]

La noche que Madara llegó a su finca a las afueras de la cuidad, no iba pensando en nada en particular. Solo venían a su mente recuerdos de su familia y también de como Indra y Hashirama, prácticamente lo echaron del cuartel, para que tomara las riendas de su vida.

No podía ir a su mansión, pues Izuna y Mei vivían en ella, tampoco quiso ser una carga para los otros Uchiha, así que se dirigió a esa propiedad. Ahí tendría paz y lograría reflexionar en lo que haría en el futuro.

Cuando miró a la chica, estuvo seguro que el tarado de Hashirama, la había contratado para él, sin embargo, se quedó pasmado cuando le dijo el nombre de su marido. Por unos momentos, no supo que decir ni cómo reaccionar. Luego llegó a la sala y apreció las fotografías.

Izuna no se había conformado con quitarle la prometida, sino que ahora se dedicaba a engañarla y lo que era peor, tenía a la chiquilla totalmente aislada para que no se diera cuenta de nada. La pobre se veía tan enamorada, que ni siquiera le cuestionaba las cosas que hacía.

Comenzó a evaluarla, dado que no sabía nada sobre ella ni su identidad. La joven por su parte, parecía desconfiada de su cercanía y durante esa noche se veía incómoda.

El día siguiente se puso a investigar y se sorprendió, cuando comprobó que en efecto, ella estaba casada con Madara Uchiha. Aunque él no lo hizo, su hermano lo había metido en ese gran lío, ya que esa joven pertenecía a una de las familias más respetadas de Konoha y su hermano con su nombre, literalmente se burló de ellos.

Moría por ver el rostro de su Izuna cuando lo viera y se diera cuenta que su mentira estaba por ser descubierta, sin embargo, y según lo que ella decía, Izuna tardó mas que de costumbre. No tenía prisa por irse, más bien, tampoco tenía a donde ir, así que se quedó con ella.

Durante las charlas o las comidas, no podía dejar de verla, pensando en que ella era su esposa y ninguno de los dos quiso que eso sucediera, ya que ni se conocían. A pesar de ponerlo en su sitio en varias ocasiones, logró que hablara y se sincerara con él, en cuanto a lo que pensaba del comportamiento de Izuna. Tan pronto como la persuadió de hablar, supo que ella no iba perdonar el engaño de su hermano y estaría en todo su derecho de denunciarlo. Lamentablemente, las acciones de Izuna lo iban afectar directamente a él.

Los días con Hinata, le sirvieron para descubrir algunas cosas... por ejemplo, que no le gustaba verla llorar, luego, que ella era muy buena cocinando, así como lo era en su profesión. Su compañía le era agradable, a tal grado de querer pasar la mayor parte del día escuchando sus relatos y finalmente, entendió porque su hermano había hecho todo lo que hizo sólo por ella.

Trató de decirle acerca del engaño, pero se puso muy mal y ya no supo como continuar.

El día siguiente, la encontró en la cocina con un mejor semblante y luciendo radiante. De inmediato supuso el motivo y pronto se escuchó la puerta. Hinata no esperó y salió corriendo hacia su encuentro. Fue testigo de como se besaron y no pudo más que sentir pena por lo que le esperaba cuando se enterara del engaño.

El rostro feliz y anhelante de Izuna, desapareció por completo cuando se percató de su presencia. Si bien es cierto, que a su llegada creyó que la Hyuga era sólo un capricho de su hermano, ahora comprobaba, que al igual que ella, su hermano también estaba muy enamorado.

Cuando miró a Mei, lo único que se le ocurrió hacer, fue voltear las fotografías sin que lo notaran y por lo menos, se pudo evitar un problema mayor.

Confundida, herida y sobre todo traicionada, la joven no pudo con toda la verdad y terminó por desmayarse. Sus piernas se movieron con gran agilidad, logrando capturar el frágil cuerpo femenino. Luego camino hacia la habitación que su hermano compartió con ella y cerró la puerta para que ni él, ni su esposa, lograran entrar.

Mentiría, si decía que no había disfrutado la expresión de horror en el rostro de Izuna, cuando la miró inconsciente, pero no había nada que pudiera hacer para acercarse a ella e intentar quitársela.

Cuando ya no escucho las voces afuera, colocó el algodón con alcohol para despertarla y aclarar las cosas. Como era de esperarse, lo culpo a él también. Pasó del enojo a la sorpresa, al saber la situación en la que ambos estaban por culpa de su hermano.

—Esto no me puede estar pasando a mí—ella volvió a llorar—Hinata se levantó de la cama e ignorando a Madara, giró en todas las direcciones intentando decidir el siguiente paso—¿Como se voy a decir a mi padre?—los pensamientos iban y venían pero seguía sin saber que hacer, ademas el dolor en su corazón hacia todo peor.

—Te sugiero que primero te calmes y después pensaremos como solucionar esto—Madara tampoco sabía que le iba decir la joven a su familia y para ella debía ser muy difícil.

—Quiero estar sola—fue lo único que respondió a la sugerencia de Madara y es que en realidad, no quería nada de ellos. El azabache se encogió de hombros y salió sin decir nada. Debía hablar con un asesor legal para saber sobre las consecuencias que iba tener en su carrera militar, también llamó a Itachi para que se uniera al abogado. Quizás su sobrino, podía hablar con la chica para que le explicara lo que seguía en el proceso de divorcio.

[...]

Itachi llegaba a su apartamento luego de una larga jornada laboral en su trabajo. A pesar de haber abandonado el ejército, se sentía muy bien dentro de la policía. Formar parte de ellos, lo hacía sentir orgulloso y su primo Obito, también pensaba igual.

Dejó la llaves sobre la pequeña bandeja de metal donde las dejaba siempre y se fue a la cocina para buscar algo de cenar, sin embargo, no logró abrir el refrigerador, cuando su celular sonó. Arqueo una ceja mirando quien lo llamaba.

—¿Itachi...?

—¡Tío que sorpresa! ¿A que debo tu llamada?—el joven estaba extrañado, dado que Madara, no los llamaba muy a menudo.

—Directo al grano ¿acaso no puedo llamar a mi sobrino para saludarlo?—cuestionó fingiéndose ofendido.

—Si puedes, pero nunca lo haces, así que debes necesitar algo—el mayor sonrío por la suspicacia del muchacho, no en balde era uno de los mejores detectives.

—Tienes razón... necesito tu ayuda y desde ahora te digo que se trata de algo muy delicado ¿Crees que puedas venir a verme mañana? Estoy en mi finca y también necesito que busques un abogado, que sea digno de toda tu confianza—en ese momento, el chico supo que en verdad, se trataba de algo de suma importancia, de lo contrario, Madara no le pediría ayuda.

—Estaré ahí, mañana a primera hora con la persona indicada—aseguró el mas joven.

—Te lo agradezco—agradeció y antes de colgar volvió hacer otro pedido—Una cosa más Itachi—el azabache de coleta le pidió que continuara—esta llamada, sólo queda entre tu y yo.

—¡Entendido!—el joven habló, como en los días juntos en el ejército. La llamada finalizó y el chico se puso en contacto con el mejor abogado que conocía y le envió la dirección que Madara le dio.

[...]

Madara preparó la cena y cenó sólo en la cocina. Lavó los platos y dejó la cena de la chica a la vista, por si decidía salir de su habitación, ya que desde que la dejó a solas, ella no salió.

Siendo una persona acostumbrada al esfuerzo físico, sabía que no iba poder dormir, si no hacía algo, así que se puso ropa adecuada y se fue a correr por el bosque, sin importar que era de noche. Iba tener que acomodar aparatos para hacer ejercicio,dentro  de la casa, pues no iba ir todos los días al gimnasio. En cuanto la joven se marchara, convertiría la habitación que estaba llena de telas en un gimnasio personal.

Dos horas después, regresó y se fue a tomar un baño. Estaba impaciente por escuchar la opinión del abogado, tal vez... sólo tal vez, no todo estaba perdido para él.

...

La mañana siguiente, se levantó temprano para esperar a Itachi. Se fue a la cocina para preparar café y miro el plato que dejó para la chica todavía intacto. Seguramente no salió de su habitación y tampoco iba a molestarla para que lo hiciera. Todo el jugueteó de los días anteriores, quedó atrás. Luego de verla tan abatida y escucharla culpándolo, era mejor guardar las distancias, al menos hasta que firmaran el divorcio.

Tal como lo dijo, Itachi llegó témpano para hablar con él, antes de la llegada del abogado.

—Si te soy sincero, tengo curiosidad por saber el motivo de esta reunión—confesó el menor con honestidad.

—Me lo imagino—Madara lo invito a sentarse en las sillas de la barra, luego le colocó el desayuno con el café. Sabía los gustos de su sobrino y esa mañana hizo todo para que desayunaran juntos—y trataré de ser lo más claro posible... Como sabes, una semana atrás, me obligaron a tomar vacaciones y por obvias razones, no me fui a mi anterior hogar, así que opté por venir aquí, sin embargo, cuando llegue, me di cuenta que no estaba solo—el tío le contó todo al muchacho, desde el momento en que ella lo confundió, hasta el que le pidió estar a solas.

—Si no fueras tu, quien me lo contara, no lo creería—soltó Itachi—sabía que tenían problemas, incluso se habló de divorcio ¿pero esto?

—¿Divorcio?—cuestionó desconcertado.

—Si, ellos ya no se llevaban bien y sólo estaban juntos por el niño—Madara estaba sorprendido—luego de que abandonaste la casa, algo cambió entre ellos, ya que, Izuna se la pasaba rodeado de mujeres y Mei hacia lo que se le daba la gana.

—Pero ella está embarazada—repuso el mayor.

—Sasuke me contó que Izuna le pidió el divorcio meses atrás, incluso Mei se marchó, pero luego regresó con la noticia del nuevo embarazo, dejando el divorcio de lado—lo dicho por Itachi, trajo un poco de luz a las acciones de Izuna y ahora se sentía mal, por el niño, al cuál ni siquiera le puso atención, en las dos ocasiones que lo vio.

—Conociendo a Mei, no dudó que haya planeado todo para que no la dejara y el muy débil sucumbió ante ella—espetó con desagrado. El timbre de la puerta sonó una vez más.

—Debe ser el abogado—el muchacho se levantó para ir abrir y los dos se dirigieron a donde estaba Madara.

—¡Kakashi Hatake...! Claro debi suponerlo—el mencionado sonrió despreocupado y saludo al Uchiha. Kakashi era el abogado de la familia Uchiha y siendo uno de los mejores del país, Itachi confiaba plenamente en él.

—¿En que puedo servirte Madara?—Kakashi colocó el portafolio en un lado del sofá y tomó asiento con ellos en la sala—el azabache le explicó todo y el peli-plata no mostró expresiones hasta que concluyó el relato.

—¿Quieres las noticias buenas? ¿O quieres primero las malas?

—Supongo que las malas primero—le respondió sin ánimo.

—Tu sabes que cuando esto se sepa, serás expulsado del ejército sin honores—el ejército se regía por reglas muy apegadas a los valores familiares. Un hombre o una mujer, que contraían matrimonio y engañaban a sus parejas, no eran bien vistos y les daban de baja, lo mismo sucedía con violencia doméstica y asuntos relacionados.
Aunque Madara no había hecho nada de eso, iba a quedar como una persona desleal, que se divorcia al mes de haberse casado.

—Lo sabía—fue lo único que dijo.

—Pero no todo está perdido y tienes dos opciones para que esto no te afecte—el azabache asintió para que continuará—Si la dama y tu, ponen cargos contra tu hermano y se comprueba que robo tu identidad, tú quedarás libre de toda culpa, no obstante, Izuna será detenido por robo de identidad.

—Ella esta en todo su derecho de hacerlo, pero yo no haré nada en contra de mi hermano—Itachi suspiro resignado. Madara aunque se mantenía alejado de Izuna, siempre cuidaba de él. Por lo tanto, esa opción no era válida—mejor dime la otra alternativa.

—Bueno... la dama está involucrada—Madara rodó los ojos, sabiendo que era otro callejón sin salida—si logras convencerla de permanecer casada, al menos por dos años, es posible que cuando soliciten el divorcio, nadie sospeche, pues dos años es tiempo válido para saber que no es una falsa unión.

—No le pediré tal cosa después de lo que está pasando por cúpula de mi hermano, además este no es un problema con el que ella esté involucrada.

—Piénsalo bien, quizás...—Itachi fue interrumpido por el mayor.

—Ya te lo dije, ella apenas me tolera, no puedo pedirle que nos quedemos juntos durante todo ese tiempo... Lo mejor será que prepares la demanda de divorcio y le informes personalmente lo que tiene que hacer durante el proceso. Eso fue lo que le dije anoche—Madara se puso de pie—Iré a ver si esta lista para hablar contigo—Itachi y Hatake negaron con la cabeza. Madara era terco como una mula y perdería todo lo que tanto le costó tener, sólo por salvar a Izuna.

[...]

Hinata lloro la mayor parte de la noche. Se preguntaba una y mil veces, porque, porqué ese hombre se burló así de ella.

No quiso llamar a su padre, ni a nadie, en cierto modo, se sentía avergonzada de haber estado con un hombre casado. La culpa que tenía cuando recordaba el pequeño rostro del niño, le hacía llorar más. Sin saberlo, le robaba el tiempo con su padre a esa criatura inocente de todas las barbaridades que hacían los adultos.

Armándose de valor, sacó sus maletas y comenzó a empacar su ropa. Cuando terminó, se acostó y se quedó dormida, tenía la esperanza de que todo hubiera sido una pesadilla, pero cuando despertó al amanecer y miró el equipaje, recordó que no era un sueño.

Entró en el baño y cuando se miró en el espejo, apenas se reconocía. Su aspecto era deplorable y no tenía ánimo de cambiar nada, sin embargo, debía marcharse y no podía dejar que la miraran así.

Cerca de media hora, salió de su habitación y cuando se acercó a la cocina, escucho voces. Por un momento pensó en regresar a esconderse, pero se armo de valor para hacer lo que tenía en mente.

—El abogado está aquí y quiere hablar contigo—la Hyuga casi salta del susto que le dio Madara. Se giró para verlo, notando la seriedad en su rostro, ni siquiera le dio los buenos días.

—Esta bien—murmuró y lo miro girarse sin decir nada.

Lo siguió hasta la sala, donde se hallaban dos caballeros. A juzgar por el aspecto de uno de ellos, era familiar de los Uchiha y el otro parecía ser el abogado. Ambos se pusieron de pie, apenas llego con Madara.

—El es el abogado Kakashi Hatake—se saludaron con una reverencia—y el es Itachi Uchiha, mi sobrino—saludo al moreno de la misma forma que saludo al abogado—ambos están al tanto de lo sucedido y son de mi absoluta confianza, así que puedes hablar con ellos sin reservas... ¡Bien! Te dejó en buenas manos.

—¿Se va?—la pregunta salió sin que ella la pudiera contener, ya que él, era al único que conocía.

—Debo encargarme de algunos asuntos—sin decir nada, se marchó dejándola sola con ellos. Tal vez no debía dejarla sola, pero la información que le dio Kakashi, le estrujó el corazón. No le quitarían sus medallas que ya había logrado obtener, pero ser dado de baja, era como recibir una patada en el trasero. Llegar hasta donde llegó, lo enorgullecía. Su nombre era sinónimo de heroísmo, su esencia era un sin fin de vivencias durante la feroces batallas que compartió con sus compañeros. No tenía esposa ni hijos de los cuales enorgullecerse y ese orgullo, se lo daba todo lo que logró en el ejército.

—El divorcio se dará rápido y sin trabas debido a que ambas partes están en común acuerdo—Kakashi le mostró los documentos y espero a que ella los mirara.

—Estoy de acuerdo—ella le regresó el documento donde lo explicaba todo. Realizó todas las firmas para que ese mismo día, Hatake pudiera llevarlos al juzgado.

Kakashi continuó preparando todo para que la ojiperla no tuviera que preocuparse más adelante, sino hasta la última firma.

—Siento mucho lo sucedido señorita Hyuga—Itachi finalmente decidió hablar—sin embargo, le pido que no se moleste con mi tío, él al igual que usted, es una víctima en todo esto y también se verá severamente afectado por las malas decisiones de su hermano menor.

—Realmente es una pena que aún sin proponérselo, Izuna vuelva arruinar la vida de Madara—la curiosidad de Hinata se despertó, primero con lo dicho por el Uchiha y después por lo que estaba afirmando Kakashi.

—¿Que quiere decir? ¿Como que también él saldrá dañado?—el abogado buscó la mirada de Itachi para saber si podía hablar y el azabache asintió.

—Al saberse sobre el matrimonio, seguido del divorcio, la credibilidad de Madara en el ejército se verá gravemente afectada, lo que conlleva a ser removido de su cargo y del ejército, sin ningún tipo de honores.

—Toda su vida se esforzó para ser bueno en lo que hacia y lo consiguió—agregó Itachi.

—Pero ¿porque? Quiero decir, no pueden hacerlo, él no hizo nada—Hinata sintió mucha importancia.

—El problema es que Madara, se niega acusar a Izuna por el robo de identidad y como siempre lo ha hecho, cargará con toda la culpa, sin importar las consecuencias—aclaró Itachi, son una sonrisa melancólica.

—¿Y si yo lo acusó? ¿Podría ayudar en algo?—la chica no pudo evitar preocuparse por Madara y quería hacer algo para ayudarlo, aunque tampoco quería ver a Izuna tras las rejas a pesar de lo que le hizo, ella no podría con la culpa de dejar a ese niño sin padre.

—Si Madara no lo respalda, no servirá de nada, dado que es su identidad la que fue robada—Kakashi observó a la joven y a pesar de sentirse culpable por ella, se jugó la única carta a su favor—sin embargo, usted podría ayudar de otra manera.

—¿Como?—ella estaba dispuesta a colaborar con ellos, para ayudar a no manchar la trayectoria de ese gran hombre.

—Quedándose casada con él, al menos por dos años—la ojiperla quedó paralizada. Ella no tenía pensado algo como eso y por supuesto, que no lo haría.

—Se lo sugerimos a mi tío, pero se negó y dijo que usted no merecía esto—añadió Itachi mirando la confusión en el bello rostro de la chica—olvídelo, no debimos decir nada, después de todo, usted no tiene la culpa de nada y es la más afectada—Hinata se quedó sin hablar, aún cuando los dos hombres se pusieron de pie para irse.

—Llegue a pensar que aceptaría—murmuró Kakashi cuando salían.

—Lo se, pero no podemos culparla, ella no tiene la obligación de ayudar y permanecer cerca de la persona que la engaño—agregó Itachi antes de subir a su auto. Agradeció a su amigo por su ayuda y ambos se fueron a sus distintas labores.

Hinata se quedó pérdida en sus pensamientos y cuando volvió a la realidad, se dio cuenta que estaba a solas. Los dos varones se habían marchado, asumiendo que su respuesta era no, y en realidad así era. Era demasiado para acceder y ella no se sentía capaz de hacerlo, sin embargo, saber que la salvación del honor de Madara estaba sobre su cabeza, le trajo una carga muy pesada. De ella dependía el futuro de esa persona y no sabía que hacer ¿En que momento cambió todo su mundo? Regresó a su habitación y se recostó ya con lágrimas en las mejillas.

...

Frustrado por su suerte, Madara regresó a la finca y cuando entró, su hermano también lo hizo sin que pudiera reaccionar para evitarlo.

—¿Donde está Hinata? Quiero hablar con ella—Izuna logró deshacerse del rastreador que colocó Mei en su coche y apenas tuvo tiempo, se fue en busca de la ojiperla.

—El paradero de mi esposa, no es de tu incumbencia—respondió a modo de amenaza y no era para menos, pues por culpa de sus estupideces, su vida se volteó patas arriba.

—No té quieras pasar de listo Madara... Hinata no te pertenece y no dejaré que te aproveches de ella.

—No veo como puedas impedirlo, ella está conmigo, te guste o no—sonrió con cinismo cuando lo afirmó—ella es mi esposa y no dejaré que te le vuelvas acercar—sólo alardeaba, pero quería regresarle un poco de lo que él estaba sintiendo en ese momento.

—Si tengo que ir a las autoridades para entregarme por mis delitos, lo haré y créeme, no me importa cuantos años me den... si con eso logró alejarte de ella—no soportaba la idea de saberla con su propio hermano, prefería ir preso, así por lo menos, la liberaría.

—Nadie te creerá, es tu palabra contra la mía—Izuna se molestaba cada vez más—¿Sabes? Durante este tiempo juntos he tenido parte de lo que tuviste con ella ¿Me preguntó que tan bueno será tener el restó?—no dijo nada más, debido al golpe que lo arrojó contra la mesa de centro situada en la sala.

—Es mía y no dejaré que la toques—Madara se limpió el labio cuando escuchó la afirmación de su hermano y comenzó a ponerse de pie.

—¿Acaso no piensas en tus hijos?—esta vez fue el turno de Madara de golpear y después de eso, ambos se enfrascaron en lo que prometía ser una feroz batalla.

—BASTA... ¿QUE HACEN? No pueden pelear así, ustedes son hermanos—la ojiperla salió de la habitación, cuando empezó a escuchar la discusión entre ambos Uchiha. No pudo molestarse con Madara, pues era obvio que sólo estaba provocando a Izuna, pero lo que si la molestó, fue la actitud del hombre que la engaño ¿Quien se creía que era para afirmar que ella era suya? No pensaba intervenir, sin embargo, cuando escuchó el primer golpe seguido por cristales quebrándose, se acercó y lo que vio la dejó horrorizada. Nunca antes miró una pelea y mucho menos entre hermanos. Los golpes eran poderosos y ellos ya no parecían pensar con claridad.

—¡Hinata!—el semblante de Izuna pasó de la ira a la preocupación, mientras que Madara agradeció tener el suficiente tiempo para parar el golpe que iba dirigido a su hermano y por poco lo recibe ella—Tenemos que hablar—Izuna avanzó hacia la joven y la tomó del brazo. A pesar de querer lanzarse a sus brazos y curar sus heridas en el rostro, que tanto amaba, ella retrocedió. No podía olvidar el gran abismo que se formó entre ellos y debía hacer algo para no volver a ser débil frente a él.

Continuara.

Siento la demora y las posibles faltas de ortografía, apenas las mire y las iré corrigiendo. Para quienes leen Arrepentidos, esa será la próxima historia en actualizar 😊💕

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